Ibn
Al Arif de Almería
Hace nueve
siglos, vino al mundo uno de los más grandes Maestros sufíes, que dio
Al-Andalus. En aquella época la ciudad de Almería era uno de los principales
focos de sufismo Andalusí.
La formación de
ese clima espiritual donde había de nacer Ibn Al-Arif empezó mucho antes,
cuando en los últimos tiempos del califato, los discípulos (sufíes) cordobeses
de la escuela de Ibn Masarra buscaron refugio en la provincia de Almería, como
lo había buscado Ibn Hazm, el famoso autor de "El collar de la Paloma". Y establecieron una
comunidad "Tariqa" en
la ciudad de Pechina, que fue, en rigor, el primer núcleo de cultura de la
región Almeriense en esa época. Las comunidades de Pechina representan, sin
duda el punto original de enlace con cuanto iba a vincular más tarde la
espiritualidad de Ibn Al-Arif con el conocimiento de los masarries.
Pero ya antes
estas tierras de Almería, habían sido recorridas por un sufí de intensa
proyección popular como fue Mohamed Ibn´Isa de Elvira, que postulaba por las
calles y plazas el conocimiento de la Unidad esencial (Tawhid).
El propio Ibn
Arabi (de Murcia) recuerda en el Fotuhat que
según testimonio de Al-Gazzal, había entre los discípulos que acudían a las
clases del Maestro Ibn Al-Arif un hombre particularmente secreto y silencioso,
tanto, que inspiraba temor reverencial, intrigado Al-Gazzal, lo siguió, al
termino de una lección, por las callejas nocturnas de la ciudad y pudo ver con
sus propios ojos cómo un Mala´ika descendía
del aire y le daba un pan por alimento.
Este hombre
singular figura indiscutible del sufismo Andalusi fundador de una escuela o vía
(Tariqa), hombre eminente y
emocionante, metafísico profundo, poeta inspirado, maestro universal de
conciencias inquietas, autor del Mahasin
Al-Majalis el libro de las "Etapas"
del viaje interior" o "vuelo"
de una criatura a través del Tasawwuf.
Nació en Almería
el 2 yumada I del 481(1088). Su nombre completo es Abu-l-Abbas Ahmad, Ibn
Muhammad, ibn Musa, Ibn Ata Al-lâh, Ibn Al-Arif, o Al-Urruf.
Su padre
Muhammad, era originario de Tanger, y formaba parte de la guarnición de la
alcazaba de Almería durante el periodo en que esta ciudad fue capital de uno de
los reinos de taifas, bajo el dominio de la familia de Ma´b Sumadih, que duró
desde el año 433 (1041) hasta el 484 (1091).
Las penurias
económicas forzaron al padre a dedicar a su hijo a un oficio manual,
poniéndolo, ya desde muy pequeño, a servir de aprendiz en casa de un tejedor,
para que le enseñase este oficio: pero al niño no le gustaba otro trabajo que
no fuese el estudio del Alcorán y el trato continuo con los libros. A fuerza de
prohibiciones y amenazas, el padre estuvo a punto de malograr las felices
disposiciones que el joven Ibn Al-Arif mostraba para el estudio, pero con el
tiempo el padre, termino cediendo y al fin lo abandonó libremente a sus gustos,
y el joven acabo por ser un sabio incomparable. El padre algunos años después,
reconocía su error, y a los admiradores de su hijo acostumbraba a decirles,
después de referir los primeros pasos de su carrera: "Más atinado era su juicio que el mío. En verdad
que yo no pensaba entonces cuánto me había de honrar mi hijo".
