sábado, 21 de abril de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. Averroes - Ibn Rushd



AVERROES - IBN RUSHD


En pleno siglo XIII, en la joven Universidad de París y en el apogeo del arte gótico, maestros y escolares se alborotaron y casi llegaron a las manos discutiendo acerca de un gran pensador. No se trataba de Buenaventura, de San Alberto Magno o de Tomás de Aquino, ni siquiera de Aristóteles, sino de un desconocido foráneo que nunca visitó aquellas tierras, acendrado musulmán e impenitente defensor de las excelencias de su hermosa tierra natal, Al-Andalus. le conocían con el nombre de Averroes, 1atinización de la posible forma coloquial andalusí de su nombre árabe, Ibn Rushd.


Abu-l-Walid Ibn Rushd es el más grande de los pensadores andalusíes: su obra representa la culminación dialéctica del pensamiento de los falásifa islámicos, continuadores en árabe y persa de la sabiduría helénica y de la ciencia antigua en el Islam medieval. Además, visto desde las premisas de la crítica histórica, es la más alta cima del aristotelismo del Medioevo, el único que realmente ha existido, pues los continuadores de Aristóteles en el liceo o en Alejandría marcharon por otros muchos caminos. En cuanto pudo ser leído en latín, los maestros parisinos advirtieron que estaban ante un pensador riguroso, profundo y crítico: ni siquiera. su admiración por el Estagirita fue capaz de enturbiar su mente. En el sentido escolar del término, fue un espíritu original, empecinado observador de la naturaleza y hasta aficionado a las verificaciones empíricas, aunque esto sólo haya sido advertido en nuestro siglo.


Auténtico creyente islámico, padeció las sospechas de los alfaquíes y ulemas de su tierra, que fomentado por rivalidades políticas lograron que casi al final de su vida, fuese desterrado a Lucena (Córdoba); y en París condenado como ateo y blasfemo.


Dejó tales alabanzas de su Córdoba natal y de Sevilla, que puestas en román paladino acaso pareciesen a un profano piropos andaluces. Añadir que conoció la ciencia de su tiempo y destacó como médico en la corte almohade.


El abuelo del filósofo, Abu-l-Walid Muhammad Ibn Rushd, llamado al-ÿadd, el abuelo, fue un importante jurista malikí, qadí de la al-yama'a de Córdoba, puesto que luego ocuparían también su hijo, su nieto y también uno de sus biznietos. Dicho cargo de juez mayor revestía una cierta notoriedad debido a su triple carácter, visitorial, jurídico y la aplicación del Fiqh. Por el primero tenía rango de ministro y miembro del consejo real, aunque sus funciones fueran honoríficas, pues dicho consejo se limitaba a participar en las recepciones y a ratificar las decisiones regias. Por el segundo, que es el más importante, constituía la última instancia para la casación de sentencias y asuntos de materia civil y administrativas, también podía intervenir en materia de Fiqh pero no en materia penal. Por el tercero, podía dirigir el Salat Yumu’a" de los viernes, pero como eran muchos los que poseían tal privilegio, en pocas ocasiones debían hacerlo.


Nació Abu-I-Walid Muhammad Ibn Rushd, luego 11amado el nieto, para distinguirlo del abuelo, el año 520/1126, al parecer poco antes de que muriese éste último. Según los biógrafos recibió primero la tradicional educación coránica, después la jurídica y más tarde la médica. Sus conocimientos del Kalam Ash’ari y del derecho Malíkí pudo adquirirlos de su padre, aunque también se citan los nombres de dos alfaquíes, Abu Muhammad Ibn Razak y Abu Marwan Ibn Murra. Esta formación y la fama familiar, hacen que Ibn Al-Abbar dé más importancia a la labor jurídica de Ibn Rushd que a la filosófica. Estudió la medicina con Abu Ya’afar Ibn Harun de Trujillo y Abu Marwan al-Balanshi. En cuanto a la filosofía, los biógrafos dicen que fue discípulo de Ibn Bayya; pero la cronología lo impide, pues cuando este murió, Ibn Rush sólo contaba doce años. Por tanto, el único maestro posible fue su amigo y protector Ibn Tufayl. La íyaza (licencia docendi) debió recibirla entre 1141 y 1146 y debió casarse entre 1146 y 1153, pues en esta última fecha aparece ya en la vida pública.


El revivir de la filosofía en AI-Andalus coincidió con la aparición de gobernantes almohades cultos, que mostraron un gran interés por la filosofía. En el año 558/1163 subió al trono Abu Ya-qub Yusuf ben Abd al-Mu-min, que según AI-Marrakushi se rodeó de una cor1e de letrados, científicos y pensadores, entre ellos Ibn Tufayl, cuya influencia fue muy importante y duró hasta su muerte.


Es 'Abd al-Wahid al-Marrakushi quien nos relata el encuentro y el temor que mostró Ibn Rushd en ésta su primera intervención ante el emir: “Abu Bakr (Ibn Tufayt) no cesó de atraerse a los sabios de todos los países, y de atraer sobre ellos la atención, los favores y los elogios del soberano almohade”. Fue él quien recomendó a Ibn Rushd, que desde este momento fue ya conocido y apreciado. Su discípulo Abu Bakr al-Bundud ben Yahya al-Qurtubi me ha dicho haber oído muchas veces al sabio Ibn Rushd contar lo siguiente: “Cuando fui introducido delante del Emir al-Mumínín Abu Yaqub lo encontré acompañado tan sólo de Ibn Tufayl. Este se dedicó ha hacerme elogios, hablando de mi familia y de mis antepasados y añadiendo benévolamente elogios de mí, que yo no merecía desde luego. El Emir, después de haberme preguntado mi nombre, el nombre de mi padre y el de mi linaje, trabó conmigo conversación haciéndome la siguiente pregunta: ¿Qué opinión del cielo? (los filósofos, quería decir). ¿Lo creen eterno o engendrado? Lleno de confusión y de temor traté de soslayar la respuesta y negué el que yo me dedicara a la filosofía, ya que yo ignoraba que Ibn Tufayl había tratado con él. El Emir advirtió mi temor y mi confusión, y volviéndose hacia Ibn Tufayl", se puso a hablar de la cuestión que me había preguntado, recordando lo que habían dicho Aristóteles, Platón y todos los filósofos y citó también los argumentos opuestos por los musulmanes contra ellos. Así pude comprobar en él una erudición que jamás hubiera sospechado ni aún en ninguno de los que ordinariamente se ocupan de estas materas. E hizo tanto y tan bien para tranquilizarme, que acabé por hablar; y así pudo saber lo que yo tenía que decir. Cuando me retiré, hizo enviarme un regalo en dinero, un magnífico vestido de honor y una cabalgadura...”. Este mismo discípulo me refirió de Ibn Rushd las palabras siguientes: Abu Bakr Ibn Tufayl me mandó llamar un día y me dijo: -He oído al Emir al-Muminín quejarse hoy de la oscuridad del estilo de Aristóteles, o del de sus traductores, y de 1a dificultad para comprender sus doctrinas, si estos libros –decía el Emir-, encontrasen a alguien que los comentase y expusiese su sentido tras haberlo comprendido perfectamente, entonces se podría uno consagrar a su estudio. Si tienes fuerza para un trabajo de este tipo, -me dijo entonces Ibn Tufayl- debes emprenderlo, y sé que podrás rematarlo, ya que conozco tu inteligencia, tu lucidez mental y tu gran afición por el estudio. Lo que me impide encargarme de esta empresa yo mismo, es la mucha edad que ya ves que tengo y además, las ocupaciones propias de mi cargo -de Visir y médico de cámara del Emir- y mis cuidados, eso sin contar con otras ocupaciones más graves”. Ved pues, -añadió Ibn Rushd- lo que me llevó a escribir mis comentarios a los diversos libros del filósofo Aristóteles.


Del anterior texto, como sucede con otras muchas cosas en los historiadores musulmanes, hay que tomarlo tal como está, pero conviene hacer algunas precisiones extrínsecas en cuanto a dataciones y lugares. Aún así lo importante es la atribución a los deseos del emir de la realización de los comentarios a los ensayos de Aristóteles.


Decisivas fueron las consecuencias de la presentación: el aprecio por parte del emir, su nombramiento como Qadí al-yama'a de Sevilla, (565/1185), como médico principal de cámara y Qadí al-yama’a de Córdoba, (578/582), como habían sido su abuelo y su padre, y finalmente la confirmación de estos cargos por su sucesor Abu Ya'aqub al-Mansur (580/1184), cuyo mecenazgo le valió la publicación de su pensamiento filosófico en treinta y ocho obras.


A partir del 580/1184, sus contactos con la corte son muy frecuentes, tanto en Marrakesh como en Córdoba, ya que Abu Ya'qub al-Mansur pasó a la Península para frenar las constantes aceifas de los castellanos. En estas ocasiones Ibn Rushd reside en palacio, conversa a menudo con el sultán de temas científicos y según los biógrafos, la intimidad entre ambos era tal que el pensador cordobés llamaba a su soberano -hermano mío-, apelativo equivalente a nuestro tuteo.


En el año 591/1195 el emir almohade decide ponerse a la cabeza del enfrentamiento contra los invasores cristianos. El domingo 18 de junio de 1195/591 derrotó a Alfonso VIII de Castilla en la batalla de Alarcos. Pocos meses después, a fines del referido año, se abre un “proceso” a Ibn Rushd que terminaría con la condena de sus escritos y el destierro a Lucena (Córdoba), que duraría algo más de dos años, pues a comienzos del 594/1198 le es levantado, regresando a Marrakesh donde reside la corte. Sólo un cadí Abu Abdullah al-Usuli, se atrevió a defender con valor a Ibn Rushd, con lo que acabó siendo incluido en la condena y anatematizado con aquél, en la Mezquita Aljama, como enemigos del Islam. Ya en el destierro, los alfaquíes y ulemas se encarnizaron con el gran pensador cordobés y los poetas le dirigieron los dardos de sus sátiras. Según Ibn Usaybi'a, el desprecio de los poetas cortesanos fue tal, que alguno de ellos dijo de él: “Mira si hoy encuentras un solo hombre que quiera ser tu amigo..”. Lo que no sabía es que si después citamos su verso, es sólo por la fama de aquél a quien tan injustamente vituperó.


Aunque se creara una leyenda negra sobre el Islam andalusí, que de un plumazo habría acabado con la falásifa y la ciencia islámicas en Al-Andalus, hay que decir que tras ella la única revolución que perdió a Ibn Rushd fue, según se ve, una intriga de la corte, por los partidarios en pugna que conseguirían suplantar (por breve tiempo) al Shaij. Ibn Rushd en efecto, no fue perseguido solo, se citan muchos personajes, sabios, médicos, alfaquíes, cadíes, y poetas que compartieron su desgracia. El hecho de que el sultán almohade levantara el destierro y lo llamara ala corte de Marrakesh, vienen a corroborar el carácter político de la persecución, pues según los biógrafos se apoyó en las pruebas apuntadas por un grupo de notables sevillanos, fieles amigos de Ibn Rushd, que desde el día mismo de su condena habían solicitado su rehabilitación. Sin embargo, da la casualidad que se trataba de los mismos argumentos utilizados menos de tres años antes por Abu Abdullah al-Usuli, y que sólo sirvieron para que éste último fuese también condenado. Unos meses después de su rehabilitación, Ibn Rushd murió en Marrakesh, el jueves 9 de Safar del año 595 (10 de diciembre de 1198), a la edad de 72 años solares.


El cadáver de Ibn Rushd fue depositado durante tres meses en el cementerio de la puerta de Tagazut, para ser más tarde trasladado a Córdoba, donde fue enterrado junto a las tumbas familiares en el cementerio de Ibn Abbas. Ibn ' Arabi, testigo personal de su entierro escribió: "'Y ya no volví a encontrarme con él hasta que murió Ibn Rushd; y fue trasladado a Córdoba donde está su sepultura. Cuando fue colocado sobre una acémila el ataúd que encerraba su cuerpo, se pusieron sus obras en el costado opuesto para que le sirvieran de contrapeso. Estaba yo allí parado ...y dije para mis adentros: a un lado va el maestro y al otro lugar van sus libros. Más dime: sus anhelos ¿se vieron al fin cumplidos?


Tuvo Ibn Rushd varios hijos, cuando menos cuatro, pues los biógrafos citan los nombres de dos y agregan que otros fueron cadíes en distintos lugares de Al-Andalus. El más famoso fue Abu Muhammad Abdullah ben Abu Walid Ibn Rushd, jurista y médico, siéndolo de la cámara del sucesor de Ya'qub al-Mansur, llamado an-Nasir .


Los puntos más relevantes de su filosofía quedan claramente expuestos en su gran comentario de Aristóteles, obra que fue compuesta en la segunda mitad del siglo XII. Ha llegado a nuestras manos casi exclusivamente a través de versiones latinas medievales o de principios del siglo XVI, lecturas que han sido realizadas sobre traducciones hebraicas; por su parte, el texto de Aristóteles, en el cual se funda el Comentario, es una interpretación árabe de una traducción siria del original griego.


El Aristóteles de Ibn Rushd está visto a través de la escuela alejandrina, especialmente de Alejandro de Afrodisia y del sistema emanatista neoplatónico. La principal contribución a la filosofía se halla en la defensa que de este ejercicio hace con una convicción y claridad sin precedentes, aunque pensadores de la talla de Ibn Bashsshash, Ibn Tufayl y Maimónides lo hubieran intentado anteriormente, pero ninguno con su fluidez y belleza: “la fálsafa es hermana de leche del Islam. No contradice la Shari’a, sino que la confirma y como tal, es tan válida como esta última para llegar a la verdad”. Estas opiniones se encuentran cristalizadas en su Fasl al-Makal, Tahafut y otros tratados”. Nos dice: “Puesto que el Din del Islam es el verdadero y llama al estudio que conduce al conocimiento de la Verdad; nosotros, la comunidad sabemos con certeza que el estudio demostrativo no conduce a conclusiones en conflicto con lo que el Qur’an nos ha enseñado, .Ya que la verdad no se opone a la verdad, sino que está de acuerdo con ella y le sirve de testigo”. Su Fasl al-Makal o armonía entre el Din del Islam y la filosofía es una obra que no fue incluida en ninguna de las ediciones de las Opera Omnia y permaneció inédita hasta 1859, en que el arabista alemán M. S. Müller publicó en Munich el texto original, según un texto existente en la Biblioteca del El Escorial. En este escrito comenta Ibn Rushd que hay tres clases de hombres: los de la primera, que son los más abundantes, sólo admiten pensamientos revestidos de conceptos tomados del mundo material; los de la segunda clase, que sólo ceden ante las persuasiones, y el tercer grupo, que sólo se deja convencer por argumentos concluyentes. Por lo que e Our-an emplea un método de expresión que es válido para estos tres grupos de hombres. Para lograr esto, los escritos se cubren de conceptos imaginativos, y su contenido jamás está en contradicción con la verdad resultante de los principios convincentes del pensamiento.


La línea de separación que se debería trazar entre la convicción de un filósofo (Ibn Rushd) y un alfaquí familiarizado con el Tasawwuf (sufismo) es mucho más tenue: para uno el Qur-an es una especie de alegoría que se tiene que interpretar de modo lógico y racional. Para AI-Gazali es un símbolo que se puede comprender con la razón, pero nunca llegar a sus últimas explicaciones. Por ello el creyente sin formación filosófica quizás pueda sacar más provecho de esta verdad revelada que el propio filósofo.


En aquella época existían en muchos filósofos ciertas tendencias racionalistas, que podían conducir al menosprecio del Din del Islam. Un claro ejemplo seria Ibn Tufayl, su amigo y protector. Contra tales tendencias filosóficas lucha Al-Gazali, y no lo hace desde el fiqh, sino que los combate en su propio terreno, utilizando las distintas doctrinas y enfrentándolas las unas a las otras para refutarlas. Llama a esto una destrucción de los filósofos. Ibn Rushd, le replica en su obra Destrucción de la destrucción y denota su amargura por lo ilícito de la actuación de al-Gazali. Ibn Rushd pone en evidencia, todo el veneno escondido en el libro de AI-Gazali, quién hacía responsable del alejamiento de toda convicción a la ciega confianza en los grandes hombres como Sócrates, Platón e incluso el mismo Aristóteles. Ibn Rushd opone a esto que la finalidad de los filósofos consiste precisamente en rendir a Allah el culto más sublime, es decir" el conocimiento de sus obras que conduce a reconocerle a Él mismo en toda su realidad y ésta es a los ojos de Allah la acción más noble, mientras que la más vil sería la de tachar de error y vana presunción a quien le adora con esta forma de creencia, que es la suprema.


Se afirma que en Ibn Rushd la filosofía andalusí alcanzó al mismo tiempo su apogeo y su fin. Y esto puede ser así en tanto y en cuanto que es el último gran pensador aristotélico en el occidente islámico, y quizás el más puro de toda la filosofía en lengua árabe. Por ello representa una orientación que se aparta de la línea iniciada por AI-Farabi e Ibn Sina, que tienden a la síntesis del pensamiento aristotélico con el platonismo.


El desarrollo de la fálsafa islámica en el sentido aviceniano seguirá adelante en Oriente, y mientras que el Gran Comentario apenas tuvo eco allá, pasó no obstante, al occidente cristiano, gracias a sus traducciones hebreas y latinas, donde promovió una auténtica revolución en el pensamiento científico.


