viernes, 29 de junio de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. Almería: Las últimas etapas musulmanas



ALMERÍA: LAS ÚLTIMAS ETAPAS MUSULMANAS


Almería almohade: una recuperación imposible


Consolidado en Marruecos el poder del califa almohade, éste es solicitado por los andaluces para que prestara más atención a sus fronteras. El califa decide llevar a cabo una campaña de recuperación contra los cristianos españoles, estimando que el primero y más importante de los objetivos era recuperar Almería, por encontrarse en el punto de enlace oriental y occidental de al-Andalus.


De hecho, en 1157, la ciudad se ve sometida a un asedio por parte de los almohades. El ataque de una gran tropa, obligó a los cristianos a abandonar la ciudad y a buscar refugio en la alcazaba. Alfonso VII, viendo la imposibilidad de mantener Almería, regresó a Castilla con sus tropas. Un mes después, los defensores de la Alcazaba, faltos de víveres, capitularon. Almería pasó a formar parte de la circunscripción de Granada.


Instalados los almohades en la ciudad, Abu-l-Abbás gobernador de la misma, se dispuso a reconstruir todo lo dañado. Reparó la mezquita mayor (aún hoy se conserva el mihrab almohade) y reconstruyó el arrabal de la Musalla, pero la ciudad, como anteriormente señalábamos, nunca llegó a recuperarse. Las excavaciones arqueológicas actuales ponen de manifiesto la transformación urbana que sufrió la misma. En el solar de Talleres Cabezuelo se ha documentado el cambio que se produce entre el urbanismo taifa/almorávide (siglo XI) y el urbanismo almohade (siglo XII/XIII). Se pasa de las grandes casas con patio central de más de 30 m2. y acceso geminado, a las pequeñas viviendas con apenas 50 m2.


Algunos años después, la situación económica de Al-Andalus se hizo crítica a consecuencia de una persistente sequía. La carestía provocó, en el año 1227, un descontento en la población que terminó en disturbios generalizados. Las sublevaciones se hicieron frecuentes en las regiones fronterizas de al-Andalus, y fundamentalmente dos focos, Murcia y Valencia, debilitaron el poder almohade, que diez años después daba paso al reino nazarí de Granada.


Almería en la órbita del reino nazarí granadino


De la misma manera que en tiempos del califato cordobés muchos príncipes cristianos eran vasallos de los califas musulmanes, a partir del fuerte empuje cristiano en la mitad del siglo XIII, el último reino musulmán, el de Granada, sobrevivió gracias a haber aceptado una teórica soberanía cristiana.


En una pequeña ciudad, Arjona (Jaén), se fraguaba el dominio de la dinastía nazarí. En el año 1232, fue proclamado sultán Muhammad b. Yusuf b. Nasr. Pronto extendió su dominio y autoridad sobre ciudades como Jaén, Guadix, Baza y Córdoba. Seguidamente se declaró vasallo del rey Fernando III de Castilla y se dedicó a consolidar los dominios que serían la base del reino nazarí. En 1238 realizó su entrada en Granada. Ese mismo año, aunque hay algunas discrepancias en los autores árabes, Almería era tomada por los nazaríes. El carácter fronterizo de la provincia de Almería con el reino cristiano de Murcia, obligó a reforzar todo tipo de defensas. Surgen así numerosas atalayas, tanto en la costa como en el interior. Se reparan las defensas de la ciudad de Almería y las de la Alcazaba.


En pleno apogeo nazarí, la Alcazaba de Almería fue vértice del triángulo fuerte del Reino de Granada, junto a la Alhambra granadina y la Alcazaba de Málaga. El puerto de la ciudad, junto con el de Málaga y Motril, siguió siendo punto importante de transacciones comerciales hacia los reinos cristianos y el Norte de Africa. Sin embargo, la ciudad seguía su decadencia. El barrio occidental, el-Hawd (El Aljibe), tan populoso antaño, se encuentra ya despoblado, según nos relata al-Umari (s. XIV).


En 1309 la ciudad sufre un nuevo asedio. Jaime II, partiendo de Valencia llegó, por Sorbas y Tabernas, hasta Almería. Los nazaríes tuvieron que derribar las casas que entorpecían la defensa de la Alcazaba y tapiar las puertas de la ciudad. Este hecho se ha constatado en varias de las excavaciones arqueológicas realizadas en la línea sur de la muralla de la ciudad. En un lienzo situado en el Colegio Inés Relaño se documentó un puerta tapiada, así como en otro situado entre la calle Alborán y Cruz. Fue un largo asedio que duró casi seis meses, pero al final la ciudad resistió, postergando la conquista cristiana más de un siglo y medio.


