viernes, 10 de agosto de 2012

Historia crisol 3 culturas en al-Ándalus. Vida cotidiana en la edad media


VIDA COTIDIANA EN LA EDAD MEDIA


Hábitos alimentarios. El vino y el pan serán los elementos fundamentales en la dieta medieval. En aquellas zonas donde el vino no era muy empleado sería la cerveza la bebida más consumida. De esta manera podemos establecer una clara separación geográfica: en las zonas al norte de los Alpes e Inglaterra bebían más cerveza mientras que en las zonas mediterráneas se tomaba más vino. Aquellos alimentos que acompañaban al pan se denominaban "companagium". Carne, hortalizas, pescado, legumbres, verduras y frutas también formaban parte de la dieta medieval dependiendo de las posibilidades económicas del consumidor. Uno de los inconvenientes más importantes para que estos productos no estuvieran en una mesa eran las posibilidades de aprovisionamiento de cada comarca. Debemos considerar que los productos locales formaban la dieta base en el mundo rural mientras que en las ciudades apreciamos una mayor variación a medida que se desarrollan los mercados urbanos. La carne más empleada era el cerdo -posiblemente porqué el Islam prohíbe su consumo y no dejaba de ser una forma de manifestar las creencias católicas en países como España, al tiempo que se trata de un animal de gran aprovechamiento- aunque también encontramos vacas y ovejas. La caza y las aves de corral suponían un importante aporte cárnico a la dieta. Las clases populares no consumían mucha carne, siendo su dieta más abundante en despojos como hígados, patas, orejas, tripas, tocino, etc. En los periodos de abstinencia la carne era sustituida por el pescado, tanto de mar como de agua dulce. Diversas especies de pescados formaban parte de la dieta, presentándose tanto fresco como salazón o ahumado. Dependiendo de la cercanía a las zonas de pesca la presentación del pescado variaba. Judías, lentejas, habas, nabos, guisantes, lechugas, coles, rábanos, ajos y calabazas constituían la mayor parte de los ingredientes vegetales de la dieta mientras que las frutas más consumidas serían manzanas, cerezas, fresas, peras y ciruelas. Los huevos también serían una importante aportación a la dieta. Las grasas vegetales servirían para freír en las zonas más septentrionales mientras que en el Mediterráneo serían los aceites vegetales más consumidos. Las especias procedentes de Oriente eran muy empleadas, evidentemente en función del poder económico del consumidor debido a su carestía. Azafrán, pimienta o canela aportaban un toque exótico a los platos y mostraban las fuertes diferencias sociales existentes en el Medievo. Las carnes debidamente especiadas formaban parte casi íntegra de la dieta aristocrática mientras que los monjes no consumían carne, apostando por los vegetales. Buena parte del éxito que cosecharon las especias estaría en sus presuntas virtudes afrodisíacas. Como es lógico pensar los festines y banquetes de la nobleza traerían consigo todo tipo de enfermedades asociadas a los abusos culinarios: hipertensión, obesidad, gota, etc. El pan sería la base alimenticia de las clases populares, pudiendo constituir el 70 % de la ración alimentaria del día. Bien es cierto que en numerosas ocasiones los campesinos no comían pan propiamente dicho sino un amasijo de cereales -especialmente mijo y avena- que eran cocidos en una olla con agua -o leche- y sal. El verdadero pan surgió cuando se utilizó un ingrediente alternativo de la levadura. Escudillas, cucharas y cuchillos serían el menaje utilizado en las mesas medievales en las que apenas aparecen platos, tenedores o manteles. La costumbre de lavarse las manos antes de sentarse a la mesa estaba muy extendida.