Si la filosofía de Ibn Rushd no se ha continuado en el Occidente musulmán; esto se halla en relación con el inaudito florecimiento del sufismo que vivió Al-Andalus a partir del siglo XIII, y que llegó a su máximo apogeo con el maestro máximo del Islam occidental, Muhyi-l-Din Ibn Al-Arabi, cuya filosofía estaba basada en la interpretación del Qur-an desde el Tasawwuf, y que atrajo hacia elementos contemplativos que contenía la filosofía, particularmente el legado platónico, no en vano se le ha apodado a Ibn Aflahin (hijo de Platón): la filosofía árabe andalusí no ha sido, pues, derrotada por las circunstancias socio-políticas, sino que se ha a alojado en el océano de la contemplación unitaria de Allah.


En su faceta como médico, podemos y debemos resaltar su aportación en el campo de esta ciencia. Mostró un amplio interés por todo lo que estuviese relacionado con este campo, escribiendo su Kitab kulliyat Ii-Tibb (el libro completo de la medicina), traducido al latín en 1255 con el título de Colliget. Es una obra enciclopédica en siete volúmenes, publicada en Venecia en 1489.. Se trata de una compilación que sigue muy de cerca al Canon de Ibn Sina (Avicena). Con todo, por la abundancia del material acumulado, constituye un manual muy completo de medicina que resume gran parte de las experiencias de su época en la esfera de esta ciencia. Presenta particular interés el primer libro, que trata profundamente de la anatomía del cuerpo humano, y es documento imprescindible para el conocimiento del estado de la medicina entre los musulmanes. Fue considerado nuestro médico por esta obra, como la mayor autoridad en medicina de la época. Aparte de tratar de anatomía nos habla de fisiología, enfermedades y sus síntomas y curas, comidas, medicinas y la conservación de la salud. En ésta, escrita cuando contaba con 36 años, polemiza contra las particularidades, decir, la medicina que trata de forma separada cada uno de los miembros del cuerpo.


Aparte de este compendio, escribió aproximadamente unas catorce obras médicas, siendo ocho de éstas resúmenes de las que escribió Galeno acerca de la mezcla, las facultades naturales, enfermedades, fiebres, medicinas, curas, etc.


Junto con la medicina estudió por estas fechas astrología, introduciéndose en este campo gracias al Anagesto de Arzaquiel,.del que hizo un compendio.


Sus aportaciones, junto con las de Ibn Zuhr, Al-Razi y At-Sina, fueron traducidas al latín, convirtiéndose todas ellas en obras clásicas para los eruditos. Unas se emplearon en las universidades hasta el siglo XVI, e influyeron en el pensamiento de Alejandro de Halle, quino, Alberto Magno, Roger Bacon, i otros más. Hasta los siglos XVI y XVII no llegó a desaparecer la influencia andaluza cuando hombres como Copérnico, Vesalio, Galileo, y otros dieron una nueva perspectiva y dirección a las ciencias.


Su Gran Comentario fue tomado como modelo por Santo Tomás, quien siguió su sistema de exposición y comentario.


Como se ha dicho, hacia mediados del siglo XIII, casi todas las obras de Ibn Rushd habían sido traducidas del árabe o hebreo al latín, y hasta finales del mismo siglo comenzó a presentársele como un enemigo de la fe, combatiéndolo ferozmente, sobre todo por Ramón Llul. Pero, sin embargo, entre los contemplativos de su época encontró una acogida favorable toda su teoría, penetrando en la escuela franciscana con Roger Bacon, Duns Scotto, Ockham, así como en la escuela de Paris. Posteriormente encontró una acogida estable en la Universidad de Padua, especialmente con Pietro d' Albano, y en el siglo XVI con los Cremonini.


Sólo cabe apuntar como colofón a esta breve biografía de la vida de nuestro Shaij Ibn Rushd, el desear que en un futuro cercano, su vida y obras sean analizadas desde una perspectiva más cercana y real a su pensamiento. Tarea que únicamente podrá llevarse a cabo, no por arabistas educados al corte occidental sino por musulmanes con un profundo conocimiento del Islam y la lengua árabe, que vengan a plasmar con total fidelidad al resto de los idiomas, la original aportación de un Sabio musulmán que escribía para una Umma que aún hoy lo desconoce. Reclamémoslo desde este momento como un valor nuestro y un regalo para el resto de la humanidad.



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