jueves, 19 de julio de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. La importancia de llamarse Granada


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Los descendientes de la parte de familia real "nazarí que decidieron no marchar al exilio tras la conquista siguen manteniendo hasta hoy la vinculación con la ciudad

Varios miembros de la familia real nazarí decidieron no marchar al exilio tras la conquista de Granada. Convertidos al cristianismo y re­bautizados con el apellido Granada, mantuvieron viva la llama de una dinastía que se resistía a abandonar la tierra de sus antepasados. Todo comenzó con la expulsión del rey Boabdil del reino que sus antepasados regentaron. durante ocho siglos. Sus familiares de sangre real, sus hermanastros o sus primos lejanos pretendientes eternos al trono que habían decidido quedarse en su tierra tuvieron que "tomar" sus apellidos para adaptarlos al nuevo régimen (cristiano) que se imponía.

Y qué mejor apellido cristiano podían adoptar que el nombre de la ciudad que les daba sentido, más allá de quién fuera su dueño. Porque Granada seguía siendo Granada, y llamarse como ella, al menos, dejaba en la memoria, propia y ajena, el recuerdo permanente del vínculo al que querían siempre permanecer unidos.

Los infantes legítimos

Si por algo se distinguieron los Reyes Católicos en su forma de gobernar, fue por la astucia y el sentido de estado con que dirigieron sus asuntos. Llegaron a obligar al depuesto Boabdil (y lo que es peor, a su esposa Morayma) a dejarles a su cuidado y educación a su hijo Ahmed, que acababa de cumplir dos años. Este no les sería devuelto hasta los nueve años, cuando ya no conocía el árabe, era cristiano y ya todos le conocen con el sobrenombre de "el infantico". Pero no fue el primogénito de Boabdil el único que cayó en las redes de la astuta política de los reyes. Otros infantes nazaríes siguieron el mismo camino, con mejor o peor suerte.

Entre los que no tuvieron la fortuna de su parte se encuentran los hermanastros de Boabdil Los hijos de la segunda esposa de Muley Hacen, la esclava Zoraya o Isabel de Solís, sultana de Granada al desplazar a Aixa en el favor del rey se llamaban Sa´d y Nasr, y pasarían a llamarse al bautizarse, respectivamente, Fernando (Hernando) y Juan de Granada. Como sello de este nuevo vinculo y apellido, en su escudo lucirán "dos granadas en campo azul, y un letrero atravesado que dice ´Lagaleblila´, que quiere decir: ´no hay vencedor sino Dios´, según recogió el historiador, Luís del Mármol Carvajal.

Bautizados en el año crucial de 1492, sus padrinos fueron el Rey Católico y el príncipe don Juan. La descendencia de Muley Hacen quedaba así dividida entre el primogénito, el rey Boabdil, hijo de Aixa Al Horra, el musulmán vencido y exiliado en Fez, y sus hermanastros menores, hijos también de Muley Hacén, ya cristianizados y cércanos a los Reyes Católicos. Pasadas varias generaciones, ya en la sublevación alpujarreña de 1568 contra Felipe II, los avatares de la historia convirtieron a los estos descendientes del rey de Granada en protagonistas de un intento de restauración de la monarquía granadina muy poco conocido y que ha sido rastreado con éxito por estudiosos de la época como López de Coca o Sánchez Ramos.

Con una renta de cuatrocientos mil maravedíes y la tenencia del castillo de Monleón, en Galicia, los Reyes Católicos quisieron alejar del reino de Granada a estos molestos infantes que siempre mantenían la posibilidad de ser objeto de reivindicación dinástica por parte de los levantiscos moriscos granadinos. Preocupados tan sólo por ascender en la nueva sociedad dominante, Hernando de Granada casó con la nieta del adelantado mayor de Castilla y Juan de Granada desposó la nieta del conde de Castrogeriz. D. Hernando de Granada no dejó descendencia y murió en Burgos en 1512. Su hermano Juan, siempre al servicio de los reyes cristianos, logró ser nombrado gobernador del reino de Galicia y el matrimonio de su hija Magdalena de Granada con el nieto del rey de Portugal, Luis de Lancaster, Gran Maestre de la Orden de Avis e hijo del duque dé Aveiro. Su hijo mayor, Juan de Granada, fue caballero de Santiago y casó con la hija del virrey de Méjico. Sin embargo sus nietos, llamados de nuevo Juan y Hernando de Granada, educados en Alcalá de Henares y cortesanos en Toledo hasta partir a Milán, a mediados de los años sesenta del siglo XVI, se Vieron envueltos en las pugnas moriscas por sacudirse el yugo cristiano.