En Almería, hizo
Ibn Al-Arif sus estudios de Corán y tradiciones proféticas, bajo la dirección
de acreditados maestros. El libro de Sa´id de Bagdad, titulado Las piedras preciosas, fue el texto en
que formó su gusto literario y su erudición filológica. Este libro fue
redactado por su autor para Almanzor, en cuya corte vivió colmado de honores,
es una crestomatia de textos clásicos, en prosa y versos, comentados gramatical
y literariamente, a imitación del Kitab
Al-Nawadir de Abu Ali Al-qali. Muy pronto pudo Ibn Al-arif
dedicarse como maestro a la enseñanza de estas mismas disciplinas literarias,
así en Almería, como en Zaragoza y Valencia, donde, además, ejerció algún tiempo
el cargo de almotacén. Su habilidad caligráfica es también altamente ponderada
por sus biógrafos.
Pero no fueron
estas dotes artísticas, ni tampoco su cultura en las ciencias profanas, la base
de su fama. Jurisconsulto, sagaz critico de la autenticidad de los hadices,
lector alcoránico famoso, poeta inspirado, pero sobre todo esto destaca el
conocimiento de la vía sufí (Tasawwuf).
Desgraciadamente
no conocemos los nombres de sus maestros en el sufismo. Sus biógrafos,
alfaquíes principalmente, se preocuparon tan sólo de documentarnos acerca de su
formación en las disciplinas que a ellos más les interesaban, dejando en la
penumbra lo que atañe al conocimiento intimo y espiritual de Ibn Al-Arif, y las
fuentes en las que se inspiró. Aunque si consignan que fue el iniciador de una
vía sufí (Tariqa), la cual
logró pronto atraer gran numero de seguidores, que de varios lugares de
Al-Andalus concurrían a Almería para ponerse bajo la dirección del maestro (shaij).
No puede
asegurarse que a este grupo de discípulos personales perteneciesen dos sufíes
que al igual que Ibn Al-Arif, fueron perseguidos por mantener las mismas ideas
y pensamientos, corriendo la misma suerte que Ibn Al-Arif.
Estos sufíes
residían uno en Granada y su nombre era Abu Bakr Muhammad Ibn Al-Hasaym el
Mallorquín así apellidado por ser oriundo de la isla de Mallorca. Este era
jurista de la escuela zahiri, había residido en Meka y Alejandría, varios años
para ampliar allí sus estudios.
El otro de nombre
Abu-I-Hakam Ibn Barrayan, residía en Sevilla. Se dice que era oriundo del norte
de Africa, entre las varias obras que escribió, señalan sus biógrafos como más
dignas de nota un comentario de los nombres de Al-lâh y un comentario de
Alcorán que dejó inacabado, pero del cual se conserva hoy un ejemplar
manuscrito.
La gran cantidad
de discípulos que tenia Ibn Al-Arif y el afecto que le procesaban al maestro (shaij), despertó el temor del emir Ali
Yusuf Ibn Tasufin y la envidia del qadi de Almería Ibn Al-Aswad, que denuncio
oficialmente a Ibn Al-Arif.
