LA MALAGA MORA
Hussein Ibn Yussu Al-Malaqi
Con la recopilación de estos
textos pretendo cumplir la finalidad de dar a conocer Málaga y su provincia, a
través de los ojos y paisajes literarios de ilustres viajeros que durante
diferentes épocas visitaron estas tierras malagueñas y que supieron disfrutar
de ellas. Sabiendo de sus valores, historia de sus pueblos, encantos y caminos
e incluso descubriendo algunos de ellos sus más profundas raíces.
Descubriendo, las raíces morisca,
islámicas y andalusíes que aún quedan y siempre quedaran en estas tierras, ya
que forman la idiosincrasia de un pueblo, lleno de palabras, juegos, cánticos,
comidas, vestimentas e incluso en la forma de construir nuestras casas,
nuestros pueblo.
El pueblo malagueño, como pueblo andaluz, empieza a crecer, ha hacerse mayor con la islamización de nuestras tierras como toda Andalucía.
Los andaluces no podemos olvidar,
que nuestro origen no es Europeo, sino Norte Africano (bereber), y de ello esta
nuestra literatura llena, de viajeros que a simple vista se dan cuenta de esta
identidad del pueblo Andaluz, la Bereber. Para que el viajero, que
verdaderamente desee disfrutar de nuestra tierra debe cerrar los ojos y dejarse
llevar en el tiempo, respirando el aire de nuestros campos, disfrutando junto a
nuestros paisajes, monumentos y descubrirá la grandeza de al-Andalus. empezaremos haciendo un recorrido
por algunos de los viajeros más antiguos conocidos que escribieron de estas
tierras de luz y belleza:
Avieno, un ilustre universal
contaba:
“Por aquí el Criso (1) entra en el
profundo abismo;
Cuatro pueblos albergan una y otra ribera,
Pues tal lugar habitan los fieros libifénices,
Ocupan los macienos los
cilbicenos reinos,
productivas tierras, y de los ríos tartesios
Que se dilatan hasta el Galáctico
golfo.
Junto a ellos, siguiendo, está el
cabo Barbesio (2)
Y está el río de Málaga con la
ciudad homónima,
Primeramente Ménaca llamada en
otro siglo.
Bajo la ley tartesia, existe allí una isla
Que la ciudad rebasa y que los
moradores
Ha tiempo consagraron a la luna.
Un estanque
Hay en ella; asimismo hay un
puerto abrigado.
Más arriba, la plaza de Ménaca.
Por donde
Dicha región se aparta del mar,
levanta el monte
Sirulo su alta cumbre. Surge
luego un extenso
Peñasco que en las aguas
profundas entra. El pino,
Antes allí frecuente, hizo que de
él tomara
Su nombre en lengua griega. Hasta
el templo de Venus,
asta el cabo de Venus, la costa se recuesta.
Antes se levantaron aquí muchas
ciudades,
Poseyó estos lugares fenicia
muchedumbre.
Inhabitable arena tiene la sola
tierra
Y, exentos de cultivo,
languidecen los campos” (3).
La misma costa que desmenuza el
viaje por España y Portugal de Erich Lassota de Steblovo, con precisión de
fechas y definiciones:
“El 13 de febrero seguimos cerca
del Castil di Ferro, de Mutril de Salabregna (4) (villa del regno di Granta),
por delante de Vélez-Málaga (una villa grossa); Málaga, hermosa ciudad situada
en Andalucía. El 14 proseguimos cerca del Capo di Molinos (5), Fungarolla (6),
Moranilla (7), a unas quince millas de Zibilterra o Gibraltar; por la tarde
cesó el viento y quedó la noche tranquila. El 15 de febrero por la mañana nos
vino viento contrario y nos rechazó unas treinta y cinco millas atrás, de manera
que en Fungarolla, castillo, entramos y echamos anclas. El 24 me marché a
tierra, y en una pequeña ciudad llamada Myas, situada en una alta montaña, a
media milla del mar, almorcé y compré provisiones frescas. El 25 de febrero
salimos de Fungarolla, más un viento tempestuoso nos rechazó otra vez atrás. El
28 de febrero falleció Friedrich de Hubirg a la una de la noche, mi compañero
de regimiento, y desembarcado luego en Estepona; allí le enterraron. El 29 de
febrero emprendimos otra vez nuestro camino, y delante de Moranilla, por falta
de viento, flotábamos adelante y atrás. El 2 de marzo, por causa del viento
contrario, echamos ancla en Estepona, que es mercado con un castillo. El 3 de
marzo me fui a tierra y comí en Estepona. El 4 de marzo, a mediodía, nos
marchamos de allí, y por causa de vientos contrarios anclamos delante de
Gibraltar, detrás de una montaña” (8).
He aquí lo que cuenta Pomponio
Mela, el gaditano, acerca de Tartessos al describir la costa malagueña viniendo
desde Almería hacia el Estrecho:
“Las costas de Europa y África se
aproximan, formando los montes de Abilia y Calpe, que constituyen las Columnas
de Hércules; ambos entran casi por completo en medio del mar, sobre todo el de
Calpe. Más adelante se abre un golfo, en el cual está Carteia (hoy unas ruinas
cerca de Algeciras), ciudad habitada por fenicios trasladados de África, que
algunos creen es la antigua Tartessos, y luego Tingentera, de donde somos
nosotros… (9).
Y Sernet, el gran viajero de
España, el más elogioso canto:
“…. Efluvios también de esta
costa que nos hacen penetrar en su intimidad. Olor de mar, muy fuerte siempre,
compuesto de sal y yodo, ligeramente matizado de algas, fresco y sano; olor a
polvo, a arena levantada por el viento, levante, poniente o terral, a veces muy
violento.
Olor de los pueblos pescadores o
de los viejos cuchitriles encaramados en las peñas. Aquí se revive la historia
del reino de Granada. Morisca la traza, salvaje la población. África está aquí
en los olores a fritura. Pero en los hogares arden las plantas del monte, y los
humos, como en la Meseta, se elevan fuertes y suaves, síntesis de los libres
efluvios de España…” (10).
COMARCA DE LA AXARQUIA
A Málaga como ciudad marítima, se
puede llegar por tierra, mar o aire, ciudad que nos esperará dormida a orillas
del Mediterráneo.
Una de las rutas para conocer
esta provincia es la de Granada a Vélez, por la que pasaremos por una vía
romántica y de grandes y bellos paisajes.
Antes de llegar a Vélez-málaga
nos encontramos con Viñuela:
“Más allá, una hoz cortada en las
pizarras. En un barranco a la derecha se acurruca, invisible desde arriba, el
pueblo de Viñuela. Y una pequeña desviación nos llevará a Canillas de Aceituno:
“En la época que nos referimos, 1569, Canillas tenía un castillo con sus torres
y murallas, amparo y defensa de sus moradores, del que sólo queda el recuerdo y
el nombre de la calle que subía hasta él: calle del Castillo” (11).
Desde los tiempos más lejanos,
atraídos por el nombre de Málaga, viajeros de muy diversos países y latitudes
descendieron por Zafarraya para satisfacer su curiosidad y asomarse al mar
Mediterráneo.
“ El 10 yumadá I (29 de diciembre
de 1465) marchamos de Málaga a lomos de mulo a la vuelta de Granada, y durante
nuestro camino pasamos por una ciudad llamada Ballis (Vélez), magnífica ciudad,
rica de mercadería y de fruta; vi, muchos higos secos y uvas pasas en
abundancia, y muchos de sus habitantes me contaron que naves de gran porte
abordaban la playa en la proximidad de Vélez y embarcaban en gran cantidad
higos y almendras y los llevaban a casi todos los países lejanos; y con todo
eso (decían) no se advierte ninguna disminución de tales productos en nuestro
país”(12).
Otro viajero, con paciencia casi
heroica, nos dirá, siguiendo esta ruta:
“El 28 por la mañana, subiendo
altas montañas y después descendiendo seis leguas largas hacia la costa, llegamos
a Vélez-Málaga, ciudad grande y buena, a la orilla del mar. Tiene una fortaleza
en la cumbre de un monte, que por fuerza y por hambre se vio obligada a
rendirse al rey de Castilla. Su campo es muy fértil en aceite, higos,
almendras, grana y otros productos, que bastan para el holgado sustento de sus
naturales” (13).
Ibn Batutah la cogerá como “una
hermosa ciudad que tiene una bonita mezquita; abunda en uvas, frutas e higos, a
la manera de Málaga” (14).
