EL ESPLENDOR DE SEVILLA EN LA ÉPOCA DE AL-ÁNDALUS
Sevilla
es una ciudad española situada junto al Río Guadalquivir, a 97 kilómetros de la
costa atlántica de Cádiz. Conocida como Ishbiliya en árabe, Sevilla fue la
segunda ciudad después de Córdoba en tamaño e importancia durante el período
islámico, alcanzando una extensión máxima de 187 hectáreas y una
población máxima de 83.000 habitantes a mediados del s. XII, cuando la ciudad
pasó a ser favorecida por los gobernantes almohades.
Hasta el s. IX, la ciudad estuvo confinada en los límites de la ciudadela (oppidum) romana. Tras el saqueo de la misma por los piratas normandos en el año 844, el emir Omeya Abdur Rahman II ordenó la reconstrucción de los muros para incluir dentro de ellos tanto a la ciudad vieja como a los nuevos suburbios que habían surgido al norte y oeste de la ciudad. Los muros fueron reconstruidos a principios del s. X y otra vez de nuevo un siglo más tarde. Finalmente, en los años 1170 y 1171, el califa almohade Abu Yaqub Yusuf, que convirtió a Sevilla en su capital, reconstruyó la parte del muro que se hallaba junto al río, después de que se produjera una calamitosa inundación. El Alcázar o ciudadela, construido originalmente por Abdur Rahman II, fue restaurado por los almohades, que fueron igualmente responsables de la construcción de la nueva mezquita principal en los años 1172-1176, de la cual sólo el minarete, conocido ahora con el nombre de la Torre Giralda, permanece en pie. En el tiempo de la conquista de la ciudad por Fernando III de Castilla (1248) existían en la misma 72 mezquitas.
Tras la caída del Califato Omeya en Sevilla (1013), el principal juez religioso (qadi), Abul Qassim ibn Abbad, se proclamó gobernante (hayib) de un principado independiente que perduró hasta la conquista de la ciudad por los almorávides en 1091. El principal gobernante de este reino, Al Muqtadid (1042-1069), incrementó su extensión y escribió poemas que alababan la indudable grandeza de la ciudad durante este período.
Los almohades, al construir una gran mezquita cerca del río, situada al sur del viejo centro urbano, crearon una zona económica dual en la que las exportaciones y las actividades económicas locales quedaron confinadas en áreas específicas. La Alcaicera, o mercado cubierto, donde se vendían sedas de gran valor con destino a la exportación, estaba situada cerca del puerto fluvial.
La Alhondiga, o mercado de la harina, que abastecía las necesidades de la gente de la ciudad, se encontraba en el centro de esta última, no lejos de la mezquita principal. La Sevilla islámica fue un centro de comercio, tanto doméstico como internacional, para el aceite de oliva, que se producía en la cercana región de Aljarafe. Un retrato de la vida económica de la Sevilla almohade se halla contenido en la regulación de los mercados o hisba, un tratado de Ibn Jaldun que describe no sólo una gran variedad de productos alimenticios sino también la industria de la construcción, la textil y la del hierro.
La ciudad había recibido su suministro de agua corriente a través de un acueducto en forma de arco que había sido construido por los romanos y fue conocido a finales de la Edad Media con el nombre de Canos de Carmona. Hacia el s. XII este sistema se había deteriorado notablemente, pero fue restaurado por los gobernantes almohades en 1172. Los castellanos encontraron el sistema todavía funcionando y en 1254 Alfonso X ordenó a un tal “Señor Caxico” (probablemente un residente genovés) “llevar agua (a través del acueducto de Carmona) a dos fuentes en Sevilla como solía fluir en el tiempo de los moros.” Los almohades, al construir su nueva mezquita principal, descubrieron el sistema de alcantarillado romano y alteraron y expandieron su curso.
Cuando el ejército castellano conquistó la ciudad en 1248, la mayoría de la población musulmana huyó y fue reemplazada por colonos de origen predominantemente castellano. Las mezquitas se convirtieron en iglesias o casas particulares. La conquista cristiana llevó así a una severa despoblación de la ciudad, y el desplazamiento de los residentes musulmanes creó muchos espacios abiertos que separaban los barrios cristianos, que tenían densidades de población relativamente bajas. Las áreas de baja densidad de población en la periferia urbana, adyacente a los muros, atrajeron a las órdenes monásticas. El barrio judío ocupaba aproximadamente el 11% de la ciudad amurallada. Por todo ello, la densidad de este barrio debió ser, hasta el pogrom de 1391, sustancialmente mayor que la de los barrios habitados por población cristiana. Un pequeño barrio musulmán, en el que residían principalmente artesanos (albañiles, tejedores y herreros, en particular) subsistió también tras la conquista cristiana. La sociedad posterior a la conquista estuvo caracterizada por la existencia de una aristocracia, cuya riqueza estaba basada en propiedades rurales, particularmente en el distrito de Aljarafe, y de burgueses urbanos, que desempeñaban un papel relevante en la industria textil y el comercio urbano. El comercio internacional estaba en manos de los genoveses (que se habían establecido en la ciudad ya en los tiempos de los almohades como mercantes, armadores y banqueros), florentinos y castellanos. Estos grupos controlaban las exportaciones de trigo, aceite de oliva y otros productos agrícolas, que pasaron a dominar el comercio internacional.