Tras el período de subalimentación generado por el hambre de 1329, la peste negra encontró un terreno propicio para su desarrollo en las poblaciones del extremo oriental de la provincia de Almería, llegando a la metrópoli de Almería, donde generó hasta setenta muertos por día. Hacia mediados del siglo XV, varios flancos del reino nazarí van cayendo en manos cristianas. En plena crisis interna del reino nazarí, Boabdil tuvo que escapar de Granada hacia Guadíx, para terminar instalándose en Almería, donde se proclamó rey. Poco después, dejando de gobernador a su hermano Yusuf, volvió a Granada.


En 1485, el Zagal, al mando de un ejército numeroso, asedió Almería durante seis meses, hasta que sucumbió. Boabdil y su familia lograron escapar a tierras murcianas, aunque su hermano Yusuf fue ajusticiado. Un año después, Boabdil consigue llegar nuevamente a Granada.


COMERCIO EXTERIOR


Los viajes con destino al reino nazarí se hacen más frecuentes a partir de principios del siglo XV (1406-1409), siendo el puerto de Almería el destino más habitual. El comercio exterior en la etapa nazarí, no siempre estuvo en manos de los genoveses, sino que participaron ampliamente los mallorquines y los catalanes y evidentemente los súbditos de los sultanes nazaríes. La actividad de los mercaderes musulmanes de Almería también fue intensa, las mercancías importadas eran variadas.


Constituían el complemento de la producción local en productos alimenticios: especias de Oriente (pimienta, moscada y canela) y sobre todo trigo de Orán y de Honein descargado en Almería por mediación de los genoveses (siglo XV), así como pieles y cueros del Norte de Africa. Almería seguía siendo un eslabón fundamental en la escala hacia los puertos africanos de Orán, Honein, Mostaganem y Bugía.


LA CERÁMICA MANGANESO-ESGRAFIADO


Isabel Flores Escobosa.


La técnica del manganeso-esgrafiado consiste en aplicar a las vasijas una cubierta a base de óxido de manganeso y rasgar con ayuda de punzones, para dejar aparecer el barro y componer los motivos decorativos. Esta cerámica aúna dos aspectos técnicos: primero, la utilización del manganeso que en el mundo andalusí es bastante temprana. Segundo, porque sirve para perfilar motivos decorativos realizados en otras técnicas como la conocida cerámica verde-manganeso califal o la cuerda seca total o parcial.


Por otro lado, la aplicación del esgrafiado, que se considera inspirado en los vasos metálicos, está presente en Al-Andalus en el siglo XII, coexistiendo la cerámica manganeso-esgrafiada con la loza dorado-esgrafiada. Su perduración llega hasta el mundo tardo-nazarí, al menos en Almería, donde es habitual encontrarlo en jarras con doble anillo de fondo y temas decorativos ajenos ya a una estética exclusivamente islámica, con temas como, por ejemplo, el león rampante.


LA LOZA DORADA


Isabel Flores Escobosa.


En la Almería islámica existió la fabricación de loza dorada, hecho corroborado por Ibn Said al citarla junto a Murcia y Málaga como productora de dicha especialidad. El dorado es un resultado obtenido a base de sulfuros de cobre y plata, almagra, cinabrio y vinagre como diluyente, que se aplica a las piezas cerámicas después de realizar su torneado y esmaltado. Una vez cocida la pieza con atmósfera reductora, se decora con dorado, volviendo al horno esta vez con atmósfera reductora y combustión incompleta. Como los residuos se adhieren a las piezas, finalmente hay que frotarlas para que aparezca el dorado. Esta técnica puede realizarse en relieve mediante la utilización de molde, en dorado-esgrafiado, fechadas en el siglo XII-XIII con perduraciones posteriores, y en azul y dorado, distintivas ya del período nazarí.


La fabricación de loza dorada conecta con el sentido religioso islámico de la utilización de un material perecedero, capaz de dar un efecto de riqueza (dorado) sin tenerlo realmente.


EL CONSUMO DE HACHÍS


Mª. del Mar Muñoz Martín.