Los eternos pretendientes

Los que vienen de don Pedro y don Alonso tomaron apellido de Venegas y también de Granada. Lucen en Su blasón cinco granadas en campo azul. Primero traían una sola, pero por un desafío que vencieron padre e hijo en la vega de Granada, en que mataron cinco moros, pusieron cinco granadas y "el mesmo letrero", reseña Luís del Mármol Carvajal respecto del blasón de este otro linaje también orlado de granadas.

La política castellana nunca tuvo reparos en integrar en sus élites a los cabecillas de los pueblos sometidos. En aquella ciudad recién conquistada en 1492, con el Zagal y Boabdil al otro lado del Estrecho, con los hermanastros de Boabdil en tierras de Galicia y los Granada­ Venegas respaldando el nuevo poder siendo también de reyes pero por línea femenina, una posible restauración nazarí era cuando menos improbable. De nuevo la astucia de los Reyes brillaba en la difícil política de la época.

Eran estos moriscos conversos, del linaje Granada Venegas, descendientes de Cidi Yahya al Nayar, hijo del infante de Almería Aben Celim y nieto del rey yusuf IV, rey que ocupó por breve espacio de tiempo el trono de Alhamar. Casó Cidi Yabya con Cetti Meriem Venegas, y fueron bautizados en Santa Fe como Don Pedro de Granada y Doña María; fue caballero veinticuatro de Granada y caballero de Santiago. Falleció en 1506 en Andarax y fue enterrado en la capilla de San Pedro del Sagrario. Su hijo, Alonso, se casó en primeras nupcias con Doña Juana de Mendoza, dama de la Reina Católica. Su nieto fue Pedro II de Granada Venegas, alcaide del Generalife.

Quiso el azar que uno de los principales capitanes que dirigieron junto con Don Juan de Austria las operaciones de castigo contra los moriscos rebeldes de las Alpujarras. fuera, precisamente, un nieto de aquel Cidi Yahya; el citado Pedro Granada Venegas. De este modo, mientras los moriscos buscaban un rey para restaurar la dinastía nazari, el otro bando de la misma familia luchaba contra esta rebelión del lado de los cristianos. Y la. colaboración fue premiada por los nuevos y sucesivos reyes.

Esta actitud de colaboracionismo activo reportó a esta casa no sólo dignidades nobiliarias (el marquesado de Campotéjar, el señorío de Jayena) sino la propiedad de la Casa de los Tiros, sede por siglos de su noble estirpe, y la tenencia del Generalife, una propiedad que mantuvo la misma familia hasta el año 1921, fecha en que, tras un largo pleito con el Estado español, el palacio volvió a manos de la corona.

Para la fecha en que se litigó sobre tan importante propiedad, el linaje granadino ya se había italianizado. Extinguida la sucesión en Es­paña por línea de varón hacia 1672, el marquesado pasó al genovés Pedro Lomelin Granada Venegas, primo hermano del último marqués español. Apellidos genoveses de rancio abolengo como los Grimaldi, Gentile, Durazzo o Spinola entroncaron con esta familia que conservó durante generaciones, de forma un tanto artificial, el apellido Granada entre la larga lista de nombres con los que orlaban sus escudos. Finahnente, el último marques, ya en el siglo xx, Giacomo Filipo Durazzo Pallavicini, animado por su esposa y días antes de su muerte, dio fin al litigio sobre el palacio nazarí, recibiendo su mujer Matilde Giustiniani el titulo nobiliario de marquesa del Genera1ife. y fue necesario esperar hasta el fin de la línea italiana para que el título pasara a los herederos españoles del linaje, los Suárez de Toledo.

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