ALMERÍA: LAS ÚLTIMAS ETAPAS MUSULMANAS
Almería almohade:
una recuperación imposible
Consolidado en
Marruecos el poder del califa almohade, éste es solicitado por los andaluces
para que prestara más atención a sus fronteras. El califa decide llevar a cabo
una campaña de recuperación contra los cristianos españoles, estimando que el
primero y más importante de los objetivos era recuperar Almería, por
encontrarse en el punto de enlace oriental y occidental de al-Andalus.
De hecho, en
1157, la ciudad se ve sometida a un asedio por parte de los almohades. El
ataque de una gran tropa, obligó a los cristianos a abandonar la ciudad y a
buscar refugio en la alcazaba. Alfonso VII, viendo la imposibilidad de mantener
Almería, regresó a Castilla con sus tropas. Un mes después, los defensores de
la Alcazaba, faltos de víveres, capitularon. Almería pasó a formar parte de la
circunscripción de Granada.
Instalados los
almohades en la ciudad, Abu-l-Abbás gobernador de la misma, se dispuso a
reconstruir todo lo dañado. Reparó la mezquita mayor (aún hoy se conserva el
mihrab almohade) y reconstruyó el arrabal de la Musalla, pero la ciudad, como
anteriormente señalábamos, nunca llegó a recuperarse. Las excavaciones
arqueológicas actuales ponen de manifiesto la transformación urbana que sufrió
la misma. En el solar de Talleres Cabezuelo se ha documentado el cambio que se
produce entre el urbanismo taifa/almorávide (siglo XI) y el urbanismo almohade
(siglo XII/XIII). Se pasa de las grandes casas con patio central de más de 30 m2 . y acceso geminado, a las
pequeñas viviendas con apenas 50
m2 .
Algunos años
después, la situación económica de Al-Andalus se hizo crítica a consecuencia de
una persistente sequía. La carestía provocó, en el año 1227, un descontento en
la población que terminó en disturbios generalizados. Las sublevaciones se
hicieron frecuentes en las regiones fronterizas de al-Andalus, y
fundamentalmente dos focos, Murcia y Valencia, debilitaron el poder almohade,
que diez años después daba paso al reino nazarí de Granada.
Almería en la
órbita del reino nazarí granadino
De la misma
manera que en tiempos del califato cordobés muchos príncipes cristianos eran
vasallos de los califas musulmanes, a partir del fuerte empuje cristiano en la
mitad del siglo XIII, el último reino musulmán, el de Granada, sobrevivió
gracias a haber aceptado una teórica soberanía cristiana.
En una pequeña
ciudad, Arjona (Jaén), se fraguaba el dominio de la dinastía nazarí. En el año
1232, fue proclamado sultán Muhammad b. Yusuf b. Nasr. Pronto extendió su
dominio y autoridad sobre ciudades como Jaén, Guadix, Baza y Córdoba.
Seguidamente se declaró vasallo del rey Fernando III de Castilla y se dedicó a
consolidar los dominios que serían la base del reino nazarí. En 1238 realizó su
entrada en Granada. Ese mismo año, aunque hay algunas discrepancias en los
autores árabes, Almería era tomada por los nazaríes. El carácter fronterizo de
la provincia de Almería con el reino cristiano de Murcia, obligó a reforzar
todo tipo de defensas. Surgen así numerosas atalayas, tanto en la costa como en
el interior. Se reparan las defensas de la ciudad de Almería y las de la
Alcazaba.
En pleno apogeo
nazarí, la Alcazaba de Almería fue vértice del triángulo fuerte del Reino de
Granada, junto a la Alhambra granadina y la Alcazaba de Málaga. El puerto de la
ciudad, junto con el de Málaga y Motril, siguió siendo punto importante de
transacciones comerciales hacia los reinos cristianos y el Norte de Africa. Sin
embargo, la ciudad seguía su decadencia. El barrio occidental, el-Hawd (El
Aljibe), tan populoso antaño, se encuentra ya despoblado, según nos relata
al-Umari (s. XIV).
En 1309 la ciudad
sufre un nuevo asedio. Jaime II, partiendo de Valencia llegó, por Sorbas y
Tabernas, hasta Almería. Los nazaríes tuvieron que derribar las casas que
entorpecían la defensa de la Alcazaba y tapiar las puertas de la ciudad. Este
hecho se ha constatado en varias de las excavaciones arqueológicas realizadas
en la línea sur de la muralla de la ciudad. En un lienzo situado en el Colegio
Inés Relaño se documentó un puerta tapiada, así como en otro situado entre la
calle Alborán y Cruz. Fue un largo asedio que duró casi seis meses, pero al
final la ciudad resistió, postergando la conquista cristiana más de un siglo y
medio.