Hasta ahora no se puede precisar la introducción del consumo de hachís en la Península Ibérica, aunque algunas fuentes lo mencionan ya en el siglo XI, tal como ocurre con una cita perdida en el libro al-Mujassas del murciano Ibn Said, que permite casi asegurar que esta práctica fue de uso común, bien por placer o para combatir el mareo a bordo de los buques. Otro testimonio documental de Ibn al-Jatib nos informa de su consumo en la Granada nazarí, aunque también se sabe que la utilizaron en el mundo cristiano. Las pipas para hachís constan de cazoleta o cenicero, donde se quema la hierba y una doble boquilla. La mayor sirve de tiro a la cazoleta y en la menor se encajaría un estrecho tubo de cerámica, madera o caña. Adoptan formas caprichosas y también se realizaron a molde. Algunos estudios recientes han fechado su presencia en los siglos XII-XIII, en función de la similitud que presentan con piezas magrebíes del período almohade.


EL ESPACIO URBANO: LA CIUDAD


Julián Martínez


"En el punto más elevado de la ciudad se yergue su Alcazaba, que está sobre un monte aislado y aparece cercada por una sólida muralla. Su antigua Madina está rodeada por un admirable cinturón de murallas. Del mismo modo, su arrabal oriental (Musalla) está amurallado de forma que su cerca está tocando a la madina. Fue el fatá Jayrán quien amuralló el arrabal. También el arrabal occidental (Al-Hawd) posee un cinturón de murallas que lo une a la madina." al-Udri, 1003/1085


EL MUNDO URBANO: LA CIUDAD Y SU ARTICULACIÓN


INTRODUCCIÓN


A lo largo del desarrollo histórico precedente hemos realizado una aproximación a la evolución de dos ciudades, la de Pechina y la de Almería. Ahora nos disponemos a dibujar un esquema general de la ciudad musulmana y a fragmentar algunos de sus espacios más significativos para el desarrollo de la vida política, administrativa, social y económica de un área urbana como la de Almería.


Previamente, nos gustaría señalar que en Almería, al igual que en otras ciudades, la arqueología urbana está permitiendo acercarse a la globalidad de los aspectos materiales de su pasado. Desde los espacios de los vivos, -fortificaciones, construcciones públicas y domésticas, etc.-, hasta los espacios de los muertos -necrópolis-.


LA ALCAZABA


La Alcazaba constituye la cúspide de la pirámide que organiza la ciudad. En ella residía el poder político y religioso y, desde ella, partían las defensas fortificadas que abrazaban la ciudad. Su particular configuración la determina el cerro sobre el que se asienta y al que se adapta perfectamente.


La Alcazaba, en su relación original con la ciudad, responde a la tradición oriental de las ciudades con recinto separado. La muralla no sólo sirve para defenderse de los enemigos, sino también para aislarse y separase del resto de la urbe. Es como una pequeña ciudadela, que podía mantener su autonomía frente a la propia ciudad. Sus puertas se convertían en el paso obligado de una relación dinámica con la trama urbana. En el espacio actual se pueden observar tres recintos diferenciados: Los dos primeros, separados por el Muro de la Vela, corresponden al diseño musulmán, el tercero a la última incorporación cristiana (siglo XVI).


Los accesos hasta ella se desarrollaron con un complicado sistema de defensa. Primero, en el norte, con una puerta protegida por una línea de muralla con torres al exterior, después al sur, con una torre casi albarrana y un recinto cerrado, desde el que se accedía a la puerta de la torre de la Justicia, con entrada en recodo. Esta última corresponde a la entrada actual.


Aunque hoy día el primer recinto está dedicado a jardines, las recientes excavaciones arqueológicas han permitido documentar su naturaleza original. Nos encontramos frente a un espacio que estaba totalmente urbanizado, con casas, aljibes y baños, que a veces se utilizó como necrópolis. Por tanto, opuesto a un espacio vacío como han venido reflejando, sistemáticamente, todas las referencias historiográficas.


Por su parte, en el segundo recinto, se pueden distinguir las construcciones de lo que fue una autentica ciudad palaciega, dotada de las dependencias más necesarias: mezquita, baños, aljibes, etc. Este espacio acogió el palacio de Al-Mutasin tan renombrado en todas las fuentes escritas, debido a su riqueza ornamental.


