MÉDICOS DELISLAM, LOS GRANDES SANADORES DE SU TIEMPO
Entre los siglos VIII y XII, la medicina experimentó
brillantes avances en el mundo musulmán, gracias a la recuperación de la
ciencia antigua y al amplio uso del árabe como lengua de cultura.
NATIONALGEOGRAPHIC.COM.ES
13 de noviembre de 2014 · 06:00 Actualizado
a 07 de octubre de 2020 · 19:19
Lectura: 10 min
130 medico3
En el año 958, Sancho
I de León fue depuesto por nobles rebeldes, que esgrimieron como excusa para su
actuación el hecho de que el monarca no podía cumplir con dignidad las
funciones regias debido a su extrema gordura. Su abuela, la reina Toda de
Navarra, buscó ayuda en la corte califal de Córdoba: pidió a Abderramán III cura
para la obesidad mórbida de su nieto y apoyo militar para que pudiera recuperar
el trono.
En la capital
andalusí, el médico Hasday ibn Shaprut, judío jiennense, sometió a un estricto
régimen al monarca leonés y logró rebajar su peso. De este modo el soberano
pudo cabalgar como era debido, y el auxilio de tropas cordobesas le permitió
recuperar la corona perdida.
OBSERVACIÓN SOBRE EL TERRENO
Observación sobre el terreno
Arriba, el médico visita a un paciente.
Miniatura de un códice del siglo XIV perteneciente a las Maqamat,
de al-Hariri. Escuela persa. Biblioteca Nacional, Viena.
Foto:
BRIDGEMAN / INDEX
La anécdota ilustra el
amplio y justificado reconocimiento de que gozaban los médicos de países
islámicos en la Edad Media. Ibn Shaprut no era el único facultativo que
sobresalía en la corte de Abderramán; en ella destacaba, por ejemplo, la sabiduría
del cirujano Abul-Qasim al-Zahrawi, a quien los cristianos conocieron como
Abulcasis. La excelente formación de todos estos personajes y laamplitud de los conocimientos que tenían a
su disposición, y que compartían con sabios del norte de África o de los
confines de Irán, se explica por la construcción de una vasta comunidad
científica merced al empleo de un mismo idioma, el árabe, en los
inmensos territorios unidos por la fulgurante expansión del Islam.
LAS RAÍCES MÁS ANTIGUAS
Antes de que el
mensaje de Mahoma se extendiera más allá de la península Arábiga, los árabes ya
contaban con una primera cultura médica, llamada «islámica o profética» por ser
su protagonista Mahoma, el Profeta. Arcaica y piadosa, abunda en exhortaciones
genéricas. Dice, por ejemplo: «Haced uso de tratamientos médicos, pues Dios no
ha creado enfermedad ninguna sin disponer un remedio para ella, con la
excepción de una sola enfermedad, la vejez».
Muchos de sus recursos, como el uso de la miel, del aceite de oliva o de la
succión con ventosas (hijama), forman parte de prácticas curativas o
profilácticas –preventivas– que se remontan a la Arabia antigua y poseen rasgos babilónicos, de modo que sus
raíces se extienden hasta el III milenio a.C. Todavía hoy se recurre a ellas en
muchos países islámicos.
En un campo paralelo se sitúa la «interpretación de los sueños» (tabir
al-anam), a los que el mismo Profeta concedía gran importancia.
«Haced uso de
tratamientos médicos, pues Dios no ha creado enfermedad ninguna sin disponer un
remedio para ella, con la excepción de una sola enfermedad, la vejez»
Ya en el siglo VIII,
Ibn Sirin compuso la primera gran obra árabe en esta materia, que tenía como
fuente principal la Onirocrítica del autor griego Artemidoro de Éfeso, escrita
ocho siglos antes. Sin duda, la extremada atención de los árabes por la vida
psicológica nace ahí. Por otra parte, el socorro a la sanación espiritual es
más común de lo que se piensa. Son
muchas las medicinas paracientíficas y astrológicas: en los tratados de
medicina aflora a veces todo un mundo de rituales, repleto de sellos y
talismanes. El Islam no lo rechaza en bloque, y la magia «blanca»
es lícita dentro de ciertas normas.
