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¿Quiénes
fueron los autores del Romancero morisco, por quienes empezó, en el siglo XV?
Mientras que la literatura aljamiada estaba escrita
en una clave, el alifato árabe, que la hacía inaccesible para quien estuviera
fuera del estrecho circulo de quienes lo conocieran, y allí quedó reducida
verdaderamente hasta que fueron encontrados sus libros, la literatura morisca
se hizo en castellano y abierta a todos.
¿Por quiénes? ¿Quiénes fueron los autores del Romancero morisco, por quienes empezó, en el siglo XV? Entonces no había todavia moriscos. Pero quienes los compusieron expresaron una visión admirada de los moros, idealizada, se suele decir, pero que correspondía a la imagen no del todo irreal de una sociedad de cortesias y caballerosidades, de amor fiel y fiestas deslumbrantes, galante, de damas asomadas a los ajimeces y torneos brillantes de banderolas y marlotas de colores, en la que la guerra, al suceder a la paz, no rompía los sentimientos mutuos de amistad ni de respeto. Lo mejor que ha habido en España. Era una estética de la que los propios granadinos debían de tener conciencia y sentir con un orgullo íntimo. Si se quisiera ilustrar las “Guerras civiles de Granada”, las mejores ilustraciones serían las pinturas de la Sala de los Reyes de la Alhambra, en las que se ven claras torres y princesas de rubios cabellos, jardines y fuentes, y caballeros que se enfrentan. Se suelen atribuir a un anónimo italiano, todavía gótico, pero sería posible atribuirlas a un granadino educado entre cristianos. En los romances moriscos y sobre todo en las novelas, estaba creándose una utopía en la que se proyectaban por un lado los sueños y las aspiraciones de los que la escribían, pero que por otra parte tenía un apoyo real, el del Reino de Granada, más españolizado culturalmente en aquellos siglos de lo que se imagina, sin dejar de ser musulmán. La realidad le dio una fuerza que llegó a Europa y hasta el siglo XIX, siendo uno de los elementos de la cultura española que primero saltaron a la cultura internacional. Pero se nos suele olvidar. Cuando se habla de los mitos que de España han pasado a todo el mundo, se ha mencionado a Don Quijote, a Don Juan y a Celestina. Se ha olvidado al Abencerraje, el más hermoso y feliz de todos. Ozmín y Daraja, los personajes de la novela de Mateo Alemán fueron reales y real fue la protección que recibieron de los Reyes Católicos. Sólo era preciso contar los hechos reales por quien los conociera y los sintiera, para que se convirtiesen en obras de arte, privilegio de pocas épocas de la historia. Lo sé por la belleza que yo mismo he sentido en Granada al criarme en ella y al oir algunas historias; simplemente al contar lo que veía y lo que oía, entraba en la belleza de los jardines alumbrados y de los corazones nobles. Se ha pensado de Ginés Pérez de Hita que fuera morisco y que hablase por tanto de lo que hubiera imaginado y amado: era de Mula, pueblo donde quedaron moriscos hasta después de la expulsión y se llamaba Ginés. Creo que no se ha prestado suficiente atención a este hecho: un Ginés de Murcia se llamaba así seguramente en honor de San Ginés de la Jara, devoción que convocaba peregrinaciones de musulmanes desde el siglo XV al XVIII al Cabezo del Miral en honor de quien era, según cita de un autor llamado Ortega, transcrita por el anónimo autor de “La historia de San Ginés de la Jara y del Cabezo del Miral”, en la red: “el mayor santo y más piadoso que ay en el Cielo, pues no sólo atiende a las peticiones y súplicas de los fieles moros, si también los cristianos, y al fin, hechando todo el resto a su expresión y elogio, dicen que San Ginés estar pariente de su gran profeta Mahoma.” Si se piensa en que las peregrinaciones musulmanas llegaron hasta el siglo XVIII, al menos, se comprende que los últimos muslmanes fueron los berberiscos inmigrados en aquel siglo o descendientes de los del siglo anterior; incluso algunos de los peregrinos llegaban con ese propósito desde Berberia. Pero Ginés Pérez de Hita combatió en la Guerra de las Alpujarras en las tropas del Rey Felipe II. Era un sincero cristiano que amaba su religión, y la clase de caracteres fieles y leales que hacía, y que se alistó por necesidad económica. Y vio la guerra de las Alpujarras como la última guerra civil de Granada, de “christianos contra christianos”, viejos contra nuevos, como subraya el autor de “Ginés Pérez de Hita, ¿un morisco asimilado?”, tambien en la red. En todo caso, el sensible zapatero de Murcia, si era morisco, fue de los que se quedaron. |
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