PALACIO DE AL-MUTASIN


El símbolo más característico de la arquitectura andalusí del siglo XI son los palacios de los príncipes, que resumen perfectamente la personalización del poder que caracterizó la política de las taifas. Entre los más citados aparecen los de Sevilla y Almería, aunque el único parcialmente conservado es de al-Muqtadir, de Zaragoza. Al-Udri facilita informaciones muy concretas sobre el conjunto de las construcciones principescas edificadas en aquella época en la gran ciudad de Almería. Estas comprendían, por una parte, importantes instalaciones destinadas a embellecer la vieja qasaba o ciudadela que dominaba la urbe, por otra, una rica residencia extraurbana de recreo situada cerca de las murallas de la ciudad. Al-Udri describe un gran palacio (qars) situado en el interior de la qasaba, en el que coincidían un jardín, un salón destinado a las recepciones (maglis) y una residencia privada.


Aunque a lo largo del tiempo varió, la tipología formal del jardín se convirtió en un elemento fijo de la arquitectura palatina, en un aspecto indispensable en el lenguaje del lujo y del prestigio. La distribución del palacio debió responder en lo esencial a la tradicional casa musulmana, con estancias para verano e invierno, alcobas multifuncionales, organizadas en torno a un patio central abierto. Se adoptó el esquema de patio de crucero, utilizado ya en otros lugares de Al-Andalus y de Oriente.La descripción de los alcázares almerienses da una idea cabal del nivel artístico alcanzado por la taifa mediterránea a mediados del siglo XI.


LAS MURALLAS DE MADINAT AL-MARIYYA


Las murallas no son un elemento aislado en el paisaje urbano, sino una de las partes más características de su fisonomía, delimitando claramente su realidad espacial frente al exterior, el mundo rural.


También las murallas servían de conexión lineal a lo largo de todo su perímetro. Sin embargo, esta relación era de carácter militar y estaba perfectamente controlada. La Alcazaba, también aparece unida y separada a la vez por los lienzos de muralla.


Actualmente, el conjunto de murallas conservadas en nuestra ciudad es importante, destacando el perímetro de la Alcazaba y la muralla que atraviesa la Hoya, formada por un lienzo con diez torres cuadrangulares que sube a San Cristóbal y se encamina hacia la calle Antonio Vico. En la Fuentecica, existe un tramo de lienzo y los restos de una torre que guardaba una puerta. Asimismo, también se mantienen en pie tramos de lienzo y torres en Pescadería y La Chanca. Por último, señalar que varias excavaciones arqueológicas, realizadas en la línea de fachada del Parque Nicolás Salmerón, han permitido documentar el antiguo trazado de la muralla sur de la ciudad. En el actual colegio Inés Relaño se conserva, en su sótano, un lienzo de muralla con una puerta.


LA MEDINA COMO SOPORTE ECONÓMICO, SOCIAL Y RELIGIOSO


La fundación de ciudades es esencial para el mundo islámico. En ellas radica su propia estructura socioeconómica, haciendo posible que se articule el comercio lejano con el modelo de producción del pequeño mercado simple. Su clase dirigente, diversa, es esencialmente urbana. La integran cortesanos, mercaderes y religiosos. En torno a ellos, con menor importancia social pero con gran peso específico en el nivel económico, están los artesanos.


En el centro de la medina los elementos institucionales (mezquita mayor, baños, alhóndiga, alcaicería y atarazanas) mantenían las conexiones en torno a las cuales giraba la vida política, religiosa y económica de la ciudad. En estos espacios los asuntos públicos y privados se resolvían de manera inmediata y sin dilación. Desde el centro, calles que se ramificaban, laberínticas y estrechas, salpicadas por escasos huecos en las fachadas, otorgaban privaticidad a la vivienda musulmana. En efecto, la casa, aunque de diferentes tipos, siempre se articulaba hacia el interior, con un dominio de lo privado reforzado por sus altos muros y las pocas aberturas externas.


Mientras que en el siglo X la ciudad ocupaba unas 23 hectáreas, en el siglo XI superó las 80 hectáreas, frente a las 76 hectáreas de Granada. La población posiblemente alcanzó los 35.000 habitantes. En los siglos siguientes (etapa nazarí), Almería vio reducida su superficie habitada, mientras que Granada alcanzó en el siglo XIV-XV las 180 hectáreas ocupadas.