El relato de la
prisión y conducción de Ibn Al-Arif ha sido conservado por sus biógrafos con
bastantes por menores. El gobernador de Almería cumpliendo las órdenes del
sultán, metió a Ibn Al-Arif en un barco que salió en dirección a Ceuta; Pero el
qadi Ibn Al-Aswad insinuó al gobernador la conveniencia de que el reo no fuese
suelto, sino con cadenas en los pies. Envió, sin tardar el gobernador un
ministro suyo para que alcanzase al barco en alta mar y encadenase a Ibn
Al-Arif sorprendido éste con la medida empleada, y lleno de dolor por lo
ocurrido, se limito a clamar " Que
Al-lâh le amedrente, como él nos amedrenta".Añaden los
biógrafos, que de regreso al puerto de Almería, el mensajero del gobernador fue
capturado por un barco enemigo y hecho cautivo. Al arribar a Ceuta Ibn Al-Arif,
presentóse en el puerto un enviado del sultán, trayendo de parte de éste
órdenes taxativas para ponerlo en libertad. Ibn Al-Arif al verse libre de los
grillos que le encadenaban, comprendió que el sultán, no quería hacerse cómplice
de la injusticia violenta con que se le trataba. Las autoridades de Almería
habíanse excedido, sin duda, y su indiscreto celo, inspirado en el odio a Ibn
Al-Arif, había disgustado al sultán, informado mejor de su sabiduría y virtudes
que le adornaban. Se dice que Ibn Al-Arif es clamo "Yo no quería que el sultán me conociese, pero puesto que ya me
conoce, es fuerza que yo lo vea". Y seguidamente se puso en
camino para la corte de Marrakus, siendo recibido honoríficamente por el
sultán, que le colmó de muestras de veneración y respeto. El sultán al
preguntarle si deseaba alguna cosa Ibn Al-Arif respondio, "No deseo otra cosa sino que me dejes en
libertad de marchar donde yo quiera". El sultán apresuróse a
concederle la libertad que deseaba; pero parece que ya le fue del todo inútil,
porque a los pocos días enfermó y murió sin salir de Marrakus. Se dieron dos
explicaciones a su fallecimiento; para uno, fue debido a muerte natural,
mientras otros lo atribuyeron a envenenamiento.
Se dice que el
qadi de Almería Ibn Al-Aswad, frustrado sus propósitos de odio contra Ibn
Al-Arif por la benévola acogida que el sultán le había dispensado, se la
ingenió para introducirle en la comida una berenjena envenenada, de la cual
murió en Marrakus. Uno de sus más íntimos discípulo, Abu Abd Al-lâh Al-Gazzal
de Almería, daba como más exacta la explicación de muerte natural, de su sheij
y localizaba el hecho en Ceuta mismo, antes de ser conducido a Marrakus.
La fama de
sabiduría y de gran maestro (sheij)
y las circunstancias misteriosas de su muerte produjeron tan honda impresión en
el animo del sultán, que a raíz ya del entierro de Ibn Al-Arif, cuando vio el
publico duelo de la población, que en extraordinaria muchedumbre quiso
acompañar al fúnebre cortejo, se arrepintió de haber dado oídos a las denuncias
del qadi de Almería contra Ibn Al-Arif, y sospechando de el, ordeno se hiciesen
averiguaciones acerca del hecho y de sus causas. Todas las informaciones
coincidieron en atribuir la persecución de Ibn Al-Arif a la envidia y mala voluntad
del qadi de Almería, que inventó la denuncia con el solo objeto de lograr así
su expatriación y muerte, y que al ver frustrados sus propósitos, lo envenenó.
El sultán entonces juro que había de aplicar a Ibn Al-Aswad la pena del talión,
y en efecto, dio las órdenes oportunas para que cargado de cadenas, fuese
desterrado muriendo envenenado, de igual manera que él lo había hecho con Ibn
Al-Arif.
Ibn Al-Arif fue
sepultado cerca de la mezquita mayor antigua, que está en el centro de
Marrakus, en el jardín (rawda) del qadi Musa Ibn Hamah el Sinhayi – Ibn
Baskuwal. La fecha exacta de su muerte, que acaeció en la noche víspera del
viernes 23 de Safar del 536, o sea 27 de Septiembre del 1.141, teniendo por
tanto la edad de cincuenta y tres años.
El siempre recomendó
a sus discípulos un estudio de todas las Ibadas del Islam, y una meditación
profunda porque es el inicio del conocimiento de la unidad. Como expresó en su
obra, Mahasin Al-Majalis "Oísteis por
ventura hablar de un amor tan ardiente, que hace enfermar el corazón sano hasta
el extremo de sentirse favorecido con el castigo y castigado con el favor"
Ibn ´Arabi dijo
de él "Nuestro maestro (sheij),
Abu-I-Abbas Ibn Al-Arif Al-Sinhayi, el príncipe en estas materias decía:
Al-lâh no se ve, como con los ojos, más que
cuando las fórmulas se desvanecen."
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