UNA CURA EN PÚBLICO
Una cura en público
Un médico atiende a una persona herida
en la espalda mientras lo contempla una multitud. Miniatura pertenecienta
a las Maqamat de al-Hariri. Siglo XIII.
Foto:
BRIDGEMAN / INDEX
Las élites del Islam
pronto comprendieron la importancia de adoptar los rasgos más brillantes de la
cultura grecorromana, preservada en Egipto y
el Oriente Próximo, y quisieron para sí todos los saberes y tecnologías
Pero los límites de la
medicina árabe se ampliaron infinitamente después de que, en el año 622, Mahoma
proclamara su mensaje a las tribus árabes. Los califas, sus sucesores,
extendieron sus dominios desde la India hasta el sur de Francia en apenas dos
siglos.
que llamaban «ciencias
de los antiguos», entre las que se contaba la medicina.
LA CIENCIA DE LOS ANTIGUOS
Con la expansión del Islam cayeron bajo dominio musulmán las ciudades donde
se cultivaba la ciencia griega que había irradiado desde el foco de Alejandría:
Edesa y Nisibis, en la Siria bizantina, y Gundishapur, en la Persia sasánida. A esta última ciudad se habían dirigido los
médicos griegos después de que, en el año 529, el emperador Justiniano cerrase
la academia de Atenas. Y también se instalaron allí médicos cristianos de credo
nestoriano, a quien los bizantinos habían expulsado de Edesa porque su fe era
contraria a la ortodoxia religiosa.
La ciencia griega preservada en esos
territorios se convirtió en la base para el desarrollo de la medicina árabe,
gracias a la labor de médicos políglotas que, entre los siglos IX y X,
ejercieron como maestros y traductores. Entre ellos figuran Yuhanna
ibn Masawaih, conocido en Occidente como Ioannis Mesuae, nacido en el seno de
una cultivada familia de Gundishapur, y su discípulo Hunayn ibn Ishaq, llamado
Iohannitius en latín, responsable de unas cincuenta traducciones de gran
calidad. Ambos eran cristianos nestorianos, comunidad de habla siríaca cuya
lengua era muy parecida al árabe, lo que facilitaba la traducción de textos
griegos.
Médicos de distintas
creencias trabajaron juntos, discutiendo y estudiando en árabe, como hoy se
hace en inglés
Esta labor gozó de un
amplio mecenazgo, que tuvo su máximo exponente en la fundación de la famosa
Casa de la Ciencia o Bayt al-Hikma en Bagdad por el califa al-Mamún; el
soberano puso a Ibn Ishaq al frente de los traductores. Con la traducción de obras en griego, persa y
sánscrito, la medicina árabe se convirtió en la más informada y diversa del
planeta en los albores del siglo X. Sabios paganos, cristianos,
judíos, hindúes y muchos otros adoptaron el árabe como lengua científica. Es
decir, médicos de distintas creencias trabajaron juntos, discutiendo y
estudiando en árabe, como hoy se hace en inglés. Por esta razón hablamos aquí
de «medicina árabe»: no nos referimos a una etnia «árabe», sino a una comunidad
intelectual que compartió el idioma del Corán, convertido en lengua común de
ciencia y cultura.
Este fenómeno también fructificó en
al-Andalus, la España musulmana, durante el siglo X. Allí fue
traducido un clásico, la Materia médica de Dioscórides, para el califa
Abderramán III, en cuya corte figuró, como ya hemos dicho, Abulcasis, cirujano
eminente cuyo Libro de la disposición (que bebía de la obra de un médico
bizantino, Pablo de Egina) gozó de extraordinario prestigio. Córdoba, la capital de al-Andalus,
rivalizaba con los nuevos centros de enseñanza islámicos del Mediterráneo:
Cairuán, en Túnez;
Fez, en Marruecos,
y El Cairo, en Egipto. Conocemos más de un centenar de obras
médicas árabes anteriores al año Mil; la transmisión del pasado era una
realidad, y una ciencia propia empezaba a ver la luz.
