jueves, 25 de julio de 2024

IBN DUD HALEY

 

IBN DUD HALEVI

 

Ibn Daud Halevi, Abraham. Abraham Ben David de Toledo. Córdoba, c. 1110 – Toledo, c. 1180. Historiador, filósofo y teólogo judío, y, quizá, traductor.

Abraham ibn Daud nació en al-Andalus, probablemente en Córdoba, no más tarde de 1110, en plena época almorávide. Fue nieto de un conocido intelectual judío, Yishaq ben Baruk ibn Al-Baliah, y sobrino de Baruk ben Yishaq Al-Baliah, que sería al mismo tiempo su maestro. Su formación incluyó, no sólo las disciplinas propias de la cultura judía, Biblia y Talmud, Poesía y Filosofía, sino también las de la árabe y la ciencia griega en versión árabe, sin olvidar algunos aspectos de la cultura cristiana. Al llegar los almohades a la Península, Abraham huyó a Castilla y se estableció en Toledo (tal vez hacia 1148), donde ejerció la mayor parte de su actividad, hasta su muerte, alrededor de 1180, como consecuencia, se dice, de su fidelidad a la fe de sus mayores. Lamentablemente, no se conserva ninguna otra noticia segura sobre su vida.

De su actividad literaria destaca sin duda su papel como historiador apologético en favor del verdadero judaísmo. Hacia 1160-1161 comenzó a escribir sus obras fundamentales, entre ellas el Sefer ha-qabbalah (Libro de la tradición), primera parte de una trilogía histórica de carácter apologético y teológico al mismo tiempo. En él defendió el judaísmo contra las enseñanzas sectarias de los caraítas, que no aceptaban las enseñanzas de los rabinos, queriendo demostrar que sólo la transmisión de las tradiciones rabínicas significaba el cumplimiento de la Escritura. Desde Moisés hasta sus días se habían ido transmitiendo esas tradiciones, eslabón tras eslabón, a través de cada una de las etapas de la historia del pueblo judío, formando una verdadera cadena. El autor se detuvo de modo particular en la historia del judaísmo de Sefarad, comenzando por la conocida historia de los cuatro cautivos, que explica la llegada de Mošeh ben Hanok a Córdoba, conectando así la Península con el saber rabínico y poniendo de relieve su independencia y pleno derecho como continuación de las tradiciones más fieles. Los judíos de al-Andalus, y en concreto, de Toledo, están legitimados frente a los caraítas para servir de guía espiritual a las comunidades de su tiempo, como depositarios de esa tradición fielmente transmitida. Terminaba aludiendo a la llegada de los almohades y la creación del nuevo centro de estudios rabínicos en Toledo. Teniendo en cuenta que su interés primario no era escribir historia, sino demostrar que su forma concreta de judaísmo estaba justificada por una tradición ininterrumpida, es preciso leer la obra con ojos particularmente críticos. Como es lógico, utilizó listas anteriores de los transmisores de la tradición rabínica, como el Seder Tannaim we-amoraim o la Carta de Šerirah Gaon, y empleó los mismos procedimientos utilizados por los historiadores árabes de su tiempo. Esta perspectiva histórica se completa con una Zikron diğre Romi (Historia de Roma), desde Rómulo hasta Recaredo, en la que quitaba autoridad al cristianismo, describiendo el Nuevo Testamento como una invención de Constantino, y una Diğre malke Yiśrael be-bayit šeni (Crónica de los Reyes de Israel durante el Segundo Templo); este último escrito, dirigido contra los saduceos, precursores de los caraítas, estaba basado en crónicas, como el Sefer Yosippon, y no tiene excesivo valor histórico, pero deja entrever la esperanza del autor en la llegada de los tiempos mesiánicos.

