ESCUELA DE TRADUCTORES DE TOLEDO
Es el proceso de
traducción e interpretación de textos clásicos greco-latinos. Por eso es grave
anacronismo atribuir sólo la «Escuela de traductores de Toledo» al periodo
alfonsí: ¿Cómo se hubiera explicado la posibilidad de un Santo Tomás de
Aquino sin la labor desplegada por los «traductores» españoles del siglo XII?
También se
incurre en confusión al querer equiparar traducciones realizadas en otros
lugares al núcleo vertebrador triunfante que representa Toledo. Sería ridículo
suponer que toda la traslación del legado clásico alejandrino pasara por manos «toledanas»,
pues mecanismos similares se produjeron en otros sitios, pero anegar y disolver
el significado y la importancia de la tarea realizada en Toledo sólo puede
entenderse desde una voluntad anacrónica de exaltar ciertas independencias
culturales de mucha menor influencia, y en todo caso incomparables al curso
triunfante que se cuajó en Toledo, momento importante de la consolidación y
expansión definitiva de la lengua española.
A partir de 1085,
año en que Alfonso VI
conquistó Toledo, la ciudad se constituyó en un importante centro de
intercambio cultural. El arzobispo don Raimundo de
Sauvetat quiso aprovechar la coyuntura que hacía convivir en armonía
a cristianos, musulmanes y judíos auspiciando diferentes proyectos de
traducción cultural demandados en realidad por todas las cortes de la Europa
cristiana. Por otra parte, con la fundación de los studii de Palencia
(1208) y de Salamanca
(1218) por Alfonso VIII y Alfonso IX, respectivamente, se había
propiciado ya una relativa autonomía de los maestros y escolares respecto a las
scholae catedralicias y en consecuencia fue
estableciéndose una mínima diferenciación profana de conocimientos de tipo
preuniversitario, que ya en tiempo de Fernando III
va acercándose a la Corte y no espera sino la protección y apoyo decidido de un
monarca para consolidarse por entero. Alfonso X el Sabio
alentó el centro traductor que existía en Toledo desde la época de Raimundo de
Sauvetat que se había especializado en obras de astronomía y de leyes. Por otra
parte, fundará en Sevilla unos Studii o Escuelas
generales de latín y de arábigo que nacen ya con una vinculación claramente
cortesana. Igualmente, fundará en 1269 la Escuela
de Murcia, dirigida por el matemático Al-Ricotí. Es así, pues, que
no cabe hablar de una Escuela de traductores propiamente dicha, y ni siquiera
exclusivamente en Toledo, sino de varias y en distintos lugares. La tarea de
todas estas escuelas fue continua y nutrida por los proyectos de iniciativa
regia que las mantuvieron activas al menos entre 1250 y la muerte del monarca
en 1284, aunque la actividad de traducción no se ciñera exclusivamente a ese
paréntesis.
Conocemos algunos
nombres de traductores: el segoviano Domingo Gundisalvo,
que traducía al latín desde la versión en lengua vulgar del judío converso
sevillano Juan Hispalense,
por ejemplo. Gracias a sus traducciones de obras de astronomía y astrología y
de otros opúsculos de Avicena, Algazel, Avicebrón y otros, llegaron a Toledo desde
toda Europa sabios deseosos de aprender in situ de esos maravillosos
libros árabes. Estos empleaban generalmente como intérprete a algún mozárabe o judío (como Yehuda ben Moshe) que vertía en lengua
vulgar o en latín bajomedieval las obras de Avicena o Averroes. Entre los ingleses que estuvieron
en Toledo se citan los nombres de Roberto
de Retines, Adelardo de Bath,
Alfredo
y Daniel
de Morlay y Miguel Escoto,
a quienes sirvió de intérprete Andrés el judío; italiano fue Gerardo de Cremona,
y alemanes Hermann
el Dálmata y Herman el Alemán.
Gracias a este grupo de autores los conocimientos árabes y algo de la sabiduría
griega a través de estos penetró en el corazón de las universidades extranjeras
de Europa. Como fruto secundario de esa tarea, la lengua castellana incorporó
un nutrido léxico científico y técnico, frecuentemente
acuñado como arabismos, se civilizó, agilizó su sintaxis
y se hizo apto para la expresión del pensamiento, alcanzándose la norma
del castellano
derecho alfonsí.
Bibliografía
- Fernando Gómez Redondo, Historia de la prosa
medieval castellana. Madrid, Cátedra, 1998, 2 vols.
- Ángel González Palencia, Don Raimundo y los
traductores de Toledo, Madrid, 1942.
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