A lo largo de la última década, se han excavado numerosos espacios domésticos en los tres barrios de la Almería musulmana. Conocemos así la planimetría de casas taifas/almorávides con grandes patios centrales y entradas geminadas estudiadas en Talleres Cabezuelo (Avda. del Mar, esquina calle General Luque), donde también se documentó la remodelación almohade, que sigue el mismo trazado de las calles y compartimenta más las habitaciones interiores. Pero más numerosas han sido las excavaciones en la almedina y en el barrio de la Musalla. En este último, es frecuente la aparición de estancias cuyas paredes están decoradas con estucos, primero dibujados con un trazado fino inciso y finalmente pintados en rojo, en ocre o en blanco, formando zócalos decorativos como los aparecidos en el Paseo de Almería a finales de 1986.


Precisamente, la excavación arqueológica de las viviendas ha permitido conocer en su propio contexto numerosos materiales muebles que están permitiendo seriar las importantes producciones locales de cerámica que soportaban diversas funciones (almacenamiento, transporte, servicio de mesa, etc).


El conjunto de casas se distribuían en manzanas delimitadas por calles estrechas, que formaban barrios. Gracias, también, a la arqueología, hoy sabemos que las calles constituían el eje del saneamiento de las aguas residuales, en ellas aparecen los pozos negros que recogían la evacuación de las casas. Los barrios solían estar habitados por personas de la misma profesión (barrios artesanales), de la misma religión o procedencia. Normalmente contaban con su propio baño, su escuela y oratorio o pequeña mezquita.


La ciudad se conformaba así como funcional y simple, en la que también existían calles principales que partiendo de las puertas atravesaban el núcleo urbano. Pero entre los espacios públicos destacaban las mezquitas, lugar de reunión de los fieles para la oración del viernes.


A extramuros de la ciudad se situaba un área industrial de importancia fundamental: los alfares. Mal conocidos hasta hoy, ahora empiezan a excavarse algunos hornos que permitirán un mejor conocimiento de las producciones locales. Estas producciones cerámicas almerienses son exportadas a numerosos puntos de al-Andalus y posiblemente a lugares extrapeninsulares, tal como parece sugerir la localización, en las costas del Cabo de Gata, de un barco hundido con un cargamento de cerámica nazarí.


EL PUERTO Y EL TRÁFICO MARÍTIMO


Dadas las particularidades de las comunicaciones interiores y la localización privilegiada de la bahía de Almería, con respecto al norte de Africa y el Mediterráneo, es fácil entender que su puerto se convirtiera en el pulmón comercial de la ciudad. Las dimensiones del mismo eran superiores a las de otros puertos andalusíes, contando con atarazanas, dársena y muelle. En la época omeya, según al-Jatib, podía albergar una flota permanente de 200 a 300 unidades. A ellas habría que unir la importante flota mercante. La actividad comercial fue tan importante que se hizo necesario incorporar una flota de barcazas, denominadas ayfan, destinadas a facilitar el embarque y desembarco.


Al-Udri nos describe la atarazana de Almería dividida en dos partes: "...la primera sección se halla dedicada a la construcción de navíos de guerra, pertrechos y equipos militares. En la otra parte se halla la alcaicería, donde cada uno de sus productos está ordenado según el grado de semejanza".


LAS NECRÓPOLIS: EL ESPACIO DE LOS MUERTOS


Un visitante que llegara a la madina de Almería, vería de lejos la dominancia de sus murallas, pero, poco a poco, al acercarse a sus puertas, lo primero que encontraba era el espacio de los muertos, la necrópolis. El cementerio de las ciudades islámicas se situaba, por lo general, en el exterior o en la periferia del núcleo urbano, en los grandes ejes de los caminos que llegaban a través de sus puertas principales. Las murallas servían así, también, para separar el espacio de los vivos del espacio de los muertos. Como es lógico a lo largo de su larga historia, Almería islámica ha contado con diversos espacios destinados al enterramiento de sus muertos quehan ido evolucionando de acuerdo a la propia dinámica de la ciudad.


LA NECRÓPOLIS DE XAREA VIEJA


El más antiguo que citaban las fuentes era el de la musallà (oratorio) o xarea vieja (maqbarat saria qadima). Corresponde a la Almería califal y taifa y su localización se ha conocido a final de los años ochenta, gracias a los trabajos de arqueología urbana desarrollados en Plaza Vieja, Calle Mariana y Calle Marín. Las investigaciones han determinado la existencia de áreas de enterramiento públicas frente a otras de carácter privado. Como podemos comprobar se situaba en el camino de Pechina que terminaba en una de las puertas de la ciudad, documentada recientemente en el subsuelo del Palacio de los Marqueses de Cabra (Calle de la Reina, Calle Arráez).Con la ampliación, en el siglo XI, del recinto fortificado de la ciudad esta necrópolis quedó intramuros, provocando un sucesivo abandono de su utilización, de hecho en el siglo XII fue ya ocupada por el desarrollo urbano. Por ello fue necesario habilitar nuevos espacios a las afueras de la ciudad. En 1699 aún era posible observar algunos de los elementos de dos cementerios musulmanes de Almería. Uno al occidente y sur de la ciudad, y otro, a la salida de la Puerta de Purchena.