El vestido en la Edad Media. Resulta bastante complicado saber cómo era el vestido de las gentes en la Edad Media. Bien es cierto que encontramos algunas pautas generales. El vestido femenino suele ser largo mientras que el masculino es corto. Los sectores más modestos de la sociedad utilizaban colores oscuros, generalmente negro. Sin embargo, estas afirmaciones son muy limitadas. Sí es cierto que el vestuario medieval experimentó una importante transformación gracias a las ciudades y las burguesías que habitaban en ellas. En ese cambio también influyó el contacto con otras culturas, especialmente la musulmana gracias a las Cruzadas. En una sociedad tan regulada como la medieval no debe extrañarnos que los asuntos relacionados con el vestuario también tuvieran reglamentaciones. Alfonso X el Sabio regula en 1258 las vestimentas tanto de los oficiales mayores de la casa real como de los menores. Estos últimos "non trayan pennas blancas ni çendales sin siella de barda dorada nin argentada nin espuelas doradas nin calças descarlata, nin çapatos dorados nin sombrero con orpel nin con argent nin con seda". Los eclesiásticos no podían utilizar ropas coloradas, rosadas o verdes. Debían llevar calzas negras y olvidarse de zapatos con hebilla y cendales, utilizando en sus cabalgaduras sólo sillas de color blanco. Los canónigos vestían de manera más relajada al estarles permitido el uso de cendales -siempre y cuando no fueran amarillos o rojos- y poder utilizar sillas azules. La marginación de algunas clases sociales -como judíos y musulmanes- se extendía al vestuario. Los judíos no podían llevar pieles blancas, ni calzas rojas, ni paños de color ni cendales. Los mudéjares tampoco podían llevar zapatos blancos o dorados, aplicándose las normas anteriores. A lo largo del siglo XII apreciamos las primeras innovaciones en el vestido procedentes de las ciudades. Las modas empezaron a manifestarse con cierta fuerza y los tejidos fueron adaptándose al cuerpo para marcar las siluetas. Momentos donde los ropajes de ambos sexos eran muy similares dieron paso a otros en los que la distinción entre las ropas masculinas y las femeninas era tremenda. En los tiempos finales del Medievo encontramos un acentuado gusto en las damas por los largos cabellos, los pechos altos y el encorsetamiento de la cintura. Estas modas fueron impuestas por las clases urbanas acomodadas y posteriormente se irían acercando al resto de estamentos sociales tanto del campo como de la ciudad. Labriegos y artesanos intentaban imitar a los burgueses en sus atuendos, especialmente a raíz de la horrible Peste Negra, cuando en Europa se desató un irrefrenable deseo por disfrutar de lo terrenal. El cronista florentino Mateo Villani nos cuenta con cierto escándalo como "las mujeres de baja condición se casan con ricos vestidos que habían pertenecido a damas nobles ya difuntas". También los predicadores desde los púlpitos exponen sus críticas al desenfreno de la moda.

Las mujeres en la sociedad medieval. Al ser heredera la sociedad medieval de las costumbres romanas y germánicas al tiempo que heredera de un sistema de creencias estructurado en Oriente Medio, establece sus bases en el patriarcado. El varón es considerado un "agente activo" mientras que la mujer es el "agente pasivo". Esta es la razón por la que el varón ocuparía un papel preeminente ante la mujer, a pesar de plantear la religión cristiana en sus textos fundamentales la igualdad de los dos sexos ante el pecado y la salvación, dejando de la lado la presunta negación de la existencia de alma en las mujeres. En este marco patriarcal, la vida pública, desde la política a las armas pasando por la cultura o los negocios, está reservada casi exclusivamente al hombre mientras que la mujer está recogida en la vida doméstica. Sin embargo, como bien dice Adeline Rucquoi "en las sociedades tradicionales, en las que la escritura no desempeña el papel fundamental que ahora tiene, la transmisión de la mayor parte de los conocimientos se efectúa precisamente en el marco de la vida privada" por lo que el papel de la mujer no queda mermado. Por eso vamos a conocer en profundidad su papel en la vida familiar, las labores de las mujeres, sus relaciones con la religión o la cultura, los saberes tradicionales o el mundo de la prostitución, una vía de escape en definitiva al régimen tradicional.

