sábado, 7 de abril de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. Maslama Al-Maÿriti, el primer cientifico madrileño



?idt=16577


MASLAMA AL-MAŸRITI, EL PRIMER CIENTÍFICO MADRILEÑO



Hoy pocos saben, ni los propios españoles (incluido los madrileños), que Madrid fue una ciudad fundada por los musulmanes y que el nombre Madrid es de origen árabe.

- Autor: Islam Argentina - Fuente: Islam Argentina


En el año 1004, existía en Madrid una Escuela de Matemáticas y de Astronomía fundada por Maslama al-Maÿriti.


Hoy pocos saben, ni los propios españoles (incluido los madrileños), que Madrid fue una ciudad fundada por los musulmanes y que el nombre Madrid es de origen árabe. Mucho menos se conoce que en aquella urbe nacieron famosos investigadores como Abu-l-Qasim Maslama al-Maÿriti y Abu Maslama Muhammad al-Maÿriti, y sus discípulos, que desarrollaron múltiples ciencias, entre ellas la astronomía y la alquimia, las que a través de las traducciones al latín tuvieron una influencia importantísima en el Renacimiento europeo.
El primero de nuestro madrileños fue el astrónomo, filósofo y matemático Abu-l-Qasim Maslama Ibn Ahmad Al-Faradi al-Hasib al-Qurtubi al-Maÿriti nacido, como lo indica su nísba (patronímico del nombre árabe) en Maÿrit, hoy Madrid, a mediados del siglo X, y fallecido en Córdoba en 1007.
Parece que Maslama se estableció tempranamente en Córdoba, por entonces la capital del califato de Al-Ándalus, y fue discípulo del geómetra Abd al-Gafir Ibn Muhammad.


Parece que hacia 979 llevó a cabo observaciones astronómicas y que por esa misma época adoptó las tablas de Al-Juarizmi al meridiano de Córdoba. Esta versión de Maslama sería traducida al latín por el sabio inglés Adelardo de Bath.
Y, precisamente como bien dice Juan Vernet, el gran arabista e islamólogo de la Universidad de Barcelona, especialista en ciencias, «La primera mención de una medida de la Tierra realizada por los árabes penetró en Occidente con la traducción de las tablas astronómicas traducidas por Adelardo de Bath en 1126» (J. Vernet, Lo que Europa debe al Islam de España, El Acantilado, Barcelona, 1999, p. 199).


Además de introducir en Al-Ándalus (y por añadidura en la Europa cristiana) esta obra clave del “Padre del álgebra”, Maslama hizo lo mismo con el saber enciclopédico de los “Hermanos de la Pureza”.


Maslama fue maestro de la filosofía pura, de la ciencia exacta, de la precisión astral y de la melodía de los números. Maestro de la armonía del universo..., de la matemática del Cosmos que permite medir distancias terrestres con la sombra de los astros. También perfecciono el Astrolabio y tradujo el Planisferio de Ptolomeo al árabe y lo anotó. Su láqab (apodo) Al-Faradi habla con elocuencia de sus capacidades.


Que Maslama fue famoso incluso entre sus contemporáneos no hay ninguna duda. Ibn Hazm de Córdoba lo cita en su obra principal: «Abu Dulaf el librero me contó que Maslama Ibn Ahmad, el filósofo conocido por Al-Maÿriti...» (Ibn Hazm, El collar de la paloma. Versión e introducción de Emilio García Gómez, y Prólogo de José Ortega y Gasset, Alianza Editorial, Madrid, 2007, p. 163).
Discípulos de Maslama fueron al-Kirmani; Ibn Al-Samh; Ibn Al-Saffãr e Ibn Al-Jayyãt.


Entre los numerosos trabajos de Maslama se cuentan el “Tratado del Astrolabio”, que se conserva en la biblioteca del Monasterio de El Escorial con el número 967 del Fondo Árabe; el “Extracto de las Tablas de Al-Battani, para posición de los astros y ecuaciones de los planetas”; el “Libro de Aritmética práctica”; la “Teoría de la perfección de las ciencias numerales” (en árabe Fi taman ilm al-adad), y también el “Cálculo comercial” (al-Mu’amalat).


