sábado, 28 de abril de 2012

Historia de los cristianos en al-Ándalus. Mozárabes - los cristianos del Islám

MOZÁRABES, LOS CRISTIANOS DEL ISLAM

En el siglo X, muchos cristianos arabizados procedentes de al-Andalus llegaron a la España cristiana. Influidos por la brillante cultura árabe, vivían, vestían y hablaban como los musulmanes.

En el siglo X, en los pueblos y ciudades de la España cristiana había muchas gentes que hablaban, vestían y se llamaban como los árabes. Pero no eran musulmanes, sino cristianos «arabizados» llegados de al-Andalus. «Mozárabes», «muzárabes», «almosárabes», «mixtiárabes»... Con todos estos nombres se conocía en la Edad Media a los habitantes de la península Ibérica que, siendo cristianos, residían o habían residido en al-Andalus. El término procedía del vocablo árabe musta’riba, utilizado por los musulmanes para referirse a las comunidades no musulmanas que adoptaban la cultura árabe. Un «mozárabe» era, por tanto, un cristiano «arabizado». Descendía de aquellos hispanos que no huyeron al norte ni se resistieron tras la repentina invasión musulmana del año 711 y aceptaron la imposición de un nuevo orden social, político, económico y militar. Siguiendo los preceptos del Corán, que no admite la coacción en la religión, los musulmanes respetaron a cristianos y judíos que vivían bajo su dominio. Les llamaban «gentes del libro» (ahl al-kitab) y les permitían practicar su religión a condición de que no hiciesen proselitismo. La coexistencia de credos se basó en un pacto: los no musulmanes tenían libertad de culto y derecho a organizarse municipal y jurídicamente, pero a cambio debían someterse a la autoridad militar y civil islámica y pagar un impuesto especial, la jizya. Los nasara, cristianos practicantes, pervivieron así en el territorio de al-Andalus. Su propia existencia constituía un tipo de resistencia; pero paulatinamente fueron adaptándose a la cultura que les rodeaba y tomando algunas de sus costumbres. Muchos dejaron de comer carne de cerdo, algunos se circuncidaron y la mayoría aprendió árabe. La influencia fue haciéndose notar en las comidas, las fiestas, los vestidos, la arquitectura... Al mismo tiempo, el aislamiento les llevó a preservar tradiciones que los cristianos del norte de la Península iban perdiendo. Se creó, así, una cultura propia de unas comunidades muy concretas, las llamadas «mozarabías». La mayor parte de éstas se encontraban en zonas rurales, pero las de más peso estaban en urbes como Córdoba, Mérida, Sevilla, Granada, Toledo o Zaragoza. En esos lugares, la población anterior a la ocupación islámica, formada por hispanorromanos, visigodos y judíos, se integró con mayor facilidad en la cultura de los conquistadores. Pronto empezaron a multiplicarse los «muladíes»: eran conversos al Islam o descendientes de matrimonios mixtos que pasaban obligatoriamente a ser musulmanes. A causa de ello, el porcentaje de la población cristiana fue decreciendo. La medicina, por ejemplo, era estudiada a partir de escritos latinos y practicada sobre todo por cristianos, judíos y muladíes. Éstas tres comunidades constituían también la mayoría de los astrólogos y de los farmacéuticos. La convivencia pasó, sin embargo, por momentos de tensión, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo IX. Muchos cristianos emigraron de al-Andalus para participar en el proceso repoblador de la Meseta norte que, impulsado por los reyes leoneses, se llevó a cabo en los siglos X y XI. Los cristianos que habían vivido en al-Andalus llevaron consigo a la Meseta algunos de los rasgos del mestizaje cultural del que procedían. El avance de la Reconquista cristiana no terminó con el fenómeno mozárabe. Al contrario, éste ganó un peso aún mayor. Especial importancia tuvo la conquista de Toledo por Alfonso VI, en 1085. A diferencia de lo que ocurriría más tarde en la conquista de las grandes urbes andaluzas, en Toledo no hubo un desalojo de los musulmanes para dar paso a los cristianos, sino que la mayor parte de la población, de origen hispanocristiano, permaneció en la ciudad. Quizá por ello, la élite mozárabe mantuvo el control del gobierno local. A Toledo emigraron en el siglo XII cristianos y judíos andalusíes, que huían de la llegada de los almohades, dinastía de origen bereber que rompió con la tradición de relativa tolerancia que había imperado hasta entonces en al-Andalus. Durante bastante tiempo, el árabe se siguió hablando y escribiendo en Toledo. En el siglo XIV, este fenómeno ya agonizaba. El castellano se había impuesto como lengua escrita y hablada, y los nombres de los toledanos, y de sus antepasados, volvían a ser latinos.


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