PROTESTAS E INTOLERANCIA DE LA
IGLESIA CRISTIANA MEDIEVAL
El
deseo de una experiencia religiosa más profunda y personal —que caracterizó al
renacimiento espiritual de la Alta Edad Media— condujo al pueblo en direcciones
hostiles a la iglesia institucional. A partir del siglo XII la herejía, la
permanencia de las doctrinas religiosas diferentes de las enseñanzas ortodoxas
de la iglesia, llegó a ser un problema para la iglesia católica.
La
herejía mejor conocida de los siglos XII y XIII fue el catarismo. A los cátaros
(la palabra cátaro significa «puro”) también se les conoció como albigenses,
por la ciudad de Albi, una de sus fortalezas en el sur de Francia. Creían en un
sistema dualista en que el bien y el mal eran entidades distintas y separadas.
Las cosas del espíritu eran buenas, como creadas por el Dios de la luz; las
cosas del mundo eran malas, ya que las había creado Satán, el príncipe de la
oscuridad. Del mismo modo, los humanos estaban inmersos en el dualismo. Sus
almas, que eran buenas, estaban atrapadas en cuerpos materiales, que eran
malos.
Según
los cátaros, la iglesia católica, una institución materialista, no tenía nada
que ver con Dios, y era esencialmente mala. No había necesidad de seguir sus
enseñanzas o de reconocer su autoridad. El movimiento de los cátaros tuvo gran
apoyo por parte de importantes nobles del sur de Francia y norte de Italia.
La
difusión de la herejía en el sur de Francia alarmó a las autoridades eclesiásticas.
El papa Inocencio III llamó a los nobles del norte de Francia para que llevasen
a cabo una cruzada (una campaña militar en defensa de la cristiandad) en contra
de los herejes. La cruzada contra los albigenses, comenzada en el verano de
1209 y que duró casi dos décadas, fue sangrienta. Miles de herejes (e
inocentes) fueron asesinados, incluyendo poblaciones completas de algunas
villas. Por ejemplo, en Béziers siete mil hombres, mujeres y niños fueron
masacrados cuando buscaban refugio en la iglesia local.
El
ejército cruzado debido a la gran afluencia de nobles franceses estaba
compuesto por unos 30.000 hombres, un tamaño inmenso para la costumbre de la
época. La dirección de la cruzada correspondía en su aspecto religioso al
legado papal Arnaud Amalric y en su aspecto militar estaba dirigida por el
noble Simón IV de Montfort, debido a la larga experiencia militar de éste
noble, que había participado en la Cuarta Cruzada (contra Bizancio) y había
peleado en Tierra Santa.
Ramón
Roger Trencavel, vizconde de Albí, Béziers y Carcasona será el principal líder
de los nobles que defendían a los cátaros.
El
21 de julio de 1209, los cruzados sitiaron Béziers, uno de los principales
focos cátaros. Simón de Montfort atacó la ciudad, tomándola rápidamente y masacrando
horriblemente a la población, sin importarle si eran cátaros o no. Alrededor de
8.000 personas murieron en la ciudad de Béziers, pasando a la historia la
famosa frase:”Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos”, atribuida por
la mayoría de fuentes al legado papal Arnaud Amalric.
Esta
matanza sobrecogió a la población de la zona y tuvo un efecto devastador sobre
los nobles defensores y sus tropas, capitulando sin resistencia la mayoría de
fortalezas y ciudades que acogían a los cátaros.
El sur de Francia fue devastado, pero el catarismo permaneció, lo cual provocó que la iglesia católica instrumentara un método regular para descubrir y lidiar con la herejía. Esto condujo al surgimiento del Santo Oficio, como se le llamó a la Inquisición papal, una corte formal, cuyo trabajo fue investigar y tratar heréticos. Cualquiera que fuera acusado de herejía, se rehusara a confesar y estuviera todavía considerado culpable, se le remitía a los autoridades seculares ara que lo ejecutarán. Para los cristianos del siglo XIII, que creían que sólo había un camino de salvación, la herejía constituía un crimen contra Dios y la humanidad, por lo que se justificaba el uso de a fuerza para salvar las almas de la condenación. El fanatismo y el temor desatado en la lucha contra los herejes también se utilizaron contra otros, sobre todo contra el más conocido de los grupos extraños a la sociedad occidental: los judíos.
PERSECUCIÓN DE LOS JUDÍOS: Los judíos constituyeron la única minoría religiosa
de la Europa medieval a la que se le permitía practicar una religión no
cristiana. En la Baja Edad Media los judíos estaban activamente involucrados en
el comercio y las artesanías. Más tarde, una vez que los sistemas feudales y
gremiales les prohibieron tener propiedades y comercios, algunos judíos vieron
en el préstamo de dinero una forma para sobrevivir, aunque esto sólo era cierto
para una minoría.