LA NECRÓPOLIS DE LA PUERTA DE PECHINA


Por su parte, el segundo, corresponde al cementerio islámico que se situaba inmediato a la Puerta de Pechina (maqbarat bab Bayyana), y sobre el cual, conocemos fechas concretas del enterramiento de personajes ilustres que nos sitúan a finales del siglo XI. Aunque se conocen hallazgos antiguos, ha sido también la última década la que ha convertido a este espacio en uno de los mejor conocidos a través de la arqueología urbana. Hoy sabemos que ocupó una gran extensión que va desde la Puerta de Pechina, Rambla Obispo Orberá, hasta la Plaza de los Derechos Humanos, incorporando buena parte de la calle Granada.


CARACTERIZACIÓN GENERAL DE LAS NECRÓPOLIS


Existe una variedad amplia en la tipología de las tumbas que seguidamente resumimos:


1. Macabrillas.
2. Fosas de ladrillo (Cubierta piedra o ladrillo).
3. Fosas de piedras y mortero (Cubierta piedra).
4. Fosas de pequeñas piedras y fragmentos cerámicos.
5. Fosas excavadas en la roca.
6. Fosas excavadas en la tierra.


En todos los casos, el individuo aparece orientado de Este a Oeste, con la cabeza en el Oeste y mirando hacia el Sur. Algunos individuos descansan sobre el costado derecho, mientras que otros lo hacen sobre la espalda. Los pies, al igual que la cabeza, aparecen orientados hacia el Sur.


Ajuares y depósitos funerarios son elementos extraños en el mundo islámico de los muertos. Por ello llama poderosamente la atención la presencia de algún tipo de depósito funerario como las jarras de manganeso o los candiles documentados en algunas sepulturas. Este hecho, aunque escaso, es recurrente en otras necrópolis andalusíes.


Como elemento destacable habría que señalar la utilización de macabrillas prismáticas y las lápidas conocidas como "estelas almerienses" realizadas en mármol blanco de Macael.La presencia de grandes áreas con abundancia de macabrillas de argamasa, contrasta con la presencia de otras en las que sólo aparecen fosas de piedra y desechos cerámicos. La presencia de núcleos de enterramientos privados con mayor ocupación de espacio por individuo, también contrasta, evidentemente, con las aglomeraciones casi imposibles de los espacios públicos. Y por si estas evidencias fueran insuficientes, ahí están los hallazgos de epitafios labrados en mármol con diversas tipologías, que remarcaban la diferenciación social.


EL ESPACIO DOMÉSTICO: LA CASA


Mª. del Mar Muñoz e Isabel Flores


La vivienda andalusí responde a diversos tipos de estructura fundamentados en las diferentes clases sociales. Sin embargo, siempre se vertebraban hacia el interior, con un dominio de lo privado reforzado por sus altos muros de cerramiento y las pocas aberturas externas. La puerta, generalmente de madera con aldabón y ventanas, presentaba celosías que permitían a las mujeres mirar sin ser vistas. Dominaban las casas de una sola planta, aunque también las hubo con piso superior al que se accedía por una escalera situada en un ángulo del patio y una galería sobre éste (saqifa). Las cubiertas se realizaban planas, generando azoteas.


En numerosas estancias se han documentado paredes decoradas con estucos incisos y pintados en rojo, formando zócalos decorativos como los aparecidos en varias casas excavadas en Almería.


En estos espacios se han documentado toda una serie de piezas en cerámica que eran utilizadas en la preparación y cocción de alimentos, almacenamiento y transporte, servicio de mesa, aseo personal, juguetes, etc. El conjunto de casas se distribuían en manzanas delimitadas por calles estrechas, que formaban barrios. Pero, en Al-Andalus, también se realizaron lujosas mansiones de recreo a las afueras de las ciudades (al-munyas), rodeadas de huertos y jardines. En los alrededores de Almería, en el siglo XI, los nobles tenían mansiones llamadas bury, a las que se retiraban a descansar al término de sus ocupaciones en la ciudad.