Tras el período
de subalimentación generado por el hambre de 1329, la peste negra encontró un
terreno propicio para su desarrollo en las poblaciones del extremo oriental de
la provincia de Almería, llegando a la metrópoli de Almería, donde generó hasta
setenta muertos por día. Hacia mediados del siglo XV, varios flancos del reino
nazarí van cayendo en manos cristianas. En plena crisis interna del reino
nazarí, Boabdil tuvo que escapar de Granada hacia Guadíx, para terminar
instalándose en Almería, donde se proclamó rey. Poco después, dejando de
gobernador a su hermano Yusuf, volvió a Granada.
En 1485, el
Zagal, al mando de un ejército numeroso, asedió Almería durante seis meses,
hasta que sucumbió. Boabdil y su familia lograron escapar a tierras murcianas,
aunque su hermano Yusuf fue ajusticiado. Un año después, Boabdil consigue
llegar nuevamente a Granada.
COMERCIO EXTERIOR
Los viajes con
destino al reino nazarí se hacen más frecuentes a partir de principios del
siglo XV (1406-1409), siendo el puerto de Almería el destino más habitual. El
comercio exterior en la etapa nazarí, no siempre estuvo en manos de los
genoveses, sino que participaron ampliamente los mallorquines y los catalanes y
evidentemente los súbditos de los sultanes nazaríes. La actividad de los
mercaderes musulmanes de Almería también fue intensa, las mercancías importadas
eran variadas.
Constituían el
complemento de la producción local en productos alimenticios: especias de
Oriente (pimienta, moscada y canela) y sobre todo trigo de Orán y de Honein
descargado en Almería por mediación de los genoveses (siglo XV), así como
pieles y cueros del Norte de Africa. Almería seguía siendo un eslabón
fundamental en la escala hacia los puertos africanos de Orán, Honein,
Mostaganem y Bugía.
LA CERÁMICA
MANGANESO-ESGRAFIADO
Isabel Flores
Escobosa.
La técnica del
manganeso-esgrafiado consiste en aplicar a las vasijas una cubierta a base de
óxido de manganeso y rasgar con ayuda de punzones, para dejar aparecer el barro
y componer los motivos decorativos. Esta cerámica aúna dos aspectos técnicos:
primero, la utilización del manganeso que en el mundo andalusí es bastante
temprana. Segundo, porque sirve para perfilar motivos decorativos realizados en
otras técnicas como la conocida cerámica verde-manganeso califal o la cuerda
seca total o parcial.
Por otro lado, la
aplicación del esgrafiado, que se considera inspirado en los vasos metálicos,
está presente en Al-Andalus en el siglo XII, coexistiendo la cerámica
manganeso-esgrafiada con la loza dorado-esgrafiada. Su perduración llega hasta
el mundo tardo-nazarí, al menos en Almería, donde es habitual encontrarlo en
jarras con doble anillo de fondo y temas decorativos ajenos ya a una estética
exclusivamente islámica, con temas como, por ejemplo, el león rampante.
LA LOZA DORADA
Isabel Flores
Escobosa.
En la Almería islámica
existió la fabricación de loza dorada, hecho corroborado por Ibn Said al
citarla junto a Murcia y Málaga como productora de dicha especialidad. El
dorado es un resultado obtenido a base de sulfuros de cobre y plata, almagra,
cinabrio y vinagre como diluyente, que se aplica a las piezas cerámicas después
de realizar su torneado y esmaltado. Una vez cocida la pieza con atmósfera
reductora, se decora con dorado, volviendo al horno esta vez con atmósfera
reductora y combustión incompleta. Como los residuos se adhieren a las piezas,
finalmente hay que frotarlas para que aparezca el dorado. Esta técnica puede
realizarse en relieve mediante la utilización de molde, en dorado-esgrafiado,
fechadas en el siglo XII-XIII con perduraciones posteriores, y en azul y dorado,
distintivas ya del período nazarí.
La fabricación de
loza dorada conecta con el sentido religioso islámico de la utilización de un
material perecedero, capaz de dar un efecto de riqueza (dorado) sin tenerlo
realmente.
EL CONSUMO DE
HACHÍS
Mª. del Mar
Muñoz Martín.
