LA REBELION DE LOS MORISCOS DEL REINO DE GRANADA
Tras
la conquista de Granada en 1492 quedaron fijadas las condiciones de vida de los
musulmanes en las Capitulaciones de Santa Fe, en ellas se les permitía, entre
otras cosas, mantener sus propiedades sus costumbres y su religión a cambio de
un tributo.
Pero la intransigencia del Cardenal Cisneros, confesor y asesor de la Reina, con las costumbres y la religión Musulmana junto al sometimiento de la población morisca a continuas vejaciones, injusticias y expolios provocan revueltas desde el principio.
No se olvidará en La Alpujarra durante mucho tiempo el día 8 de Marzo de 1500, Fernando el Católico entró en Lanjarón y la población musulmana (morisca) encerrada en la mezquita, unas 300 personas, murió casi en su totalidad al ser incendiada esta.
Con el establecimiento de los turcos en Argel en 1515-1516 y la extensión de la piratería, la presión aumenta. En 1518 el emperador Carlos I ordena campañas de evangelización y publica una Pragmática que ordena quemar sus libros y les prohíbe entre otras cosas el uso de la lengua árabe, del vestido morisco, las fiestas, el uso de los baños, se obliga a las mujeres a llevar el rostro descubierto y se les ordena dejar las puertas de las casas abiertas y tapiar las que den al Este.
La pérdida del Peñón de Vélez por la ineficaz vigilancia costera pese a las numerosísimas torres vigía, junto a la sequía, las malas cosechas desde 1555 y una epidemia de tifus, lleva a los cristianos viejos a cargar su ira contra los moriscos (musulmanes que ya se habían convertido). En 1566 una nueva Pragmática, esta de Felipe II recrudece la persecución legal, los moriscos ven empeorar su vida y recurren cada vez con mas frecuencia a la emigración al Norte de Africa. Pese a todo los que se quedaron llegaron a ser superiores en número a los cristianos viejos y a tener un nivel de vida decente debido a su dedicación a la industria de la seda.
Pero cuando en 1568 se les imponen tributos extraordinarios y como consecuencia de la presión fiscal la expropiación de tierras, la situación ya se les hace insostenible y estalla un levantamiento general que da lugar a que algunos se refugien en la sierra deseosos de vengar las ofensas y se dediquen al pillaje y los saqueos (los monfíes), pronto se iniciará la Guerra de las Alpujarras.
Los moriscos tienen la necesidad de un líder para la reconquista del Reino y el 27 de Septiembre de 1568 hacen rey a un miembro de una familia granadina que se reclamaba descendiente de los Omeyas, D. Fernando de Córdoba y Válor que abjuró del cristianismo para recuperar la religión de sus mayores con el nombre de Abén Humeya. El día 30 de Diciembre y bajo un olivo es coronado en Cádiar. "Vistiéronle de púrpura, y pusiéronle a torno del cuello y espalda una insignia colorada ". Hizo juramento de morir en su Ley y en el reino y todos gritaron: "Viva el rey D. Fernando Muley Abén Humeya".
Abén Humeya nombra allí mismo alguacil mayor a su principal rival Farax ben Farax (Abén Farag), jefe de la todavía poderosa familia de los Abéncerrajes famosa por su crueldad en las batallas. El día siguiente Abén Farag ataca Lanjarón y quema la iglesia con 20 cristianos dentro, rápidamente se aleja y toma los pueblos de Poqueira, Pitres, Juviles y Ugíjar.
Estos acontecimientos hacen que Felipe II en Enero de 1569 envíe dos poderosos ejércitos, uno al mando del marqués de Mondéjar que acampó en Órgiva y el otro al mando del marqués de los Vélez que situó su cuartel en Terques.
En una zona tan escabrosa como La Alpujarra la táctica de guerra de guerrillas daba unos excelentes resultados a los moriscos, Abén Humeya multiplica las emboscadas y evita los grandes encuentros ante la impotencia del ejército imperial. Mientras, en los pueblos el ejército saquea y toma fuertes represalias contra la población morisca, pese a ello la rebelión crece y pronto llega con éxito hasta Almería.