Como atribuible a Maslama también se señala una verdadera enciclopedia que seguramente debe ser adaptación, o nueva forma de la ya nombrada de los “Hermanos de la Pureza”, y que forma un conjunto de cincuenta y dos tratados de muy diversas materias


En el año 1004, existía en Madrid una Escuela de Matemáticas y de Astronomía fundada por Maslama al-Maÿriti. No debe quedar la menor duda que Maslama lega a la posteridad conocimientos documentales de grandísimo valor, especialmente aquellos referidos a la astronomía y las matemáticas. Para aquellos que conocemos la ciudad atravesada por el río Manzanares, pensamos que naturalmente debió ser parte muy destacada en el espíritu inquieto de Maslama, el bonancible clima y la diafanidad de sus serenas noches que invitan a la observación de los astros y otras maravillas creadas por el Señor de los Universos.
La obra de Maslama sería ampliada y perfeccionada por otro andalusí, el astrónomo y matemático Abu Ibrahim Ibn Yahia al-Naqqás (el Grabador), llamado entre sus contemporáneos al-Zarqali, por lo que fue conocido en el mundo latino y la posteridad como Azarquiel, nacido en Córdoba hacia 1029, y muerto en Toledo en 1087.


El alquimista y astrólogo Abu Maslama Muhammad al-Maÿriti es nuestro otro gran madrileño. Vivió en la primera mitad del siglo XI. Sus dos trabajos de alquimia y magia, son respectivamente “Rutbat al-hakim fil-kimíya” (“La Distinción del Sabio en la alquimia”) y ‘Gayat al-hakim fil-sir” (“El Acierto del Sabio en el secreto”). Esta última obra fue hecha traducir por el rey castellano Alfonso X el Sabio en 1256.


En la parte normativa de estas obras, junto a los conceptos apuntados de influencias astrales, transmutación de metales, elixires, encantamientos, amuletos, etc., figuran datos de excepcional importancia relativos a sistemas de pesas y medidas; y también operaciones, en realidad científicas, de laboratorio, y que en opinión de distinguidos tratadistas, como el doctor Eric John Holmyard; es la primera vez que, con datos de Historia, se presentan en formal organización. Así tenemos los ensayos cuantitativos en la oxidación del mercurio, la copelación del plomo argentífero, purificación por copelación y de la plata en fusión de azufre (cfr. E. J. Holmyard, Los alquimistas, México: Fondo de Cultura Económica, 1957).


Un discípulo de Abu Maslama fue su compatriota Ibn Bishrún al-Maÿriti, del que poco o nada sabemos. Éste hizo un resumen sobre la Alquimia de su maestro del que nos informa el historiador Ibn Jaldún (1332-1406) en su Muqaddimah o Introducción a la historia universal.


Junto a los conocimientos experimentales, sorprende en la parte descriptiva la extensa y detallada relación de productos plenamente conocidos y empleados, como magnesia, talco, vitriolos, alumbre, marcasita, mercurio, azufre..., significativos de la cultura científica, excepcionalmente relevante en la por tantos conceptos estimable civilización hispanomusulmana, de hace diez siglos ya.




