viernes, 27 de abril de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. El tormento de la tumba en el Islam



EL TORMENTO DE LA TUMBA EN EL ISLAM


   Existe en el Islam la idea de que los difuntos están expuestos a una terrible tortura (‘adzâb) en la tumba (qabr). El tema del ‘Adzâb al-Qabr, el Tormento de la Tumba, si bien no aparece explícitamente en el Corán, aparece en numerosos hadices. Esta idea se basa en la concepción de que el muerto tiene una especie de existencia consciente en su tumba y que se prolonga durante un tiempo o hasta el Día de la Resurrección. A ese periodo de existencia intermedia entre la vida y la resurrección se le da el nombre de Barzaj. Estas consideraciones dieron origen a la noción de los dos juicios: el primero implica castigo o felicidad en la tumba (en el Barzaj), y el siguiente, el del Día de la Resurrección, marca el destino de la persona en la eternidad de al-Âjira. No existe un relato unitario sobre lo que tiene lugar en la tumba. Sobre lo que sucede entre la muerte y la resurrección existen las siguientes opiniones:


   Primero, los muertos son torturados por las lamentaciones de sus parientes. Los llantos y la desesperación durante el duelo aterran a los difuntos, por lo que fueron prohibidos por el Islam. Estos escuchan los pasos que se alejan de los que han asistido a su entierro y se sienten solos y abandonados a su suerte. El creyente, a partir de entonces, se siente en un lugar espacioso, mientras que, por su parte, el infiel se encuentra oprimido por las paredes de su tumba y la claustrofobia será su tormento, y una serpiente del infierno lo aterra y devora hasta que tenga lugar la resurrección.


   Dos ángeles de aspecto terrible (según algunos relatos, negros con los ojos azules), llamados Múnkar y Nakîr, hacen sentarse al muerto en medio de su tumba y lo interrogan sobre sus creencias. El sincero responde con palabra firme y decidida, y entonces los ángeles le muestran el lugar del que se ha librado en el infierno y el que le aguarda en el paraíso, y entonces se le deja descansar hasta el Día de la Resurrección. Pero el infiel no puede responder y tartamudea y los ángeles intentan arrancarle respuestas azotándolo con una látigo metálico que lanza llamas: sus gritos son oídos por todas las criaturas, salvo por los hombres.


   La tumba puede ser para el hombre o un paraíso o un infierno. Los ángeles de la misericordia descienden a buscar al espíritu del sincero, y los ángeles del castigo acuden a por el espíritu del infiel. Las almas de los creyentes se transforman en pájaros del paraíso y se unirán a sus cuerpos el día de la resurrección (los mártires ya están en el paraíso).


   Estos sufrimientos son de carácter espiritual (mientras que los que corresponden al Día de la Resurrección tiene una naturaleza física). Por ello, afectan incluso a los difuntos que no hayan sido enterrados por una razón u otra. La tumba (el qabr), más que el lugar de enterramiento, es el estado en el que se encuentra todo el que ha fallecido (el Barzaj o estado intermedio entra la vida y la resurrección), y en ese estado tienen lugar las visiones y sufrimientos descritos de modo inconexo en varios hadices y que hemos resumido en los párrafos anteriores. Las penalidades en la ‘tumba’ duran un tiempo indeterminado (según algunos autores, hasta el Día de la Resurrección; según otros intérpretes de los hadices, tienen un tiempo determinado). Esos castigos son suspendidos los viernes y son aligerados por las ramas que se planten sobre las tumbas mientras estén verdes. Existen otros muchos detalles: las almas de los sinceros salen fácilmente de sus cuerpos, pero la de los infieles son arrancadas a la fuerza por ángeles terribles causándoles así tormentos severos. El interrogatorio en la tumba dura siete días en el caso de los sinceros, y cuarenta en el caso de los infieles (pero los mártires, los niños y los que han cumplido ciertos actos surerogatorios son dispensados del interrogatorio).


Algunas fuentes distinguen entre el castigo y la sensación de opresión en la tumba: el sincero se verá libre del primero, pero no del segundo (por ello se habla siempre del inevitable sufrimiento en la tumba). La opresión puede ser aligerada por actos emancipadores en vida.



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