Como filósofo, Ibn Daud siguió la línea aristotélica, al igual que la mayor parte de los pensadores musulmanes de la época, apartándose de la tradición neoplatónica de la mayoría de los pensadores judíos que le precedieron, y adelantándose a Maimónides, que, con su gran personalidad, le eclipsaría por completo. El tratado filosófico Al-‘aqīda al-rafī‘a, escrito también en torno a 1160, no se ha conservado en su lengua original, el judeo-árabe, sino solamente en dos traducciones hebreas; la más conocida le da el nombre de Ha-emunah ha-ramah (La fe sublime). Según el propio autor, lo compuso cuando alguien le preguntó cómo se puede compaginar la omnipotencia divina con el libre albedrío del hombre. Defendiendo la fe judía frente al cristianismo y el islam, Ibn Daud sostenía que se daba un total acuerdo entre la Torah y la razón humana, subrayando que en la Torah se encontraba implícito lo que otros pueblos han adquirido tras muchos siglos de esfuerzos por el camino de la razón. Dios es el Primer Motor, necesariamente existente, y sólo conocemos sus atributos negativos; no hay contradicción entre la omnipotencia divina y la libertad y responsabilidad del hombre; el alma racional es inmortal, y llega al conocimiento gracias al Intelecto Agente; la profecía es el más alto grado de unión del entendimiento humano y el Intelecto Agente; su ética combina elementos neoplatónicos y aristotélicos. G. D. Cohen, uno de los mejores estudiosos de Ibn Daud, resume esta obra filosófica y la histórico-apologética, tomadas en conjunto, como una “defensa del judaísmo a través de la razón y la historia”.

Al parecer, compuso asimismo otras dos obras que no se han conservado: un tratado de astronomía, y un escrito polémico anticaraíta sobre la interpretación de la Escritura. La investigación más reciente sobre Abraham ibn Daud ha quedado marcada por la hipótesis avanzada por la investigadora francesa M. T. D’Alverny, quien en 1954 sugería que este escritor judío era, además, el traductor llamado “Avendaut Israelita”, que intervino en algunas de las traducciones toledanas del siglo xii. La personalidad de “Avendaut” había sido objeto de largas discusiones, desde el siglo xix, que trataban de identificarle con diferentes personajes. En contra de lo tradicionalmente sostenido, D’Alverny sugería que Avendaut Israelita no podía ser un converso, sino un fiel judío, y que el contenido de su trabajo de traducción, en el que exaltaban la nobleza de la razón que es la que da su dignidad al alma humana, y afirmaban el deber de buscar las verdades, objeto de la creencia, coincidía en buena medida con la filosofía de Abraham ibn Daud, que por ese mismo tiempo se encontraba en Toledo.

El nombre de “Avendaut Israelita” (con variantes ortográficas: Avendeuth, Avendehut, Avendar, Avendevech, Habendana, o incluso Anohavet) únicamente se conoce por su conexión con algunas traducciones del árabe al latín impulsadas por el arzobispo de Toledo Raimundo de la Sauvetat (1124-1152), y continuadas por sus inmediatos sucesores, Juan (1152-1166) y Cerebruno (1167-1180). Como los cristianos que querían acceder a la ciencia oriental no dominaban suficientemente el árabe, para llevar a cabo las traducciones de obras filosóficas y científicas tenían que contar casi siempre con judíos, conversos o mozárabes, generalmente bilingües, entendidos en esas materias; éstos, por su parte, no solían dominar la lengua latina, y tenían necesidad también de un experto en esa lengua. Así se fueron formando parejas de traductores: un arabista y un latinista trabajando juntos podían obtener resultados muy satisfactorios. Era un procedimiento bastante frecuente, aunque a veces los manuscritos no mencionen más que a uno de los dos. Precisamente uno de los pares de traductores más conocidos es el que forman “Avendaut” y el arcediano de Cuéllar (Segovia) y canónigo de Toledo “Dominicus Gundisalvi” (en otras fuentes, Gundissalinus, que firma la actas capitulares de 1162 a 1178). Avendaut habría sido en consecuencia uno de los judíos o conversos que participaron en las traducciones promovidas por los arzobispos de Toledo entre 1135 y 1180.

En el prólogo a la versión del De anima de Avicena explica “Avendaut” en qué consistía esa colaboración y cuál era la parte de cada uno de ellos en el trabajo: “Habes ergo librum, uobis praecipiente, et me singula uerba uulgariter proferente et Dominico archidiacono singula in latinum conuertente, ex arabico translatum (Aquí tenéis este libro traducido del árabe por mandato vuestro; yo iba diciendo cada una de las palabras en lengua vernácula, y el arcediano Dominicus las ponía en lengua latina)”. Además del citado Liber Avicennae de anima, se menciona a “Avendaut (Avendehuth) Israelita” en la dedicación incluida en el prólogo al Kitab al-Šifa, “sanatio” o enciclopedia filosófica, del mismo autor (“Verba Auendaueth Israelitae”), y en su Metafísica.