Felipe II envía un tercer ejercito, este al mando de su hermanastro D. Juan de Austria que coordinará todas las tropas. Se ofrece en Órgiva diez mil ducados por la cabeza de Abén Humeya y privilegios importantes para quien le dé muerte. La avaricia y el afán de poder de su tío, sus amigos Diego de Arcos y Diego Alguacil y su propia amante, junto a la mano dura con que dirige la rebelión, empuja a aquellos a la traición y le asesinan una noche maldita de Octubre de 1569 en el castillo de Laujar de Andarax estrangulándole con un cordel.
Aún así la lucha no se detendrá, la continúa su primo y sucesor Abén Aboo que logra reunir 10.000 hombres al frente de los cuales llega por sorpresa a las puertas de Granada, pero allí los moriscos de la ciudad, artesanos y comerciantes mejor situados que los del campo no se sumarán a la rebelión. Y ordena la retirada sin plantar batalla al ejercito imperial que a marchas forzadas se acerca a Granada, estamos a finales de 1569 y aunque la lucha seguirá hasta 1571 es el principio del fin.
Juan de Austria promete perdón a los que se sometan. Se dividen entonces los moriscos, una facción con Abén Aboo a la cabeza quiere continuar la lucha y otros quieren negociar la rendición. En Fondón de Andarax la facción de El Habaqui abandona las armas, el propio Abén Aboo le dará muerte por traidor.
Los combates finales tienen lugar cerca de Ronda, en Julio los rebeldes saquean Alozaina y se refugian en Sierra Bermeja de donde son desalojados por el duque de Arcos en Septiembre, la muerte de Abén Aboo que aguanta hasta 1571 certifica la derrota. Y los copos de nieve como las lágrimas cayeron durante días hasta cubrir los campos. .
Empieza entonces un largo y penoso éxodo de los moriscos del Reino de Granada por toda la Península y Norte de África tanto para los que habían participado en la rebelión como para los que se habían mantenido al margen. Fue el preludio de la expulsión general que decretará Felipe III en 1609.
En un principio, en Aragón y Valencia fueron bien recibidos en general sin necesidad de cristianizase, pero por Castilla vagaron durante años sin rumbo soportando vejaciones de todo tipo, por ley no podían recibir auxilio de ningún cristiano, se calcula que murieron mas de 20.000. Para los que aún poseían algunos recursos el exilio era posible pero para los menos afortunados (la mayoría eran agricultores, pastores y artesanos) o los que aún se resistían a dejar la tierra de sus antepasados la única solución era pasar por cristianos, bautizarse y volver a Granada con el paso de los años.
Y algunos lo consiguieron pues hasta bien entrado el siglo XVIII hay referencias de juicios de moriscos por La Inquisición. Cuenta Caro Baroja, "El 9 de mayo de 1728, todavía más de cien años después de la Expulsión, el tribunal de la Inquisición hizo un auto en Granada con cuarenta y seis moriscos acusados de islamizar. Sus apellidos eran, Díaz, Guevara, Enríquez, Lara, Mendoza, Esteban, Chaves, Marchina, Gómez del Castillo, Ximénez, De la Puerta, Bohórquez, Cuevas, Sierra, Álvarez, Fernández... Sus oficios, tintoreros, escribanos, un pasante de la facultad de Derecho, unas boticarias, un platero que era también imaginero, unos merceros, unas costureras, una especiera, unas sederas... (Casi todos estos apellidos, sean de cristianos viejos o de cristianos nuevos, hayan llegado como sea hasta nuestros días, siguen usándose hoy en Granada)".
"Si podían encontrarse cientos de moriscos en la ciudad ¿qué no ocurriría en los campos, en las cortijadas aisladas y secretas?. ¿Y en los caminos, en las fondas, en los mercados y las ferias?. ¿Cuántos buñoleros, feriantes, quincalleros y sobre todo arrieros, ya que el oficio de arriero tiene un montón de voces arábigas, no serian antiguos moriscos desmoriscados?. Así pues habrían aprendido a vivir desenraizados, ni Dios ¿qué Dios?, ni rey ¿qué rey?, ni amo ¡sin amos!, el otro alma de España."
Aún hoy existe la leyenda de que a principios del siglo XX en algún remoto pueblo alpujarreño se practicaba a escondidas la religión musulmana.
Ese viento helado que barrió las sierras y los campos, así como toda la crueldad de cuanto sucedió durante la guerra de Las Alpujarras se pudieron evitar de haberse respetado el espíritu de las Capitulaciones de Santa Fé. Después de todo, el Mulhacén, el Monte del Sol de los antiguos, es el primer lugar de todo el Mediterráneo donde el astro rey posa su luz aún encontrándose en el extremo opuesto de por donde amanece.