Hasta ahora no se
puede precisar la introducción del consumo de hachís en la Península Ibérica,
aunque algunas fuentes lo mencionan ya en el siglo XI, tal como ocurre con una
cita perdida en el libro al-Mujassas del murciano Ibn Said, que permite casi
asegurar que esta práctica fue de uso común, bien por placer o para combatir el
mareo a bordo de los buques. Otro testimonio documental de Ibn al-Jatib nos
informa de su consumo en la Granada nazarí, aunque también se sabe que la
utilizaron en el mundo cristiano. Las pipas para hachís constan de cazoleta o
cenicero, donde se quema la hierba y una doble boquilla. La mayor sirve de tiro
a la cazoleta y en la menor se encajaría un estrecho tubo de cerámica, madera o
caña. Adoptan formas caprichosas y también se realizaron a molde. Algunos
estudios recientes han fechado su presencia en los siglos XII-XIII, en función
de la similitud que presentan con piezas magrebíes del período almohade.
EL ESPACIO
URBANO: LA CIUDAD
Julián
Martínez
"En el
punto más elevado de la ciudad se yergue su Alcazaba, que está sobre un monte
aislado y aparece cercada por una sólida muralla. Su antigua Madina está
rodeada por un admirable cinturón de murallas. Del mismo modo, su arrabal
oriental (Musalla) está amurallado de forma que su cerca está tocando a la
madina. Fue el fatá Jayrán quien amuralló el arrabal. También el arrabal
occidental (Al-Hawd) posee un cinturón de murallas que lo une a la
madina." al-Udri, 1003/1085
EL MUNDO URBANO:
LA CIUDAD Y SU ARTICULACIÓN
INTRODUCCIÓN
A lo largo del
desarrollo histórico precedente hemos realizado una aproximación a la evolución
de dos ciudades, la de Pechina y la de Almería. Ahora nos disponemos a dibujar
un esquema general de la ciudad musulmana y a fragmentar algunos de sus
espacios más significativos para el desarrollo de la vida política,
administrativa, social y económica de un área urbana como la de Almería.
Previamente, nos
gustaría señalar que en Almería, al igual que en otras ciudades, la arqueología
urbana está permitiendo acercarse a la globalidad de los aspectos materiales de
su pasado. Desde los espacios de los vivos, -fortificaciones, construcciones
públicas y domésticas, etc.-, hasta los espacios de los muertos -necrópolis-.
LA ALCAZABA
La Alcazaba constituye
la cúspide de la pirámide que organiza la ciudad. En ella residía el poder
político y religioso y, desde ella, partían las defensas fortificadas que
abrazaban la ciudad. Su particular configuración la determina el cerro sobre el
que se asienta y al que se adapta perfectamente.
La Alcazaba, en
su relación original con la ciudad, responde a la tradición oriental de las
ciudades con recinto separado. La muralla no sólo sirve para defenderse de los
enemigos, sino también para aislarse y separase del resto de la urbe. Es como
una pequeña ciudadela, que podía mantener su autonomía frente a la propia
ciudad. Sus puertas se convertían en el paso obligado de una relación dinámica
con la trama urbana. En el espacio actual se pueden observar tres recintos diferenciados:
Los dos primeros, separados por el Muro de la Vela, corresponden al diseño
musulmán, el tercero a la última incorporación cristiana (siglo XVI).
Los accesos hasta
ella se desarrollaron con un complicado sistema de defensa. Primero, en el
norte, con una puerta protegida por una línea de muralla con torres al
exterior, después al sur, con una torre casi albarrana y un recinto cerrado,
desde el que se accedía a la puerta de la torre de la Justicia, con entrada en
recodo. Esta última corresponde a la entrada actual.
Aunque hoy día el
primer recinto está dedicado a jardines, las recientes excavaciones
arqueológicas han permitido documentar su naturaleza original. Nos encontramos
frente a un espacio que estaba totalmente urbanizado, con casas, aljibes y baños,
que a veces se utilizó como necrópolis. Por tanto, opuesto a un espacio vacío
como han venido reflejando, sistemáticamente, todas las referencias
historiográficas.
Por su parte, en
el segundo recinto, se pueden distinguir las construcciones de lo que fue una
autentica ciudad palaciega, dotada de las dependencias más necesarias:
mezquita, baños, aljibes, etc. Este espacio acogió el palacio de Al-Mutasin tan
renombrado en todas las fuentes escritas, debido a su riqueza ornamental.
PALACIO DE
AL-MUTASIN
El símbolo más
característico de la arquitectura andalusí del siglo XI son los palacios de los
príncipes, que resumen perfectamente la personalización del poder que
caracterizó la política de las taifas. Entre los más citados aparecen los de
Sevilla y Almería, aunque el único parcialmente conservado es de al-Muqtadir,
de Zaragoza. Al-Udri facilita informaciones muy concretas sobre el conjunto de
las construcciones principescas edificadas en aquella época en la gran ciudad
de Almería. Estas comprendían, por una parte, importantes instalaciones
destinadas a embellecer la vieja qasaba o ciudadela que dominaba la urbe, por
otra, una rica residencia extraurbana de recreo situada cerca de las murallas
de la ciudad. Al-Udri describe un gran palacio (qars) situado en el interior de
la qasaba, en el que coincidían un jardín, un salón destinado a las recepciones
(maglis) y una residencia privada.