Abû-l-Qâsim Maslama bn Ahmad al-Faradi al-Maÿritî es sin duda el personaje más importante del mundo científico cordobés durante el Califato. Ibn Hazm nos dice en su Epístola Apologética de Al-Andalus lo siguiente: «Carezco de autori­dad y conocimientos en lo que se refiere a la aritmética y a la geometría y por tanto no puedo fiarme de mis conocimientos para distinguir qué autores son buenos o mediocres entre los que habitan en nuestra patria. A pesar de ello he oído decir a un sabio de cuya inteligencia y buena fe me fío y al que se le considera muy competente en esta materia que, en cuanto a ta­blas astronómicas no hay iguales a las de Maslama e Ibn al-Samh y ambos autores son nuestros compatriotas».
El cadí Ibn Sâ'id habla con mayor conocimiento de causa en su Kitâb tabaqât al-umam, y se entretiene en subrayar la importancia de la obra matemático-astronómica de Maslama olvi­dando las aportaciones que se le atribuyen, con poco fundamen­to, al campo de la alquimia y de las ciencias naturales. En el mis­mo sentido se manifiesta Ibn al-Qiftî. Estos dos últimos auto­res nos dan escasos datos sobre la biografía del madrileño, pera ligando unos datos con otros puede afirmarse que nació en Ma­drid a mediados del siglo X y que joven aún se trasladó a Córdoba, en donde fue discípulo del geómetra ‘Abd al-Gâfir bn Muhammad. En la capital del califato debió vivir hasta su muerte, acaecida alrededor de 398/1007.
Azarquiel, en su Tratado sobre el movimiento de las estrellas fijas, que sólo conocemos en la versión hebrea, nos transmite una de las observaciones personales de Maslama cuando nos dice que en el año 3O9/979 determinó la longitud celeste de la es­trella Qalb al-Asad que hoy denominamos Régulo (del León) y que la fijó en 135° 40'. Esa misma observación se conserva en el manuscrito de París, del que hablaremos más abajo, atribu­yéndolo al año 367/977. Por tanto caben muy pocas dudas so­bre el valor de dicha observación que, en cualquier caso, tanto para el año 367 como para el 369, coincide, con un error menor de 2' con el que ocupaba dicha estrella. Este dato es, por otro lado, muy interesante puesto que confirma lo que dice Ibn Sâ'id: que Maslama no era sólo un astrónomo teórico sino tam­bién práctico y ello nos permite creer que en sus trabajos de adaptación de las tablas de al-Juwarizmi y de al-Battâni no trabajó a ciegas, sino que, como buen técnico, tuvo en cuenta la realidad observada. En pocas palabras: que hay que incluir a Maslama en el grupo de los magister probationum de Abraham ibn `Ezra, o lo que es lo mismo, los ashâb a1-mumtaham de los autores musulmanes.
Otro punto de sumo interés para conocer el valor cien­tífico de Maslama reside en averiguar hasta qué punto tenía acceso a los textos griegos. lbn Sà'id nos dice que «se esforzó en comprender el Almagesto de Tolomeo, pero esta obra esta­ba ya traducida en árabe y una versión corregida por Zábit bn Qurra debía ser conocida en al-Andalus en la época de an-­Nâsir, puesto que Maslama trabajó en la versión del teorema de Menelao hecha por aquel sabio oriental. Es posible que sólo utilizara el original griego para la recta comprensión de los pa­sajes difíciles del mismo modo como habían hecho los médicos cordobeses de su época para entender el Dioscórides. En cam­bio, parece haber tenido mayor intervención en la traducción -con ayuda o sin ella de cristianos y judíos- de una obra com­pleta y hoy perdida en su redacción clásica: el Planisferio de Tolomeo o Tastîh bast al-kura. La versión árabe de Masla­ma, también perdida, dio origen a una traducción latina y otra hebraica que han llegado hasta nuestros días. Pero, a pesar de ello, se puede juzgar la traducción maslamiana gracias al descu­brimiento por Vajda de un manuscrito misceláneo que contie­ne algunas obritas de tipo astronómico debidas a la pluma del astrónomo madrileño y entre las cuales se encuentra sus comen­tarios a la obra de Tolomeo.
La producción bibliográfica de Maslama está bien repre­sentada en el Brockelmann, aunque haya que excluir de la lista de títulos dados por este autor aquellos que son propios de obras filosófico-naturalísticas puesto que, en su mayoría, pare­cen espúreas. Tal ocurre con la Rutbat al-hakîm, el Gayât al-Hakîm (Picatrix) -ambas pueden ser debidas a la pluma de uno de sus discípulos-, la Risala al-ÿamî'a, la Maqâla fî-l-Kîmîyâ y algunas otras de importancia más limitada y que co­nocemos a través de citas literarias.