Abulfeda (Ismail
Imad-ad-din-al-hayubi) nos la tratará con igual pasión, haciéndonos reconstruir
viejas fortalezas:
“El reino de Málaga se encuentra
entre los reinos de Sevilla y Granada por el Mediterráneo, hacia la parte
meridional de Al-Andalus. Tiene muchos higos y almendras, y de sus jurisdicciones
es la ciudad de Vélez-Málaga, ciudad considerable en parte oriental de Málaga,
no existiendo otra de igual en su reino. Tiene un río de los mejores y de sus
sitios de recreo son: El miradero de Almarica, la rada o “Mina Alduar”, la rada
o puerto de Mina Gasan y Barca Azzufra. También es de su jurisdicción la
fortaleza Xanax a una jornada de la capital, que produce mucha seda; las
fortalezas Almain y Bazliana por el mar Mediterráneo…” (15).
Pero hay una cita literaria que,
por su categoría, no podemos renunciar a traer aquí. Es nada más y nada menos
que de Cervantes, que sitúa a sus personajes en el Quijote, por un momento, en
el camino que vamos pisando:
“Luego que los jinetes
entendieron que éramos cristianos cautivos, se apearon de sus caballos, y cada
uno nos convidaba con el suyo para llevarnos a la ciudad de Vélez-Málaga, que
legua y media de allí estaba.
Fuimos derechos a la iglesia, a
dar gracias a Dios por la merced recibida; y así como ella entro Zoraida dijo
que allí había rostros que parecían a los de Leyla Marian. Dijímosle que eran
imágenes suyas, y como mejor se pudo le dio el renegado a entender lo que
significaban, para que ella la misma Leyla Marian que la había hablado. Ella,
que tiene buen entendimiento y un natural fácil y claro, entendió luego cuanto
acerca de las imágenes se le dijo. Desde allí nos llevaron y repartieron a
todos en diferentes casa del pueblo; pero al renegado, Zoraida y a mí nos llevo
el cristiano que vino con nosotros, y en casa de sus padres, que medianamente
eran acomodados de los bienes de fortuna, nos regalaron con tanto amor como a
un mismo hijo. Seis días estuvimos en Vélez, al cabo de los cuales el renegado,
hecha su información de cuanto le convenía, se fue a la ciudad de Granada a
reducirse, por medio de la Santa Inquisición, al gremio santísimo de la
Iglesia” (16).
Nos cuenta el Barón Charles
Davillier en sus viajes por España:
“Vélez-Málaga es el verdadero
paraíso de la costa meridional de España, y no hay tal vez ninguna otra ciudad
de Europa cuyo cielo sea tan hermoso y cuyo clima sea tan suave. Además del
algodón y la caña de azúcar, que llaman caña dulce, el añil, el café, la batata
y otras plantas de los trópicos, crecen allí maravillosamente. Compramos en el
mercado cañas dulces verdes, que estaban excelentes, y unos frutos, originarios
de América, llamados “chirimoyas”. En la época de la dominación árabe había en
Vélez-Málaga y en toda la costa, hasta Marbella, muchos más molinos de azúcar
que los que se ven hoy. También había bastantes en el siglo XVII, como
demuestra este pasaje de un viajero francés: “Hay también salinas y molinos de
azúcar que llaman ingenios de azúcar, que he visto cerca de Marpella o
Marbella, en Andalucía, donde he visto muchas cañas de azúcar que están hechas
como otras cañas, pero que tienen por dentro una cierta medula y un agua muy
dulce, pues yo he cogido de ellas en los caminos”. (17)
Ahora será Mohamed al-Idrisi,
quien nos hablara de Torre del Mar, el barrio marítimo de Vélez-Málaga:
“Desde allí al castillo de Marian
Ballis (Torre del Mar), pequeña fortaleza sobre la costa, al occidente de la
cual esta la desembocadura del río llamado Mallaba, 12 millas . Este río viene
del Norte; pasa por Alhama y cerca del distrito del castillo de Salía (Azaleha
o Zalia), donde recibe todas las aguas del Galita, desciende al pueblo de
Al-Fajan y después vierte sus aguas en el mar, al occidente de Marian Ballis.
Desde este castillo al pueblo de
El Redil, donde hay un cabo, siete millas.
“Desde este cabo Bizilyana
(Mismiliana), gran pueblo, situado en una llanura arenosa, provista de baños,
de posadas y almadrabas, por medio de las cuales se coge mucha pesca que se
expide a los países inmediatos, siete millas” (18)
Otro pueblo maravilloso de la costa es Nerja, la antigua Nerixa de Al-Andalus, situada en el extremo oriental del litoral de la provincia de Málaga, lindante con la de Granada.
“De la época árabe existen restos
en este simpático pueblo malagueño; estación veraniega de extraordinario
porvenir. Merecen citarse unos grandes cañones que los moros tenían emplazados
para la defensa de las costas y que se conservan al pie del gran acantilado sobre
el que se asienta el amplio paseo que termina en el grandioso Balcón de
Europa”. (19)
Nerja tuvo su cantaor: fue Ibn
Saadi:
“Tendido sobre alfombra de
mágicos colores,
mientras el dulce sueño mis
parpados cerraba,
Nerixa, mi Nerixa, brotando entre
flores
Con todas sus bellezas mi vista recreaba”. (19)
Saliendo de Nerja, a la derecha:
“En el pico más alto que hay en la demarcación de Frigiliana, pueblecito
malagueño aupado en el cerro del Castillo, llamado así por el que en otros
tiempos allí se levantó, (en tiempo de moros), abre sus brazos una gigantesca
cruz conocida por “Cruz de Pinto”, muy venerada de la gente de la villa, y aun
de la comarca, que con frecuencia acude a sus pies para pedir mercedes o para cumplir
penitencias”. (20)
Pasado Torre del Mar hacia Málaga
pasamos las barriadas veleñas de Alfayate y Valle-Niza, entre estas dos
barriadas, se alza un castillo reconstruido y ampliado por el marqués de
Mondéjar, por lo que se llama del marqués, regalado por uno de sus
descendientes al borbónico Carlos III. Ofrece la particularidad de estar
edificado con sillares de la cercana cantera que dio la piedra para la
construcción de la catedral de Málaga, según vemos en la Historia de Vélez y su
partido. Dicha fortaleza formaba parte de la defensa del reino de granadino,
que abarcaba desde Gibraltar hasta el Almanzora, en cuya faja se levantaban
cuarenta y ocho torres y once castillos (21), la mayoría de los cuales se
conservan, aunque en estado ruinoso. Un poco más arriba, la llamada torre de la
Atalaya, de diez metros de altura, sobre la cima de un otero. DE ella se
columpia la villa de Comares, célebre por el orgullo y rebeldía de sus valíes,
engallada en lo más escarpado de ingente picacho. No muy lejos, vestigios de la
oriental Mainake, en la desembocadura del río Vélez. Realmente, estos lugares
que vamos recorriendo unen a sus incomparables bellezas naturales el interés de
la historia propia, rancia y atrayente”. (22)
“Los pueblos se esconden en los repliegues de los barrancos para hurtarse a la vista de los piratas. Sólo Comares, muy en el interior, se atreve a campar, extraordinariamente altivo, sobre un pico calcáreo”. (23)
(1) Guadiaro.
(2) Calaburras.
(3) Avieno (traducción de Alfonso
Canales). Caracola, revista malagueña de poesía, núm. 26, diciembre de 1954.
(4) Es Motril y Salobreña.
(5) Cabo de Molinos.
(6) Fuengirola.
(7) Marbella.
(8) Viajes de extranjeros por
España y Portugal. Desde los tiempos más remotos hasta fines del siglo XVI. Por
Erich Lassota de Steblovo.
(9) Luz sobre Tartesso, por
Manuel Laza Palacios, Gibralfaro, revista del instituto de estudios malagueño
(10) Jean Sermet. La España del
Sur. Traducción de Consuelo Berges.
(11) Diego Vázquez Otero,
Tradiciones malagueñas, “La venganza de un mudéjar”, “Canillas de Aceituno”.
(12) Abd Al-Basit, Viajes de
extranjeros por España y Portugal, “El reino de Granada en 1465-66” .
(13) Jerónimo Münzer, Relación
del viaje.
(14) Viaje por Andalucía.
(15) Descripción de España.
(16) Miguel de Cervantes, Don
Quijote, Cáp. XLI, Págs. 1199 y 1200.
(17) Barón Charles Davillier,
Viaje por España.
(18) Descripción de España.
(19) Antonio Bueno Muñoz, El
libro de Málaga, “Nerja”.
(20) Elena Villasana y León Sanz
Jiménez, De la costa del sol de málaga, 1960
(21) Diego Vázquez Otero,
Tradiciones Malagueñas, “Frigiliana”, “La Cruz del Pinto”.