LA ERA DE LAS ENCICLOPEDIAS
Gracias al prestigio
del saber y a cierta libertad intelectual, durante el período de esplendor del
califato abbasí de Bagdad –entre los siglos X y XI– la compilación de grandes obras sistemáticas
fue el distintivo de sabios de talla universal, que ejercían la medicina junto
a la filosofía, las ciencias y las tareas políticas.
De entre todos ellos brillaron tres. Uno es al-Razi (Rhazes para los latinos),
iraní polifacético y experto farmacólogo, que vivió en la corte, dirigió el
gran hospital de Bagdad y escribió casi doscientas obras. El segundo es
al-Majusi, cuya compilación, el Libro total sobre el arte de la medicina, es
una obra maestra por su equilibrio entre teoría y práctica. Sin embargo, este
texto quedó oscurecido por la obra del tercer gran nombre de la época: Ibn
Sina, al que conocemos como Avicena.
AVICENA, EL SABIO
Avicena, el sabio
Este grabado del siglo
XIX muestra un retrato idealizado de Ibn Sina, Avicena. Fallecido en 1037,
sus textos constituyen el armazón teórico de la medicina árabe.
Foto:
BRIDGEMAN / INDEX
Su éxito se debe a su
fuerza teórica y su esfuerzo de racionalización; para Avicena, sistemático y
claro, la lógica es la base del diagnóstico
Este extraordinario filósofo ya era médico a los dieciocho años. En aquel entonces, la curación de un emir
llevaba a dirigir un ministerio, como fue su caso. Escribió extensamente sobre
todas las ciencias, y su Canon (o «norma») de medicina es una de las obras más
célebres de la medicina de todos los tiempos. Su éxito se debe a su fuerza
teórica y su esfuerzo de racionalización; para Avicena, sistemático y claro, la
lógica es la base del diagnóstico.
En Occidente, la ciencia árabe brilló en la obra de dos famosos filósofos y
médicos cordobeses del siglo XII: Averroes, ibn Rushd, cuya Kulliyat o
Totalidad se convirtió en el Colliget de los latinos; y el
judío Maimónides, Musa ibn Maimón, que llegó a ser médico personal del campeón
musulmán de las cruzadas: Saladino, sultán de Egipto. Su caso no es
único: la medicina judía brilló al
implicarse con la dominación islámica; de hecho, el árabe fue la lengua de
cultura judía durante toda la Edad Media.
TEORÍA Y PRÁCTICA
La base teórica de la
medicina árabe no difiere esencialmente de la griega y romana. En su base se encuentra la medicina humoral,
atribuida a Hipócrates –que vivió en el siglo IV a.C.–, la cual divide en
cuatro los fluidos humanos básicos: sangre, flema, bilis amarilla y bilis
negra; la salud y la enfermedad dependen del equilibrio entre ellos. Así,
quienes sufren exceso de bilis negra son personas tristes, diciéndose que
tienen «humor negro», pues eso es lo que significa «melancólico» en griego. De
igual modo, los temperamentos «sanguíneos», «flemáticos» y «coléricos» padecen
algún desequilibrio de los otros humores. La salud se obtiene restableciendo el balance entre ellos con dietas y
purgas; de ahí la importancia que en la medicina árabe tienen la higiene y la
dieta.