Aunque a lo largo
del tiempo varió, la tipología formal del jardín se convirtió en un elemento
fijo de la arquitectura palatina, en un aspecto indispensable en el lenguaje
del lujo y del prestigio. La distribución del palacio debió responder en lo
esencial a la tradicional casa musulmana, con estancias para verano e invierno,
alcobas multifuncionales, organizadas en torno a un patio central abierto. Se
adoptó el esquema de patio de crucero, utilizado ya en otros lugares de
Al-Andalus y de Oriente.La descripción de los alcázares almerienses da una idea
cabal del nivel artístico alcanzado por la taifa mediterránea a mediados del siglo
XI.
LAS MURALLAS DE
MADINAT AL-MARIYYA
Las murallas no
son un elemento aislado en el paisaje urbano, sino una de las partes más
características de su fisonomía, delimitando claramente su realidad espacial
frente al exterior, el mundo rural.
También las
murallas servían de conexión lineal a lo largo de todo su perímetro. Sin
embargo, esta relación era de carácter militar y estaba perfectamente
controlada. La Alcazaba, también aparece unida y separada a la vez por los
lienzos de muralla.
Actualmente, el conjunto
de murallas conservadas en nuestra ciudad es importante, destacando el
perímetro de la Alcazaba y la muralla que atraviesa la Hoya, formada por un
lienzo con diez torres cuadrangulares que sube a San Cristóbal y se encamina
hacia la calle Antonio Vico. En la Fuentecica, existe un tramo de lienzo y los
restos de una torre que guardaba una puerta. Asimismo, también se mantienen en
pie tramos de lienzo y torres en Pescadería y La Chanca. Por último, señalar
que varias excavaciones arqueológicas, realizadas en la línea de fachada del
Parque Nicolás Salmerón, han permitido documentar el antiguo trazado de la
muralla sur de la ciudad. En el actual colegio Inés Relaño se conserva, en su
sótano, un lienzo de muralla con una puerta.
LA MEDINA COMO
SOPORTE ECONÓMICO, SOCIAL Y RELIGIOSO
La fundación de
ciudades es esencial para el mundo islámico. En ellas radica su propia
estructura socioeconómica, haciendo posible que se articule el comercio lejano
con el modelo de producción del pequeño mercado simple. Su clase dirigente,
diversa, es esencialmente urbana. La integran cortesanos, mercaderes y
religiosos. En torno a ellos, con menor importancia social pero con gran peso
específico en el nivel económico, están los artesanos.
En el centro de
la medina los elementos institucionales (mezquita mayor, baños, alhóndiga,
alcaicería y atarazanas) mantenían las conexiones en torno a las cuales giraba
la vida política, religiosa y económica de la ciudad. En estos espacios los
asuntos públicos y privados se resolvían de manera inmediata y sin dilación.
Desde el centro, calles que se ramificaban, laberínticas y estrechas,
salpicadas por escasos huecos en las fachadas, otorgaban privaticidad a la
vivienda musulmana. En efecto, la casa, aunque de diferentes tipos, siempre se
articulaba hacia el interior, con un dominio de lo privado reforzado por sus
altos muros y las pocas aberturas externas.
Mientras que en
el siglo X la ciudad ocupaba unas 23 hectáreas , en el siglo XI superó las 80 hectáreas , frente a
las 76 hectáreas
de Granada. La población posiblemente alcanzó los 35.000 habitantes. En los
siglos siguientes (etapa nazarí), Almería vio reducida su superficie habitada,
mientras que Granada alcanzó en el siglo XIV-XV las 180 hectáreas
ocupadas.
A lo largo de la
última década, se han excavado numerosos espacios domésticos en los tres
barrios de la Almería musulmana. Conocemos así la planimetría de casas
taifas/almorávides con grandes patios centrales y entradas geminadas estudiadas
en Talleres Cabezuelo (Avda. del Mar, esquina calle General Luque), donde
también se documentó la remodelación almohade, que sigue el mismo trazado de
las calles y compartimenta más las habitaciones interiores. Pero más numerosas
han sido las excavaciones en la almedina y en el barrio de la Musalla. En este
último, es frecuente la aparición de estancias cuyas paredes están decoradas
con estucos, primero dibujados con un trazado fino inciso y finalmente pintados
en rojo, en ocre o en blanco, formando zócalos decorativos como los aparecidos
en el Paseo de Almería a finales de 1986.