En líneas generales una vivienda andalusí consta de:


A) Entrada con zaguán, elemento propio de casas ricas y punto de unión entre el espacio público (calle) y el privado (casa). En un lateral de éste puede situarse una pileta de mármol o de piedra y una letrina o aseo. Hay que señalar el hecho de la práctica común de disponer una entrada en recodo para proteger la intimidad familiar.


B) Patio a cielo abierto. Es el centro de todas las viviendas, el auténtico "corazón" de la casa, donde se reúne la familia, se realizan las comidas... Puede disponer de una alberca con surtido o bien un pozo de agua dulce.


C) Alrededor del patio se distribuyen una serie de habitaciones a las que éste presta su luz y la necesaria aireación. Entre ellas la cocina, que puede tener también la función de despensa. A veces, la cocina como espacio real no existe, pudiéndose preparar la comida en anafres y hornillos portátiles. El resto de las habitaciones puede tener un uso polivalente: lugar de reunión o de trabajo, establo, comedor o dormitorio, señalándose esto último por espacios acotados en los laterales, llamados alcobas, donde se colocaban colchones, cojines, etc.


D) Algunas casas de Al-Andalus disponían de pequeños espacios conocidos como tinajeros, donde se guardaban las tinajas de agua.


LAS NECRÓPOLIS ISLÁMICAS


Carmen Mellado Sáez


El conocimiento que teníamos hasta hace unos años de las necrópolis hispanomusulmanas de Almería, nos ha llegado a través de dos estudios fundamentales. Uno, el de Torres Balbás (1957), elaborado a través de las fuentes escritas y otro, el realizado por Ocaña Jimenez (1964), basado en el análisis epigráfico de mqabriyas y lápidas.


Sin embargo, la documentación material de las necrópolis de Almería se deben a un proceso reciente, localizado en la década de los ochenta y fundamentado en la arqueología urbana. Las investigaciones recientes han permitido conocer mejor el espacio que la cultura islámica destinaba a sus muertos.


Las sepulturas son de diversa tipología existiendo numerosas variantes. Aquí observamos una, realizada con paredes de ladrillo y cubierta de piedras, localizada en 1987 en El Paso (entre calle Mariana y Calle Jovellanos).


La sepultura anterior, una vez excavada, puso al descubierto la disposición del cadáver, en este caso en decúbito supino con la cabeza orientada hacia el sureste, en dirección a la Meca.


Una de las características más destacables de estos ámbitos funerarios es el aprovechamiento extremo del espacio. Aquí podemos ver una alineación continua de sepulturas que ha sido afectada por una cimentación moderna. Avenida de Pablo Iglesias.
Maqbrilla de mortero con plinto y gradas. Esta tipología es la más compleja frente a la simple fosa excavada en la tierra. Pertenece a la excavación que se realizó en la Calle Pueblo en 1987. En numerosos casos fechados a partir del siglo XI, el remate piramidal se realizó en mármol blanco con epigrafía.


El crecimiento de la ciudad terminó generando áreas ciminteriales fuera de las nuevas fortificaciones que a juzgar por las fuentes y los datos arqueológicos estaban funcionando ya en el siglo XI. En este caso, observamos la localización del cementerio del Aljibe (maqbara al-Hawd) que se correspondería con el área de la Iglesia de San Roque, y el de la necrópolis de la Puerta de Pechina (maqbara Bab-Bayyana), localizada al norte de la actual Puerta de Purchena, abarcando desde la línea de fachada norte de Obispo Orberá, Calle Granada, Avenida Pablo Iglesias hasta la Calle El Pueblo.


La Almería califal tuvo al menos un cementerio (maqbara) denominado saria qadima, localizado en la salida de la ciudad en el camino que venia de Pechina. Este espacio, hoy día, corresponde con el área de Plaza Vieja y Calle Real.


LOS BAÑOS


Isabel Flores y Mª del Mar Muñoz


Existieron numerosos baños públicos en todas las ciudades y ámbitos rurales. Junto a ellos, un "mercadillo", un horno para cocer pan y una mezquita, formaban lo que se ha denominadocomo el "microcosmos económico y social" del mundo islámico.