La separación funcional de la ciudad en dos zonas económicas diferentes perduró desde los tiempos almohades. El comercio internacional quedó localizado cerca del río, en el Barrio de la Mar (que era, de hecho, una entidad jurisdiccional separada) y en los así llamados barrios genoveses y castellanos, donde se realizaba la venta de productos textiles y se hallaban el mercado cubierto y los almacenes del aceite de oliva. La vida económica de la ciudad propiamente dicha continuó radicada en los alrededores del centro
Hasta el s. IX, la ciudad estuvo confinada en los límites de la ciudadela (oppidum) romana. Tras el saqueo de la misma por los piratas normandos en el año 844, el emir Omeya Abdur Rahman II ordenó la reconstrucción de los muros para incluir dentro de ellos tanto a la ciudad vieja como a los nuevos suburbios que habían surgido al norte y oeste de la ciudad. Los muros fueron reconstruidos a principios del s. X y otra vez de nuevo un siglo más tarde. Finalmente, en los años 1170 y 1171, el califa almohade Abu Yaqub Yusuf, que convirtió a Sevilla en su capital, reconstruyó la parte del muro que se hallaba junto al río, después de que se produjera una calamitosa inundación. El Alcázar o ciudadela, construido originalmente por Abdur Rahman II, fue restaurado por los almohades, que fueron igualmente responsables de la construcción de la nueva mezquita principal en los años 1172-1176, de la cual sólo el minarete, conocido ahora con el nombre de la Torre Giralda, permanece en pie. En el tiempo de la conquista de la ciudad por Fernando III de Castilla (1248) existían en la misma 72 mezquitas.
Tras la caída del Califato Omeya en Sevilla (1013), el principal juez religioso (qadi), Abul Qassim ibn Abbad, se proclamó gobernante (hayib) de un principado independiente que perduró hasta la conquista de la ciudad por los almorávides en 1091. El principal gobernante de este reino, Al Muqtadid (1042-1069), incrementó su extensión y escribió poemas que alababan la indudable grandeza de la ciudad durante este período.
Los almohades, al construir una gran mezquita cerca del río, situada al sur del viejo centro urbano, crearon una zona económica dual en la que las exportaciones y las actividades económicas locales quedaron confinadas en áreas específicas. La Alcaicera, o mercado cubierto, donde se vendían sedas de gran valor con destino a la exportación, estaba situada cerca del puerto fluvial.
La Alhondiga, o mercado de la harina, que abastecía las necesidades de la gente de la ciudad, se encontraba en el centro de esta última, no lejos de la mezquita principal. La Sevilla islámica fue un centro de comercio, tanto doméstico como internacional, para el aceite de oliva, que se producía en la cercana región de Aljarafe. Un retrato de la vida económica de la Sevilla almohade se halla contenido en la regulación de los mercados o hisba, un tratado de Ibn Jaldun que describe no sólo una gran variedad de productos alimenticios sino también la industria de la construcción, la textil y la del hierro.
La ciudad había recibido su suministro de agua corriente a través de un acueducto en forma de arco que había sido construido por los romanos y fue conocido a finales de la Edad Media con el nombre de Canos de Carmona. Hacia el s. XII este sistema se había deteriorado notablemente, pero fue restaurado por los gobernantes almohades en 1172. Los castellanos encontraron el sistema todavía funcionando y en 1254 Alfonso X ordenó a un tal “Señor Caxico” (probablemente un residente genovés) “llevar agua (a través del acueducto de Carmona) a dos fuentes en Sevilla como solía fluir en el tiempo de los moros.” Los almohades, al construir su nueva mezquita principal, descubrieron el sistema de alcantarillado romano y alteraron y expandieron su curso.
Cuando el ejército castellano conquistó la ciudad en 1248, la mayoría de la población musulmana huyó y fue reemplazada por colonos de origen predominantemente castellano. Las mezquitas se convirtieron en iglesias o casas particulares. La conquista cristiana llevó así a una severa despoblación de la ciudad, y el desplazamiento de los residentes musulmanes creó muchos espacios abiertos que separaban los barrios cristianos, que tenían densidades de población relativamente bajas. Las áreas de baja densidad de población en la periferia urbana, adyacente a los muros, atrajeron a las órdenes monásticas. El barrio judío ocupaba aproximadamente el 11% de la ciudad amurallada. Por todo ello, la densidad de este barrio debió ser, hasta el pogrom de 1391, sustancialmente mayor que la de los barrios habitados por población cristiana. Un pequeño barrio musulmán, en el que residían principalmente artesanos (albañiles, tejedores y herreros, en particular) subsistió también tras la conquista cristiana. La sociedad posterior a la conquista estuvo caracterizada por la existencia de una aristocracia, cuya riqueza estaba basada en propiedades rurales, particularmente en el distrito de Aljarafe, y de burgueses urbanos, que desempeñaban un papel relevante en la industria textil y el comercio urbano. El comercio internacional estaba en manos de los genoveses (que se habían establecido en la ciudad ya en los tiempos de los almohades como mercantes, armadores y banqueros), florentinos y castellanos. Estos grupos controlaban las exportaciones de trigo, aceite de oliva y otros productos agrícolas, que pasaron a dominar el comercio internacional.
La separación funcional de la ciudad en dos zonas económicas diferentes perduró desde los tiempos almohades. El comercio internacional quedó localizado cerca del río, en el Barrio de la Mar (que era, de hecho, una entidad jurisdiccional separada) y en los así llamados barrios genoveses y castellanos, donde se realizaba la venta de productos textiles y se hallaban el mercado cubierto y los almacenes del aceite de oliva. La vida económica de la ciudad propiamente dicha continuó radicada en los alrededores del centro
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