Precisamente, la
excavación arqueológica de las viviendas ha permitido conocer en su propio
contexto numerosos materiales muebles que están permitiendo seriar las
importantes producciones locales de cerámica que soportaban diversas funciones
(almacenamiento, transporte, servicio de mesa, etc).
El conjunto de
casas se distribuían en manzanas delimitadas por calles estrechas, que formaban
barrios. Gracias, también, a la arqueología, hoy sabemos que las calles
constituían el eje del saneamiento de las aguas residuales, en ellas aparecen
los pozos negros que recogían la evacuación de las casas. Los barrios solían
estar habitados por personas de la misma profesión (barrios artesanales), de la
misma religión o procedencia. Normalmente contaban con su propio baño, su
escuela y oratorio o pequeña mezquita.
La ciudad se
conformaba así como funcional y simple, en la que también existían calles
principales que partiendo de las puertas atravesaban el núcleo urbano. Pero
entre los espacios públicos destacaban las mezquitas, lugar de reunión de los
fieles para la oración del viernes.
A extramuros de
la ciudad se situaba un área industrial de importancia fundamental: los
alfares. Mal conocidos hasta hoy, ahora empiezan a excavarse algunos hornos que
permitirán un mejor conocimiento de las producciones locales. Estas
producciones cerámicas almerienses son exportadas a numerosos puntos de
al-Andalus y posiblemente a lugares extrapeninsulares, tal como parece sugerir
la localización, en las costas del Cabo de Gata, de un barco hundido con un
cargamento de cerámica nazarí.
EL PUERTO Y EL
TRÁFICO MARÍTIMO
Dadas las
particularidades de las comunicaciones interiores y la localización
privilegiada de la bahía de Almería, con respecto al norte de Africa y el Mediterráneo,
es fácil entender que su puerto se convirtiera en el pulmón comercial de la
ciudad. Las dimensiones del mismo eran superiores a las de otros puertos
andalusíes, contando con atarazanas, dársena y muelle. En la época omeya, según
al-Jatib, podía albergar una flota permanente de 200 a 300 unidades. A ellas
habría que unir la importante flota mercante. La actividad comercial fue tan
importante que se hizo necesario incorporar una flota de barcazas, denominadas
ayfan, destinadas a facilitar el embarque y desembarco.
Al-Udri nos
describe la atarazana de Almería dividida en dos partes: "...la primera
sección se halla dedicada a la construcción de navíos de guerra, pertrechos y
equipos militares. En la otra parte se halla la alcaicería, donde cada uno de
sus productos está ordenado según el grado de semejanza".
LAS NECRÓPOLIS:
EL ESPACIO DE LOS MUERTOS
Un visitante que
llegara a la madina de Almería, vería de lejos la dominancia de sus murallas,
pero, poco a poco, al acercarse a sus puertas, lo primero que encontraba era el
espacio de los muertos, la necrópolis. El cementerio de las ciudades islámicas
se situaba, por lo general, en el exterior o en la periferia del núcleo urbano,
en los grandes ejes de los caminos que llegaban a través de sus puertas
principales. Las murallas servían así, también, para separar el espacio de los
vivos del espacio de los muertos. Como es lógico a lo largo de su larga
historia, Almería islámica ha contado con diversos espacios destinados al
enterramiento de sus muertos quehan ido evolucionando de acuerdo a la propia
dinámica de la ciudad.
LA NECRÓPOLIS DE
XAREA VIEJA
El más antiguo
que citaban las fuentes era el de la musallà (oratorio) o xarea vieja (maqbarat
saria qadima). Corresponde a la Almería califal y taifa y su localización se ha
conocido a final de los años ochenta, gracias a los trabajos de arqueología
urbana desarrollados en Plaza Vieja, Calle Mariana y Calle Marín. Las
investigaciones han determinado la existencia de áreas de enterramiento
públicas frente a otras de carácter privado. Como podemos comprobar se situaba
en el camino de Pechina que terminaba en una de las puertas de la ciudad,
documentada recientemente en el subsuelo del Palacio de los Marqueses de Cabra
(Calle de la Reina, Calle Arráez).Con la ampliación, en el siglo XI, del
recinto fortificado de la ciudad esta necrópolis quedó intramuros, provocando
un sucesivo abandono de su utilización, de hecho en el siglo XII fue ya ocupada
por el desarrollo urbano. Por ello fue necesario habilitar nuevos espacios a
las afueras de la ciudad. En 1699 aún era posible observar algunos de los
elementos de dos cementerios musulmanes de Almería. Uno al occidente y sur de
la ciudad, y otro, a la salida de la Puerta de Purchena.
