LA MUSICA EN AL-ANDALUS
La música es sin duda una de las artes más hermosas que nos lleva a conocer el sentir de un pueblo, y en la cultura árabe-islámica constituye junto con la poesía una de las formas de expresión más importantes de su civilización. El artista árabe encontró en la música y la poesía esa evasión que le permitiría plasmar el genio que encerraba en su interior, de ahí que su patrimonio musical sea una de las más bellas huellas que ha ido dejando a través de su andadura histórica como un auténtico museo oral. Dentro de este patrimonio, la música andalusí, dadas sus características, es un hecho cultural imprescindible para el conocimiento de la civilización árabo-islámica en su rama hispano-árabe" (CORTES GARCIA, 1996).
El origen de la producción musical característica de Al-Andalus, la música andalusí, es fijado por todos los entendidos con la llegada del músico bagdadí Abu al Hassan Alí Ibn Nafeh, apodado Ziryab (el mirlo), procedente de Bagdad, a la corte del califa Abd al Rahman II en Córdoba. Aquel no trajo solamente la rica experiencia del refinamiento cortesano abasí, sino que dio nueva vida e impulso al arte andalusí. "Mientras que en Occidente triunfaba la música gregoriana, adaptada a la liturgia católica y calcada de la lengua latina, Ziryab se había convertido en Occidente en el pionero de la música profana. En Al-Andalus el arte musical gozaba de una autonomía muy grande y se humaniza, distanciándose a la vez del canto gregoriano y de la música árabe." (GARAUDY, 1987).
La composición musical por excelencia de aquella época es la "nawba", vulgarmente conocida como "nuba" y que equivale a una especie de sinfonía o suite actual. La primera impresión para el que no ha tenido nunca contacto con esta música es todo un sobresalto y un descubrimiento. Por regla general, la formación musical que se ha obtenido en los centros de enseñanza desde siempre nos estructura la mente fijando para las composiciones musicales de la alta edad media, siglos X al XIV, poco más de las composiciones litúrgicas del gregoriano o las melodías de dulzaina y arpa propias de trovadores de corte.
Frente a ello, en aquella misma época se generan las nubas, elaboradas composiciones melódicas de contenido en su mayor parte profano o místico, donde la exaltación del amor, la belleza y la sensualidad alcanzan su máxima expresión, siempre, como suele ser normal en la cultura islámica, como obra y prueba de la existencia de Dios.
Contemplar tu belleza vivifica mi corazón,
compadécete, tu que das vida al desfallecido,
tu amor me agotó.
Tu belleza hermosa, por su hermosura es bella,
guía y seductora, locura para el que agoniza de amor.
Aquello que era guía se convirtió en sueño,
y antes de caer en el amor, él me dominó,
me venció y gozó con su dominio,
penetrando en mi cuerpo.
Quise ser sumiso y no atendió mi deseo.
Si me hubiera escuchado, o hubiera estado cerca de mi.
con su ayuda me habría rescatado.
Contemplar tu belleza vivifica mi corazón,
compadécete, tu que das vida al desfallecido,
tu amor me agotó.
(San’a Akaml l-kná. Acaso la perfección de la belleza, Nuba Al-Istihlal)
He visto la luna y el rostro de mi amada
y eran dos lunas que se prestaban a mi vista.
Ignoro cual de las dos es mi verdugo,
si el astro nocturno o el humano.
Si no hubiese sido por el color carmesí de sus mejillas
Y el negro azabache de su cabello,
habría confundido la luna con mi amada
y a esta con aquella,
pues aquella se ausenta y esta no desaparece
y ¡qué distinto es el ausente del presente!
(San’a de la Nuba Hiyaz al Kabir )
Si mi alma estuviera en mis manos,
Se la entregaría con un mensajero a su llegada.
No te preocupes por mi en el amor, ni vaciles.
Mi amor es natural, no tiene doblez
La base de esta composición musical es la "muwassaha" o moaxaja, composición poética creada, según la tradición, por el autor Muqqadam ibn al Mu’afa nacido en la localidad de Cabra (Córdoba) hacia finales del siglo IX y por ello apodado al Qabrí, aunque, fue más conocido como el Ciego de Cabra. La moaxaja rompe con la métrica rígida de la "qasida" árabe originaria de Oriente y se impone rápidamente, siendo trasladada posteriormente durante el esplendor de Al-Andalus hacia aquellas lejanas tierras. El último verso de la moaxaja se escribe en lengua romance y se le conoce con el nombre de jarcha (jarŷa).
A partir de la moaxaja, se deriva el zayal o zéjel, caracterizado por expresarse en lengua romance o dialecto andalusí popular, a lo que debe su mayor calado en todos los estratos sociales y que fue creado por el también cordobés Ibn Quzman, según unos (CORTES GARCIA) o por el zaragozano Ibn Bayya (Avempace) según otros (VERNET). Toda esta producción literaria, y sobre todo los zéjel tienen reflejo y traslado a las culturas vecinas como la castellana, italiana o franca, siendo la base de los cantos trovadores iniciados en Francia por el cortesano Guillermo de Aquitania o las cantigas de Alfonso X en Castilla. "Las huellas andalusíes aparecen también esparcidas en el contenido del Romancero español y en algunos cancioneros medievales. Así las estructuras de las formas estróficas como la muwassaha y el zéjel, géneros creados en Al-Andalus en los siglos IX y XI respectivamente, se ven reflejadas en una parte importante de los villancicos recogidos en los cancioneros hispanos, en la lírica tradicional galaico-portuguesa, a través de las cantigas de amigo, y en las formas poéticas y musicales de los trovadores franceses". (CORTES GARCIA, 1996).
Las nubas son pues una elevada concepción y expresión de la sensibilidad refinada, de tal modo que llegaron a componerse veinticuatro, dedicándose una para cada hora del día de manera que pudieran adaptarse a las distintas condiciones y estados del espíritu humano a lo largo de la jornada. Hoy día solamente se conservan once, con la nuba al-Istihlal compuesta en el siglo XVIII en la localidad de Fes (Marruecos). "Todas ellas fueron compuestas en Andalucía, y al interpretarlas, después de la expulsión en los países del Magreb, fue como un árbol arrancado de esta fértil tierra de inspiración, trasplantado a un terreno que no era el de su suelo, carente del entorno propio de Andalucía, de forma que los mejores músicos se resignaron a admitir que <>. Entre la infinidad de diferentes canciones de las Nubas hay unas de origen puramente granadino llamadas <> (granadinas), de las cuales existen muchas cuya melodía es al interpretarlas un buen cantaor, idéntica a las actuales granaínas y medias granaínas. Los solos llamados Mawwal serán una gran sorpresa para el público asistente al concierto" (ORELLANA). En el año 1992, el conjunto El Brihi de Fes, dirigido por el histórico maestro de la música andalusí Abd al Karim Rais, protagoniza la Nuba de los Poetas de Al-Andalus, bajo los auspicios de la Fundación El Legado Andalusí. Asimismo, el conjunto Albaycin, dirigido por Rachid Guerbas en Francia, compone en 1995 su Nawba dans le Mode Grib, con reminiscencias garnatís, en lo que pudiera considerarse un esperanzador renacimiento de la composición en estas obras musicales.
Como no podía ser de otra forma, la Edad Media tuvo en Málaga, y por extensión en toda al-Andalus, una banda sonora propia. Como correspondía a un estado musulmán, la mayor parte de la producción musical se desarrolló según la melodía oriental y en el idioma árabe en lo que a cantar se refería, aunque el intercambio de ideas y formas con las coplas sefardíes y la música cristiana, en su vertiente religiosa (litúrgica) y pagana (villancicos y cantigas), era frecuente. No obstante, cabe establecer dos ideas fundamentales al respecto: la supervivencia de los géneros autóctonos andalusíes en el actual Magreb y la influencia de sus reglas melódicas en el devenir posterior de la Historia de la Música.
Pueden distinguirse dos épocas doradas en el desarrollo de la música andalusí. La primera se considera a partir de la llegada a Córdoba en el año 822 de Abu al Hassan Alí Ibn Nafeh, alias Ziryab (789-857), músico y laudista de origen persa que llegó a al-Andalus tras huir de Bagdad por causa de las envidias de algunos músicos de la corte y buscar un primer refugio en la ciudad santa de Kairouan (Túnez). Ziryab llegó a la ciudad de la Mezquita por intercesión del músico y cantor judío Al-Mansur el mismo día en que Abderraman II, el primer monarca europeo que fundó un conservatorio, ascendió al trono del Califato. Ziryab se adelantó más de cinco siglos a la definición de espíritu renacentista: además de músico y fundador de la escuela musical andalusí era poeta, literato, astrónomo, geógrafo y diseñador de peinados y modas que causaban verdadero furor entre las damas andalusíes. Sus creaciones musicales resultaron decisivas: en cuanto al laúd, su instrumento, añadió la quinta cuerda y sustituyó la antigua púa de madera por una pluma de águila para la mano derecha (ambas innovaciones se mantienen hoy día en la práctica del oud árabe); en cuanto a la propia composición musical, unificó las distintas formas y cancioneros que existían dispersas en el sur de la Península Ibérica hasta conformar nuevos géneros como la nuba, que se desarrollaría ya a partir del siglo XIII en otros como la casida, la moajaca, la jarcha y el zéjel. Además de todos éstos, la nuba forma parte en su acepción original de los repertorios de las agrupaciones musicales actuales de Marruecos, Túnez y Argelia. Estas formaciones se disponen en torno a los instrumentos tal y como prefiguró Ziryab a sus orquestas: la percusión, el violín apoyado en la rodilla (como herencia del rabel andalusí), el oud y algunas incorporaciones posteriores como el qanun, una especie de arpa importada de Oriente. Además, Ziryab desarrolló la teoría musical que desde Pitágoras hasta Avicena había permanecido en constante evolución en la cuenca sur del Mediterráneo. La disposición de tonos y semitonos que promulgó para las escalas constituyó una profunda renovación del arte musical sin la cual nunca habrían surgido el flamenco ni las formas musicales populares y tradicionales españolas.
El segundo gran momento de esplendor corresponde a los primeros reinos de Taifas, ya en el siglo XI. La profunda veneración que reyes como el sevillano Al-Mutamid profesaban a la música posibilitó la proliferación de conservatorios y escuelas de música por todo al-Andalus. La formación impartida en estos centros, en los que estudiaban en igualdad de condiciones hombres y mujeres, musulmanes y cristianos, bebía directamente del modelo clásico: los programas de estudios incluían clases de filosofía, geometría, astrología y geografía, saberes considerados indispensables para la dedicación al canto o la práctica de instrumentos, además de, por supuesto, la propia música. Fue entonces cuando se fundaron las grandes orquestas de al-Andalus, creadas especialmente para la corte y modelos para las orquestas magrebíes de la actualidad. Los músicos pasaron a formar parte de las élites sociales y quedaron bajo protección de los reyes, categoría que Alfonso X El Sabio adaptó para Castilla en el siglo XIII.
Tras la Reconquista, la música de al-Andalus cruzó a la otra orilla pero no murió. Como la memoria.
MÚSICA ANDALUSÍ
Autor: A. Pulido Pastor - Fuente: Andalucia.cc/axarqiya
Músicos andalusíes
MÚSICA ANDALUSÍ
Autor: A. Pulido Pastor - Fuente: Andalucia.cc/axarqiya
Músicos andalusíes
"Entre
gran parte de los médicos predomina la teoría, que la buena voz penetra en el
cuerpo, tranquiliza el corazón, y se estremecen los miembros, y que todas las
cosas fatigan al cuerpo salvo la música, que no fatiga al cuerpo ni a sus
miembros, por ser descanso del alma, primavera del corazón, distracción del
afligido, entretenimiento del solitario, y viático del viajero, debido al
efecto que produce la voz hermosa sobre el cuerpo, invadiéndolo todo. Dios no
creó nada que influyera más sobre los corazones, ni que más subyugara a los
sentidos que la buena voz, sobre todo cuando viene de un rostro hermoso, y no
le está permitido a ningún hombre creyente reprochar a quién se sienta atraído
por ella, puesto que emana de la dulzura y la sutileza del alma, y del
equilibrio del temperamento, y no puede negarlo sino el terco de carácter y el
perturbado de mente".