No
se conoce con precisión el número de judíos que había en Europa. Inglaterra
tenía una población relativamente pequeña, tal vez entre 2500 y 3000 judíos, lo
que representa uno de cada mil habitantes. Había una mayor cantidad en el sur
de Italia, España, Francia y Alemania. En el sur de Europa los judíos
desempeñaban una importante función como intermediarios culturales e intelectuales
‘ntre el mundo musulmán y el cristiano.
El
entusiasmo religioso de la Alta Edad Media produjo un brote de intolerancia
contra los supuestos enemigos del cristianismo. Aunque esto fue evidente en las
cruzadas contra los musulmanes , los cristianos también se ocuparon de buscar a
los enemigos en casa, persiguiendo a los judíos en Francia y en el área del Rin
durante la primera cruzada. Los judíos de Speyer, Worms, Mainz y Colonia fueron
atacados por bandas de cristianos cruzados. Un cronista contemporáneo describió
la forma en que una banda de cruzados ingleses —que se detuvieron en Lisboa,
Portugal, camino de Tierra Santa— “echaron a los paganos y a los judíos,
siervos del rey, que vivían en la ciudad, saquearon sus propiedades y sus
posesiones, y quemaron sus casas; y después les quitaron sus viñedos, sin
dejarles ni una uva ni un racimo. Incluso los que trataron de proteger a los
judíos corrieron peligro.
Cuando
el arzobispo de Mainz proveyó refugio a los judíos, un populacho enardecido
atacó su palacio y lo obligó a huir. Los papas también salieron en la defensa
de los judíos, expidiendo decretos que recordaban a los cristianos que no se
debía perseguir a los judíos.
En
el siglo XIII, en esa densa atmósfera religiosa creada por la lucha contra los
herejes, los judíos fueron más y más perseguidos. Los frailes incitaban a
actuar contra estos asesinos de Cristo, haciendo referencia al punto de vista
cristiano tradicional de que los judíos son los responsables de la muerte de
Jesús, y quemaban en público libros judíos. El Cuarto Concilio de Letrán de
1215 decretó que los judíos debían usar ropas que los distinguieran de los
cristianos. El mismo concilio fomentó el desarrollo de los ghettos judíos, o
recintos amurallados, no para protegerlos, sino para aislarlos de los
cristianos. Las persecuciones y la nueva imagen del odiado judío alentaron una
tradición antisemita que llegó a ser una de las peores contribuciones de la
Europa cristiana al legado occidental.
A
finales del siglo XIII los reyes europeos, que antes se veían a sí mismos como
protectores de los judíos, habían despojado a las comunidades judías de su
dinero y dejaron de protegerlas. Eduardo I expulsó a todos los judíos de
Inglaterra en 1290. El rey francés siguió su ejemplo en 1306, los volvió a
admitir en 1315 y los expulsó de nueva cuenta en 1322. Conforme se extendía
esta política hacia Europa central, la mayoría de los judíos del norte de
Europa se vieron obligados a trasladarse a Polonia, como su último refugio.
INTOLERANCIA Y HOMOSEXUALIDAD
El
clima de intolerancia que caracterizó las actitudes del siglo XIII hacia
musulmanes, herejes y judíos también se hizo manifiesto contra otro grupo: los
homosexuales. Aunque la iglesia condenó la homosexualidad en la Baja Edad
Media, no le había preocupado demasiado el comportamiento homosexual, y tal
actitud también prevaleció en el mundo secular. Sin embargo, alrededor del
siglo XIII, estas actitudes tolerantes cambiaron drásticamente. Algunos
historiadores relacionan este cambio con el clima de temor e intolerancia que
prevaleció en el siglo contra los grupos minoritarios que se apartaban de la
norma de la mayoría. Un enfoque preferido de los críticos fue identificar a los
homosexuales con otros grupos detestados. Se describió la homosexualidad como una
práctica regular de musulmanes y conspicuos herejes, como los albigenses. Entre
1250 y 1300, lo que se había tolerado en la mayor parte de Europa, ahora
constituía un acto criminal que merecía la muerte.
La
legislación contra la homosexualidad se refería a ésta, por lo común, como un
pecado “contra natura”. Éste es precisamente el argumento desarrollado por
Tomás de Aquino, quien ha formado la opinión católica en esta materia durante
siglos. En su Summa Teologica, Tomas de Aquino manifestó que el propósito del
sexo era la procreación , por lo tanto, solo podía ser practicado legítimamente
de forma que no excluyera esta posibilidad. Así la homosexualidad era
"contraria a la naturaleza" y constituía una desviación del orden
natural establecido por Dios. Este argumento y las leyes que prohibían la
actividad homosexual so pena de castigos graves siguió siendo la norma en
Europa y en cualquier parte del mundo cristiano hasta el siglo XX.
Fuente Consultada: Civilizaciones de
Occidente de Jackson Spielvogel
No hay comentarios:
Publicar un comentario