El matrimonio. Hasta el siglo XII el matrimonio no se impuso como sacramento, tras siglos de lucha por parte de la Iglesia para controlar la monogamia y la exogamia. No cabe duda que el matrimonio supuso importantes mejoras para la mujer, especialmente al prohibirse el divorcio y la repudiación, al tiempo que se necesitaba el consentimiento de la interesada para llevarse a cabo. De esta manera se consigue un cierto papel de igualdad respecto al varón. Desde el siglo XIII la Iglesia iniciará una importante labor al santificar a mujeres casadas como santa Isabel de Hungría, santa Isabel de Portugal o santa Eduvigis. La dote matrimonial introduce un curioso elemento económico en el matrimonio ya que según el derecho romano la mujer nunca forma parte de la familia del marido sino de su padre, por lo que éste debe aportar a su hija una dote importante con la que "mantenerse". El derecho germánico establecía que era el marido quien debía dar la "morgenbabe" a la esposa. Tanto uno como otro serán los bienes que la esposa tenga, bienes que el marido administra. La mayoría de las familias medievales no tuvo problemas a este respecto ya que no podía dar a sus hijas o esposas ni dote ni arras pero en las clases altas sí constituyó algunos conflictos. En la Florencia de la Baja Edad Media resulta curioso contemplar como una joven viuda es rescatada por su propia familia para establecer, con ella y su dote, una nueva alianza con otra familia. Los hijos habidos del primer matrimonio se quedarían con la familia del padre. En este caso, la mujer no dejaba de ser un mero objeto de intercambio para aumentar las relaciones sociales y económicas de los miembros del patriarcado. En Valencia, la familia de la mujer solía reclamar al marido la dote si no había descendencia. Mientras viva, el marido está considerado el administrador de los bienes de la esposa. Al enviudar la mujer consigue su propia autonomía, recibiendo a menudo la tutela de los hijos menores, la libertad para volver a casarse sin consentimiento paterno y poder administrar sus bienes. Si estos bienes son cuantiosos podemos afirmar que el papel de la viuda es importante en la sociedad. En aquellas regiones donde se establezca el sistema de primogenitura la viuda debe acudir al convento donde, para ingresar, también debe aportar una dote. Para que ingresar en un convento no esté reservado a mujeres con posibilidades, a finales de la Edad Media se crearon fundaciones cuyo objetivo era dotar huérfanas y muchachas pobres.


Las viviendas. Las condiciones materiales de existencia para el hombre y la mujer medievales serán bastante precarias debido a su dependencia del medio natural. Sería lógico pensar que estas condiciones variaban en relación con las diferencias sociales. Fuertes diferencias encontramos entre las casas o las ropas de los señores feudales y los altos clérigos respecto a las de los labriegos o humildes artesanos. Aun así también las clases altas tenían amplias carencias que, de esta manera, igualaban a la sociedad. Las casas desempeñaban diversas funciones; eran refugio ante las inclemencias naturales, residencia de la familia y el centro de las actividades productivas. La vivienda de los campesinos también era granero y establo mientras que en los núcleos urbanos la casa de los artesanos incluía también el taller. La chimenea era uno de los elementos fundamentales de la casa al representar el hogar y la unidad de percepción fiscal. Los documentos de la época hacen referencia a fuegos por lo que los estudios demográficos difieren a la hora de aplicar el número de personas que habitaba ese fuego. Las viviendas humildes eran tremendamente sencillas: constaban de un amplio espacio donde se vivía y trabajaba, se comía y se dormía. Las casas solían ser de madera aunque también podían incluir ladrillo, adobe o piedra. Debemos advertir que en las ciudades se empiezan a manifestar importantes transformaciones en cuanto a la división del espacio. En este ámbito urbano las casas tenían dos pisos, estando la zona a pie de calle destinada a la tienda o taller y a zona de cocinas, donde también se comía. Al fondo de la planta baja encontramos un patio con un pozo. La segunda planta es la zona de habitaciones comunicada con la planta baja por una escalera. Sobre este primer piso estaba el granero y en el subsuelo hallamos la bodega. En buena medida repite el esquema de los chalets adosados de la actualidad. Las baldosas que cubren los suelos, las letrinas o los cristales que cierran las ventanas serían signos evidentes del progreso económico y social de los habitantes de la vivienda. Hablando en términos numéricos, los habitantes de esta casa modelo urbana dispondrían de unos cien metros cuadrados de vivienda. Otro tipo de viviendas urbanas serían los típicos corrales castellanos donde gente de condición modesta organizaban sus casas alrededor de un patio donde estaba el pozo común. Las viviendas eran pequeñas y las letrinas de uso conjunto. En Sevilla las casas también se organizaban en torno a patios, evidencia de la influencia musulmana. Las limitaciones caracterizaban el mobiliario medieval. La cama, la mesa, los asientos o bancos y las arcas eran los cuatro muebles básicos en una casa. El más importante era la cama -en Castilla decir que alguien "no tiene más que la cama sobre la que se echa" era sinónimo de pobreza"-, generalmente de gran tamaño ya que la familia solía dormir conjuntamente. En numerosas ocasiones la cama se construía con unos bancos o tablas sobre las que se colocaban las colchas, siendo un mueble desmontable. En las casas nobles la cama era una estructura estable que se adornaba con un dosel. Los colchones eran de paja -los más pobres- o plumas. La ropa de cama también variaba en función de la condición social. Las mesas cumplían un importante papel en la vivienda medieval. También podían ser desmontables -un tablero sobre caballetes que se quitaba cuando acababa la comida, de donde viene la expresión "quitar la mesa" - o fijas, incluso adosadas a la pared. El médico sevillano Juan de Aviñón establece que la altura óptima de las mesas debía ser de tres palmos. Acompañando a la mesa encontramos los bancos. Este mismo médico también hace referencia a sus medidas ideales: dos palmos de anchura y entre uno y medio y dos de altura. Para amortiguar la dureza de la madera con que estaban construidos se utilizaban cojines. Los enseres de la familia se guardaban en arcas, desde los vestidos a los utensilios, alimentos o los escasos libros. Podíamos considerar que realizaban la función de los actuales armarios y también eran utilizados como asientos. Se cerraban con complicados herrajes. Braseros, candiles, alfombras, esteras, espejos, cubas, jarras, tinajas y un amplio etcétera formaban el catálogo de objetos existentes.
 