Pero la intransigencia del Cardenal Cisneros, confesor y asesor de la Reina, con las costumbres y la religión Musulmana junto al sometimiento de la población morisca a continuas vejaciones, injusticias y expolios provocan revueltas desde el principio.
No se olvidará en La Alpujarra durante mucho tiempo el día 8 de Marzo de 1500, Fernando el Católico entró en Lanjarón y la población musulmana (morisca) encerrada en la mezquita, unas 300 personas, murió casi en su totalidad al ser incendiada esta.
Con el establecimiento de los turcos en Argel en 1515-1516 y la extensión de la piratería, la presión aumenta. En 1518 el emperador Carlos I ordena campañas de evangelización y publica una Pragmática que ordena quemar sus libros y les prohíbe entre otras cosas el uso de la lengua árabe, del vestido morisco, las fiestas, el uso de los baños, se obliga a las mujeres a llevar el rostro descubierto y se les ordena dejar las puertas de las casas abiertas y tapiar las que den al Este.
La pérdida del Peñón de Vélez por la ineficaz vigilancia costera pese a las numerosísimas torres vigía, junto a la sequía, las malas cosechas desde 1555 y una epidemia de tifus, lleva a los cristianos viejos a cargar su ira contra los moriscos (musulmanes que ya se habían convertido). En 1566 una nueva Pragmática, esta de Felipe II recrudece la persecución legal, los moriscos ven empeorar su vida y recurren cada vez con mas frecuencia a la emigración al Norte de Africa. Pese a todo los que se quedaron llegaron a ser superiores en número a los cristianos viejos y a tener un nivel de vida decente debido a su dedicación a la industria de la seda.
Pero cuando en 1568 se les imponen tributos extraordinarios y como consecuencia de la presión fiscal la expropiación de tierras, la situación ya se les hace insostenible y estalla un levantamiento general que da lugar a que algunos se refugien en la sierra deseosos de vengar las ofensas y se dediquen al pillaje y los saqueos (los monfíes), pronto se iniciará la Guerra de las Alpujarras.
Los moriscos tienen la necesidad de un líder para la reconquista del Reino y el 27 de Septiembre de 1568 hacen rey a un miembro de una familia granadina que se reclamaba descendiente de los Omeyas, D. Fernando de Córdoba y Válor que abjuró del cristianismo para recuperar la religión de sus mayores con el nombre de Abén Humeya. El día 30 de Diciembre y bajo un olivo es coronado en Cádiar. "Vistiéronle de púrpura, y pusiéronle a torno del cuello y espalda una insignia colorada ". Hizo juramento de morir en su Ley y en el reino y todos gritaron: "Viva el rey D. Fernando Muley Abén Humeya".
Abén Humeya nombra allí mismo alguacil mayor a su principal rival Farax ben Farax (Abén Farag), jefe de la todavía poderosa familia de los Abéncerrajes famosa por su crueldad en las batallas. El día siguiente Abén Farag ataca Lanjarón y quema la iglesia con 20 cristianos dentro, rápidamente se aleja y toma los pueblos de Poqueira, Pitres, Juviles y Ugíjar.
Estos acontecimientos hacen que Felipe II en Enero de 1569 envíe dos poderosos ejércitos, uno al mando del marqués de Mondéjar que acampó en Órgiva y el otro al mando del marqués de los Vélez que situó su cuartel en Terques.
En una zona tan escabrosa como La Alpujarra la táctica de guerra de guerrillas daba unos excelentes resultados a los moriscos, Abén Humeya multiplica las emboscadas y evita los grandes encuentros ante la impotencia del ejército imperial. Mientras, en los pueblos el ejército saquea y toma fuertes represalias contra la población morisca, pese a ello la rebelión crece y pronto llega con éxito hasta Almería.
Felipe II envía un tercer ejercito, este al mando de su hermanastro D. Juan de Austria que coordinará todas las tropas. Se ofrece en Órgiva diez mil ducados por la cabeza de Abén Humeya y privilegios importantes para quien le dé muerte. La avaricia y el afán de poder de su tío, sus amigos Diego de Arcos y Diego Alguacil y su propia amante, junto a la mano dura con que dirige la rebelión, empuja a aquellos a la traición y le asesinan una noche maldita de Octubre de 1569 en el castillo de Laujar de Andarax estrangulándole con un cordel.