Los baños públicos eran frecuentados por ambos sexos, aunque las mujeres eran los clientes más asiduos, acudiendo a ellos por las tardes. Atendidas por personal femenino, allí se depilaban, maquillaban y perfumaban.


Además de un uso higiénico, algunos se utilizaban con fines terapéuticas debido a la bondad de sus aguas termales. El Idrisi relata cómo enfermos de todas las partes acudían a los baños de Alhama (Alhama de Almería), donde permanecían hasta aliviarse o curarse del todo.


También constituyeron lugares donde se intercambiaban ideas y se celebraban ceremonias como la circuncisión. Estos establecimientos eran propiedad del soberano o de fundaciones religiosas o piadosas (hábices). Sus rentas contribuían al funcionamiento de las mezquitas próximas.


En Almería se conservan los baños públicos y privados del segundo recinto de la Alcazaba, los baños de la Reina (Celín, Dalías), los de Benejí (Berja), los ya citados de Alhama y los de Sierra Alhamilla, hoy día muy transformados.


El baño musulmán -Hammam-, inspirado en las termas romanas aunque de menor tamaño, responde al siguiente esquema básico: A Vestíbulo (al-bayt al-maslaj), donde se ubica el vestuario y las letrinas. Aquí se dejaba la ropa y se tomaban toallas y calzado con una suela alta para aislarse del suelo, debido a la alta temperatura que alcanzaba en la sala caliente. B Sala del agua fría (al-byat al-barid), sin la piscina natatoria existente en las termas romanas, donde acababa el proceso del baño. C Sala del agua tibia (al-bayt al Wastani).


Generalmente la más amplia, con pileta central y bancos para recibir los masajes. D Sala del agua caliente (al-bayt al-asjun) con piletas. Debajo de ella está el hypocausis (E), constituido por pequeños pilares que forman galerías por donde circula el aire que transmite calor al suelo. Los empleados salpicaban éste con agua fría, produciéndose así el vapor. Fuera de los baños y a una cota más baja se situaba la caldera (F) y la leñera (G), ambas con entradas independientes. El humo y los gases de combustión escapaban por las galerías del hypocausis hasta los tiros o chimeneas embutidos en los muros con salida al exterior. Los baños se cubrían mediante bóvedas con huecos de iluminación, las denominadas luceras (H), cuyas formas diversas ornamentaban y proyectaban juegos de luces.


LA FRONTERA NAZARÍ ORIENTAL


Julián Martínez García


En el siglo XIII, se establece y se conforma una frontera entre el reino de Granada y el de Castilla. Desarrollada a lo largo del levante almeriense y norte granadino, se encontraba una línea de fortalezas y atalayas que ejercían una función de control territorial del reino nazarí. Tras una tierra de nadie, en la actual provincia de Murcia, se articulaba otra línea de fortificaciones que hacían lo propio desde el área cristiana. Como es lógico sus relaciones siempre fueron tensas y contradictorias.


Castillo de Xiquena, Lorca. Este enclave construido por los cristianos en el siglo XIV, es un claro ejemplo del cambio continuo de manos que se establecieron en los ámbitos fronterizos. En sus restos podemos distinguir una planta de trazado cristiano, en la que destaca la incorporación de una torre nazarí.


La Torreta, Cantoria. Otra línea de atalayas transcurría desde el frente fronterizo hacia tierras del interior, comunicando la primera línea de fortificaciones con una segunda red de fortalezas de retaguardia.


El Castellón, Vélez-Rubio. Aún permanecen en pie grandes lienzos de murallas y torres del perímetro amurallado de la fortaleza fronteriza.


Atalaya de Montalviche o Alancín, Vélez-Blanco. Realizada para vigilar y comunicar la presencia del enemigo. Sus localizaciones salvan las sombras de visibilidad que se producían desde los núcleos principales.


Base de la torreta del Charche, Vélez-Rubio. El paso del tiempo está afectando a la conservación de un entramado de atalayas que se convirtió en un fenómeno singular de nuestra geografía.


Atalaya de Taibena o del Cerro Charcón (Vélez-Blanco). Es una de las torres pero conservadas, amenaza con desaparecer.


Atalaya del Pozo Belmonte (Vélez-Blanco). Su posición permite conectar la cuenca del río Caramel con Vélez-Blanco.


Detalle de la Atalaya del Pozo Belmonte. Su consolidación y recuperación permitiría disponer de un mirador importante en el corazón de la Comarca de los Vélez.



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