(22) Alfonso Gámir Sandoval,
Organización de la Costa del Reino de Granada, desde su reconquista hasta
finales del siglo XVI.
(23) Diego Vázquez Otero,
Tradiciones Malagueñas.
LA COMARCA ANTEQUERANA
El transcurso literario y
paisajístico sobre el cual, vamos a hablar en este segundo capitulo son los
pueblos de la comarca Antequerana. Comarca de bellos pueblos, grandes llanuras
y extensos olivares.
Empezaremos este pasaje hablando,
de la tan conocida Peña de los Enamorados:
Cerca de Archidona vi el alto
picaho del cual se tiraron los dos amantes. La leyenda es interesante como una
muestra más de un tema muy repetido en la literatura española. En numerosos
cuentos y romances se nos describe el protagonista como un héroe cristiano que,
capturado por los moros, se enamora de la bella hija de su carcelero, a quien
contempla desde su calabozo. La más famosa de todas es, sin duda, la historia
del cautivo que Cervantes incluye en el Quijote y que está inspirada en una
aventura personal de su autor. En la historia de Cervantes, como en la de los
amantes de Antequera, el padre suplica a su hija que vuelva a su lado.
Cervantes le pinta gritando en la plaza, sollozando, mesándose la barba y
arrastrándose por el suelo, mientras llama a su hija: “! Vuelve, querida hija
¡¡Vuelve y todo te lo perdonaré ¡”. Pero el barco se aleja de tierra y los
gritos del viejo se extinguen. (1)
“Archidona fue antiguamente una fortaleza que extendió sus muros y torreones sobre las cumbres de tres cerros. Tenía su población en una hoya formada por las tres alturas, y no sin razón era llamada Arx Domina, reina de los alcázares.
Hoy no es más que una villa
sentada en la vertiente de una sierra, a la sombra de un castillo árabe; mas
impone aún por su posición, por los restos de esa misma alcazaba rodeada de
precipicios, por lo sombrío y montaraz de sus alrededores, en que abrió a cada
paso la mano de Dios tajos, abismos, cuevas ensombrecidas por la tradición y la
leyenda. Agrias cuestas por donde, tras grandes aguaceros, se precipitan
rugiendo los torrentes, constituyen sus calles transversales: es cada casa un
baluarte, como cada hombre un soldado; y no sería aun fácil vencerla sin
derramar raudales de sangre en las ásperas faldas de su sierra. Tiene a sus
pies una vega que se extiende hasta cerca de Antequera, pero desigual,
montuosa, cortada a trechos por barrancos, está cercada por todas partes por
altas cordilleras que se cruzan en todas direcciones y apenas dan lugar más que
a hondas cañadas y tortuosos valles, y , si algo presenta a su alrededor de
pintoresco, no son cuadros de flores ni frescas alamedas, sino derrumbaderos
como las laderas de su mismo nombre, (…), saltos como el del Moro, donde es
fama que se precipito su último alcaide; profundidades como la de Cea, cuyo
fondo removido tal vez por el fuego de los volcanes, desconoce y mira con
terror el hombre. Un solo río atraviesa su término, el Guadalhorce; un solo
arroyo, el del Ciervo, y hasta las aguas de estas dos corrientes, lejos de
deslizarse tranquilas por entre campos de verduras, se las ve raudas y
espumosas saltando en forma de cascada de peña en peña, de quiebra en quiebra,
de uno a otro barranco. (2)
“Levantase entre las ruinas una
humilde ermita consagrada a la Virgen de la Gracia; pero no parece tampoco más
que un altar sobre un sepulcro. La naturaleza, la historia, el arte, todo
contribuye en aquel lugar siniestro a presentar los objetos como cubiertos de
una niebla formada por vapores de la sangre derramada.”(3)
“En mitad del camino de Antequera
a Archidona hay un monte muy áspero que se llama la Peña de los Enamorados, por
lo ocurrido a dos amantes, que el uno era un cristiano de Antequera y la otra
una mora de Archidona”(4)
“El título de este peñasco es el
recuerdo de un suceso histórico que se refiere de muchos modos. El padre
Mariana, libro 19, capítulo 22, dice que, hallándose cautivo en Granada un
joven cristiano, se enamoró de él la hija de su señor, y no dudó en revelarse
el fuego secreto que abrasaba su pecho. El joven le respondió fino y amante, y
concertaron entre los dos el fugarse de aquella ciudad y refugiarse en alguna
de las plazas castellanas de la frontera. Una noche, favorecidos de la
oscuridad, pusieron en ejecución sus intentos y se alejaron de la vega de
Granada. Sin cesar de caminar llegaron los fugitivos a la Peña de los
Enamorados, donde fue preciso descansar algún tiempo de las fatigas de un viaje
tan penoso y dilatado. Pero, mientras lo verificaban, el padre de la mora, que
volaba en pos de ellos, se descubrió a corta distancia acompañado de algunos
jinetes. Los desdichados amantes, viéndose perdidos, se abalanzaron a la cumbre
de la peña, pero su perseguidor los amenazaba con saña y fiereza, mientras
subían, y les anunciaba una muerte horrorosa e inevitable si no se postraban
inmediatamente a sus pies. Mostrándose rebeldes los enamorados, el joven
cristiano, defendía con piedras y palos la subida del peñasco y arredraba a su
perseguidor; pero el padre, inexorable, mandó a varios flecheros de las
cercanías que les enderezasen sus dardos mortíferos y los privasen de la vida
en la eminencia. Los infortunados amantes, en tan apurada situación, se
estrecharon fuertemente y se precipitaron por la Peña a la vista de su padre. Y
este trágico acontecimiento dio a nuestra célebre colina el nombre de Peña de
los Enamorados. Sigue la narración don Rodrigo de Carbajal en su poema, y añade
que la mora se llamaba Ardama, su padre Ibn Abu, y el joven cautivo Tello de
Aguilar, caballero hijodalgo de Écija…” (Cristóbal Fernández, presb., Historia
de Antequera, 1842).
Sigue después el relato de las
variantes de la leyenda, según textos y tradiciones.
Sigamos nuestro recorrido, pero
antes de entrar en Antequera, recordemos la vía que a ella afluye desde Fuente
Piedra:
“Todo el valle del Guadalhorce era en los primeros tiempos de la humanidad una inmensa laguna, de la que aún perduran, testificando la certeza de la tradición que lo afirma, las de Herrera y de Fuente Piedra, además, la gran cantidad de restos de crustáceos y moluscos, carpas y otras especies acuáticas, que en los abundantes terrenos fosilíferos del término de Antequera existen, en los que frecuentemente se encuentran, fosilizados, nenúfares, helechos…”
“La fuente de la piedra desatada
de unas pizarras (en llorar
prolijas)
a la Ninfa del Sátiro adora
calça las plantas, ya por plantas
fijas,
de su Oriente a la urna vinculada
entre cambiantes de doradas
guijas
(quando les bruñe el sol mentido
azófar)
terrestre Aquario le tributa
aljófar”(7)
Llegamos a Antequera…
“Tu fortaleza, a quien la edad
apenas dexa ser castillo, que, corona de antigüedad, desmoronadamente estando
quedo, dice las mudanzas del tiempo devorador sacrílego, que con igual pie la
ha visitado con pasos desiguales; a quien ha sido lícito mucho en sus
grandezas. Tus murallas, engastadas en plata y aprisionadas en cristal, que se
miran en una medio fuente, medio río, que confunde los términos de ambos y en
Guadalhorce muere de sí mismo. Tus edificios suntuosos,(…), tus alcaicerías y
lonjas, en lazadas con ambos mundos, donde los caudalosos empleos presumen
competir con la infalible verdad de los mercadantes, de quien no ha sido ni aun
sospechoso el crédito. Tus jardines, donde, persuadido de tempestad de rosas,
nace el día, y en una muchas flores, por verdad de las estrellas: tantas, que
alcanzan de cuentas Aritméticas; donde falta olfato a tanta Siria y adonde la
curiosidad agradece el cuidado a los ojos, puertas de la admiración. Tus
campiñas, logro de tantas perfecciones, ondeantes de agradecidas mieses, a las
injurias de los surcos fieles, tapizadas de pacíficas olivas que Minerva
traduxo de su Atenas, de vides, de dulces pesos; cuyas generosas sandias
acometen un tiento a los pies del más gallardo. Tus montes, que manan dulces
premios de retesadas tetas y oro líquido, descendiente de sus flores, que
perezosamente se desata de las celdas de sus panales cuya verdura se esconde en
los números mal contados del ganado: de ovejas, mentidos los vellones de grana;
de cabra que resiste el tacto con el yerto pelo; de vacas que recogen en las
anchas narices viento que otro no ha resollado, ni con blasfemias ofendido; de
caballos corpulentos, abiertos de narices, de anchos pechos, lados altos, ojos
vivos, cuello corto, cerviz esenta, pies estrechos, que no saben un lugar, y
una vez y otra hieren el hueco suelo, y en la carrera ponen límite a su padre
el Zéfiro.