Aún así la lucha no se detendrá, la continúa su primo y sucesor Abén Aboo que logra reunir 10.000 hombres al frente de los cuales llega por sorpresa a las puertas de Granada, pero allí los moriscos de la ciudad, artesanos y comerciantes mejor situados que los del campo no se sumarán a la rebelión. Y ordena la retirada sin plantar batalla al ejercito imperial que a marchas forzadas se acerca a Granada, estamos a finales de 1569 y aunque la lucha seguirá hasta 1571 es el principio del fin.
Juan de Austria promete perdón a los que se sometan. Se dividen entonces los moriscos, una facción con Abén Aboo a la cabeza quiere continuar la lucha y otros quieren negociar la rendición. En Fondón de Andarax la facción de El Habaqui abandona las armas, el propio Abén Aboo le dará muerte por traidor.
Los combates finales tienen lugar cerca de Ronda, en Julio los rebeldes saquean Alozaina y se refugian en Sierra Bermeja de donde son desalojados por el duque de Arcos en Septiembre, la muerte de Abén Aboo que aguanta hasta 1571 certifica la derrota. Y los copos de nieve como las lágrimas cayeron durante días hasta cubrir los campos. .
Empieza entonces un largo y penoso éxodo de los moriscos del Reino de Granada por toda la Península y Norte de África tanto para los que habían participado en la rebelión como para los que se habían mantenido al margen. Fue el preludio de la expulsión general que decretará Felipe III en 1609.
En un principio, en Aragón y Valencia fueron bien recibidos en general sin necesidad de cristianizase, pero por Castilla vagaron durante años sin rumbo soportando vejaciones de todo tipo, por ley no podían recibir auxilio de ningún cristiano, se calcula que murieron mas de 20.000. Para los que aún poseían algunos recursos el exilio era posible pero para los menos afortunados (la mayoría eran agricultores, pastores y artesanos) o los que aún se resistían a dejar la tierra de sus antepasados la única solución era pasar por cristianos, bautizarse y volver a Granada con el paso de los años.
Y algunos lo consiguieron pues hasta bien entrado el siglo XVIII hay referencias de juicios de moriscos por La Inquisición. Cuenta Caro Baroja, "El 9 de mayo de 1728, todavía más de cien años después de la Expulsión, el tribunal de la Inquisición hizo un auto en Granada con cuarenta y seis moriscos acusados de islamizar. Sus apellidos eran, Díaz, Guevara, Enríquez, Lara, Mendoza, Esteban, Chaves, Marchina, Gómez del Castillo, Ximénez, De la Puerta, Bohórquez, Cuevas, Sierra, Álvarez, Fernández... Sus oficios, tintoreros, escribanos, un pasante de la facultad de Derecho, unas boticarias, un platero que era también imaginero, unos merceros, unas costureras, una especiera, unas sederas... (Casi todos estos apellidos, sean de cristianos viejos o de cristianos nuevos, hayan llegado como sea hasta nuestros días, siguen usándose hoy en Granada)".
"Si podían encontrarse cientos de moriscos en la ciudad ¿qué no ocurriría en los campos, en las cortijadas aisladas y secretas?. ¿Y en los caminos, en las fondas, en los mercados y las ferias?. ¿Cuántos buñoleros, feriantes, quincalleros y sobre todo arrieros, ya que el oficio de arriero tiene un montón de voces arábigas, no serian antiguos moriscos desmoriscados?. Así pues habrían aprendido a vivir desenraizados, ni Dios ¿qué Dios?, ni rey ¿qué rey?, ni amo ¡sin amos!, el otro alma de España."
Aún hoy existe la leyenda de que a principios del siglo XX en algún remoto pueblo alpujarreño se practicaba a escondidas la religión musulmana.
Ese viento helado que barrió las sierras y los campos, así como toda la crueldad de cuanto sucedió durante la guerra de Las Alpujarras se pudieron evitar de haberse respetado el espíritu de las Capitulaciones de Santa Fé. Después de todo, el Mulhacén, el Monte del Sol de los antiguos, es el primer lugar de todo el Mediterráneo donde el astro rey posa su luz aún encontrándose en el extremo opuesto de por donde amanece.
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