Hombre y la naturaleza. La relación entre el ser humano y la tierra era en la época medieval muy estrecha, tal y como podemos apreciar en las obras de san Francisco de Asís. El ser humano era un elemento más de la Creación al igual que las plantas, los animales, la tierra o el agua. Pero la vinculación con la tierra es tremendamente fuerte, estando considerada como el elemento primordial según se interpreta de las propias palabras del santo -"Nuestra hermana la madre tierra"- o del mallorquín Anselm Turmeda - la tierra "cabeza del género humano"-. El contacto con la naturaleza será algo innato del hombre medieval, identificándose especialmente con el medio natural al tiempo que la propia naturaleza formaba parte de la vida cotidiana. Bien es cierto que la relación entre hombre y naturaleza tampoco era idílica -la eliminación de las basuras y aguas residuales, la precariedad de la higiene o la acción del ser humano provocaría daños ecológicos de importancia- aunque en ocasiones se intentó regular legalmente esta relación con el fin de mantener un equilibrio mayor como se aprecian en las medidas castellanas del siglo XIII para evitar incendios en los bosques. A pesar de estas medidas podemos afirmar que el hombre medieval dependía más de la naturaleza que ésta del ser humano, por muchos recursos que pudiera sacar de ella. No debemos olvidar las graves consecuencias de las condiciones meteorológicas en la agricultura que vendrían acompañadas de hambre y muerte. Raúl Glaber hace referencia a la grave situación en la que se encontró Europa en 1033 aludiendo a que el hambre "hizo temer por la desaparición del género humano". Gilles le Muisit nos narra la crisis vivida en el año 1316 en Flandes donde " a causa de las lluvias torrenciales (...) la penuria aumentaba de día en día (...) A causa de las intemperies y del hambre intenso, los cuerpos comenzaron a debilitarse y las enfermedades a desarrollarse y resultó una mortandad tan elevada que ningún ser vivo recordaba nada semejante". En la crónica del rey castellano Fernando IV del año 1301 se manifiesta que "los omes moríanse por las plazas e por las calles de fambre". No cabe duda de que el ser humano seguía dependiendo del medio físico para su existencia diaria.



FUENTE: www.artehistoria.com

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