jueves, 19 de julio de 2012

Historia dee los musulmanes en al-Ándalus. Los Monfies de la Axarquia (Málaga)
















 

La Axarquía es aquella tierra malagueña que queda hacia donde nace el Sol cada mañana. Es por ello que recibió este nombre en la época en que la lengua árabe, descriptiva como pocas, sirvió para nominar la gran parte de los rincones de este suelo. (ﺔﻳﻗﺮﺷﻠﺁ) “A-xarquía” quiere decir “aquella que está en el xarq, el lugar por donde sale el sol, tal vez por eso sea también una tierra en la que la luz tiene especial significado.

Francisco Ferrer i Guardia

Esta luz, junto con otras riquezas naturales le ha hecho desde antiguo merecedora de la atención por parte del hombre, quien a pesar de su carácter áspero y bravío, supo convivir con ella, sostenerse en sus volcadas laderas de empinadas pendientes para cultivar los campos generando un lugar rico, casi de ensueño, de huertas y regadíos merced a la abundancia en ella del agua de sus montañas.




Los hombres de aquí, los hombres de la luz, nunca supieron adaptarse a las sombras que les llegaron desde fuera con afán de imponerse por la fuerza. Fue entonces cuando el carácter inhóspito de estas montañas más favoreció a sus moradores, haciéndoles fuertes para resistir los embites de la opresión y de la injusticia. En estos barrancos y collados hay escritas historias contrarias al poder establecido que van desde el levantamiento de Ibn Hafsun contra el Califato de Córdoba, allá por el año 900 de nuestra era, hasta los más recientes episodios de resistencia contra la última Dictadura impuesta en 1939; los legendarios maquis de las Sierras Tejeda y Almijara. Aquellos y estos, con más de mil años de distancia en el tiempo, tienen una trascendental circunstancia en común: Todos ellos eran hijos de esta tierra.



Del mismo modo, y entremetidos en ese periplo temporal, se encuentran otros andaluces, los hombres de a-xarqiyya, parte importante del antiguo reino de Garnata, cuya existencia coincidiera con la extinción del mítico Al Andalus sobre la superficie ibérica, una vez que fuese rendido aquel reino a los reyes castellano-aragoneses en las postrimerías del siglo XV.



Esta capitulación se lleva a cabo en el marco de unos acuerdos que, a pesar de tener validez “para siempre jamás” como se encargan de reseñar enfáticamente los reyes castellano-aragoneses y en los que se reconoce el derecho de los sometidos al uso y ejercicio de su lengua, hábitos, religión y cultura en general, no se prolongan en el tiempo ni tan siquiera diez años. “Pero así como las capitulaciones antiguas se cumplieron con fidelidad, estas últimas se quebrantaron pronto” (CARO BAROJA, 2000). Ya en 1499, a criterio del Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, se inician las conversiones de fe masivas y forzadas de los musulmanes de Granada, lo que lleva a la sublevación de los habitantes del Albayzin granadino en 1501. “A raíz de la sublevación acaecida en 1501 los Reyes Católicos se desentendieron de lo establecido por las Capitulaciones diez años antes con mayor holgura” (CARO BAROJA, 2000). Así el 14 de febrero de 1502, se promulga Pragmática Real por la que se anulan los privilegios de los moros granadinos, obligándoles a adoptar las costumbres de los castellano-aragoneses bajo la confesión católica.



Empieza así un curioso proceso de tensiones mediante pragmáticas y órdenes reales, cuyo efecto es relajado por los musulmanes, en la medida de lo posible, mediante el pago de cantidades desorbitadas de dinero. Este proceso se extiende hasta que la intransigencia castellana lleva a prohibir el uso de la lengua árabe en suelo hispano durante el reinado de Felipe II. La lengua de los andaluces que llegaron a ser la luz del mundo occidental durante más de cuatro siglos de manos de Ibn Zarqala, Ibn Rusd, Ibn Maymum, Ibn Gabirol, Ibn ‘Arabi, Ibn al Jatib, al Gafiqi, Abu-l-Qasim al Zahrawi, Ibn Zuhr, Ibn Quzman, Ibn Hazm, Ibn al Zaqqaq, Ibn Jafaya, al Shustarí, al Idrisi, etc., etc., etc., quedó apagada bajo el telón de la intolerancia y la intransigencia, dejando en la indefensión a millares de habitantes de las tierras andaluzas a los que borraba por Decreto su memoria histórica. Todas las escrituras de propiedad que durante siglos transmitieron los andaluces de padres a hijos, quedaron sin efecto, pasando a disposición de la Corona en caso de no poder ser justificada la propiedad de otro modo.



Esta maniobra política, promovida sin duda por los ocultos mecanismos de poder que manipulan a los gobiernos de una y otra época, genera entonces una cohorte de gentes sin tierra, que dicho en árabe viene a ser “monfíes”, “desterrados”. Sumidos en la desesperación, se llega a la Rebelión de 1568, conocida como Guerra de las Alpujarras, pero que tuvo como escenario la totalidad del Reino de Granada, desde la Alpujarra almeriense hasta las montañas de la Zagra o la Serranía de Ronda. Sobradamente conocido es también el episodio correspondiente al levantamiento de los pueblos de la Axarquía, de manos de Andrés el Xorairán y que termina con el trágico episodio de Frigiliana.



Estos, a los que la Historia oficial denomina “salteadores y bandoleros”, pudieran haber resultado en héroes si el río de los días hubiese llevado sus aguas por otro cauce, como ocurriera en el siglo XIX con los héroes de la resistencia guerrillera contra la invasión napoleónica en tierras también ibéricas. Paralelismos mucho más coetáneos se encuentran actualmente en Palestina, Afganistán o la propia Mesopotamia, de donde siglos atrás viniesen los aires bagdadíes cargados con la música de Ziryab, “el mirlo”, para alegrar y cargar de refinamiento la corte de los califas cordobeses. “Los monfíes eran bandoleros que solían actuar en cuadrillas; salteadores y criminales para los cristianos, vengadores e incluso héroes para los moriscos, su acción se encuadra en el auge del bandolerismo mediterráneo en el siglo XVI y en el particular de las condiciones granadinas.” (Ladero Quesada)



“Estos monfíes era gente que se mantenía de sus oficios en los lugares donde entrauan, casáuanse, labrauan la tierra e con mujeres e hijos afianzaban su seguridad. Fuéronse a viuir a las montañas, e hizierónse fuertes en ellas, de aquí salían a hacer fuerças, hurtos y homicidios para vivir.” (Bermúdez de Pedraza).



Justificamos así la necesidad del reconocimiento público y oficial de aquellos que lucharon en otro tiempo en contra de las injusticias y atropellos hacia los habitantes de esta tierra de la mejor manera que el rumbo de la Historia reservó para ellos.

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