Tus cuevas, no menos ocultadoras
de peregrinos que confusos secretos; a quien la curiosidad ha llamado a esamen,
asida al hilo de Teseo. Más ¿cómo sin él saldré de mi confusión?”(8)
Antequera, celebrada por los
romances fronterizos:
“¡Si, ganada es Antequera!
¡Ojalá Granada fuera!
Díjele que me dijese
Las sennas de su marido
Por que yo se lo trajese
Preso, muerto o mal ferido.
Dijo mora con gemido:
-Yo te lo daré, “a muley”
aunque no eres de mi ley,
mentirte nunca Dios quiera.
¡Sí, ganada es Antequera!”(9)
“Dando voces vino un moro,
sangrienta toda la cara:
-¡Con tu licencia buen rey,
diréte una nueva mala:
el infante don Fernando
tiene a Antequera ganada;
muchos moros deja muertos,
yo soy quien mejor librara,
y siete lanzadas traigo,
la menor me llega al alma;
los que conmigo escaparon
en Archidona quedaban!”(10)
Merece destacarse el elogio de
Ibn Al-Jatib:
“Lugar de hermosa apariencia con
que se adorna el rostro del año; sitio de prosperidad, de sembrados y de
rebaños, y de abundantes alimentos y de numerosa población. Pero corcel algo
impetuoso y alborozado…” (11)
Muchos de los grandes viajeros
andalusíes recorren este camino:
“Entre Málaga y Córdoba se
encuentran diversos lugares de fortificados, que son al mismo tiempo las villas
principales de esta parte del país. Entre éstos se encuentran Antequera y Archidona,
villas situadas a 35
millas de Málaga, pero despobladas por los disturbios
que han tenido lugar en la época de la gran revolución contra la dominación de
Ibn Abi Ami (Almanzor), el primer ministro de los omeyas” (12)
Recordemos la poesía, que sobre
el castillo, nos ofrece Requena:
“Del río moro la corriente
besa tu planta de historia,
y el sol andaluz, la gloria,
al pasar, pone en tu frente.
Altiva torre silente,
del valor hace memoria,
que orgullosa la victoria
se extendió resplandeciente” (13)
No podemos dejar de hablar de
esta estupenda ciudad.
“En el carácter de las calles y
de las casas de Antequera se ofrece la variedad propia de la diversidad de las
épocas en que tuvieron su origen. Así todas las que rodean el castillo tienen
cierta reminiscencia musulmana en su trazado, y muy especialmente el callejón
de la Estrella, cubierto, estrecho, tortuoso y de acusada pendiente. Todas las
calles que descienden de la fortaleza, sirviendo de eje a las que se escalonan
en torno a la misma, son de duras pendientes que, a veces, como la de San Judas
y de la Barbacana, cambian a trechos la pina cuesta por escalones. Las
transversales, sin ser llanas por completo, sólo ofrecen ligeras ondulaciones,
y, si no son perfectamente rectas, distan mucho de ser tortuosas” (14)
Las campiñas “se ensanchan en
seguida desmesuradamente: El surco intrabético se une al golfo del Guadalquivir
por una amplia comunicación de llanuras. Por ellas serpentea el Genil con toda
calma. Entre él y el Guadalhorce no hay ríos. En cambio, en este suelo
impermeable los arroyos llevan las aguas de lluvia a unas lagunas más o menos
extensas donde la evaporación producida por el sol determina una concentración
salina. Blancas eflorescencias rodean estas superficies líquidas, a veces hasta
las cubre una ligera costra. No se puede menos de pensar en los sebjas de
África del Norte. En pleno día son de gris lívido, plomizas, inmóviles; hace
daño verlas. Pero a la madrugada la aurora les da reflejos rosa, malva,
tornasoladas, irisaciones de una gran belleza. A pesar de la sal no estamos en
el desierto, pues llueve y la tierra es fértil. Estos llanos son un granero que
alimenta a grandes pueblos, como Campillos, de calles limpias y urbanas con
preciosas filas de ventanas enrejadas” (15)
Desviándonos más a la derecha,
hacia Málaga –ya supone desviación la cita de Campillos-, “existe un
pueblecillo de escaso vecindario, llamado Almargen, que huele a morisco desde
una legua y donde todavía se conservan costumbres y resabios de aquellos
tiempos” (16)
“En Colmenar se entra en los montes de Málaga, que los moros llamaban, por oposición a la Hoya, Anarquía o tierra del este. Es un gran macizo de pizarras. No es muy alto-1000 metros-, pero domina el mar inmediatamente. De aquí, debido a los ataques exasperados de la erosión, un laberinto de barrancos y de cretas que le da mucho relieve.” (17)
Para terminar este capitulo lo
aremos, con unos verdiales de los montes de Málaga:
“La orquesta no se hizo esperar;
una guitarra, un violín, unos pequeños platillos y una pandereta la componían;
las sombras empezaron a enseñarse del panorama y el cielo a esmaltarse de
estrellas; sentaronse los concurrentes- debidamente separados los sexos- bajo
el renegrido toldo; la brisa era fresca y perfumante; el aguardiente empezó a
circular por cubas casi de mano en mano; hizo resonar la murga sus sones
melancólicos; un candil enorme pendía del techo de la choza; Juanico el
Morisqueta cantó con acento dulcemente timbrado:
“Partío e los Verdiales,
er de las mejores viñas
y más ricos olivares;
aquí quiero yo una niña
con los labios de corales” (18)
(1) Walter Starkie, Don Gitano.
(2) E. Pi Y Margall, Recuerdos y
bellezas de España. Reino de Granada.
(3) ID. Ibíd..
(4) Andrés Navajero, Viajes de
extranjeros por España y Portugal
(5) Espinel, Vida de Marcos de
Obregón. Clásicos Castellanos
(6) José Ruiz Ortega, Así es
Antequera
(7) Ocios de Castalia, Es de agua
excelente
(8) Obras de Pedro Espinosa,
“Panegírico”
(9) Fermín Requena, Romance
fronterizo “De Madina Antakira”
(10) ID., Ibíd.., “ de la perdida
de Antequera”
(11) Fermín Requena, “De Madina
Antakira”
(12) Mohamed al-Edrisí, Viajes de
Extranjeros por España y Portugal,
(13) Fermín Requena, Añoranzas
(poesías)
(14) José Ruiz Ortega, “La
ciudad”
(15) Jean Sermet,
(16) Narciso Díaz de Escovar,
Cuentecillo de mi tierra, “Paleto precavido”
(17) Jean Sermet,
(18) Arturo Reyes, El lagar de la
Viñuela,
RONDA Y SU SERRANIA
Desde la época andalusí, hasta
nuestros días, cargada de elogios, admiración, podríamos decir que es uno de
los pueblos más bonitos de Andalucía o de España.
Ronda…, para Al-Mutamid, rey de
Sevilla…: “¡Oh Ronda! Eres la más hermosa joya de mi reino, ahora que estás más
fortificada que nunca” (1).
Para Ibn al- Hakam: “Egregia y
encumbrada ciudad, a quien las nubes servían de turbante y de talabarte los
torrentes” y “cuyas almenas se avecinan a los astros” (2).
“Lector: éste es el pueblo peregrino
que con su espada fatigó a la
tierra
y abrió surco en el mar; pueblo
de guerra,
de casta mora y blasón latino.
Leyó en los astros su caudal
destino,
ganó la cumbre, traspasó la
sierra
y aun forzó el alto término que
cierra
de la humana ambición todo
camino.
Pueblo orgulloso, apasionado y
fuerte,
o batalla sin pulso y sin medida,
o se abandona a la pereza inerte.
Nunca acertó a vivir: es un
suicida
que, abrasado en las fiebres de
la vida,
para saciar su sed busca la
muerte…” (3).
Otro famoso viajero nos cuenta de
la ciudad:
“Ronda es una vieja ciudad mora
de tortuosos callejones que suben y bajan. Las casas son pequeñas. Tienen
puertas de hermoso nogal que abunda en los valles fértiles. Las frutas son
excelentes, en particular peros, gamboas, ciruelas y melocotones. Los peros y
peras de Ronda tienen fama proverbial. Las muchachas, a diferencia de las otras
morenas de Andalucía, tienen un cutis fresco y rojo como la camuesa. Ronda
proporciona una residencia fresca para el verano a los ricos de Sevilla, Écija
y Málaga”. (4)
La descripción lírica de Ricardo
León, que compendia su historia:
“Es Alcalá de los Zegríes, en lo
presente, una ciudad altiva, alegre y montaraz, cuna de mujeres hermosas, de
mozos gentiles y de agudos ingenios; orgullosa y valiente, amiga de la guerra,
de la equitación y de la caza, de la fiesta de los toros, de los oficios y
espectáculos de valor, destreza, riesgo y bizarría…”
“Tres épocas y tres pueblos
distintos están representados en ellas: la alcazaba, la villa militar, imagen
del orgullo y de la fuerza; Santiago, la ciudad hidalga y señoril, llena de
palacios y monasterios, y las Tendillas, el barrio picaresco y andaluz, famosa
cuna y singular teatro de caballistas y toreros, contrabandistas y gen de pro,
plaza y escuela de buenos mozos, de aquellos que solían dar por sus muchas
proezas en galeras y presidios, cuando no se amparaban en la serranía, midiendo
sus retacos y pistolas con el lucero del alba.
“La antigua alcazaba de los reyes
moros vino a quedar, al cabo de los siglos, desmantelada y pobre, sin más señal
del viejo poder que su recia osamenta, firme todavía y clavada en la roca,
despreciando al aire y a los hombres. Ya en tiempos más blandos y pacíficos,
las gentes de la ciudad, al ensanchar sus solares y romper la cáscara de los viejos
murallones, invadieron la alcazaba y fabricaron encima de aquella costra
secular un barrio populoso aprovechando los duros cimientos, los recios muros,
los azulejos y los mármoles y tal cual estancia o madriguera que hallar
pudieron al abrigo de la intemperie. Era de ver, y se veía desde cualquier lado
de la ciudad y de la vega, aquel puñado de casitas blancas y alegres,
encaramadas en el peñasco, trepando por las espaldas de la alcazaba en ruinas y
tomando el sol en la amarilla calavera del gigante muerto. Había algunas tan
osadas que, empinándose un poco sobre el cimiento, miraban, con los ojos de sus
puertas y ventanas, a los hondísimos tajos del peñón, recreando el oído con la
música del agua que en el abismo caía. Otras cabalgan sobre las vértebras de la
roca, semejantes a pajaritas de papel, y no faltan otras, todavía más
temerarias, colgadas materialmente, como niños, y sostenidas en el aire por un
milagro de Dios. Entre la masa blanca y deslumbradora de casitas humildes,
apretadas allí como un rebaño, erguíase alguno que otro caserón de fuste, con
muchos pisos y muchos miradores, y atisbábase la mancha oscura de un
huertecillo o jardín, y entre el haz de las casuchas y casones, de árboles y
piedras, de encaladas paredes y relucientes cristales, pugnaban por alzarse
todavía y estirar sus miembros, estrujados y mordidos, y sacudir el peso de
aquella nube de aves de rapiña, la vieja fábrica mora, sin lograr con su tozudo
esfuerzo más que asomar al sol un pedazo de su desnuda cabezota agujereada por
balconcillos y ventanucas y amortajada con hiedra y musgos.
“Frontero de este barrio, que
conserva todavía en sus escarpes y torreones el ceño adusto y marcial de la
ciudad antigua, está el barrio de Santiago, unido a la alcazaba por un estrecho
pasadizo, arrimado al tajo y defendido de él por un robusto parapeto. Por el
otro lado le dan salida las heráldicas puertas de sus murallas. En este barrio
lleno de arrogancias y blasones, está la iglesia mayor, antigua mezquita, con
retoques de muchos siglos; la casa de los antiguos cadíes, con patio andalusí y
lujosas estancias; las ruinas del convento de mercedarios, sitio deleitoso,
cubierto de hiedras y parrales y espesas frondas; amén de un buen puñado de
casa de lustre, edificios públicos, iglesias, capillas y monasterios.
“Sobre la cordura de la roca, por
donde baja a despeñarse el Guadalcázar, tienden sus arcos los tres puentes, y,
por cualquiera de ellos, se sale a las Tendillas, que es el barrio más grande y
moderno. A expensas de las Tendillas crece de día en día la nueva ciudad, (…),
donde alborea un pueblo burgués…” (5)
Del período del reino de Granada
son, sin duda, los episodios fronterizos que recoge su romance viejo:
“Aqueste moro alobasen,
rey de Ronda, aquesta villa,
de la casa de Granada
con gran pujanza partía.
Corren la villa de Estepa,
que nadie se lo impedía.
Cristianos muchos han muerto,
y a otros muchos los captiva;
llevaba muchos ganados,
para Ronda se volvía” (6)
También nos cuenta Abulfeda:
“Ronda tiene uno de los castillos
más formidables y elevados, que lo coronan las nubes a modo de turbante y como
si lo engalanaran con collares dobles de perlas variadas” (7)
“A poniente, en la parte que la
roca se enlaza con el continente, los moros edificaron un castillo muy fuerte,
que aún se conserva…” (8)
“El Conventico era una de las más
curiosas reliquias de la pintoresca ciudad. Según los cronistas alcalaínos,
aquel venerable caserón, de ancianidad robusta y orgullosa, fue mezquita en
tiempos de los musulmanes, hicieron le después convento de los frailes
cartujos, más tarde sirvió de cuartel y de oficina pública, y, mediante algunas
impías reformas, vino a dar en posada de viajeros, patio de diligencias, casa
de postas, lugar y asilo de las escenas más novelescas y de los tipos más
graciosos de la vieja Alcalá” (9)
Dejaremos la ciudad de Ronda, para que los viajeros nos hablen un poco de su Serranía llena de historia y donde podemos encontrar los Pinsapos, coníferas que en Europa sólo crecen en el norte de Rusia, y hablaremos de rondeñas.
“La aspereza de aquellas
montañas- dice Hernando del Pulgar- face ser hombres robustos y ligeros; e
guerreros, porque en aquellas fronteras siempre continuaron la guerra contra
los cristianos. Estas gentes acostumbra mostrar sus fijos de pequeño a tirar la
ballesta, y en esta arte y por el gand çelo que tienen, son Maestros, que no
yerran de dar en cualquier lugar do tiern” (10)
“Ronda y su serranía ha dado su
nombre a las rondeñas, esas canciones tan populares en Andalucía. Lo mismo que
las malagueñas, las rondeñas tiene también su origen moro. Entre los aires
andaluces no hay ninguno más melancólico ni más expresivo. La guitarra, que ha
sucedido al laúd de los moros, acompaña siempre a la voz, ya sea con acordes
marcados o ya con aspergios que sirven a la vez de preludio y de
acompañamiento. Los virtuosos de Ronda son famosos en toda España. En el
silencio majestuoso de una cálida noche de verano, cuando se pasa por un
pueblecito de la serranía, es cuando deben oírse los acordes melancólicos de la
rondeña; parece como si estas melodías tan sencillas y primitivas se
representasen a variaciones infinitas, según el capricho o la inspiración del
cantaor.
“Los ojos de mi morena,
los ojos de mi morena,
se parecen a mis males:
grandes como mis fatigas,
negros como mis pesares. (11)
Hablemos de algunos pueblos
serranos, como:
“Gaucín y Casares montan la
guardia en el umbral de la montaña mediterránea. Imponentes guarniciones moras
vigilaban aquí la frontera del reino de Granada” (12)
Otro gran pueblo por su belleza
serrana es, Arriate, morisco como su nombre indica. El Arriadh de los
musulmanes, que significa vergeles o jardines. El tiempo que todo lo borra no
ha logrado borrar la afición de los hijos de esta villa tienen a las flores.
(13)
(1) Al-Motamid. Historia de la
literatura arábigo-española.
(2) Fermín Requena. Medina Runda
(3) Tomo V de las obras
completas, 1915
(4) Notas de Richard Ford. De
Ronda mora y cristiana
(5) Alcalá de los Zegríes
(6) Agustín Durán. Romancero
General
(7)Ismael Imadab Ibn al- Ayubi.
Viajes de extranjeros por España y Portugal.
(8) Alfonso Gámir. Tomado de
Ronda mora y cristiana
(9) Alfonso Gámir. Toma de Ronda
mora y cristiana
(10) ID.
(11)Del Barón Carlos de
Davillier. Viajes por España
(12) Jean Sermet.
(13) Diego Vázquez Otero.
Tradiciones malagueñas.
El Guadalhorce, río de parajes
malagueños:
Otro itinerario del que
hablaremos, es el que nos lleva junto al río Guadalhorce. En este recorrido
podemos encontrar el balneario de Carratraca, de famosas aguas curativas y
milenarias, pero sobre todo con paisajes solamente soñados por el hombre.