LA NECRÓPOLIS DE
LA PUERTA DE PECHINA
Por su parte, el
segundo, corresponde al cementerio islámico que se situaba inmediato a la
Puerta de Pechina (maqbarat bab Bayyana), y sobre el cual, conocemos fechas
concretas del enterramiento de personajes ilustres que nos sitúan a finales del
siglo XI. Aunque se conocen hallazgos antiguos, ha sido también la última
década la que ha convertido a este espacio en uno de los mejor conocidos a
través de la arqueología urbana. Hoy sabemos que ocupó una gran extensión que
va desde la Puerta de Pechina, Rambla Obispo Orberá, hasta la Plaza de los
Derechos Humanos, incorporando buena parte de la calle Granada.
CARACTERIZACIÓN
GENERAL DE LAS NECRÓPOLIS
Existe una
variedad amplia en la tipología de las tumbas que seguidamente resumimos:
1. Macabrillas.
2. Fosas de ladrillo (Cubierta piedra o ladrillo).
3. Fosas de piedras y mortero (Cubierta piedra).
4. Fosas de pequeñas piedras y fragmentos cerámicos.
5. Fosas excavadas en la roca.
6. Fosas excavadas en la tierra.
2. Fosas de ladrillo (Cubierta piedra o ladrillo).
3. Fosas de piedras y mortero (Cubierta piedra).
4. Fosas de pequeñas piedras y fragmentos cerámicos.
5. Fosas excavadas en la roca.
6. Fosas excavadas en la tierra.
En todos los
casos, el individuo aparece orientado de Este a Oeste, con la cabeza en el
Oeste y mirando hacia el Sur. Algunos individuos descansan sobre el costado
derecho, mientras que otros lo hacen sobre la espalda. Los pies, al igual que
la cabeza, aparecen orientados hacia el Sur.
Ajuares y depósitos
funerarios son elementos extraños en el mundo islámico de los muertos. Por ello
llama poderosamente la atención la presencia de algún tipo de depósito
funerario como las jarras de manganeso o los candiles documentados en algunas
sepulturas. Este hecho, aunque escaso, es recurrente en otras necrópolis
andalusíes.
Como elemento
destacable habría que señalar la utilización de macabrillas prismáticas y las
lápidas conocidas como "estelas
almerienses" realizadas en mármol blanco de Macael.La
presencia de grandes áreas con abundancia de macabrillas de argamasa, contrasta
con la presencia de otras en las que sólo aparecen fosas de piedra y desechos
cerámicos. La presencia de núcleos de enterramientos privados con mayor
ocupación de espacio por individuo, también contrasta, evidentemente, con las
aglomeraciones casi imposibles de los espacios públicos. Y por si estas
evidencias fueran insuficientes, ahí están los hallazgos de epitafios labrados
en mármol con diversas tipologías, que remarcaban la diferenciación social.
EL ESPACIO
DOMÉSTICO: LA CASA
Mª. del Mar
Muñoz e Isabel Flores
La vivienda
andalusí responde a diversos tipos de estructura fundamentados en las
diferentes clases sociales. Sin embargo, siempre se vertebraban hacia el
interior, con un dominio de lo privado reforzado por sus altos muros de
cerramiento y las pocas aberturas externas. La puerta, generalmente de madera
con aldabón y ventanas, presentaba celosías que permitían a las mujeres mirar
sin ser vistas. Dominaban las casas de una sola planta, aunque también las hubo
con piso superior al que se accedía por una escalera situada en un ángulo del
patio y una galería sobre éste (saqifa). Las cubiertas se realizaban planas,
generando azoteas.
En numerosas
estancias se han documentado paredes decoradas con estucos incisos y pintados
en rojo, formando zócalos decorativos como los aparecidos en varias casas
excavadas en Almería.
En estos espacios
se han documentado toda una serie de piezas en cerámica que eran utilizadas en
la preparación y cocción de alimentos, almacenamiento y transporte, servicio de
mesa, aseo personal, juguetes, etc. El conjunto de casas se distribuían en
manzanas delimitadas por calles estrechas, que formaban barrios. Pero, en
Al-Andalus, también se realizaron lujosas mansiones de recreo a las afueras de
las ciudades (al-munyas), rodeadas de huertos y jardines. En los alrededores de
Almería, en el siglo XI, los nobles tenían mansiones llamadas bury, a las que
se retiraban a descansar al término de sus ocupaciones en la ciudad.
En líneas
generales una vivienda andalusí consta de:
A) Entrada con
zaguán, elemento propio de casas ricas y punto de unión entre el espacio
público (calle) y el privado (casa). En un lateral de éste puede situarse una
pileta de mármol o de piedra y una letrina o aseo. Hay que señalar el hecho de
la práctica común de disponer una entrada en recodo para proteger la intimidad
familiar.
B) Patio a cielo
abierto. Es el centro de todas las viviendas, el auténtico "corazón" de la casa, donde se reúne
la familia, se realizan las comidas... Puede disponer de una alberca con
surtido o bien un pozo de agua dulce.
C) Alrededor del
patio se distribuyen una serie de habitaciones a las que éste presta su luz y
la necesaria aireación. Entre ellas la cocina, que puede tener también la
función de despensa. A veces, la cocina como espacio real no existe, pudiéndose
preparar la comida en anafres y hornillos portátiles. El resto de las
habitaciones puede tener un uso polivalente: lugar de reunión o de trabajo,
establo, comedor o dormitorio, señalándose esto último por espacios acotados en
los laterales, llamados alcobas, donde se colocaban colchones, cojines, etc.
D) Algunas casas
de Al-Andalus disponían de pequeños espacios conocidos como tinajeros, donde se
guardaban las tinajas de agua.
LAS NECRÓPOLIS
ISLÁMICAS
Carmen
Mellado Sáez
El conocimiento
que teníamos hasta hace unos años de las necrópolis hispanomusulmanas de
Almería, nos ha llegado a través de dos estudios fundamentales. Uno, el de
Torres Balbás (1957), elaborado a través de las fuentes escritas y otro, el
realizado por Ocaña Jimenez (1964), basado en el análisis epigráfico de
mqabriyas y lápidas.
Sin embargo, la
documentación material de las necrópolis de Almería se deben a un proceso
reciente, localizado en la década de los ochenta y fundamentado en la
arqueología urbana. Las investigaciones recientes han permitido conocer mejor
el espacio que la cultura islámica destinaba a sus muertos.
Las sepulturas
son de diversa tipología existiendo numerosas variantes. Aquí observamos una,
realizada con paredes de ladrillo y cubierta de piedras, localizada en 1987 en
El Paso (entre calle Mariana y Calle Jovellanos).
La sepultura
anterior, una vez excavada, puso al descubierto la disposición del cadáver, en
este caso en decúbito supino con la cabeza orientada hacia el sureste, en
dirección a la Meca.
Una de las
características más destacables de estos ámbitos funerarios es el
aprovechamiento extremo del espacio. Aquí podemos ver una alineación continua
de sepulturas que ha sido afectada por una cimentación moderna. Avenida de
Pablo Iglesias.
Maqbrilla de mortero con plinto y gradas. Esta tipología es la más compleja frente a la simple fosa excavada en la tierra. Pertenece a la excavación que se realizó en la Calle Pueblo en 1987. En numerosos casos fechados a partir del siglo XI, el remate piramidal se realizó en mármol blanco con epigrafía.
Maqbrilla de mortero con plinto y gradas. Esta tipología es la más compleja frente a la simple fosa excavada en la tierra. Pertenece a la excavación que se realizó en la Calle Pueblo en 1987. En numerosos casos fechados a partir del siglo XI, el remate piramidal se realizó en mármol blanco con epigrafía.
El crecimiento de
la ciudad terminó generando áreas ciminteriales fuera de las nuevas
fortificaciones que a juzgar por las fuentes y los datos arqueológicos estaban
funcionando ya en el siglo XI. En este caso, observamos la localización del
cementerio del Aljibe (maqbara al-Hawd) que se correspondería con el área de la
Iglesia de San Roque, y el de la necrópolis de la Puerta de Pechina (maqbara
Bab-Bayyana), localizada al norte de la actual Puerta de Purchena, abarcando
desde la línea de fachada norte de Obispo Orberá, Calle Granada, Avenida Pablo
Iglesias hasta la Calle El Pueblo.
La Almería
califal tuvo al menos un cementerio (maqbara) denominado saria qadima,
localizado en la salida de la ciudad en el camino que venia de Pechina. Este
espacio, hoy día, corresponde con el área de Plaza Vieja y Calle Real.
LOS BAÑOS
Isabel Flores
y Mª del Mar Muñoz
Existieron
numerosos baños públicos en todas las ciudades y ámbitos rurales. Junto a
ellos, un "mercadillo",
un horno para cocer pan y una mezquita, formaban lo que se ha denominadocomo el
"microcosmos económico y social" del
mundo islámico.
Los baños
públicos eran frecuentados por ambos sexos, aunque las mujeres eran los
clientes más asiduos, acudiendo a ellos por las tardes. Atendidas por personal
femenino, allí se depilaban, maquillaban y perfumaban.
Además de un uso
higiénico, algunos se utilizaban con fines terapéuticas debido a la bondad de
sus aguas termales. El Idrisi relata cómo enfermos de todas las partes acudían
a los baños de Alhama (Alhama de Almería), donde permanecían hasta aliviarse o
curarse del todo.
También
constituyeron lugares donde se intercambiaban ideas y se celebraban ceremonias
como la circuncisión. Estos establecimientos eran propiedad del soberano o de
fundaciones religiosas o piadosas (hábices). Sus rentas contribuían al
funcionamiento de las mezquitas próximas.
En Almería se
conservan los baños públicos y privados del segundo recinto de la Alcazaba, los
baños de la Reina (Celín, Dalías), los de Benejí (Berja), los ya citados de
Alhama y los de Sierra Alhamilla, hoy día muy transformados.
El baño musulmán
-Hammam-, inspirado en las termas romanas aunque de menor tamaño, responde al
siguiente esquema básico: A Vestíbulo (al-bayt al-maslaj), donde se ubica el
vestuario y las letrinas. Aquí se dejaba la ropa y se tomaban toallas y calzado
con una suela alta para aislarse del suelo, debido a la alta temperatura que
alcanzaba en la sala caliente. B Sala del agua fría (al-byat al-barid), sin la
piscina natatoria existente en las termas romanas, donde acababa el proceso del
baño. C Sala del agua tibia (al-bayt al Wastani).
Generalmente la
más amplia, con pileta central y bancos para recibir los masajes. D Sala del
agua caliente (al-bayt al-asjun) con piletas. Debajo de ella está el hypocausis
(E), constituido por pequeños pilares que forman galerías por donde circula el
aire que transmite calor al suelo. Los empleados salpicaban éste con agua fría,
produciéndose así el vapor. Fuera de los baños y a una cota más baja se situaba
la caldera (F) y la leñera (G), ambas con entradas independientes. El humo y
los gases de combustión escapaban por las galerías del hypocausis hasta los
tiros o chimeneas embutidos en los muros con salida al exterior. Los baños se
cubrían mediante bóvedas con huecos de iluminación, las denominadas luceras
(H), cuyas formas diversas ornamentaban y proyectaban juegos de luces.
LA FRONTERA
NAZARÍ ORIENTAL
Julián
Martínez García
En el siglo XIII,
se establece y se conforma una frontera entre el reino de Granada y el de
Castilla. Desarrollada a lo largo del levante almeriense y norte granadino, se
encontraba una línea de fortalezas y atalayas que ejercían una función de
control territorial del reino nazarí. Tras una tierra de nadie, en la actual
provincia de Murcia, se articulaba otra línea de fortificaciones que hacían lo
propio desde el área cristiana. Como es lógico sus relaciones siempre fueron tensas
y contradictorias.
Castillo de
Xiquena, Lorca. Este enclave construido por los cristianos en el siglo XIV, es
un claro ejemplo del cambio continuo de manos que se establecieron en los
ámbitos fronterizos. En sus restos podemos distinguir una planta de trazado
cristiano, en la que destaca la incorporación de una torre nazarí.
La Torreta,
Cantoria. Otra línea de atalayas transcurría desde el frente fronterizo hacia
tierras del interior, comunicando la primera línea de fortificaciones con una
segunda red de fortalezas de retaguardia.
El Castellón,
Vélez-Rubio. Aún permanecen en pie grandes lienzos de murallas y torres del
perímetro amurallado de la fortaleza fronteriza.
Atalaya de
Montalviche o Alancín, Vélez-Blanco. Realizada para vigilar y comunicar la presencia
del enemigo. Sus localizaciones salvan las sombras de visibilidad que se
producían desde los núcleos principales.
Base de la
torreta del Charche, Vélez-Rubio. El paso del tiempo está afectando a la
conservación de un entramado de atalayas que se convirtió en un fenómeno
singular de nuestra geografía.
Atalaya de
Taibena o del Cerro Charcón (Vélez-Blanco). Es una de las torres pero
conservadas, amenaza con desaparecer.
Atalaya del Pozo
Belmonte (Vélez-Blanco). Su posición permite conectar la cuenca del río Caramel
con Vélez-Blanco.
Detalle de la
Atalaya del Pozo Belmonte. Su consolidación y recuperación permitiría disponer
de un mirador importante en el corazón de la Comarca de los Vélez.
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