Abd Allah al-Bayyasi
‛Abd Allāh Al Bayyāsī. El Baezano.
¿Baeza? (Jaén), f. s. XII – Córdoba, 1226. Caudillo andalusí, príncipe
almohade.
BIOGRAFÍA
La figura de ‛Abd Allāh el Baezano se sitúa en el
contexto de la descomposición política del Imperio almohade posterior a la
derrota de las Navas de Tolosa en 1212. Desde este momento la situación
política en al-Andalus comienza a degradarse, produciéndose la aparición de
caudillos locales que actuarán de forma independiente, fenómeno que ha llegado
a ser calificado como “terceras taifas”. El Baezano, perteneciente a una
familia que ejercía importantes funciones políticas con los almohades,
representa la fugaz aparición del primer caudillo andalusí con ambición de
crear un dominio estable, pero su efímero poder duró sólo dos años, entre
1224-1226.
El protagonismo del Baezano se remonta a 1224, momento
en el que la descomposición interna de la dinastía almohade comienza a hacerse
más fuerte. Ese año fue proclamado en Marrakech como nuevo califa almohade Abū
Muḥammad ‛Abd al‑Wāḥid, hasta entonces gobernador de Tremecén. Pero, al mismo
tiempo, en Murcia se eligió a ‛Abd Allāh b. Ya‛qūb b. al-Manṣūr, sobrino del
anterior e hijo de Yūsuf Ya‛qūb al‑Manṣūr, elevado al califato con el
sobrenombre de al‑‛Ādil. Era el 6 de marzo de 1224 e, inicialmente, el Baezano
se unió a la causa del nuevo califa: según Ibn ‛Iḏārī, al-‛Ādil escribió a Abū
Muḥammad b. al-Sayyid Abī ‛Abd Allāh b. al-Sayyid Abī Muḥammad al-Bayāsī,
entonces gobernador de Sevilla, para agradecerle que se rebelara contra su tío
y que apoyara su causa. Tras recibir la proclamación de la gente de Murcia,
al-‛Ādil se dirigió hacia Sevilla, uniéndosele en el camino su hermano Abū l-‛Alā,
y ‛Abd Allāh al-Bayāsī (el Baezano), donde recibió la aceptación de todo
al-Andalus, excepto la zona del Levante, gobernada por el sayyid Abū
Zayd, hermano del Baezano. Al-‛Ādil se estableció en Sevilla e hizo un cambio
de gobernadores, poniendo al Baezano como gobernador de Córdoba y a su propio
hermano Abū l-‛Alā al frente de Sevilla.
La alianza del Baezano con los almohades se rompió muy
pronto, por motivos que se ignoran. Tal vez, como sugiere F. García Fitz, el
Baezano interpretase como gesto de desconfianza el ser relegado del gobierno de
Sevilla, la capital andalusí de los almohades, o puede que fuese inducido a
ello por su hermano Abū Zayd, el único que no había mostrado su apoyo a
al-‛Ādil. El cronista al-Ḥimyarī sugiere que entre ambos personajes no existía
confianza, ya que el califa había manifestado malas intenciones hacia el
Baezano, quizás debido a la actitud de su hermano, y que, atemorizado, ‛Abd
Allāh optó por refugiarse en Baeza. Sea de ello lo que fuere, no es absurdo
pensar que su ambición última fuese convertirse en el único soberano de
al-Andalus y para ello no dudó en echarse en manos de los cristianos, lo que
generó entre la población andalusí un sentimiento de desconfianza y
animadversión hacia él.
Por dos veces al-‛Ādil trató de someter al
rebelde encastillado en Baeza. Primero envió contra él un poderoso ejército
dirigido por el gobernador de Sevilla, su hermano Abū-l-‛Alā, que lo asedió,
llegándose a un pacto por el que el Baezano aceptó someterse, entregando
incluso un hijo suyo como rehén. Pero ello no satisfizo al califa, siendo Abū
l-‛Alā reprendido por su actuación. Un segundo ejército se dirigió contra
Baeza, comandado por ‛Uṯmān b. Abī Ḥafṣ, pero fue dispersado sin dificultad por
el centenar de caballeros del Baezano y los cristianos que lo apoyaban. Fue,
pues, en este contexto, donde se fraguó la alianza entre el Baezano y Fernando
III, si bien las fuentes árabes afirman que una de las razones que motivó la
retirada de Abū l-‛Alā fue el temor a la llegada de refuerzos cristianos, a los
que califican como “protectores y aliados del señor de Baeza”. La colaboración
entre ambos iba a ser muy provechosa, sobre todo, para el rey castellano y que
tuvo dos dimensiones principales: la entrega de plazas fuertes y fortalezas y
la realización de incursiones y cabalgadas. Es posible que el Baezano se
declarase vasallo del rey, si bien tal circunstancia no consta en las fuentes.