(El Cancionero de Al-Haik. F. Valderrama Martínez. 1954 )
Cuando se
profundiza en la historia de esta "nuestra
tierra", escapando de las versiones oficiales y se adentra uno
en los textos escritos y sobre todo en las grandes trazas culturales que aún
perviven en la otra ribera del mar mediterráneo, se cae en la cuenta de cuan
desviados hemos estado hasta el momento, siguiendo unas directrices educativas
más tendentes al alejamiento que al reencuentro.
Y no puede
tratarse sino de un reencuentro puesto que mucho de lo allí existente nació en
esta otra parte del mar, sobre suelo peninsular ibérico, con gentes propias y
originarias de aquí, creadoras de una cultura que fue la más brillante del
occidente conocido durante más de ocho siglos, y la base del posterior
Renacimiento o cultura de la luz surgida en el resto de Europa a partir del
siglo XV. Obligado a desaparecer, este legado andalusí encontró refugio por un
lado en las costumbres crípticas de los moriscos ibéricos que aquí quedaron,
derivando por tanto en manifestaciones culturales que van desde el "Ojalá" (In sha Allah) y "Olé" (Allah) hasta las recetas
de cocina, el magnífico arte mudéjar y expresiones musicales como los
verdiales, la saeta y el cante jondo. Por otro, se trasladó hasta el Magreb
africano, la otra orilla de ese "Mare
Nostrum" que desde entonces algunos se empeñan en separar
forzadamente para que no sea así. Allí se manifestaron nuevamente con esplendor
la cocina, la arquitectura, la poesía, y la música, todo ello muchas veces
mantenido mediante transmisión oral de unas generaciones a otras.
Ha sido así en el
caso de la música. Llegada allí durante el esplendor de Al-Andalus y sobre todo
tras el éxodo andalusí de los siglos XIV y XV, no se encuentra en textos
escritos completos hasta el siglo XVIII, en el cancionero o Kunnas de al-Haik, un tetuaní de
ascendencia andalusí. En cualquier caso dicho cancionero solamente recopilaba
las letras de las canciones que aparecían en las nubas, la composición musical
clásica por excelencia de la cultura andalusí, de manera que las melodías y
ritmos se mantuvieron igualmente por la tradición oral hasta prácticamente el
siglo XX.
"La música
es sin duda una de las artes más hermosas que nos lleva a conocer el sentir de
un pueblo, y en la cultura árabe-islámica constituye junto con la poesía una de
las formas de expresión más importantes de su civilización. El artista árabe
encontró en la música y la poesía esa evasión que le permitiría plasmar el
genio que encerraba en su interior, de ahí que su patrimonio musical sea una de
las más bellas huellas que ha ido dejando a través de su andadura histórica
como un auténtico museo oral. Dentro de este patrimonio, la música andalusí,
dadas sus características, es un hecho cultural imprescindible para el
conocimiento de la civilización árabo-islámica en su rama hispano-árabe" (CORTES GARCIA, 1996).
El origen de la
producción musical característica de Al-Andalus, la música andalusí, es fijado
por todos los entendidos con la llegada del músico bagdadí Abu al Hassan Alí
Ibn Nafeh, apodado Ziryab (el mirlo), procedente de Bagdad, a la corte del
califa Abd al Rahman II en Córdoba. Aquel no trajo solamente la rica
experiencia del refinamiento cortesano abasí, sino que dio nueva vida e impulso
al arte andalusí. "Mientras que en
Occidente triunfaba la música gregoriana, adaptada a la liturgia católica y
calcada de la lengua latina, Ziryab se había convertido en Occidente en el
pionero de la música profana. En Al-Andalus el arte musical gozaba de una
autonomía muy grande y se humaniza, distanciándose a la vez del canto
gregoriano y de la música árabe." (GARAUDY, 1987).
La composición
musical por excelencia de aquella época es la "nawba", vulgarmente conocida como "nuba" y que equivale a una especie
de sinfonía o suite actual. La primera impresión para el que no ha tenido nunca
contacto con esta música es todo un sobresalto y un descubrimiento. Por regla
general, la formación musical que se ha obtenido en los centros de enseñanza
desde siempre nos estructura la mente fijando para las composiciones musicales
de la alta edad media, siglos X al XIV, poco más de las composiciones
litúrgicas del gregoriano o las melodías de dulzaina y arpa propias de
trovadores de corte.
Frente a ello, en
aquella misma época se generan las nubas, elaboradas composiciones melódicas de
contenido en su mayor parte profano o místico, donde la exaltación del amor, la
belleza y la sensualidad alcanzan su máxima expresión, siempre, como suele ser
normal en la cultura islámica, como obra y prueba de la existencia de Dios.
Contemplar tu
belleza vivifica mi corazón,
compadécete, tu
que das vida al desfallecido,
tu amor me agotó.
Tu belleza hermosa,
por su hermosura es bella,
guía y seductora,
locura para el que agoniza de amor.
Aquello que era
guía se convirtió en sueño,
y antes de caer
en el amor, él me dominó,
me venció y gozó
con su dominio,
penetrando en mi
cuerpo.
Quise ser sumiso
y no atendió mi deseo.
Si me hubiera
escuchado, o hubiera estado cerca de mi.
con su ayuda me
habría rescatado.
Contemplar tu
belleza vivifica mi corazón,
compadécete, tu
que das vida al desfallecido,
tu amor me agotó.
(San’a Akaml l-kná. Acaso la perfección de la belleza, Nuba
Al-Istihlal)
He visto la luna
y el rostro de mi amada
y eran dos lunas
que se prestaban a mi vista.
Ignoro cual de
las dos es mi verdugo,
si el astro
nocturno o el humano.
Si no hubiese
sido por el color carmesí de sus mejillas
Y el negro azabache
de su cabello,
habría confundido
la luna con mi amada
y a esta con
aquella,
pues aquella se
ausenta y esta no desaparece
y ¡qué distinto
es el ausente del presente!
(San’a de la Nuba Hiyaz al Kabir )
Si mi alma
estuviera en mis manos,
Se la entregaría con
un mensajero a su llegada.
No te preocupes
por mi en el amor, ni vaciles.
Mi amor es
natural, no tiene doblez
(Mawwal de la Nuba al Istihlal. Autor Ibn al Farid, El Cairo
1181-1235)
La base de esta
composición musical es la "muwassaha"
o moaxaja, composición poética creada, según la tradición, por el autor
Muqqadam ibn al Mu’afa nacido en la localidad de Cabra (Córdoba) hacia finales
del siglo IX y por ello apodado al Qabrí, aunque, fue más conocido como el
Ciego de Cabra. La moaxaja rompe con la métrica rígida de la "qasida" árabe originaria de Oriente
y se impone rápidamente, siendo trasladada posteriormente durante el esplendor
de Al-Andalus hacia aquellas lejanas tierras. El último verso de la moaxaja se
escribe en lengua romance y se le conoce con el nombre de jarcha (jarŷa).
A partir de la
moaxaja, se deriva el zayal o
zéjel, caracterizado por expresarse en lengua romance o dialecto andalusí
popular, a lo que debe su mayor calado en todos los estratos sociales y que fue
creado por el también cordobés Ibn Quzman, según unos (CORTES GARCIA) o por el
zaragozano Ibn Bayya (Avempace) según otros (VERNET). Toda esta producción
literaria, y sobre todo los zéjel tienen reflejo y traslado a las culturas
vecinas como la castellana, italiana o franca, siendo la base de los cantos
trovadores iniciados en Francia por el cortesano Guillermo de Aquitania o las
cantigas de Alfonso X en Castilla. "Las
huellas andalusíes aparecen también esparcidas en el contenido del Romancero
español y en algunos cancioneros medievales. Así las estructuras de las formas
estróficas como la muwassaha y el zéjel, géneros creados en Al-Andalus en los
siglos IX y XI respectivamente, se ven reflejadas en una parte importante de
los villancicos recogidos en los cancioneros hispanos, en la lírica tradicional
galaico-portuguesa, a través de las cantigas de amigo, y en las formas poéticas
y musicales de los trovadores franceses". (CORTES GARCIA,
1996).
Las nubas son
pues una elevada concepción y expresión de la sensibilidad refinada, de tal
modo que llegaron a componerse veinticuatro, dedicándose una para cada hora del
día de manera que pudieran adaptarse a las distintas condiciones y estados del
espíritu humano a lo largo de la jornada. Hoy día solamente se conservan once,
con la nuba al-Istihlal compuesta en el siglo XVIII en la localidad de Fes
(Marruecos). "Todas ellas fueron
compuestas en Andalucía, y al interpretarlas, después de la expulsión en los
países del Magreb, fue como un árbol arrancado de esta fértil tierra de
inspiración, trasplantado a un terreno que no era el de su suelo, carente del
entorno propio de Andalucía, de forma que los mejores músicos se resignaron a
admitir que <>. Entre la infinidad de diferentes canciones de las Nubas
hay unas de origen puramente granadino llamadas <> (granadinas), de las
cuales existen muchas cuya melodía es al interpretarlas un buen cantaor,
idéntica a las actuales granaínas y medias granaínas. Los solos llamados Mawwal
serán una gran sorpresa para el público asistente al concierto"
(ORELLANA). En el año 1992, el conjunto El Brihi de Fes, dirigido por el
histórico maestro de la música andalusí Abd al Karim Rais, protagoniza la Nuba
de los Poetas de Al-Andalus, bajo los auspicios de la Fundación El Legado
Andalusí. Asimismo, el conjunto Albaycin, dirigido por Rachid Guerbas en
Francia, compone en 1995 su Nawba dans le Mode Grib, con reminiscencias
garnatís, en lo que pudiera considerarse un esperanzador renacimiento de la
composición en estas obras musicales.
En esta sociedad,
inmersa en prisas y agobios marcados por el afán de lucro y la producción, vale
la pena recalar en puertos más sosegados. Ahora existe la ocasión de descubrir
este arte, nacido para el sosiego del espíritu y cultivo de la sensibilidad
humana, cuyo valor espiritual y terapéutico aún se mantiene a pesar de los
siglos transcurridos. Aprecie cuan cercanos son los solos de una sana’a o un
mawwal, a las saetas o muchas de las piezas del cante jondo. De hecho la
palabra flamenco deriva del árabe "fallah"
"mamqút", campesino
despreciado, o "mamlikut"
que ha sido hecho esclavo (mameluco), y no casualmente el origen de este arte
es la bahía de Cádiz. Del mismo modo los sonidos del "ud" y la guitarra son tan hermanos
que no pueden sino tener un mismo origen.
Todas estas son
razones para el reencuentro y hermanamiento de una sociedad que se quebró a
finales del siglo XV pero que tan solo ha estado separada por algo tan escaso
como son quince kilómetros.
Actualmente
existen en territorio español distintos grupos (Al-Tarab, Garnata, Qurtuba, Ibn
Bayya, Mulaee...) compuestos por músicos de ambas orillas que nos ofrecen la
posibilidad de acercarnos a estas composiciones para su disfrute y comprensión
en los distintos certámenes y actividades como As-Sharq: Usos, Artes y Ciencias
de la Cultura Andalusí, Salares (Málaga) que cada vez se organizan con más
frecuencia.
Si bien la
discografía más abundante y cercana a nosotros se encuentra en territorio
marroquí (Tánger, Tetuán Fes), hay que destacar la encomiable labor de algunos
autores o grupos, empeñados en recuperar este pasado cultural tan propio y
olvidado. Sin lugar a dudas hay que mencionar a Eduardo Paniagua, Tarik Banzi,
Utzman al murabit, Luis Delgado, Omar Metioui, Mohamed Akel, los hermanos Amin
y Mahdi Chaachoo, Pascal Lefevre, Begoña Olavide y Joaquín Díaz, productores de
una ingente discografía que en muchos casos, además de documentos históricos
son verdaderos tratados musicales a los que tenemos que acercarnos aquellos
interesados en este apasionante rincón de la cultura andalusí.
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