Empezaremos recordando a Diego
Vázquez:
“Pero lo más impresionante, lo
que origina una maravilla sin igual por imponente grandeza y salvaje majestad,
son “las mesas de Villaverde”, a poca distancia, en sierra de Abdalajís, que
con sus cumbres elevadas y sus tajos cortados a pico nos hablan de los primeros
días de la creación terrestre, cuando la corteza frágil del planeta se retorcía
y convulsionaba en lucha con el fuego y el agua. Picachos desnudos e
inaccesibles en cuyas crestas perduran las ruinas de Bobastro y sus fortalezas,
sede de un reino cristiano en pleno siglo IX, corte y baluarte de Omar, hijo de
Hafsum, el hazañoso y atrevido competidor de los califas cordobeses” (1)
Ricardo León nos cuenta de Alora:
“La palmera, reina elegantísima
de estos campos, abre sus abanicos graciosamente y pone en la opulencia del
cuadro una nota oriental y soñadora. A lo lejos he avizorado la suave curva de
la costa y, confundiéndose con el cielo, la raya azul y plata del mar” (2)
Otro viajero muy anterior, la había
visto así:
“Otra ciudad, Alora, a doce
millas distante de Setenil, tiene un fuerte castillo en la montaña, y ella
misma está situada abajo; también la había sitiado el rey de España dos días
antes de Corpus Christi” (3)
“Alora, la bien cercada,
tú que estas al par del río,
cercóte el Adelantado
la mañana del domingo” (4)
La ciudad” como un manto blanco,
del que, por lo demás, sólo se ven las puntas desbordando en los barrancos,
tiene sus casas en un alto peñasco bético, que por un lado se entierra en las
margas, pero por el otro domina a pico el torrentoso Guadalhorce. ¡Nido de
águila si los hay! Abajo, apenas la plaza de la estación, la carretera corta la
roca; sobre ésta, surcada de barrancos, suben derechos unos caminos empedrados,
moriscos. Todo ello, hombres y pasaje, de un mismo carácter extraordinario y
silvestre. ¿Por qué los pintores van siempre a los sitios consagrados y sólo
muy rara vez se lanzan ellos mismos al descubrimiento? ¿Por qué no vienen aquí
a hacernos el impresionante cuadro de este pueblo africano encaramado en su
peñasco, de estas mujeres, con el chal caído sobre la cara, que trepan, el
cántaro en la cadera, por los antiguos caminos, mientras, abajo, ofrece el
valle sus frutas de oro, sus alegres cortijos entre el verde y el suave
balanceo de sus palmas? (5)
Nos acercamos ya hacia Málaga,
pero antes como dijo Lope de Vega, ya vemos la blanquísima Cártama:
“Desde que para matarme
os trujo, amada prima,
el alcalde Reduán
de Cártama, nuestra villa,
a ser reina de Granada
por hermosura divina,
mis ojos han sido fuentes
y muerte ha sido mi vida” (6)
(1) Diego Vázquez Otero,
Tradiciones malagueñas
(2) Ricardo León, comedia
sentimental
(3) Viajes de Extranjeros por
España y Portugal
(4) De la guía Turística de La
Costa del Sol de Málaga
(5) Jean Sermet
(6) Lope de Vega, Poesías líricas
Málaga :
Ahora llegamos a Málaga, nos
adentraremos en esta gran ciudad, reconocida como tal desde tiempos remotos,
veremos que entre la provincia y la ciudad su similitud es grandísima paisajes,
clima…
En una ocasión, un viajero,
enamorado de Málaga, nos dijo: ¿Por que Málaga?… ¿Que tiene Málaga? He visitado
muchas costas y playas europeas… La Costa Azul, la Riviera italiana, la costa
yugoslava, las playas del Norte de Europa… Comprendo que Málaga es bellísima, pero
aquéllas también lo son. ¿Qué tiene Málaga que así atrae y subyuga, invitando
al que la ha conocido a no dejarla jamás? Hay otros climas maravillosos por
ahí. ¿Por qué Málaga?… Pero es una realidad: ¡Málaga!
La respuesta está en lo que
decían Ibn al-Hatib:
“Dé Málaga puede decirse lo que
se dice de las perlas: la impar, y su campo el paraíso. Lo testimoniarían, si
fuese sura, sus huertos. Si fuese día, lo sería de fiesta. Saluda a esa ciudad
de paz, tesoro al pie del muro; trono de un reino antiguo; abierto vaso de
perfume; cerco de luna…” (1)
Se llenó de tristeza al
recordarla Ibn Said (1214-1247), poeta andaluz:
“A Málaga tampoco mi corazón
olvida;
no apaga en mí ausencia la llama
del amor.
¿Dónde están tus almenas, ¡oh
Málaga querida!,
tus torres, azoteas y excelso
mirador?
Allí la copa llena de vino
generoso
hacia los astros mil veces elevé,
y en la enramada verde del céfiro
amoroso
sobre mi frente el plácido
susurrar escuché.
Las ramas agitaba con un leve
ruido,
Y doblándolas ora, o elevándolas
ya,
prevenir parecía el seguro
descuido,
y advertimos si alguien nos venía
a espiar…” (2)
En la Maqäma de la peste al
Malawi pone en boca de Málaga una carta dirigida a la Alambra de Granada, con
el intento de que el rey y la corte se trasladen a esta tierra, por haber
epidemia en la capital nazarí. El poeta, que escribe en prosa rimada, está enamorado
de su patria chica y, como buen provinciano, siente celos de la capital, a la
que deja en buen lugar, pero rompiendo lanzas por Málaga.
“…Málaga donde encontrará un aire
limpio,
arriates que invitan a la siesta,
y un reposo que se mete en las
almas;
donde hallará fragantes perfumes,
valles serpenteantes y costas
en las que se ensancha el pecho
herido
donde la violeta sirve en rueda
los cálices del junquillo,
y los jazmines son como luceros
que surgen en pleno día;
donde el aroma del azahar se
mezcla con el perfume
de la toronja y las brisas de la
mañana;
donde el chirriar de las aceñas
parece el
suspiro de la vírgenes
enamoradas.+
“Allí, cuando se alaba a la
aurora y rompe el alba,
se colman de gente las barquillas
y gritan los pescadores: “¡A las almadrabas!”.
“Y luego, cuando los resplandores
de Levante van pasando
a tierras de Poniente,
el jefe de la tropa grita:
“¡Buenos días! ¡Montad a
caballo!”.
Y se llegan hasta el valle grande
para la pesca
y la caza de liebres y de
pájaros” (3).
“Málaga reúne las dos
perspectivas de mar y tierra, con viñas que se suceden sin interrupción, sin
que puedas ver entre ellas un claro de terreno falto de cultivo; con quintas
que se parecen a las estrellas del cielo, por su gran número y por el esplendor
de su brillo; y con el río, que cruza, visitándolo, en las dos estaciones del
invierno y la primavera, lo hondo de su vega y la rodea para conocer sus
contornos” (4).
Para don Francisco Manuel de
Melo, en carta a Quevedo, es “Málaga la bella”:
“Entro el Mediterráneo mar abajo,
en demanda de Málaga la bella,
tomándome el Estrecho como atajo”
(5).
Cervantes, entre tantas
alusiones, nos la entronca con el temperamento:
“Cautivo.-En Málaga nacido.
Rey.-Bien lo muestras en ser así
atrevido” (6).
“Málaga es una villa muy hermosa
y muy bien fortificada. Está situada al pie de un monte que lleva el nombre de
Faro y defendida por un castillo fuerte. Cerca de la villa hay dos arrabales
sin murallas, pero en los que se encuentran posadas y baños. El territorio que
la rodea está plantado de huertos e higueras, cuyos frutos llevan el nombre de
higos de Raya, porque Málaga es la capital de la provincia de Raya” (7).
“Nada puede imaginarse más raro y
pintoresco que los alrededores de Málaga: la deslumbradora blancura de las
casas, el color añil del mar, la intensidad deslumbradora blancura de las
casas, el color añil del mar, la intensidad deslumbradora de la luz; todo hace creer
al viajero que lo han transportado a África.
“Elegante torre blanca se dibuja
en el cielo azul; era el faro de Málaga; habíamos llegado y serían las ocho de
la mañana. La ciudad estaba llena de actividad; iban y venían los marineros,
cargando y descargando los barcos anclados en el puerto, con animación rara en
una ciudad española. Las mujeres, con grandes mantones colorados, que servían
de maravilloso marco a sus semblantes moriscos, andaban rápidamente, llevando
en pos de sí algún chiquillo en cueros o en camisa. Los hombres, con la
chaqueta al hombro, apresuraban el paso y toda muchedumbre llevaba el mismo
camino, es decir, el de la plaza de toros. Lo que más me llamó la atención
fueron tres presidiarios negros que tiraban de un carretón. Eran de gigantesca
estatura, y tenían rostros monstruosos y duros, tan poco humanos, con tal
expresión de bestilidad feroz, que retrocedí sobrecogido de espanto como si
viera tigres. La especie de blusa que les servía de vestido acrecentaba aún su
diabólica catadura. No sé por que estarían en presidio, pero a mí me habría
bastado verles la facha para encarcelarlos.
“Paramos en la posada de los Tres
Reyes, casa relativamente cómoda, sombreada por hermosa parra, cuyos pámpanos
se enredaban en los hierros de los balcones; una criada muy bonita, preciosa
muestra de la hermosura malagueña, célebre en toda España, nos acompañó a
nuestras habitaciones y nos dio un disgusto al asegurarnos que no había
billetes para la corrida” (8).
“Escribo a la orilla del mar,
sobre una terraza adonde llega el ruido de la espuma. A pesar de la estación,
está alegre y claro el día, y el cielo limpio, de limpidez mineral, y el aire
acariciador. Esta es la dulce Málaga, llamada la Bella, de donde son las
famosas pasas, las famosas mujeres y del vino preferido para la consagración.
Es justamente una parte de la “tierra de María Santísima”, con dos partes de
tierra de Mahoma. Más el color local se va perdiendo a medida que avanza la
universal civilización destructora de poesía y hacedora de negocios. Hay, en
verdad, mucho de lo típico de los barrios singulares, como el Perchel, la
Trinidad y la escalonada Alcazaba; más la ciudad no os ofrecerá mucho que
satisfaga a vuestra imaginación, sobre todo si imagináis a la francesa y no
buscáis sino pandereta, navaja, mantón y calañés. Hay, sí, la reja cantada en
los versos, y los ojos espléndidos de las mujeres, y la molicie, y el ambiente
de amor. Hay las callejuelas estrechas y antiguas, y las ventanas adornadas con
tiestos de albahacas y claveles, como en los cromos; hay bastante morisco y no
poco medieval. Más, del lado del mar, surge una Málaga cosmopolita y nueva, y
más que cosmopolita, inglesa, durante la season, pues de más esta decir que
desde que un Mr. Richard Ford escribió en su Hand book for travellers in Spain
que el clima de Málaga es “superior a todos los de Italia y España para
enfermedades del pecho” y que “aquí el invierno es desconocido”, la invasión
británica estuvo decretada” (9).
“Fuera, Málaga presentaba igual
aspecto que todas las poblaciones de Oriente; aspecto fantástico y bello; el
caserío, ceñido con la parda cintura de los muros almenados y torreados,
alzándose sobre sus azoteas las torres de algunas casas y los minaretes de las
mezquitas, entre los cuales se marcaba el oscuro follaje de huertas y jardines;
la Alcazaba y el Gibralfaro irguiendo sobre la ciudad sus adarves y torreones.
Todo esto encerrado, de un lado por los pintorescos arrabales, de otro por las
olas del mar, y tierra adentro por los dilatados horizontes de nuestra vega o
por montes encumbrados” (10); porque “Dios distinguió especialmente a Málaga
dándole en junto lo que repartió entre las demás ciudades y desplegando en ella
los encantos que plegó. En Málaga se encuentran la lisura de los arenales, la
amenidad de los montes y la fertilidad de los cultivos” (11).
Ibn al-Hatib nos la recuerda:
“Sus montañas son todas almendros
e higueras; sus llanuras, alcázares y jardines; su costa, peces que en toda
ocasión sirven de alimento. Su gran río es de agua dulce y fina. Sus alamedas
están en fruto” (12).
Lope de Vega la cita en El último
godo:
“Aquesta villa llamad
Malaca o Málaga, y dad
tierra a la Cava homicida” (13).
“La ciudad de Málaga, vista desde
el puerto, presenta un aspecto agradable y no exento de majestad. A la derecha
un alto monte pedregoso, sobre cuya cima y bajando por una de las faldas hasta
el llano se ennegrecen las gigantescas ruinas del castillo de Gibralfaro,
famoso por la desesperada resistencia que opusieron en él los musulmanes al
ejercito de Fernando y de Isabel la Católica; más abajo la catedral, que se
alza majestuosamente sobre todos los edificios inmediatos, lanzando al cielo,
como diría un poeta atrevido, dos hermosas torres y un altísimo campanario”
(14).
También nos cuenta A. Jouvin
(1672):
“El reino de Granada sería uno de
los mejores de España si no tuviese tantas montañas y si no careciese de gente
para cultivarlo; aparte de que allí llueve tan raras veces que se ven
obligados, si no se quiere dejar que todo se pierda, a regar por medio de un
molino y de una máquina que eleve el agua de un pozo, que hacen correr por los
jardines; aunque, sin embargo, hay comarcas por donde los ríos pasan que son
las fértiles de España, principalmente por el lado del mar, en donde hay
algunos buenos puertos, como Málaga, que es una ciudad de tráfico, por la
cantidad de aceite, de vino, de frutas, pasas que de allí se secan todos los
años, y que está fortificada por dos castillos, el uno encima de la montaña y
el otro a orillas del mar, con un arsenal lleno de municiones y de armas de
todas clases; como también Almería, Almuñécar y Salobreña, que es un puerto de
mar” (15).
“Málaga, “el cerco de luna”, como
más tarde la llamara el ilustre musulmán (16); la “Perla de Al-Andalus”; el
puerto más importante del Mediterráneo y el más poderoso centro de atracción
del vecino continente, venía a sus manos como “la amada soñadora a los brazos
del galán” (17)
Tan importante para Málaga como
su puerto y su mar, han sido sus jardines, los cuales recordaremos con estos
dos ilustres literatos malagueños, empezaremos por Abu al- Qasim Ibn al-Saqqat
(siglo XII):
“A la sombra de aquel día giraban
los deseos sobre nosotros
como esferas astronómicas de
fidelidad.
Lo pasamos en un jardín al que
una nube, armada con el
acerado sable del relámpago,
escanció la bebida de
la madrugada.
El rojo vino nos dio como
almohadas los macizos de
murta y parecíamos reyes sobre el
trono de los
verdes boscajes.
La mano del amor nos ensartó para
la alegría; nosotros
éramos las perlas, y los amores,
los hilos.
Nos atacaban como lanzas los
pechos de las doncellas,
moviéndonos guerra, y para
defendernos no vestíamos
otra cota que nuestras pieles de
fanal.
Antes nosotros se destapaban
caras deliciosas, que parecían
lunas entre la noche de las
trenzas” (18).
“Leyendo la descripción poética
de Ibn al-Hatib hace de Málaga, las comparaciones, después muchas veces
repetidas, parecen flores artificiales ofrecidas a una juventud eterna. “Pues
Málaga, lo que se dice de las perlas la impar, y su campo el paraíso. Lo testimoniarían,
si fuese sura, sus huertos. Si fuese día, lo sería de fiesta. Saluda a esa
ciudad de paz; tesoro al pie del muro; trono de un reino antiguo; abierto vaso
de perfume; cerco de luna,…”. ¿Por qué no se ha vuelto a llamar a Málaga cerco
de luna, como perla y paraíso? Esa comparación nos devuelve a la noche sin
tiempos de los deseos furtivos. De la descripción de Ibn al-Hatib ya han caído
las murallas dobles, la alcazaba, compañera de los siglos; pero la luna sigue
alumbrando en ella los mismos caminos de felicidad. Málaga, dicen otros
viajeros musulmanes, es la ciudad de los cantos nocturnos. Y la reconocemos en
la lejanía del tiempo, no por sus monumentos derruidos, sino por la luna y la
canción” (19)
También es muy justo recordar,
monumentos emblemáticos de Málaga como son la Alcazaba, Gibralfaro y las
Atarazanas. Empezaremos con un poema a La Alcazaba:
“La mano le está dando a la
alcazaba
hazen los dos murados maridajes,
quando uno y otro en permanente
caba
todo un monte guarnecen de
omenajes,
que acaban adonde el cielo acaba,
sus almenas se tocan de celajes,
cuyas vistosa al tope pedrería
es con velas la luz de Andalucía”
(20).
Callando, hacia arriba, hacia la
luz, el vasto paisaje de Málaga, leve en las luces, levantase la Alcazaba sobre
un cerro situado dentro del casco de la población, junto al mar y sólo dominado
por levante por otra eminencia, sobre la cual destaca el castillo de Gibraltar.
En 1313 escribía Ibn al-Hatib:
“La Alcazaba se asienta en el
monte como en un trono, y Alá la ha colocado en un lugar excelso; sus muros y
sus recintos son dobles; su almenara se alza sobre la cima del bendito monte;
sus torres están próximas unas de otras; sus escaleras son altas, y sus puertas
bien defendidas…” (21).
“Málaga,”Cerco de la luna” (22);
castillo de Gibralfaro;
almenas de la Alcazaba;
olas del Mediterráneo.
Hammuditas fortalezas
que van, tozudas, cercando
con sus grilletes de gloria
las tropas del castellano” (23)
Otro poeta musulmán escribe;
“A mi derecha gritos
y gritos a mi izquierda;
gritos entre mis ojos:
yo ando sobre gritos.
Gritos de uñas y garras,
gritos encanecidos:
abanicos de la luna
en las noches cálidas,
silenciosas, huérfanas.
La tumba de mis huesos
es hoy estanque de palomas.
¿Me estás oyendo? ¿Me estás
oyendo?
¿Me estás mirando? ¿Me estás
mirando?” (24)
Otro viajero ilustre nos habla
así del castillo de Málaga:
“Saliendo de la ciudad hacia el
Oriente hay un grande y poderosos castillo (25) de laberíntica disposición, con
puertas de hierro. Desde que la parte del mar se disfruta de un admirable
panorama. Tiene la fortaleza tres mazmorras cavadas en la misma roca, como las
de Granada, en donde encerraban a los cautivos cristianos. Presentámonos al
alcalde, quien, habiendo leído las cartas que llevamos para él, nos recibió
cortésmente y mandó a dos servidores que nos enseñasen la fortaleza alta (26),
que está encima del monte y a la que se va por un camino que avanza entre dos
muros. Esta parte del castillo es de una robustez maravillosa, y desde allí, en
los días serenos, se alcanza a ver tierra de Berbería, que dista no más de 15 millas ” (27)
“Aldrete, en su origen y
principios de la lengua castellana, dice textualmente: hay una torre en Málaga
que ella misma, contra el tiempo y cautiverio de moros, se ha conservado en la
fortaleza que hoy llama Gibelpharo, o como pronuncia el vulgo, Gibralfaro,
siendo puesto el gibel de los moros al monte donde estaba la torre y dejando el
nombre antiguo de Pharo, que allí había.” “Es decir, Aldrete adopta la
interpretación etimológica de nombre compuesto de raíz árabe y griega” (28)
“Después de estos restos de la
Alcazaba merece ser visitado otro monumento musulmán; más ¿qué podrá ver ya de
sus antiguos constructores sino un magnífico arco de herradura sobre un ancho
murallón coronado de pequeñas troneras y viejos matacanes? Está el arco
encerrado en un cuadro bellísimo y sencillo; tiene almohadillado el paramento;
lleva en sus enjutas dos escudos con leyendas andalusíes ; manifiesta en todas
sus partes delicadeza y gusto; más está ya enteramente aislado, afeado por una
puerta cuadrada y baja, desfigurado por una ventana con reja de hierro abierta
en el centro de su espaciosa área, y toda su riqueza y hermosura no pueden ya
servir más que para hacernos sentir la pérdida del edificio a que formó parte
ya no existen: queda sólo en su lugar un parque de Artillería que en nada
revela ya la mano del artista” (29)
También se nos recuerda lo
ocurrido en Málaga, tras la toma de la ciudad:
“Tomada la ciudad de Málaga por
los Reyes Católicos, repartieron tierras en uno de los arrabales a Garci López
de Arriarán, caballero vizcaíno, que asistió en la empresa, y de quien llevaron
el nombre. Llamáronse islas, porque islas se llamaban las manzanas de casas, y
había más de una en el dicho terreno” (30)
Otro ilustre andalusí nos habla
de los vinos malagueños, y nos cuenta:
“También es peculiar de esta
ciudad un vino delicioso, tanto lícito como ilícito, hasta el punto de que se
ha dado proverbial el vino de Málaga. A un calavera que estaba a la muerte le
decían: “Pide perdón a tu Señor”. Y él, levantando las manos, clamaba: “¡Oh
Señor! De todo lo que hay en el Paraíso no te pido más que vino de Málaga y
pasas de Sevilla” (31)
Y los higos, también son de justa
mención…
“Salud, ¡oh Málaga! ¡Qué higos
produces! Por tu causa los navíos van de ellos cargados.
“Mi médico habíame prohibido tu
estancia, en razón de mi enfermedad; pero mi médico no posee equivalente de mi
vida.
“El juez de la reunión de los
fieles, Abu Abdallah, hijo de Abdelmalik, ha añadido al dístico citado, como
apéndice a esos versos, empleando también la figura llamada paronomasia:
“¡E Huns! No olvidarás sus higos.
Aparte de ellos, te acordarás de sus aceitunas” (32)
Con estos comentarios damos por
terminados nuestra visita paisajística de Málaga, donde intento recordar, a los
visitantes por estas tierras que Málaga ha sido, tierra mora y que seguirá
siendo, tierra de moros aun habiendo intentado hacer que olvidemos nuestra
identidad, pero como habrán observado los lectores, intento que cuando se
viajen por estas tierras como lo hicieron otros ilustres, puedan reconocer
estos paisajes moriscos-andalusies. Pero no podemos olvidar que el tiempo no
perdona y muchos de estos paisajes de los que nos hablaron y escribieron los
viajeros, ya solo podemos imaginarlos pues como nos los describen ya han
desaparecido.
(1) Del libro de Adolfo Reyes,
Ideario de estampa
(2) Adolfo Federico Schack,
Poesía y arte de los árabes en España y Sicilia
(3) De Caracola, Umar al-Malaqui
(4) Al-Saqundí, Elogio del Islam
español
(5) De las obras completas de don
Francisco de Quevedo y Villegas
(6) De las obras completas de
Miguel de Cervantes
(7) Mohamed al-Idrissi, Viajes de
extranjeros por España y Portugal
(8) Teófilo Gautier, Un viaje por
España,(este viaje se hizo en 1840)
(9) Rubén Darío, Tierras solares
(10) F. Guillén Robles, Málaga
musulmana
(11) Al-Hatib Mufaharat, Málaga
wa Sale
(12) De la obra La Costa del Sol
de Málaga
(13) Lope Félix de Vega Carpio,
Teatro
(14) Edmundo de Amicis, Viaje
durante el reinado de Amadeo I
(15)De la obra, Viajes de
Extranjeros por España y Portugal
(16) Ibn al-Hatib
(17) Fermín Requena, Málaga,
puerta califal
(18) De caracola, poetas
malagueños 1953
(19) Ideario en estampa, Cerco de
la Luna
(20) Iván de Osvando Santarén
Gómez de Loaysa, Alcazaba en arábigo es lo mismo que fortaleza
(21) Antonio Bueno Muñoz, El
Libro de Málaga
(22) Llamada así por Ibn al-Hatib
(23) Fermín Requena, Añoranza
“Hamed el Zegrí”
(24) Mohammed Sabbag
(25) Refiérese a la Alcazaba
(26) Gibralfaro
(27) Jerónimo Münzer, viajes de
extranjeros por España y Portugal
(28) El castillo del Airo,
Gibralfaro
(29) Recuerdos y bellezas de
España
(30) Notas de Rodríguez Marín
(31) Al-Saqundi, Elogio del Islam
español
(32) Ibn Batuta, viaje de
extranjeros por España y Portugal
FINAL
Estos artículos, frases y poemas,
están extraídos de todos los libros, que menciono al final de cada capitulo,
pues lo que he hecho es una simple recopilación de textos de personajes
literarios que han hablado escrito y disfrutado del encanto de estas tierras
malagueñas, las cuales han cambiado gracias a la destructiva mano del ser
humano, pero como digo al principio de estos escritos, si el viajero, quiere
seguir sintiendo estos mismos paisajes, tan sólo debe, respirar el aire de
estas tierras, cerrar los ojos y dejarse llevar en el tiempo aconsejado por los
viajeros que nos los describen, estos hermosos paisajes vistos a través de sus
ojos, para disfrute de nuestras mentes.
Dice que: "El pueblo malagueño, como pueblo andaluz, empieza a crecer, ha hacerse mayor con la islamización de nuestras tierras como toda Andalucía.
ResponderEliminarLos andaluces no podemos olvidar, que nuestro origen no es Europeo, sino Norte Africano (bereber)..."
Es decir, que el paso de los fenicios, los cartagineses, los romanos, los bizantinos, los visigodos y después la conquista por Castilla, no han significado absolutamente nada en nuestro origen y que solo con el islamismo empezamos a crecer.
Lo siento, pero después de leer eso... , en fin, que pa qué.