En el campo de las ciencias se le atribuye tradicionalmente la composición de un tratado sobre el astrolabio. Pero es curio­so anotar que esa atribución no la dan ni el cadí Ibn Sâ'id ni Ibn al-Qiftî y que sólo se encuentra en algunos tratados latinos de astrolabio. Pero éste, no estuvo al margen de los problemas teóricos planteados por dicho instru­mento y que eran bien conocidos en la Córdoba contemporánea puesto que sabemos que el visir judío Hasday bn Shaprût recibió de oriente un libro que explicaba la construcción de la esfera celeste (astrolabio esférico), cálculo empleado para esta construc­ción y modo de determinar el curso de los astros. Estos datos pueden corresponder a cualquier tratado de astrolabio pero suponemos que en este caso se trata del libro del judío oriental Mâshâllâh (muerto cerca del 815) -autor además de un Tra­tado sobre los eclipses- ya que su obra fue introducida en Europa en el siglo X a través de Ripoll y mucho más tarde fue objeto de una adaptación inglesa debida a pluma de Chaucer.
Pues bien: Maslama, basándose en Tolomeo y probablemen­te con conocimiento de la bibliografía oriental sobre el tema, es­cribió un tratadito sobre la construcción del astrolabio que nos ha conservado el manuscrito misceláneo de Vajda. En ese tratado encontramos la división típica de las obras del género: una pri­rnera parte dedicada a establecer las reglas necesarias para el tra­zado del cañamazo de las láminas y una segunda consagrada a dar las reglas para su manejo que el autor deduce a partir del teorema de Menelao (ash-shakl al-qattâ'). Esta última parte, abor­da una serie de problemas destinados a solucionar el paso entre coordenadas celestes, ecuatoriales y horizontales, utilizando para la latitud el valor de 38° 30' que corresponde a Córdoba. Para la solución de esos problemas emplea la trigonometría esférica, conocida en la época, manejando exclusivamente una tabla de senos y resolviendo sólo triángulos esféricos rectángulos.
En el mismo manuscrito, sigue una tabla que tiene por títu­lo «Lugares de las estrellas fijas según las observaciones de Mas­lama bn Ahmad, realizadas hacia el fin del año 367/978 de la héjira siguiendo el método de al-Battâni y teniendo en cuenta sólo las estrellas empleadas en la red del astrolabio». Esta tabla ha sido publicada por M. Destombes.
Maslama es además autor de una adaptación de las Tablas pequeñas de al-Juwarizmî al meridiano de Córdoba y a la héjira.
La traducción árabe del planisferio fue traducida al latín por Herman Dálmata en 1143 y no por Rodolfo de Brujas como se creía. Esta versión fue editada en 1536 en Basilea y, algo más tarde (1558), en Venecia con notas de F. Commadinus, quien conservó las notas de Maslama al texto griego. Afortunadamente el texto árabe de las notas -introducido fre­cuentemente por una cita de Tolomeo- se nos conserva en el misceláneo de Vajda bajo el título de Ta’âliq ‘alà kitâb Batlamiyûs fî sath bast al-kura y un cotejo superficial con la tra­ducción latina nos ha permitido ver que, en principio, ésta es fiel al original árabe.
Al mismo tipo de trabajo pertenecen las notas al teorema de Menelao, cuyo texto árabe parece perdido, que fueron publi­cadas y estudiadas a partir de su versión latina, por Axel Bjórn­bo y H. Suter.
El magisterio científico de Maslama fue muy notable y el cadí Ibn Sâ'id nos ha conservado noticia de sus principales dis­cípulos. Tales, por ejemplo, Abû-l-Qâsim Asbag más conocido como Ibn al-Samh, el cual escribió un tratado sobre el astrolabio: dividido en dos partes, la primera trataba de su construcción y la segunda de su uso y contenía ciento treinta capítulos; escribió además unas Tablas según las teorías indias, y el Libro de las lá­minas de los siete planetas que fue traducido al castellano en Los libros del saber de astronomía; otros discípulos fueron Abû-l ­Qâsim Ahmad, conocido como lbn as-Saffâr; Ibn al-Jayyât, astrólogo citado con elogio en las Memorias del rey zirí ‘Abd Allàh; al-Kirmânî, quien se instaló en Zaragoza; al-Zahrawî e Ibn Jaldûn de Sevilla. La difusión geográfica de sus discí­pulos permite creer que las obras de Maslama fueron conocidas muy pronto en todo al-Andalus, ejerciendo una fuerte influencia en el ulterior desarrollo y cultivo de las ciencias exactas en la Península.


No hay comentarios:

Publicar un comentario