El nombre “Avendaut”, o cualquiera de sus variantes, derivado del hebreo Ibn Daud o Ibn David, indica la familia o el nombre del padre, pero ninguna de las fuentes informa sobre su nombre propio. Siguen en pie no pocas incógnitas en torno al nombre y la personalidad de este traductor. La duda fundamental, discutida ampliamente por los investigadores, es si el nombre de Avendaut Israelita y los nombres de Johannes Hispanus, Johannes Hispalensis (de Luna), o simplemente Johannes (Toletanus), que aparecen en distintos manuscritos de traducciones toledanas del siglo xii, corresponden o no a una misma persona.

Uno de los pioneros del estudio de los manuscritos de las traducciones latinas medievales, A. Jourdain, fue el primero en plantear, a comienzos del siglo xix, que Johannes Hispalensis, Hispanensis o Hispanus eran una misma persona, leyendo además el prefacio al De Anima “Joannes Avendehut Israelita philosophus,” lo que le permitía relacionar también a Avendaut con los mencionados Johannes. Como años más tarde demostraría M. D’Alberny, nunca existió un “Joannes Avendaut”: la lectura correcta de los manuscritos permite ver que la traducción de la obra está dedicada a “Joanni”, esto es, al arzobispo de Toledo, Juan, por “Avendehut Israelita”.

En 1893 un investigador de tanto prestigio y ciencia como M. Steinschneider afirmaba igualmente que todos esos nombres corresponden a una sola persona. Dando un paso más, incluso un Johannes David, amigo toledano de Platón de Tívoli, al que éste dedicó una traducción latina de un tratado sobre el astrolabio de Abu-l Kasim Ibn al-Saffar, sería en su opinión el propio “Jo. Avendehut, oder Jo. Hispalensis”. Además, atribuye al mismo, bajo el nombre de “Johannes Hispalensis”, la traducción de otro tratado sobre el astrolabio de Maslama b. Ahmed al-Maųriti, maestro de al-Saffar, citada por Alberto Magno. Recoge asimismo una información de la época que afirma que Johannes de Toledo, converso, hijo de un rabino, llegó a ser canónigo de la catedral toledana. Toda esta información la aplica Steinschneider a Avendaut. El nombre preferido por él es “Johannes Hispalensis” (“oder Hispanus, genannt Avendeuth... d. i. ibn Daud, auch Joh. Toletanus”). Le describe como judío bautizado en Luna (Limia), uno de los primeros traductores o intérpretes que trabajaron en Toledo para el arzobispo don Raimundo. Su colaboración con Gundisalvi no habría sido más que una parte de su actividad como traductor, ya que hizo también al parecer su propio trabajo independiente, vertiendo sobre todo obras astrológicas y astronómicas, además de algunas filosóficas. Reuniendo bajo un único epígrafe las traducciones atribuidas específicamente a todos esos nombres (más algunas anónimas), son, en total, más de una treintena las obras recogidas por Steinschneider como traducciones del árabe que se pueden atribuir —con mayor o menor seguridad— a Avendaut.

Sin embargo, no pocos medievalistas piensan que no hay argumentos de peso para sostener la identificación de esos cinco nombres. Ni siquiera hay pruebas convincentes de que los cuatro “Johannes” sean una misma persona. Ch. Haskins ponía ya en duda las identificaciones de Steinschneider, y destacaba el carácter de “personaje misterioso” que tiene Avendaut, cuya actividad e identidad se deben seguir investigando. L. Thorndike discutía asimismo las citadas identificaciones, indicando que a Johannes Hispanus no se le llama en ningún manuscrito Avendaut, ni viceversa. En las últimas décadas, la investigación histórica ha ido separando cada vez con más claridad las distintas personalidades de los diversos Johannes, con pruebas documentales concluyentes, y coincidiendo en no identificar a Avendaut con ninguno de ellos.