Pero la actuación del Baezano no consistió únicamente
en la entrega de plazas fuertes, sino que, además, prestó su ayuda activa al
soberano castellano-leonés. La primera expedición tuvo lugar ya en 1224 y fue
una breve cabalgada que se desarrolló entre finales de septiembre y principios
de noviembre, centrándose en la zona próxima a Baeza, siendo saqueada Quesada y
otras fortalezas situadas cerca del Guadalquivir. Aunque esta primera cabalgada
no supuso la toma de ninguna plaza, sí generó un cuantioso botín para los
cristianos.
En junio de 1225, Fernando III inició una importante
incursión de castigo por territorio jiennense y granadino, más importante que
la anterior. En el puerto del Muradal se le unió el Baezano, quien le dio como
rehén a su hijo menor para que lo llevase a Castilla, como testimonio y
garantía de su fidelidad. Es en este contexto donde se plantea la entrada en
vasallaje del Baezano respecto a Fernando III. Juntos se dirigieron a Jaén,
guardada por el noble cristiano desnaturado Álvar Pérez de Castro, al servicio
de los almohades. Ante la imposibilidad de tomarla se dirigieron a Priego, que
se rindió gracias a la mediación del Baezano. A continuación fue tomada Loja
con enorme violencia, realizándose una gran carnicería, tras lo cual las
huestes cristianas se dirigieron a Alhama de Granada, cuya población, espantada
por lo ocurrido en Loja, había abandonado la población. Fernando III arrasó
entonces la rica Vega granadina y se dirigió a la capital, cuyo cerco fue
levantado gracias a la entrega de los cautivos cristianos que en ella había.
Antes de su regreso a Castilla, el Baezano hizo
entrega a Fernando III de los castillos de Martos y Andújar, así como otros
menores, entre los que las fuentes árabes citan Mudassas y ḥiṣn al-Turāb.
Las fuentes árabes no dejan de subrayar la importancia de esta situación y,
como indica el cronista benimerín Ibn Abī Zar‛, el Baezano fue el primero que
estableció la costumbre de entregar ciudades y castillos a los cristianos.
Asimismo, otro aspecto importante radica en el hecho de que, por vez primera
desde las Navas de Tolosa en 1212, los cristianos lograban obtener un dominio
territorial estable al sur de Sierra Morena, con la particularidad de que las
plazas ganadas lo fueron gracias al pacto entre Fernando III y el Baezano.
Las incursiones se reanudaron de nuevo en el verano de
1225, cuando una fuerza conjunta de cristianos y musulmanes, encabezada esta
vez por el Baezano, llevó a cabo una algarada por la zona de Sevilla,
rindiéndosele los castillos de la comarca del Aljarafe, así como las
poblaciones situadas entre Sevilla y Córdoba, incluyendo la antigua capital Omeya,
cuyos habitantes capturaron al gobernador, Abū Mūsà, hermano del califa
al-‛Ādil, entregándoselo al Baezano. Ante la creciente amenaza cristiana,
apoyada por el Baezano, al-‛Ādil abandonó al-Andalus en noviembre de ese año,
dirigiéndose a Marrakech y dejando a su hermano Abū l-‛Alā como máxima
autoridad en la Península. El poder del Baezano alcanzó en este momento su
punto culminante, de tal manera que las fuentes árabes subrayan que estuvo
cerca de alcanzar todo el poder en al-Andalus, pues entre sus dominios se
incluía ahora Córdoba y, también al parecer, Málaga.
La posición alcanzada por el Baezano fue de nuevo
aprovechada por Fernando III, quien reclamó el control de ciertos núcleos
fortificados, prometiéndole la entrega de Salvatierra, Borgalimar y Capilla,
situadas al norte de Sierra Morena. Sin embargo, fue este acuerdo el que
determinó el destino del Baezano, ya que, mientras la entrega de Borgalimar se
verificó sin dificultad, la guarnición de Salvatierra planteó resistencia a
cumplir las órdenes del Baezano, mientras que los de Capilla se negaron a
someterse.
Envalentonado con la marcha de al-‛Ādil, el Baezano
pensó que era el momento de dar el golpe definitivo que lo convirtiese en el
máximo soberano musulmán de al-Andalus, lo cual exigía la toma de Sevilla. Sin
embargo, fue derrotado en marzo de 1226 y perdió las posesiones sevillanas
logradas en la anterior incursión. En lugar de ser su triunfo definitivo, esta
expedición representó el detonante de su fin. La política de alianza con los
cristianos y la entrega de territorios y fortalezas era una amenaza para los
musulmanes y suscitó la animadversión popular contra el Baezano.
A comienzos de junio comenzó Fernando III el cerco de
Capilla, que fue apoyada desde Córdoba por el Baezano con víveres y pertrechos.
En este momento, la población de Córdoba se rebeló, al parecer sospechando que
el Baezano quería entregar la ciudad a los cristianos. Aunque trató de huir en
dirección al castillo de Almodóvar, fue alcanzado en la misma cuesta del
castillo y ejecutado. Su cabeza fue enviada a Abū l-‛Alā, el cual la mandó a su
hermano el califa, a Marrakech, el cual, según las crónicas árabes, se ensañó
con ella, golpeándola e injuriando al Baezano y a toda su familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario