DE NUEVO LAS MUJERES
Kim Pérez Fernández-Fígares
¿Mientras avanzaba a la vez la conquista, se casaron los
repobladores, muchos seguramente varones solteros y recién hacendados, con
algunas mujeres musulmanas, o tuvieron esclavas, e hijos de unas u otras, como
suele suceder en las conquistas, donde los colonos necesitan mujeres, puesto
que las de su tierra no se han ido con ellos La historia que conocemos es la
historia de los varones; no suelen aparecer en ella muchos nombres de mujeres. Se
sabe que el mismo rey que conquistó Toledo, Don Alfonso VI, primero se casó con
la entrometida francesa Doña Constanza y luego con Doña Zaida, viuda de un hijo
del rey poeta de Sevilla, al-Mutamid; Zaida, la mora, Reina de Castilla; su
hijo Don Sancho, el único varón de Don Alfonso, si no hubiera muerto en Uclés,
habría sido el siguiente Rey. ¿Cuántos castellanos, en el nuevo Reino de
Toledo, seguirían el ejemplo de Don Alfonso VI?
Por supuesto, en ese mismo reino no era preciso ir muy
lejos para encontrar a quienes tuvieran el árabe como lengua materna, diaria,
casera e incluso notarial: los mozárabes, tan numerosos, tanto autóctonos como
venidos de otras partes de Al Andalus. Las palabras arábigas que entraron en la
vida de la casa, podían venir de las cautivas moriscas o de las familias mozárabes
y de las hebreas, que también hablarían con frecuencia en árabe. Pero por ser
las más olvidadas, quiero recordar ahora a aquellas cautivas y concubinas
mudéjares o hebreas.
Nuestros nombres del ajuar (que en sí es una palabra de
éstas), de los enseres que alhajaban (otra palabra) la casa y de algunas
comidas son muy a menudo árabigos; hablo de la casa antigua, la casa castellana
casi sin muebles, como mucho con sus estrados alfombrados con alcatifas (árabe)
y llenos de almohadones (árabe), que era tan parecida a las andalusíes, y
todavía más, dos siglos más adelante, de la casa andaluza, con sus paredes
encaladas un año y otro por su dueña, en el estilo que todavía compartimos con
Marruecos; repartidas en alcobas y algorfas o cámaras; adornadas con albendas y
alahilcas, o colgaduras; con el zaguán como entrada, la barra del alamud en la
puerta y coronadas por las azoteas; si las amas de casa hablaban en árabe, ésta
es la explicación. ¿Por qué en Castilla la Nueva , Extremadura, Murcia o Andalucía se dice o
se decía aljofifa y aljofifar en vez de fregar, alfaca en vez de cuchillo, zafa
o jofaina en vez de lebrillo, alcayata en vez de escarpia, taca o alacena,
anaquel, acetre y además nombres más generales como la albanega o cofia, la
alfarda o peto, la albadena o vestido, la alcandora, el mandil, los alamares,
las arracadas, entre las ropas y el arreglo personal, los alfileres, las
jaretas o las alforzas en la costura, los tabaques o canastillos, los azafates
o bandejas para coloretes como la alheña, el alcandor, el alcohol o polvillo
negro para los ojos, la alconcilla, y también cosas como la almohada, la
alfombra, el almirez, la jarra, la albornía o taza, la alcarraza, la alcuza, el
hornillo de barro o anafe, en el que podían hacerse comidas como la alboronía,
o guisado de verduras, según una receta atribuida a Buran, mujer del Califa
Harun al-Raschid, ¿el zulaque o cocimiento?, el alcuzcuz (conozco la receta del
que se sigue haciendo en Castilléjar, de Granada), las albóndigas, las zahinas
o gachas, las alejijas de harina con ajonjolí, el alfitete o sémola, los fideos
de nombre mozárabe, los alfajores, las alcorzas de pasta dulce, los dulces muy
delgaditos llamados alfeñiques y los buñuelos o alfinges o el almíbar? ¿No
podríamos añadir los nombres de las flores de arriate, o de alféizar, los
alhelíes, los azemines o jazmines, las azucenas, las plantas como la
albahaca..., que adornarían también puertas y ventanas? ¿Es que los oían en
casa de los vecinos mudéjares o moriscos, tan desdeñados, o es que se oía en la
propia casa?
Cada campo de palabras árabes, en castellano, está
vinculado a un oficio o profesión enseñada por mudéjares: a los alarifes o
arquitectos, a los carpinteros, a los hortelanos, a los guerreros, a los
marineros, a los alfareros... ¿por qué el campo de las palabras domésticas no
estaría unido al oficio de ama de casa, que entonces sería muchas veces o
morisca o mozárabe? Lo mismo que la cocina mexicana, supervivencia de la india,
testimonia del mestizaje, la cocina andalusí, delicada y especiada, con sus
sopas, sus gachas, sus migas, sus fideos, sus boladillos, sus carnes picadas,
sus pescados, su aceite desde luego, ha sobrevivido entre nosotros (sobre todo
en la repostería)
LOS AMORES
Pero es posible concretar algo más. "El Tizón de la Nobleza " lo escribió,
en tiempos de Felipe II, el Cardenal Arzobispo de Burgos, Don Francisco de
Mendoza y Bobadilla, enfadado porque se les habían negado dos mercedes a dos
sobrinos suyos, por no ser "limpios de sangre", para demostrar que
toda la nobleza castellana, aragonesa y navarra tenía algunas antepasadas o
antepasados judíos o moriscos. Lo transcribe Antonio Domínguez Ortiz. El primer
ejemplo que menciona es el de un caballero de Córdoba, que se convirtió en
tiempos del mismo Alfonso VI y tomó el nombre de Hernando Alonso de Toledo,
ascendiente luego de los Portocarreros y los Pachecos. Pero aparte de éste, el
resto son historias de amoríos o de amores entre nobles señores y muchachas
judías, ricas o pobres; marqueses que no se casan pero tienen varios hijos con
sus queridas , o condes que se casan con quienes fueron sus esclavas; obispos
señoriales, mantenedores de familias ocultas...Las pasiones de la sangre por
encima de los prejuicios de la sangre. Haré una enumeración, para no volvernos
locos, como hizo el propio Cardenal Mendoza. La primera historia es la que ya
he mencionado. Dos. En fechas muy antiguas, los Pachecos habían entroncado con
María Ruiz, una hija muy hermosa del rico almojarife judío Ruy Capón, que se
convirtió porque se lo pidió Alfonso III, y esta descendencia fue tan numerosa
que de ella "desciende toda la nobleza de España". Tres. Luego, Don
Juan I de Portugal tuvo en Inés Fernández Estévez, hija de un capitán de la
guardia, convertido de judío, al que llamaban el Barbón, a Don Álvaro, Duque de
Braganza, de quien proceden por diversos enlaces las casas reales e imperiales
de Europa y muchas casas nobles de Castilla. Del hermano de Inés Fernández,
llamado Don Juan Mendo de la
Guardia , descienden otras casas nobles. Cuatro. Un hijo del Duque
de Arcos, llamado Don Enrique, tuvo relaciones en Jerez con moras, judías y
mulatas, de quienes tuvo hijos e hijas de quienes procedieron muchos caballeros
de Córdoba, Sevilla, Jerez y toda Andalucía. Cinco. El Almirante Don Alonso
Enríquez, con una morisca esclava suya, tuvo una hija natural, Doña Juana
Enríquez, de quien descendieron más de diez casas con títulos de Castilla. Seis.
El cuarto obispo de Cuenca, el dominico Fray Lope de Varrientos, tuvo una hija,
Ynés de Varrientos, quizás con una judía cuyo nombre se desconoce; un
descendiente suyo, Don Bernardino de Velasco, se casó a su vez con Doña Ynés de
Zúñiga, hija también al parecer del abad de Paredes y de una conversa pobre de
Alcalá de Henares, Doña Ysabel de Mercado. Don Bernardino tuvo al parecer otros
amores con una hija natural de Don Juan Pimentel y de una esclava que supongo
morisca, de los que nació la condesa de Ribadavia. Siete. Don Diego de
Villaldrando, conde de Ribadeo, se casó con Doña Ana, una esclava suya,
probablemente también morisca. El Príncipe o Emir de Tremecén, quizá cautivo de
Don Pedro, el segundo Conde de Ribadeo, pidió el bautismo a la hora de la
muerte y el Conde lo ahogó diciéndole que no se había de salvar en una hora
siendo moro de tan mala vida, por lo cual la Reina Doña Ysabel lo
tuvo preso, después de lo cual se casó con su hija, considerada esclava, que
había tomado el nombre de Cathalina Rodríguez, y que murió a su vez sin hijos. Ocho.
El Marqués de Alconchel, Don Fadrique de Zúñiga, no se casó, pero tuvo dos hijas
de una esclava (¿morisca?) casada con un barbero, a las que casó muy bien, a
una con un hijo del Marqués de las Navas y a otra con un Mayordomo de Felipe
II. Nueve y diez. María del Caravito, ¿judaizante? confesa, de Salamanca, tuvo
muchos descendientes con hábitos de las Órdenes Militares, lo mismo que del
Regente Figueroa, que había sido nada menos que presidente del Consejo de las
Órdenes y del importantísimo Consejo de Castilla se decía que era nieto de otra
¿judaizante? reconciliada de Zamora. Once. Del famoso Obispo de Cartagena, que
había sido judío, Don Pablo de Santa María, y de su hermano, Albar García de
Santa María, descienden también ciertos linajes, no tan brillantes. Doce. Don
Rodrigo Pacheco, señor de Cerralbo, se casó con una hija de María de Castro,
¿judaizante? confesa; de ellos vienen los marqueses de Cerralbo, la octava de
los cuales, Isabel Nieto de Silva Pacheco y Guzmán fue también octava abuela
mía; los Pachecos seguían reuniendo sangre judía o mora. Trece. El Chantre de la Iglesia de Cuenca, que era
villano o plebeyo, mantuvo una relación con Doña Estefanía de Villarreal, a
quien se tenía por judía y humilde, de la que nació una hija natural, llamada
también Doña Estefanía, que se casó, parece, con Don Luis de Mendoza. Catorce. Lope
de Guzmán, de los Guzmanes de Toledo, condes de Valverde, se casó también con
una humilde hornera toledana, Doña Francisca de Zúñiga, que se tenía por cierto
que era morisca y confesa. Quince. Dicen que Don Alonso de Guzmán, Prior de San
Juan y una confesa ¿judaizante o morisca?, natural de Consuegra, en su
Priorato, tuvieron a Don Fadrique de Zúñiga, que se casó con María de Ayala, de
donde proceden los condes de Fuensalida. Dieciséis. Mosén Pablo, médico
convertido de judío, fue a Vizcaya y casó a sus cuatro hijas con cuatro casas
muy ilustres. En este caso, no dice los nombres, y puede ser que porque una
fuera la suya propia, la de los vizcaínos Mendozas. Diecisiete. Una tabernera
de Madrid, hija de un judío convertido, fue la madre de Pedro Arias, contador
de Enrique IV, de quien descienden los Condes de Puñoenrrostro. Dieciocho. El
Rey Don Juan de Aragón y Navarra tuvo amores con una judía convertida y
penitenciada en Zaragoza, llamada María de Juncos, apodada La Coneja , y tuvieron a Don
Alonso de Aragón, de quien descienden los duques de Villahermosa, los duques de
Albeyda, los condes de Guelves...Un duque de Villahermosa, Don Francisco de
Aragón, se casó también con una hija de Zapata, judío muy rico, recién
convertido. Diecinueve. Beltrán Coscón se dice, aunque hay dudas, que fue judío
y trapero muy rico, y de él descienden las casas de Sástago y Camarasa. Veinte
y veintiuno. Los Caballería de Zaragoza también eran judíos convertidos, y con
ellos enlazaron muchas casas nobles, como con los descendientes de miser Marco,
que se convirtió de judío, cuyo hijo, Felipe Clemente, fue reconciliado por la Inquisición de
Zaragoza. Veintidós. De Don Juan de Autec, judío confeso, dice que desciende la
mayor parte de los caballeros del reino de Navarra.
En fin, si esto era lo que sabía el Cardenal Mendoza en
aquel superimponderable cotilleo, ¿qué sería lo que no sabía? Por cierto, esto
demuestra también, lo digo en serio, una forma de transición entre el
feudalismo de los grandes señores y el capitalismo de los judíos que no pudo
sospechar un hijo de converso como Karl Marx. La transición por bodas.
Porque muy notable es que, en esta relación de enlaces de
la clase más alta, de la nobleza, dieciocho son con linajes hebreos ricos, lo
que podía convenir a las dos partes, enriqueciendo a una y ennobleciendo a
otra, sin que en principio se supiera por dónde tomarían los hijos; aunque la
verdad es que también hay matrimonios o hijos con judías pobres, por la fuerza
de la carne, o acaso del amor; en siete ocasiones se menciona un enlace con
moriscos, de los cuales sólo uno era varón y noble y las demás fueron esclavas:
amantes, sea lo que sea lo que represente esta palabra. Tengo la noticia, que
no he podido situar con precisión, de un pueblo extremeño donde vivió un señor
que dejó mandas en su testamento para sus quince hijos (reconocidos, claro) y
sus cuarenta mancebas...
Los pobres se casarían menos con hebreas de su clase,
pues en este caso ni unos ni otras podían esperar una mejora de su situación
que justificase la conversión; pero probablemente se juntaron o se casaron más
con cautivas moriscas. Cualquier mozo castellano que hubiera sido mesnadero o
luego soldado, podía haberse adueñado de una mujer en la guerra con los moros,
como parte del botín. Esto es lo que hacían unos y otros: se mataba a los
hombres y se cautivaba a las mujeres y los niños. Me figuro que habría una
razón: en cada una de las naciones, tanto entre moros como entre cristianos, se
daría una falta relativa de mujeres, porque la muerte por parto debía de ser
frecuente; entonces, abundarían demasiado los mocicos o solteros, y la manera
de colmar el vacío sería descomponer a la población rival. Si esto fue así,
como parece, sistemático, nuestros ancestros andalusíes, olvidados en la línea
materna, serían casi tantos como los norteños...
Kim Pérez Fernández-Fígares Licenciada en Historia,
Ex-Ayudante de Historia Medieval de la Universidad de Granada.
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