El nombre de “Juan de Sevilla” (Johannes Hispalensis, “astrologo celeberrimo”) podría haber sido un converso, que al parecer llegó a ocupar cargos eclesiásticos, y que escribió obras originales y tradujo escritos de carácter astronómico y sobre todo astrológico. Una de las primeras traducciones (de Qusta b. Luca), dedicada al arzobispo don Raimundo, lleva su nombre. Pero no hay razones suficientes para identificarle con el “Johannes Hispanus” que, junto con Gundisalvi, tradujo, por ejemplo, el Fons vitae de Ibn Gabirol. Así opinaba M. Alonso, quien sostenía que no se les debía identificar, ya que se trataba de un astrólogo andaluz converso y de un filósofo toledano con muy pocas cosas en común. Atribuía a “Juan Sevillano” no menos de diez obras propias y veintisiete traducciones, de carácter astronómico o astrológico en su mayor parte, afirmando que no tiene relación directa con Toledo, ni con don Raimundo, ni con Gundisalvi. Es verdad que en las abreviaturas de los manuscritos se encuentra a veces un Joh. Hisp. que en teoría podría corresponder a cualquiera de los dos nombres.

En cambio, M. Alonso identifica a “Juan Hispano” con “Avendaut”, llegando a hablar de “el convertido filósofo Ibn Dāwūd”, que llegaría a ser más tarde obispo de Toledo: don Juan; todo ello resulta más que improbable, y, en todo caso, es imposible de demostrar.

Rivera Recio, que ha estudiado de modo muy competente la figura de “Juan Hispano”, sostiene que, de acuerdo con documentos concretos, en 1194 era arcediano de Cuéllar, algo posterior a Gundisalvi, y que fue también deán del Cabildo de Toledo; se le confirmaría en la posesión de su cargo en 1199. Si se analiza su entronque eclesiástico y las fechas, poco pudo tener en común este personaje con Avendaut. Tampoco se encuentran argumentos suficientes para identificar a Avendaut con “Johannes Toletanus”, ni con el Johannes David mencionado por Steinschneider.

El proceso de clarificación de la personalidad de los diversos traductores sufrió un giro decisivo con la ya mencionada hipótesis de D’Alverny, que identifica a Avendaut con Abraham ibn Daud. No obstante, esa hipótesis presenta algunas dificultades serias. Para algunos investigadores, no es muy verosímil que una persona, nacida en al-Andalus arabófono como Abraham ibn Daud, tuviera un alto dominio del romance, como para traducir con soltura a esa lengua, de modo que pudiera trabajar de modo eficaz con un latinista poco habituado al árabe. Mientras que el traductor de Avicena contribuye a difundir una obra con no pocos elementos neoplatónicos, Abraham ibn Daud fue, en sus obras originales, uno de los primeros defensores claros del aristotelismo. El autor que se manifiesta en las obras hebreas de Abraham ibn Daud estaba preocupado únicamente por la problemática del judaísmo de su tiempo, sus disputas con el caraísmo y la interpretación de su propia fe en categorías filosóficas, mientras que el cristianismo quedaba en muy mal lugar en sus obras. No es fácil imaginarlo trabajando en estrecha colaboración con un eclesiástico cristiano pocos años después de su salida traumática de alAndalus, y de haber elaborado sus duras críticas al cristianismo, dedicando su obra al arzobispo, y menos todavía escribiendo en latín los prólogos mencionados. Aunque no sea algo totalmente descartable, la imagen de este pensador judío no parece coincidir plenamente con la figura del traductor de Avicena que trabajó en colaboración con Gundisalvi.

“Avendaut Israelita” pudo ser otro estudioso judío afincado en Toledo, nacido en la ciudad, o en un entorno similar, en el que se utilizara tanto la lengua árabe como la romance, experto en filosofía, aunque con insuficiente dominio del latín, que (por encargo de los arzobispos) ayudó a verter del árabe al latín algunas obras filosóficas.

 

Obras de ~: Das Buch Emunah Ramah oder: Der erhabene Glaube, Ins Deutsche übersetzt und herausgegeben von Šimšon Weil, Frankfurt / Main, Typographische Anstalt, 1852; G. D. Cohen (ed.), A Critical Edition with a Translation and Notes of The Book of Tradition (Sefer ha-qabbalah) by Abraham ibn Daud, Philadelphia, Jewish Publication Society of America, 1967; Sefer ha-kabbalah, libro de la tradición, traducción por J. Bages, Valencia, Anubar Ediciones, 1972; Emunah ha-ramah, The exalted faith / Abraham ibn Daud, translated with commentary by N. M. Samuelson, translation edited by Gershon Weiss, Rutherford, Fairleigh Dickinson University Press, London, Associated University Presses, 1986; Libro de la tradición (Sefer ha-qabbalah) / Abraham ibn Daud, intr., trad. y notas por L. Ferre, Barcelona, Ediciones Riopiedras, 1990.

 

Bibl.: A. Jourdain, Recherches critiques sur l’âge et l’origine des traductions latines d’Aristote et sur les commentaires grecs et arabes employés par les docteurs scolastiques, Paris, Fantin, 1819 (2.ª ed., 1843); M. Steinschneider, Die hebräischen Übersetzungen des Mittelalters und die Juden als Dolmetscher, Berlin, Bibliograph. Bureau, 1893 (reed. Graz, Akademische Druck- u. Verlaganstalt, 1956); Ch. Haskins, Studies in the History of Medieval Science, 1927 (2.ª ed.); A. González Palencia, El Arzobispo don Raimundo de Toledo, Barcelona, Labor, 1942; M. Alonso Alonso, “Notas sobre los traductores toledanos Domingo Gundisalvo y Juan Hispano”, en Al-Andalus, 8 (1943), págs. 155-188; “Traducciones del Arcediano Domingo Gundisalvo”, en Al-Andalus, 12 (1947), págs. 295-338; “Juan Sevillano: sus obras propias y sus traducciones”, en Al-Andalus, 18 (1953), págs. 17-49; M. T. D’Alverny, “Avendauth?”, en Homenaje a Millás Vallicrosa, Madrid-Barcelona, CSIC, I, 1954, págs. 19- 43; L. Thorndike, A History of Magic and Experimental Science, New York, Columbia University Press, 1958; R. Lemay, “Dans l’Espagne du XIIe siècle. Les traductions de l’arabe au latin”, en Annales, Economies, Sociétés, Civilisations, 18 (1963), págs. 639- 665; J. F. Rivera Recio, “Nuevos datos sobre los traductores Gundisalvo y Juan Hispano”, en Al-Andalus, 31 (1966), págs. 267-280; G. D. Cohen (ed.), A Critical Edition with a Translation and Notes of The Book of Tradition (Sefer ha-qabbalah) by Abraham ibn Daud, Philadelphia, Jewish Publication Society of America, 1967; J. F. Rivera Recio, Los Arzobispos de Toledo en la baja Edad Media, Toledo, Diputación Provincial, 1969; A. S. Halkin, “Avendauth”, en Encyclopaedia Judaica, t. III, Jerusalem, Keter, 1972, pág. 948; E. Bertola, “Filosofia e religione in Abraham Ibn David Ha-Levi”, en Sefarad, 40 (1980), págs. 283-307; J. S. Gil, La Escuela de traductores de Toledo y sus colaboradores judíos, Toledo, Instituto Provincial de Investigaciones y Estudios Toledanos, 1985; C. Sirat, A History of Jewish Philosophy in the Middle Ages, Cambridge, New York, Cambridge University Press, 1985; D. Romano, “El papel judío en la transmisión de la cultura”, en Hispania Sacra, 40 (1988), págs. 955-978; D. Jacquart, “L’École des traducteurs”, en L. Cardaillac (ed.), Tolède, XIIe-XIIIe. Musulmans, chrétiens et juifs: le savoir et la tolérance, Paris, Éd. Autrement, 1991, págs. 177-191 (trad. española, Madrid, 1992); J. Samsó, “Las traducciones toledanas en los siglos XII y XIII”, y A. Sáenz-Badillos, “Participación de judíos en las traducciones de Toledo”, en VV. AA., La Escuela de Traductores de Toledo, Toledo, Diputación Provincial, 1996, págs. 17-22 y págs. 65-70, respect.


Ángel Sáenz-Badillos Pérez

 

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