Ammar ibn Alí
desarrolló un método para diagnosticar las cataratas operables basado en la
reacción de la pupila ante la luz
Pese al predominio de esta medicina «teórica» se desarrollaron terapias y
observaciones anatómicas nuevas. En especial, destaca la oftalmología. La utilización de una jeringuilla hueca para
succionar las «cataratas» constituye una notable innovación debida a Ammar ibn
Alí , en el siglo X, quien desarrolló, además, un método para diagnosticar las
cataratas operables basado en la reacción de la pupila ante la luz. Con
todo, el mayor especialista en
cirugía fue el andalusí Abulcasis, que empleó un instrumental variadísimo:
tenazas, pinzas, trépanos, bisturíes, sondas, cauterios, lancetas o espéculos,
cuyos dibujos ilustran su Libro de la disposición.
MANUAL PARA ESPECIALISTAS
Manual para especialistas
Esta miniatura, en la que se aplica un
cauterio para aliviar la migraña, corresponde a la copia de Cirugía de los
ilkhanes, conservada en la Biblioteca Nacional de París; en Estambul se guardan
otras dos copias de esta obra de Sharaf ed-Din.
Foto:
BRIDGEMAN / INDEX
Durante el siglo XVI,
los cirujanos de Occidente seguían estudiando esta auténtica enciclopedia del
saber médico, que otorga tanta importancia a las técnicas para combatir el
dolor (con frío o con esponjas soporíferas) como a las suturas y los vendajes.
Mención aparte merecen los cirujanos
prácticos o médicos empíricos, expertos en el tratamiento de inflamaciones y
tumores, así como en la extracción de flechas y curación de heridas, fracturas
y luxaciones. Por su parte, la farmacología y la toxicología
evolucionaron con la alquimia, a la cual debemos los alambiques, el amoníaco y
el alcohol, entre otras aportaciones.
EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS
Un trazo distintivo de la cultura islámica fue la construcción de centros
de estudio, las madrasas, y de hospitales públicos, los bimaristanes,
mantenidos por medio de donaciones, aunque no deben ser vistos como una novedad respecto del mundo cristiano
o budista. Cada gran ciudad rivalizó para albergar ambas instituciones, entre
las cuales hubo un tránsito constante de profesores y libros. Los hospitales
permitían a los más pobres beneficiarse del saber de médicos tan notables como
al-Razi, director del hospital de Bagdad. El bimaristán más conocido es el que el sultán al-Qalaun edificó en El
Cairo, en 1285: podía atender a ocho mil enfermos en cuatro pabellones
destinados a diferentes patologías y dispuestos alrededor de un patio
climatizado con fuentes. Algunos de estos establecimientos siguen
funcionando, como el bimaristán fundado por Nur al-Din en Damasco, en 1154.
También había hospitales que acogían a enfermos mentales, algo desconocido en
Occidente. En el siglo XII, el viajero judío Benjamín de Tudela describió el de
Bagdad: «En él detienen a todos los dementes que se encuentran en la ciudad
durante el verano, que han perdido la razón por el calor excesivo, sujetando a
cado uno de ellos con cadenas de hierro; todo el tiempo que permanecen allí son
alimentados por la casa real y cuando recobran la razón los despiden y cada
cual vuelve a su casa y a su hogar. [...] Cada mes los interrogan los oficiales
del rey para observar si algunos han recobrado la razón».
Los hospitales
permitían a los más pobres beneficiarse del saber de médicos tan notables como
al-Razi, director del hospital de Bagdad
Aunque la medicina árabe brilla por sí sola, en el Occidente cristiano sólo
se supo de unos cuarenta textos sobre un millar de escritos médicos censados. Los últimos autores conocidos fueron los
andalusíes Ibn Zuhr (Avenzoar), que mejoró la traqueotomía y descubrió la causa
de la sarna y la pericarditis, y Averroes. Pero del gran botanista Ibn
al-Baytar y del epidemiólogo Ibn al-Jatib (que dejó testimonio de la peste
negra) ya nada se supo, aunque también eran andalusíes y vivían en la frontera
misma de la Cristiandad. De ahí que sea exagerado pensar, como se había creído,
que la medicina islámica se estancó después del siglo XIII; aún desconocemos
muchísimos escritos tardíos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario