jueves, 16 de agosto de 2018

LOJA ISLÁMICA. HISTORIA Y LEYENDA: LA "CUEVA DE LOS DURMIENTES"


Loja islámica. Historia y leyenda: la Cueva de los Durmientes
En la actualidad, este enclave medieval es un importante pueblo de la provincia de Granada, situado a unas decenas de kilometros de la capital
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Panorámica de Loja (Granada)-Jesus Noguera
A continuación, reproducimos un artículo (Loja islámica. Historia y Leyenda: La cueva de los Durmientes1) de la revista científica Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos editada por el Área de Estudios Semíticos de la Universidad de Granada. El texto que incluímos ha sido sometido a pequeñas variaciones en lo que a las transcripciones se refiere. En este caso se han eliminado la mayoría de los grafemas o puntos diacríticos que remiten a fonemas característicos del árabe, para facilitar la lectura de aquellos que no están familiarizados con el sistema de transcripción fonética que se utiliza en el texto. Asimismo, con el fin de aligerar el texto, que por estar extraído de una revista científica y espacializada está plagado de notas y de referencias bibliográficas, hemos omitido las notas a pie de página. De manera que quien lo desee, puede dirigirse al texto original para acceder a las informaciones suplementarias.
Resumen
Loja medieval y su tierra han sido ya notablemente estudiadas y dadas a conocer en una serie de ediciones y estudios de documentos cristianos con los que cuenta el rico Archivo Municipal de la ciudad. Acerca de tiempos anteriores a la conquista cristiana, concretamente sobre “Loja en la época nazarí”, W. Hoenerbach publicó, ya en 1954, un breve e interesante artículo. Lo que intentamos ahora es revisar y dar a conocer diversos aspectos de la Loja Islámica, principalmente hasta la formación del reino nazarí de Granada, menos estudiados hasta la fecha.
Ello incluye la descripción del lugar transmitida por autores árabes; noticias históricas; la leyenda de la Cueva de los Durmientes; su relación con Loja y la identificación de la Cueva; y, finalmente, una nómina de personajes que, por las fuentes árabes, conocemos que nacieron, vivieron o, de alguna manera, tuvieron que ver con la Loja Islámica.
Introducción
La mayoría de los autores que se ocupa de algún aspecto de la historia de Loja
comienza tratando también sobre el origen del nombre de esta ciudad sin que, acerca de este punto, exista, al parecer, demasiada certeza ni unanimidad en las conclusiones.
Una de las ciudades que Plinio situaba entre el río Betis y el Océano, era Ilipula
Laus
, que es el nombre romano con el que con frecuencia se ha pretendido identificar a Loja.
No nos ocuparemos en profundidad de este punto, aunque no dejemos de señalar
alguna bibliografía que trate sobre éste y otros asuntos de la Historia de Loja que no vana constituir el motivo principal de nuestro trabajo.
Recordemos, sin embargo, que F. J. Simonet registra Lauxa , (Lawša) “lapis”,
de los “autores arábigos”, y la relaciona con Laus e Ilipula Laus de Plinio.
Corominas incluye la voz “Losa” en su Diccionario Crítico Etimológico y la hace
derivar “del vocablo prerromano Lauxa ‘losa’ o ‘pizarra’, que se extiende por toda la Península Ibérica, sur y sureste de Francia, y Piamonte, de origen incierto”5 .
R. Menéndez Pidal se refiere a la diptongación entre los dialectos mozárabes, y
comenta que en Valencia, Toledo y Andalucía, se decía “lauxa”, como en gallegoportugués “lousa”, frente al castellano “losa”.
La existencia de canteras de piedras o losas en la Sierra de Loja, cerca de la población, explotadas, posiblemente, desde antiguo, explicaría y justificaría el nombre de la ciudad. La aparición de vestigios de población romana en la demarcación de Loja avalaría también la identificación de Ilipula Laus en el lugar donde ahora se asienta Loja, o en sus cercanías.
Las sospechas acerca de la existencia de un poblamiento hispano-romano en el
barrio nuclear de Loja, se pudieron convertir en certeza a partir de las labores del
Servicio de Investigación y Promoción Patrimonial del Ayuntamiento de Loja, que en 1991 demostró una presencia romana, aunque reducida, en el Cerro de la Alcazaba. Un año antes, el mismo organismo, y con motivo de la construcción de la Casa de la Cultura en la Calle Real, estuvo investigando la conocida, desde entonces, como Necrópolis de las Vinuesas, lo que permitió el reconocimiento de un núcleo de población hispano-romano en aquel lugar.
1. Los autores árabes sitúan y describen Loja
Lawša, Loja, mantuvo, durante gran parte de su período islámico, la importancia
suficiente, en cuanto a núcleo poblacional y fortificado, como para ser mencionado y descrito por conocidos geógrafos e historiadores árabes (al-Razi, al-‘Udrí, al-Idrísí, Yáqút, al-Himyarí, Abu l-Fida’, al-Qalqašandí, Ibn al-Jatíb o al-Maqqarí). La ciudad se encuentra incluida en las tierras de Elvira-Granada; y dista, según los diferentes autores, 25, siguiendo el río, ó 30 millas de Granada o una jornada.
Los escritores árabes, como hemos visto, adscriben siempre Loja a la cora de Elvira-Granada; autores que se refieren al topónimo con las denominaciones de hisn , qal‘a , fuz ’ y madína .
Muchos autores, al tratar de la ubicación de Loja, la relacionan con el Genil, río que toca a la ciudad. E. Terés, en su Nómina fluvial , se ocupa de este río, y recuerda que se trata del Singilis de Plinio, que los árabes transcriben Šiníl , Šaníl, y también ŠinnílŠanníl, más otras grafías esporádicas; y refiere, como puede comprobarse, que son varios los escritores árabes que sitúan a Loja en sus orillas.
La ciudad era vista por estos autores inmersa en un paisaje casi idílico, apenas hoy
reconocible a causa de la casi desaparición de su patrimonio arqueológico, y de las
“urbanizaciones” y construcciones que no cesan de ocupar sus cercanas vegas.
Al-Razí (s. X): “Loxa es muy natural tierra de muy buenos lugares, de muy buenas frutas e huertas (e yaze sobre el rrío de Xenil)”.
Ibn Sa‘í d (s. XIII), dedica un apartado a Loja, e indica que se encuentra “entre ríos y sombras de árboles”. Comenta al mismo tiempo que al-Himyarí (s. XII), había dichoque “si el mundo tuviera un novio de su tierra, ciertamente sería de aquel lugar”.
Yáqút (ss. XII-XIII): “es una excelente ciudad”.
Abu l-Fida ’ (ss. XIII-XIV) y al-Qalqašandí (ss. XIV-XV): “entre huertas y jardines”.
La descripción más conocida y reproducida es la que proporciona Ibn al-Jatíb (s.
XIV):
Su aspecto es maravilloso y su paisaje, encantador, es inolvidable. Corre a sus pies un caudaloso río, bordeado por frondosos árboles, en cuyos alrededores abundan los jardines y los manantiales de agua, que ofrece lugares de descanso y distracción. Sus tierras están regadas por numerosas acequias. Ofrece al viajero un grato reposo, haciéndole pensar que se encuentra en su propia mansión. El bienestar que allí se disfruta nos vuelve hacia Dios. Hallas cuanto quieras de molinos en producción y de agua pura para curar las enfermedades del pecho. Posee caza y leña abundante; racimos de uvas que adornan como collares a las vides, y despiertas liebres que parecen dormitar. Hay minas de sal y molinos de aceite. Produce hortalizas y otros mantenimientos incalculables. La fertilidad de su tierra es famosa”.
Ibn al-Jatíb escribe cuando, tras la pérdida de Alcalá en 1340, Loja se encuentra
aún más expuesta a los ataques de los castellanos, que no cesan de acosar al Reino de Granada; y concluye comentando que las viviendas de Loja estaban entonces ruinosas porque el enemigo llevaba a cabo frecuentes incursiones contra la ciudad.
Al-Maqqarí (ss. XVI-XVII), resume la descripción de Loja en tiempos musulmanes, insistiendo en su situación privilegiada cerca del Genil, y describiéndola rodeada de aldeas y castillos.
2. Noticias históricas
Las tierras de Loja constituyeron un lugar de asentamiento para diferentes tribus
árabes, algunos de cuyos miembros debieron de ser influyentes en la política del gobierno de Córdoba por los días en los que el futuro ‘Abd al-Rahmán I desembarcó en Almuñécar, bien dispuesto a hacerse con el poder en al-Andalus.
Antes de la llegada del patrono a las costas de Almuñécar, su liberto Badr, comisionado por aquél para prepararle el terreno, había parado en la aldea de Turruš , donde vivía Abú ‘Utmán, “que era entonces el más respetable de los clientes (omeyas) y hombre a quien se le guardaba mucha consideración”.
La alquería de Turruš se encontraba situada, según A. Arjona, entre Loja e Iznájar, y al sur de Fuentes de Cesna.
Cuando, finalmente, ‘Abd al-Rahmán desembarcó en Almuñécar en el año 138 de la Hégira (755), salieron a recibirle Abú ‘Utmán y su yerno ‘Abd Alláh b. Jálid, que
tenía su residencia en al-Funtayn , que fue a donde primeramente fue llevado el recién llegado; e inmediatamente después a Turruš , residencia de Abú ‘Utmán.
En Turruš se concentró un gran número de omeyas y yemeníes, que acudieron allí para acompañar y apoyar al recién llegado. Hay que recordar que las aldeas de Turruš y al-Funtayn habían sido donadas, con otras propiedades, a Abú ‘Utmán y a ‘Abd Alláh, respectivamente, por Artobas, hijo de Witiza, que había podido conservarlas tras la conquista árabe de España.
‘Abd Alláh, disgustado después con el emir ‘Abd al-Rahmán I, que había matado
en Córdoba bajo engaño a un protegido del primero, “se retiró a su casa de al-Funtayn , donde permaneció hasta su muerte, sin aceptar cargo alguno del Sultán”.
Durante los años en que se mantuvo la rebelión de Ibn Hafsún (siglos IX-X), el
territorio de Loja fue escenario de diversos combates entre rebeldes y las tropas del gobierno de Córdoba. Las aldeas y alquerías que circundaban a Loja, de población posiblemente cristiana y muladí en su mayoría, estuvieron del lado de la rebelión, mientras que la población de Loja y al-Funtayn (El Frontil), quizás mayoritariamente árabe, guardaba fidelidad al gobierno.
Así, en el año 281/894, en tiempos del emir ‘Abd Alláh, en el curso de una expedición por el río Genil, al mando del visir, las tropas de Córdoba atacaron Iznájar, Turruš y Sajna (Fuentes de Cesna), quemando el terreno entre estos dos núcleos; y continuando después hacia Sahla , al-Qabdíq (Alcaudete), Bigu (Priego) y Qal‘at Yahsúb(Alcalá la Real). Las mismas tropas, sin embargo, no molestaron a las gentes de Loja y al-Funtayn , porque permanecían, como decía el cronista, en la obediencia.
Loja ya se había convertido, desde el año anterior, 280/893, en un lugar seguro para las tropas realistas, pues al-Mutarrif, hijo del emir ‘Abd Alláh, a la vuelta de una victoriosa misión contra Ibn Hafsún, que le llevó a las mismas puertas de la capital rebelde, Bobastro, mandó reconstruir su fortaleza y mejorar sus defensas.
Entonces nombró gobernador a Idrís b. ‘Abd Alláh, y continuó su marcha hasta Elvira persiguiendo a los partidarios de Ibn Hafsún.
Unos años más tarde, en el 291/904, Abyn, hijo del emir ‘Abd Alláh, y Ahmad b.
Muhammad b. Abú ‘Abda, que comandaba la caballería, atacaron las fortalezas de Turruš y al-Rayul , que se encontraban en poder de los rebeldes de Ibn Hafsún.
La fortaleza de Loja había sido tomada como base de partida para la expedición. El jefe de la caballería avanzó con parte de su fuerza, mientras que Abyn, hijo del emir, permaneció acampado en la misma Loja. Los prisioneros y las cabezas de los rebeldes caídos fueron llevados a esta ciudad.
Loja constituía un núcleo que pareció mantenerse fiel al gobierno de Córdoba,
rodeado de lugares que, durante todos aquellos años, continuaron inflamados por el fuego de la rebelión y de la disidencia.
Décadas más tarde, en el 364/974, el califa al-Hakam concedió una audiencia a los notables de las coras militarizadas; y el primero en ser recibido fue el yund de
Damasco, asentado en la cora de Elvira, que lo componían los distritos de Granada, Jete, Jubiles, Berja, Dalías, Priego, Alcaudete, Loja, y Alcalá la Real.
La importancia y el papel de Loja en la región debió de ir creciendo a medida que lo hacía el de la capital, Granada. Así tuvo que suceder durante la época de los llamados Reinos de Taifas, cuando gobernaba en Granada la dinastía de los beréberes ziríes.
Entonces, un personaje llamado Mu’ammal eligió la plaza de Loja para hacerse fuerte y, desde allí, llamar a la rebelión contra el rey ‘Abd Alláh a otras facciones de la región.
Era un tiempo cuando los almorávides andaban ya presionando fuertemente a los
ziríes granadinos para arrebatarles el poder en Granada, y la rebelión y la defección cundían en el reino. En Loja se encerraron en esta ocasión, junto a otros rebeldes, los mercenarios esclavos blancos (a‘lá ), esperando, como anota el rey en su memorias, ocupar más altos puestos al lado de los almorávides. Según escribe el rey ‘Abd Alláh, algunos rebeldes tenían hecho un concierto con los Banu Málik, gobernadores de Loja, para, si se veían en apuros, refugiarse en esta plaza.
Ya con un poder musulmán en decadencia, acompañando al eclipse del dominio
almohade sobre al-Andalus, el rey Fernando III lleva a cabo una serie de incursiones al sur de Sierra Morena donde, por tierras de Jaén, se hace con un aliado musulmán llamado ‘Abd Alláh, al-Bayyasí , el Baezano, que se había salido de la obediencia de los musulmanes, y colaboraba abiertamente con el cristiano.
En una de sus más devastadoras y crueles incursiones, el rey castellano y este aliado suyo, al-Bayyasí , tomaron, entre otras plazas, las de Priego, Loja y Alhama.
Esta temporal conquista de Loja en 1226 ha sido referida, con mayor o menor amplitud, por diversas fuentes árabes y castellanas. Las fuentes árabes son escuetas y destacan, tanto el vergonzoso papel de al-Bayyasí como el encarnizamiento de los combates. Las crónicas cristianas proporcionan más detalles acerca de aquella conquista. Los castellanos sitiaron la villa y entraron en ella al tercer día, tras horadar los muros y quemar las puertas. Mataron entonces a todos los musulmanes, menos a los que se acogieron al alcázar. Los sitiados allí resistieron el cerco, pero tuvieron más dificultades cuando les fue cortada el agua de la que se abastecían, y que nacía al pie de una torre. Al parecer, los musulmanes dilataban la entrega de la fortaleza tras varios plazos de negociación; y cuando los cristianos entraron por la fuerza, ya no dieron cuartel. Así, mataron o cautivaron a todos los que hallaron. Los cautivos pudieron ser, se dice, unos trece o catorce mil. El rey ordenó entonces que se arrasase el castillo para que también sirviese de ejemplo y escarmiento.
Esta sangrienta incursión en el interior del territorio musulmán, mostraba ya la
debilidad de lo que iba quedando de al-Andalus. A partir de entonces, las tierras de Loja también quedarían cada vez más expuestas a los ataques castellanos pues, durante los más de dos siglos siguientes, la frontera castellano-nazarí le quedaría peligrosamente próxima.
3. Loja y la caverna de los durmientes
Una buena parte de la literatura producida sobre Loja en la época islámica, tiene que ver con la leyenda de la Cueva de los Durmientes.
Esta leyenda, oriental y cristiana en su origen, y con ligeras variantes según la fuente, cuenta cómo siete cristianos de Éfeso, perseguidos en tiempo del emperador Decio, se refugiaron en una caverna, no lejos de la ciudad. Sus enemigos bloquearon la entrada para que murieran de hambre. Cuando, casi dos siglos después (196 años), en tiempos del emperador Teodosio II, un pastor abrió la caverna, encontró allí siete durmientes que entonces fueron despertados. La cueva se convirtió en lugar de veneración y peregrinación, desde, al menos, comienzos del siglo XVI. La historia de los Durmientes se convierte en tema literario tratado en diferentes lenguas orientales y occidentales, principalmente en griego y en siriaco, y, después de Muhammad (saw), también en árabe.
La leyenda penetró en la literatura islámica a través de la azora XVIII de El Corán, titulada al-Kahf ("La caverna"). En 1933, el célebre dramaturgo egipcio Tawfíq al-Hakím escribió una obra acerca de este tema titulada Ahl al-Kahf ("La gente de la Caverna") .
De todas las aleyas de la azora, quisiéramos destacar las que se refieren a la situación física y orientación de la cueva, donde se dice:
“cuando ascendía el Sol, hubiese visto que se apartaba hacia la derecha de su cueva, y cuando declinaba, se dirigía hacia la izquierda, mientras que ellos le permanecían en el intersticio”.
El versículo permite deducir que la entrada de la Caverna estaría orientada hacia el Norte.
Existe una larga lista de lugares, tanto en la Cristiandad como en el Islam, consagrados a los Durmientes y a al-Raqim. La leyenda fue extendiéndose en el mundo musulmán a medida que se ampliaban las conquistas. De esta manera iban también fundándose mezquitas referidas a Ahl al-Kahf (gentes de la caverna) en Argelia, Túnez, Egipto, Siria, Afganistán, Turquía (tres), Turkestan Chino, Jordania y, en al-Andalus, Loja.
Existían también otros hechos prodigiosos o milagros, ‘ayá’ib , cuyas menciones
aparecen en diferentes fuentes musulmanas, y que se localizaban en esta parte de Andalucía.
En al-Andalus, el lugar a que se refiere la leyenda de la Cueva quedó fijado en un
lugar cercano a Loja, y las menciones a este lugar son considerables en la literatura árabe.
El primer geógrafo que relaciona una Cueva de los Durmientes con Loja, y que,
además, visitó el lugar, fue al-‘Udrí (s. XI), que cuenta:
“En el  yuz’ de Loja, y situada en un monte de fácil acceso, existe una caverna cuyo orificio de entrada tiene una altura aproximada de cuatro codos y junto al cual hay un árbol. Cuando se ha subido hasta allí es preciso descender hasta la caverna propiamente dicha, a una profundidad superior a dos brazas; entonces, se descubren cuatro cadáveres sin que nadie sepa el tiempo que llevan allí, pues las gentes los encontraron así en épocas remotas. Tampoco es posible esclarecer el origen de su historia, pues no aparece mencionada por los historiadores (al-tawáríj). Lo único cierto es que los príncipes (umara’) mantienen un continuo cuidado sobre ellos y les envían ropas funerarias que son rasgadas y, después, colocadas encima para evitar que sean robadas por alguien que no sea temeroso de Alláh.
Uno que entró a verles en la citada caverna me contó que descubrió el rostro del que (reposaba) en el centro y vio que su brazo descansaba sobre la frente; descubrió también su pecho y su vientre, el cual, al ser golpeado con los dedos, sonó a cuero seco. Me refirió, también, que sus estaturas oscilaban alrededor de los doce palmos.
Dice Ahmad b. ‘Umar (al-‘Udrí ): “Pero yo creo que aquello no es otra cosa que el resultado de la ligereza de su lengua, pues la verdad solo Alláh la sabe”. Y cuenta (al-‘Udrí) que aquella caverna era muy oscura y que lo único que encontró en ella fue una soledad tan espantosa que, a no ser por su gran ánimo y su afición a las cosas fantásticas, no hubiese permanecido allí un solo momento. Y refiere que, en el lugar donde se habían visto los cuerpos, sólo había una piedra lisa y dura, y el lugar de sus (supuestas) cabezas estaba ocupado por algo que, en cierto modo, se parecía, pero que sólo era una elevación de la misma roca.
Cuenta también que vio en aquella gruta tres calaveras y restos humanos”.
Al-Idrísí (s. XII), visitó la cueva de Éfeso, en el año 1115, y observó siete cadáveres con un perro a sus pies, cuya cabeza tocaba el rabo. Pero entonces el autor, además, comenta:
“los habitantes de al-Andalus se equivocan al decir que los siete durmientes son los mártires de la ciudad de Loja”.
La veneración hacia los Durmientes de Loja existía de todas maneras en al-Andalus; solo que al-Idrísí la considera falsa cuando se la relaciona con la de Éfeso.
Abú Hamid al-Garnatí (s. XII), que, además, confiesa ser de Granada, dice:
“A tres parasangas de Granada se encuentra Loja, una pequeña ciudad, situada junto a una montaña, en cuya falda se abre una especie de gruta o caverna; el sol, cuando sale, se desvía de la entrada de la gruta por la derecha, mientras que al ponerse la rebasa por la izquierda. En su interior pueden verse los cadáveres de siete jóvenes, seis de los cuales yacen de espaldas, mientras que el séptimo lo hace sobre el costado derecho; un perro permanece echado de sus pies. A ninguno de estos cuerpos le falta miembro alguno y todos ellos conservan sus cabellos. Suelen ataviarlos con ropajes diferentes y acuden a visitarles gentes de todas partes. Sobre esta caverna se ha erigido un gran oratorio, ya que se les tiene mucha devoción, pues atienden cuantas peticiones les son hechas. Sobre la cueva luce siempre una inmensa luz”.
Al-Zuhrí (s. XII), que, supuestamente, nació en Almería, también cuenta que estuvo en la Cueva de Loja en el año 532/1137, y que, incluso, contó los huesos del perro. Es el autor que mayor atención parece prestar a la leyenda, sobre la que nos deja unaamplia narración adornada de otros interesantes detalles que no aparecen en otros autores. Por haber estado allí, habría que tener en cuenta su descripción del lugar, por lo que queremos traer aquí su relato:
“En la parte baja de dicho monte (Sierra Nevada), a poniente, se encuentra la ciudad de Granada (Garnáta), que es grande y una de las más bellas de al-Andalus. Cerca de ella, a doce parasangas, está la Cueva y al-Raqim. Esta Cueva está situada en una alta cortadura, y en ella podría abrigarse una gran tropa. Su entrada destaca sobre el mar. En su interior hay cinco cuerpos humanos cuya piel se ha secado sobre sus huesos, de tal manera que, si se les
golpea, se produce un tintineo metálico como (si se hiciera sobre) cobre. La piel de alguno de ellos está algo desollada porque la gente los manosea; pero el (personaje) situado en el centro no ha sufrido variación alguna. Cada uno de estos cuerpos sigue entero y no se ha desencajado ninguno de sus huesos.
A los pies del que está en el centro se encuentran los huesos de un perro. Dice el autor de este libro: “Vi esta cueva en el año 532 y aquellos cadáveres estaban cubiertos por una túnica de lino y cada una de sus cabezas llevaba gorro (šašiya). Tenían constitución mayor que la de la gente de esta época cuando están momificados. Por consiguiente, cuando estaban vivos, su estatura –y Dios es el más sabio– debía ser aún mayor”. Añade el autor: “Conté los huesos del
perro y no faltaba ninguno, y respecto a las vértebras de su lomo vi tres o cuatro que estaban unidas, y lo mismo sucedía con sus articulaciones. Si la gente no los hubiera manipulado, dispersando sus huesos, todavía se tendrían de pie. A pesar de esto, no los consumió la tierra ni se alteraron con el paso del tiempo”. Cuentan los historiadores que cuando los musulmanes entraron en al-Andalus en el año 91, preguntaron a los cristianos acerca de la Cueva y de quienes se encontraban en su interior. Los sabios cristianos y sus obispos contestaron: “No sabemos nada de ellos; sólo que nuestros padres nos contaron que, cuando ellos tomaron este país a los godos, que lo habitaban antes que nosotros, les interrogaron sobre la Cueva y sobre la gente que en ella está”. El pueblo respondió: “No conocemos su historia y así los hallamos cuando les invadimos el país a los jazares que estaban desde la época de Abraham –¡sobre él la paz!–”
.
Prosigue el autor –¡Dios le tenga misericordia!–: “Lo más extraordinario que he visto y lo más maravilloso que he observado en el asunto de esta Cueva es que, cuando se mira atentamente su interior y se aplica la razón, resulta evidente la prueba (de la existencia) de la gente de la Cueva”.
Se juntaron en la ciudad de Loja (Lawša), que se encuentra cerca de la Cueva, un grupo de gente de vida libertina y depravada y estipularon una recompensa para quien penetrara en la Cueva y regresara con una señal evidente de que había estado en ella. (La hazaña) habría de tener lugar por la noche. Salió de entre esta gente un hombre de Granada y se dirigió hacia la Cueva con miedo y temor; pero no entró en ella durante el día con la mucha gente por temor, y cuando llegó (la noche), perseveró revistiéndose de valor, y se dirigió al que estaba en el centro: le cortó una oreja y regresó con ella junto a sus compañeros. Cuando llegó a ellos con la oreja, se oyó un gran grito que conmovió a toda Loja, no quedando en ella, ni mayor ni pequeño, que no despertara.
La voz que gritaba decía: “Han cortado de cuajo la oreja de Yamlija, uno de los hombres de la Cueva”. Por esto, la ciudad tembló. La gente, como conducida por un qa ’id acudió a aquel lugar, rompió su puerta y se precipitó sobre ellos diciendo: “¿Dónde está la oreja que habéis cortado?”. Contestaron: “Este es el que la trajo”; señalaron a aquel individuo y recogieron la oreja. Luego, Muhammad ibn Sa‘áda, que entonces era el sáhib al-šurtá de Granada, prendió a aquellos maleantes y los azotó hasta que murieron. Al amanecer y aparecer la aurora, Muhammad ibn Sa‘áda se encaminó hacia la Cueva con un grupo de compañeros suyos y de (otra) gente y se encontraron con que la oreja del que estaba en el centro, conocido por Yamlíja, había sido cortada. La volvieron a coser con hilo y aguja en su sitio. Luego Muhammad ibn Sa‘á da mandó la reconstrucción de al-Raqim, que estaba sobre la Cueva, y, como que se conservaban rastros de una antiguo oratorio, ya derruido, lo hizo reconstruir, dirigiendo su mihrab hacia la alquibla, en dicho año 532-38 .
Al-Qazwiní (s. XIII), nació en Persia. En su obra  athár al-bilád , el autor reproduce una buena parte del texto del al-‘Udrí acerca de los Durmientes de Loja, pero no repite las palabras que ponían en duda la verosimilitud de la historia de la Cueva.
Al-Himyarí (s. XIV), que era de Ceuta y permaneció durante unos años en la Granada nazarí, también repite gran parte del relato al-‘Udrí pero, como el autor anterior, tampoco reproduce la parte crítica del mismo acerca de la leyenda de los Durmientes. Al-Himyarí comenta que el autor de la fuente que utiliza para su relato había estado en la cueva en el año 504/1110. La parte más interesante para nuestro tema es la que dedica al apartado de al-Raqim , donde habla de “un oratorio existente encima de la Cueva; y de una construcción romana de forma circular en la proximidad, llamada al-Raqim, parecida a un castillo, del que todavía quedaban algunos lienzos de muralla en pie, en medio de un campo desierto sembrado de ruinas”.
Recordemos que al-Zuhrí ya había dejado constancia de la reconstrucción en el año 532/1137, de aquel oratorio sobre la Cueva.
En el Dikr bilád al-Andalus , que es una crónica anónima de un autor magrebí (ss.
XIV-XV), el relato sobre los Durmientes de Loja parece ser un amplio resumen del texto de al-‘Udrí, y se incluyen los principales detalles, como la situación y características de la Cueva, y el número de Durmientes que, en este caso, también es de cuatro. El autor no menciona, como otros tampoco hicieron, las serias dudas de al-‘Udrí, contra lo que parecía ser la creencia general, acerca de la existencia de aquellos durmientes en la Cueva.
Autores posteriores, éstos orientales, como al-‘Umarí, que nació en Damasco (m.
749-1348), y visitó la Granada nazarí; y el egipcio al-Qalqašandí (ss. XIV-XV), que
también sigue lo que dicen otros, se limitan a mencionar la Cueva de los Durmientes, relacionándola con Loja.
Ahmad b. ‘Alí Mahall (s. XVI), en su obra Tuhfat al-mulúk , escribe sobre la
Cueva, los cinco hombres, y también acerca de la tradición a que ha dado lugar.
La Cueva de los Durmientes en Loja tuvo, pues, que ser visitada por muchos devotos y curiosos durante el período islámico. Tras la conquista cristiana del territorio, la tradición debió interrumpirse, de manera tal, que no parece quedar en nuestros días rastro, testimonio o documento alguno, que indique un lugar más o menos seguro de ubicación.
Es necesario indicar ahora, sin embargo, que en el Libro de los Repartimientos de
Loja
 de 1486 aparece el topónimo “Durmientes” en tres ocasiones:
En la primera, al tratar sobre el campo de Abor, se hace referencia a unas tierras que
“alindan con tierras de mosén Fernando Rejón, e por la vera del monte fasta el camino que viene de los Durmientes; e el camino abajo en canto del monte, a una ençina que quedó en ella fecha una cruz; e dende el enzina atrabiesa fasta dar en el arroio que biene de la dicha torre de Abor; e el arroio arriba, fasta el dicho camino que biene de los Durmientes a la torre”.
En la segunda ocasión cuando, al tratar del reparto de tierras en la parte de
Gibralpulpo, se dice que le corresponde a Pasqual Merino,
“un pedaço de monte para que faga una roça donde a cortado madera, ençima de los Durmientes”.
En la tercera ocasión, al tratar del regadío en la vega de Tajara, se lee que
“a Germino de Jarandilla, ocho fanegas de tierra de sequero, de aquella parte del río, como van a la torre nueva, en satisfacción de las tierras de riego que no le dieron; que alindan con el camino que va a la dicha torre e con el monte; e diole con la dicha tierra, dentro en ella, un sitio de colmenar; e es una cañada que viene de los Durmientes”.
Uno de los, posiblemente, últimos testimonios directos acerca de la existencia de la Cueva lo encontramos en las crónicas castellanas. La fama de la Cueva de los Durmientes había llegado a Fernando III. Antes de sitiar a Loja, en 1226, el rey y algunos acompañantes
“pasaron por un lugar donde estauan siete durmientes que durmían de luengos tienpos, e entrólos el rey a uer. Entonçes le llegó mandado cómmo su hueste tenía çercado a Loxa, e llegó el rey a ora de vísperas a su hueste”.
Hemos podido comprobar ya más arriba la notoriedad que pudo alcanzar el nombre de Loja en la literatura árabe, a propósito de la leyenda de la Cueva de los Durmientes. Un lugar así merecería ser identificado con alguna precisión. Que sepamos, en los estudios que se ocupan de la historia de Loja y de su tierra, aunque se aluda a la leyenda, no se señala, comprensiblemente, un lugar concreto y suficientemente razonado. Tampoco los actuales lojeños, desconocedores, por otra parte, en su casi totalidad, de la existencia de aquella leyenda que tanto renombre proporcionó a su tierra, pueden dar respuesta a pregunta alguna relacionada con este tema. Una tradición premusulmana que pudo mantenerse durante siglos, se olvidó precisamente con la llegada de los nuevos pobladores castellanos.
Si, con el fin de intentar identificar el lugar, se extraen parte de las citas anteriores
referidas a la geografía de los Durmientes y la Cueva, puede leerse:
En el Libro de los Repartimientos “Un pedaço de monte para que faga una roça dondea cortado madera, ençima de los Durmientes; ... una cañada que viene de los Durmientes”.
Los autores árabes, por su parte, habían escrito:
Al-‘Udrí: “En un monte de fácil acceso existe una caverna cuyo orificio de entrada
tiene una altura aproximada de cuatro codos. Cuando se ha subido hasta allí es
preciso descender hasta la caverna propiamente dicha, a una profundidad superior a dos brazas”.
Al-Zuhrí: “Esta Cueva está situada en una alta cortadura, y en ella podría abrigarse una gran tropa...Muhammad ibn Sa‘áda mandó la reconstrucción de al-Raqam, que estaba sobre la Cueva, y, como que se conservaban rastros de una antiguo oratorio, ya derruido, lo hizo reconstruir”.
Al-Himyarí: “Una caverna a la que se puede acceder desde abajo, y en cuyo orificio
hay un árbol. La Caverna se abre en plena roca y tiene una profundidad de dos
brazas...un oratorio existente encima de la Cueva; y una construcción romana en la proximidad, llamada al-Raqim, parecida a un castillo de forma circular... en medio de un campo desierto sembrado de ruinas”.
Con estos datos habría que detenerse en un monte de fácil acceso y una cueva con
un orificio de entrada de unos 2 m., que cuente encima con espacio para una pequeña construcción. También deberían quedar restos de antiguas construcciones por los alrededores.
Hemos preguntado e investigado acerca de las cuevas existentes en el territorio
cercano a Loja, y creemos poder afirmar que, con suma probabilidad, la famosa cueva es una de las que se encuentran en el paraje de los Durmientes, y, aproximadamente, a poco más de unos cien metros del cortijo del mismo nombre. El monte es allí, efectivamente, de fácil acceso. Existe una cortadura, encima de la cual hay una cueva con un orificio de las dimensiones descritas por los autores árabes, y por el que habría que descender para adentrarse en la misma. Un árbol, también surge ahora del orificio. Junto a la cueva existe un promontorio de tierra y piedras que podría corresponder a las ruinas del oratorio; y, algo más alejados, otros que procederían de la construcción romana y de las ruinas que señalan algunos autores. La boca y el interior de la caverna se encuentran, de todas maneras, medio cegados y desfigurados por los escombros y piedras allí arrojados, procedentes, posiblemente, de las construcciones que por allí existirían. El lugar parece haber sido tomado como puesto de caza casi permanente, por lo que se encuentra sembrado con las vainas de cartuchos, y bastante degradado. La extensión por encima de la cueva ha sido roturada en su casi totalidad a lo largo del tiempo, y en los últimos años la maquinaria ha ido allanando el terreno y arrojando montones de piedras hacia la pendiente más rocosa. La superficie así robada al monte ha sido plantada de olivos, allí donde debió existir el campo sembrado de ruinas. Las piedras de aquellas ruinas son las que parecen haber sido amontonadas en diferentes lugares, y empleadas otras en el viejo cortijo con su cerca que por allí se encuentra. Un aceitunero vecino y buen conocedor del terreno informa de la existencia de losas correspondientes a posibles enterramientos dispersos por la zona.
No podemos conocer cuándo y por qué pudo surgir la leyenda y la tradición en un
lugar como aquél. Quizás tuvo que ver la existencia anterior de aquellos cadáveres en la cueva; y la construcción romana, posiblemente ya una ermita u oratorio pagano o cristiano, con cierta tradición en la región. Así puede deducirse del texto de al-‘Udrí cuando habla de que los cadáveres se encontraban allí desde épocas remotas; y del texto de al-Zuhrí, que cuenta cómo cuando los musulmanes entraron en al-Andalus ya preguntaron a los cristianos acerca de la Cueva y de quienes se encontraban en su interior, y fueron informados de que la tradición venía ya de antiguo. El territorio, cerca del cual se encontraba Turruš y otros asentamientos a los que ya nos hemos referido, tuvo, además, bastante protagonismo en determinadas épocas, por los personajes y jefes árabes que por allí residieron; incluyendo la temporal estancia del futuro ‘Abd al-Rahmán I poco después de su desembarco en Almuñécar.
Parece normal que en el territorio de Loja existieran cuevas con restos humanos de cualquier época. La leyenda cuenta un número de siete Durmientes, y es el número que repite la mayoría. Autores que visitaron la Cueva de Loja no pueden evitar ser más exactos y así al-‘Udrí cuenta cuatro y al-Zuhrí cinco , que podrían ser los más visibles y confusos restos de enterramientos pasados. En El Corán no se especifica, sin embargo, el número de Durmientes, pues, según la tradición, cuando los creyentes preguntaron a Mahoma por su número, contestó con la frase: “Eso lo haré mañana”. Y Dios no lo escuchó por no añadir la fórmula propiciatoria “Si Dios lo quiere”.
El oratorio junto a la Cueva debió de existir durante gran parte del período islámico, siguiendo la mención que se hace en El Coráncuando, en la discusión para señalar el lugar, se impuso la opinión de los que decían: “Elevaremos sobre ellos una capilla”.
La Cueva de los Durmientes habría que situarla pues en este territorio de paso,
regularmente poblado desde la Antigüedad a juzgar por los vestigios de diversas épocas que han ido apareciendo. Es una tierra, entre la Sierra de Campo Agro, Abro, Dabro, Dauro, y la Sierra de Gibalto o Gibralpulpo que, por la abundancia de aguas, las salinas, la fertilidad del suelo, y las defensas naturales que proveerían ciertos accidentes de su orografía, pudo mantener una actividad humana permanente a lo largo de diversos períodos históricos, incluido el musulmán. Todas estas circunstancias debieron de ayudar a propiciar el mantenimiento en su interior de una tradición como la de los Durmientes.
4. Personajes en la Loja islámica
La importancia y el prestigio que el núcleo poblacional de Loja pudo ir adquiriendo a lo largo del período islámico hizo que en ella se asentaran familias ilustres y que allí ejercieran oficios de importancia, como el de juez o predicador, personas de gran categoría religiosa, intelectual y humana.
Los Diccionarios Biográficos árabes incluyen un buen número de personajes que por su origen, o por haber ejercido alguna labor en la ciudad de Loja, se encuentran relacionados con este lugar. He aquí sus resumidas biografías, incluidas también las referidas a quienes vivieron o tuvieron algún contacto con la Loja nazarí.
-Comenzaremos refiriéndonos a Ibn al-Jatíb, el más ilustre de todos los lojeños, y a su familia.
El nombre completo era el de Muhammad b. ‘Abd Allah b. Muhammad b. ‘Abd
Alláh b. Sa’a d b. Ahmad, al-Salman? 50 . Su kunya era Abú ‘Abd Alláh; su laqab, o sobrenombre, Lisán al-Dín (Lengua de la Religión) y también Dhú l-Wizaratayn (De los dos Visiratos); y fue conocido como Ibn al-Jatíb (Hijo del Predicador). Este gran escritor y político había nacido en Loja el 25 de rayab del año 713 (15 de Noviembre de 1333); y muerto en tristes circunstancias en su exilio de Fez a finales de 776 (Mayo-Junio de 1375). Ibn al-Jatíb ha llamado la atención de estudiosos de prestigio, por lo que ya existen, y no cesan de aparecer, bastantes trabajos acerca de su vida y obra. Como indica el Profesor D. Emilio Molna, a quien seguimos esencialmente en nuestro resumen y comentario acerca del personaje y su familia lojeña, Ibn al-Jatíb es, con mucho, el autor andalusí más biografiado por la historiografía moderna y contemporánea. El mismo Dr. Molina ha llevado a cabo el más reciente y completo estudio acerca de la figura, vida y obra de Ibn al-Jatíb; y parece inevitable dirigirse allí a partir de ahora para hallar la información necesaria acerca del ilustre lojeño.
-Su familia se había establecido en Córdoba en el siglo VIII. Entre los ulemas y
personajes que se sumaron a la célebre revuelta del Arrabal en Córdoba, en el año 818, reinando al-Hakam I, se encontraba Ibn Wazír, quien, a causa de su participación en los sucesos, tuvo después que emigrar, estableciéndose primero en Toledo, y fijando más tarde su morada en Loja. Es el mismo Ibn al-Jatíb quien escribe que su linaje se remontaba a este personaje.
-Una rama de los Banu Wazír se estableció en Montefrío; y otra en Loja donde
fueron conocidos con el nombre de Banu l-Jatíb; pues Sa’a d, cuyo nombre era ‘Abd Alláh b. Sa‘a d b. ‘Abd Alláh, al-Salmán? , conocido por Abu Muhammad, que era el tatarabuelo de Ibn al-Jatíb, había ejercido el cargo de jatíb (predicador) en la mezquita de Loja. El personaje solía sentarse en el muro de una torre, situada en una colina que pertenecía a sus tierras en Loja, cerca del camino que unía Granada con Sevilla, y allí pasaba temporadas recitando El Corán , de manera tan solemne y especial, que los pasajeros que le oían se detenían y se sentaban a escucharle.
-Su hijo ‘Abd Alláh heredó del padre bondad y virtudes, y también el oficio de
predicador, por lo que el linaje de Ibn al-Jatíb, primero conocido, según se ha dicho, como de Banu Wazír, lo fue entonces por Banu l-Jatíb.
-El hijo de ‘Abd Alláh es descrito por su nieto, Ibn al-Jatíb, como un hombre muy
afortunado en la vida y con grandes dotes naturales. Mantenía cierta rivalidad y lucha interna en la ciudad de Loja con sus vecinos y parientes, los Banú t-Tanyalí , y tuvo que exiliarse por ello. Exculpado y rehabilitado, vivió entonces en Granada, querido y seguro, y a cargo de los bienes de la Casa Real. Contrajo matrimonio con la hija de un ministro; enviudó, y entonces se volvió a casar con la hija de un jefe del ejército, sobrina de la esposa del Sultán.
-Ibn al-Jatíb describe a su padre como un hombre sencillo, de humor refinado, y de agradable compañía; y también como atleta, nadador y ajedrecista. De gran cultura, conocía bien la Lengua y la Historia. Tras haber residido en Granada, volvió al antiguo domicilio familiar en Loja. Había nacido en el año 672/1273, y cayó combatiendo contra los cristianos en la batalla del Salado, o de Tarifa, en el año 741/1340.
El escritor al-Maqqarí resume la biografía de Ibn al-Jatíb, y de miembros de su
familia, y recoge los datos que proporciona Ibn Jaldún acerca de la situación geográfica de Loja y otros aspectos de la ciudad, y de la familia de Lisán al-Dín; asimismo informa cómo el padre de Ibn al-Jatíb se trasladó desde Loja a Granada para servir al rey.
Como ya hemos comentado, acerca de Ibn al-Jatíb se ha escrito de manera considerable por lo que no parece necesario extendernos aquí, y nos remitimos a la bibliografía ya señalada más arriba.
Hemos indagado por nuestra parte acerca de otros personajes musulmanes, que
nacieron, vivieron o se relacionaron con la ciudad de Loja, y que presentamos a continuación.
-Aslam es el nombre de una notable familia cordobesa que descendía de un mawlà del califa ‘Utmán. A ella pertenecían el famoso visir Hášm b. ‘Abd al-‘Azíz, hermano del cadí Aslam, y un hijo de éste, Sa‘ad b. Aslam. Aslam b. ‘Abd al-‘Azíz b. Hišám b. Jálid, Abú l-ya‘id, nació en el año 231/845, de una familia que procedía de Loja. Era una familia, como señala Ibn al-Jatíb, de gente sabia y afortunada, de la mejor y más noble de Elvira. Al-Nasir lo había nombrado qádí l-qudát o “Cadí Supremo” en el año 300/912, cargo que ejerció en Granada. El califa lo retiró de su responsabilidad en el año 309/921, y de esta manera esperó tranquilamente su final.
-‘Abd al-Samad b. ‘Ubayd Alláh b. Muhammad b. Sa‘áda, al-Mad.hi? ? , Abú Muhammad, había nacido en Loja y era conocido como Ibn Sa‘a da, al-Lawší (el Lojeño). Tuvo maestros en Granada, y fue, a su vez, maestro alfaquí de mérito, y predicador en la mezquita aljama de Qulyar, que era una alquería perteneciente a al-Zwiya, de Granada. Su fallecimiento se produjo después del año 500/1106. Ibn al-Zubayr dice aquí haber mencionado también a un nieto del tío del personaje biografiado, que se llamaba Muhammad b. ‘Abd Alláh b. ‘Abd al-Rahmán b. Muhammad b. Sa‘áda.
-‘Abd al-Rahmán b. Muhammad b. ‘Abd Alláh b. Málik, al-Ma‘áfirí , Abú Muhammad, descendía de ‘Uqba b. Na‘ím, que entró en al-Andalus con el yund de Damasco. Se estableció en Šikanb, una alquería del Iqlím Tayárát al-yabal , de la circunscripción de Loja. Era hombre polifacético y de aficiones diversas. Poseía gran prestancia y educación. Era experto en el pensamiento religioso y en el hadiz; y también gran literato y exquisito poeta. Comenzó a construir en el año 509/1115 los baños que se encontraban cercanos a la mezquita principal de Granada. Seis años más tarde se ocupó también de la restauración de la mezquita, trayendo materiales de diversos lugares. Encontrándose en Sevilla, enfermó y entonces se trasladó a Granada, donde empeoró. Falleció en el año 518/1124. Cuando fue enterrado en el cementerio de la Puerta de Elvira, acudieron para la ocasión altas personalidades y el pueblo.
-‘Abd Alláh b. al-Yabbár b. ‘Utman b. ísà, al-Yahsub? , Abú Muhammad,
también era de Loja. Estudió con diversos maestros en Granada, Málaga y Córdoba, y era gran conocedor de la Gramática y de la Lengua. Uno de sus maestros se llamaba S? li.,h b. ‘Abd al-Malik b. Sa‘ad, al-Awsí , Abú l-Hasan, a quien nos vamos a referir algo más abajo. Fue predicador destacado y eminente prosista y versificador. Se interesó mucho por la ciencia religiosa y su transmisión. Era persona agradable y físicamente favorecida. Su inclinación le llevó a alistarse en el ejército de al-Ma’mún b. al-Mu‘tamid b. ‘Abbád, que era hijo del famoso rey y poeta de Sevilla. Este hijo cayó defendiendo bravamente Córdoba del asedio almorávide. El personaje dedica parte de su poesía a al-Ma’mún, una de cuyas piezas la recuerda Ibn al-Jatíb. El lojeño murió en el año 518/112458 .
-Muhammad b. ‘Abd al-Rahmán, al-Madhiyy, Abú ‘Abd Alláh, era de Granada,
pero su origen estaba en Loja. Fue un sabio muy respetado. Murió antes del año
540/114559 . Puede tratarse aquí del personaje mencionado por Ibn al-Zubayr al biografiar a ‘Abd al-Samad, y con el que lo hemos relacionado un poco más arriba.
-Yahyà b. Muhammad, al-Ansárí, Abú Bakr, era de Jaén. Se le conocía como al-
yayyiní (el Jiennense), y también al-Lawši (el Lojeño), porque vivió en Loja y predicó en su mezquita. Se trasladó a Granada y vivió allí hasta su fallecimiento en el año 558/1162, con noventa años (lunares), o más; siendo su entierro muy concurrido. En esta ciudad fue imán y predicador. Sus sermones eran de gran elocuencia y sus transmisiones del hadiz, eran muy sólidas. Fue persona piadosa, de mérito y muy austera.
-Muhammad b ‘Ísà b. ‘Utmán, al-Yahsubí, Abu ‘Amr, era de Loja y trabajó en
Granada. Era conocido como Ibn al-yubayr. Estudió en Córdoba y fue literato preciso y meticuloso. Abú l-Qásim b. l-Abraš le dedicó unos versos que han quedado como ejemplo cuando se trata de alabar a alguien. Murió en el año 559/116361 .
-Sálih b. ‘Abd al-Malik b. Sa‘ad, al-Awsí, Abú l-Hasan, nació en Málaga en el
500/1106 y allí murió en el año 586/1190. Tuvo muchos maestros, entre los cuales se contaba Ibn Baqwa en Loja.
-Muhammad b. ‘Abd al-Mawlà, Abú ‘Abd Alláh, era un cadí y sabio alfaquí, anterior al siglo XIII, orgullo de la ciudad de Loja por sus grandes virtudes. Estuvo dedicado a las ciencias de la religión, y fue designado para la magistratura del cadiazgo en la misma Loja. Así lo indica Ibn Sa‘ad cuando se ocupa del territorio granadino en una serie de apartados, o “libros”, de los cuales dedica el undécimo a la ciudad de Loja, con una introducción laudatoria del lugar, y tras la cual describe a este personaje.
-‘Abd al-Wahháb b. ‘Abd al-Samad b. Muhammad b. Gayyáb (según Ibn al-Zubayr) o Gayyát (según Ibn al-Abbár), al-Sadafí, Abú Muhammad, era asimismo de Loja. Aprendió también de una serie de maestros, entre los que se contaban al-Nawališí y al-Bayi. Todos ellos le dieron licencia de enseñanza, salvo Ibn al-Baqwa e Ibn al-Abraš. Ibn al-Zubayr había visto una licencia suya para enseñar, con fecha de 580/1184. Tuvo muchos e importantes discípulos. Al final de su vida se estableció en Málaga donde ejerció como cadí. Fue asesinado en la revuelta de al-yazarí , que tuvo lugar en Sevilla en el año 586/119064 .
-‘Abd al-Quddús b. ‘Abd al-Samad b. Muhammad b. Gayyát, al-Sadafí , Abú l-Hasan, era también Lawší y, probablemente, hermano del anterior biografiado, ‘Abd al-Wahháb, por lo que habría que situarlo en la misma época y ambiente.
-Ahmad b. ‘Alí b. Yúsuf, al-Ansárí, Abu ‘Abbás, se estableció en Loja. Fue,
entre otras cosas, tradicionista y asceta. Durante mucho tiempo se interesó por las
ciencias religiosas, y por reunirse con los maestros y aprender de ellos. Ejerció como predicador y encargado de la mezquita hasta que los cristianos de Fernando III, en cruel y despiadado asalto, se apoderaron temporalmente de Loja en 1226 y fue entonces hecho cautivo. Se trasladó después a Málaga, donde residió un poco tiempo. Allí murió en el año 624/122666 .
-La biografía de Muhammad b. ‘Idrís b. ‘Alí, Ibn Murí , al-Kuhl, se halla en la Iháta de Ibn al-Jatíb, y la reproduce al-Maqqarí. Allí se indica que escribió unos versos acerca de un atardecer en el río al-Gunduq, que se encuentra, dice, a las afueras de “nuestro pueblo de Loja, la hija de la capital”; aunque Ibn al-Jatíb sugiere, al mismo tiempo, que el río podría situarse en los alfoces de Berja. El poeta falleció en el año 634/123667 .
-Muhammad b. ‘Abd Alláh, Abú ‘Abd Allúh, al-Lawší, fue médico y ejerció como
tal. Se estableció en Egipto y allí murió en el año 660/126168 .
-Ahmad b Muhammad b. Ahmad, al-‘amirí, Abú y a‘far, era de Granada, del ilustre linaje de los Banu Mas‘uda. Fue juez en diversos lugares de al-Andalus como Las Alpujarras, Baza, Purchena y, durante tres años, en Loja. También fue poeta e historiador. Tuvo una especial relación con el emir, del que supo ganarse su aprecio de manera inteligente y prudente. Había vivido largo tiempo en Málaga, donde murió en el año 699/129969 .
-Isà b. Muhammad b. ‘Ísà b. ‘Umar, al-Umawí, Abú Músà. Era de Loja y estudió
y vivió en Granada. Era maestro espiritual y persona de ciencia y de gran cultura.
Poseía un carácter noble y, al mismo tiempo, de gran sencillez. Estudió medicina,
materia sobre la que escribió una obra, y ejerció como médico en la corte del sultán. Fue juez en Loja, su tierra. Falleció en Granada en el año 718/131870 .
-Ahmad b Muhammad b. Ahmad b. Qu‘nab, al-Azdí , Abú Ya‘far, era conococido
como Ibn Qu‘nab. Ejerció como juez en varios destinos: Baza, al-Masnad , Berja,
Órgiva, y otros. También fue juez en Loja. Había nacido en el año 670/1271, y muerto, siendo juez de Berja, en 732/133171 .
-‘Abd al-Rahmán b. ‘Abd al-Malik, al-Yaniší , Abú Bakr, procedía de la ciudad de
Priego, pero se crió en Loja. Fue considerado un maestro espiritual de gran integridad y rectitud. Murió de la peste en Granada en el año 750/134972.
-Muhammad b. Muhammad b ‘Abd Alláh, Abú ‘Abd Alláh, era conocido como al-
Lawší. Había nacido en el 678/1279 en Loja, donde también estudió. Allí se relacionó con el sultán Muhammad, al-Gálib bi-Alláh, antes de que éste se convirtiera en rey de Granada. Fue un gran poeta, escribía panegíricos y poseía un gran conocimiento de la literatura. Era pobre y vivía casi en la miseria. Sufría frecuentes altibajos de carácter, por lo que podía cambiar de humor en varias ocasiones durante un mismo día. Falleció en el año 752/135173.
-Muhammad b. Yúsuf b. Jalsún, Abú l-Qasim, era también conocido como Rutí
(de Rute), y Lawší (el Lojeño). Vivió, siglo XIV, en Loja, Granada y Málaga. Tuvo
fama de sabio. Fue gran escritor y poeta de mucha dulzura. Era gran conocedor de El Corán y maestro espiritual de la “vía” del sufismo. De sabiduría innata, era de trato fácil y agradable. Nunca contrajo matrimonio. Desde Rute se trasladó a Loja, donde fue imán y predicador de su mezquita. La hostilidad de parte de la sociedad lojeña le hizo abandonar la ciudad. Se trasladó entonces a Málaga, donde aprendió y ejerció como médico.
-Miembros del linaje de los Tanyalí es vivían en Málaga, pero la familia procedía de Loja, tierra a la que muchos de sus componentes volvieron para vivir y ejercer diferentes profesiones. Uno de ellos, Muhammad b. Ahmad b. Yúsuf, al-Hášimí , al-Tanyalí , había nacido en Málaga en el año 640/1242, y allí se había criado y vivido. Su linaje pertenecía a la familia de Mahoma y, por esa razón, gozaba de gran prestigio. Su familia había poseído en Loja una gran fortuna que el tiempo y adversas circunstancias le arrebataron, por lo que se trasladó a Málaga. Era persona accesible y sensible con los necesitados. Sabía mantenerse en silencio y sólo hablaba cuando se mencionaba el nombre de Alláh y su palabra y sabiduría podían ser de utilidad. Por nobleza y educación, era conocido por los reyes. A pesar de su condición, se mezclaba con la gente en el mercado, montaba su burro y vestía con humildad. Fue predicador en Málaga, donde murió en el año 724/132375 .
-Ahmad b. ‘Abd Alláh b. ‘Abd al-Mun‘im, al-Hašimí , al-Tanyalí , Abú  Ya‘far, era
otro miembro de esta familia. Fue uno de los maestros malagueños de Ibn al-Jatíb. Ejerció de médico y cadí en Loja, de donde, como se ha dicho, procedían sus antepasados. Murió de la peste en el año 750/1349.
-Umm al-Hasan era hija del anterior, el qadí Abú Ya‘far al-Tanyalí. Umm al-Hasan era de Loja, y le cabe el honor de haber sido distinguida y biografiada por Ibn al-Jatíb como mujer de grandes méritos y conocimientos en poesía y medicina. Su corta biografía muestra a una dama refinada, agraciada y culta, de precoz inteligencia; además experta en la lectura del Corán, en literatura y en la práctica y enseñanza de la medicina. Ibn al-Jatíb la sitúa tercera, dentro de la relación de mujeres destacadas tras las muy famosas poetisa Hamda y Walláda, y reproduce algunos de sus poemas en la propia Iháta.
-La relativa importancia que Loja fue adquiriendo en el devenir de la época islámica, y la repercusión que tuvo su caída en manos del enemigo castellano, la muestra Ibn al-Qadí cuando resume la biografía de Yahyà b. Hámid, Abú Zakariyya’, que era alfaquí y cadí en madínat al-Bayda’ , y que murió en el año 891 de la Hégira, exactamente en el mes de  yumadà I. El autor resalta la coincidencia de esta fecha con la pérdida de Loja que, como sabemos, se produjo a finales de Mayo del correspondiente año, 1486, de la era cristiana.
-Otra mujer de Loja, a la que tampoco habría que dudar en calificar de culta e ilustre, contemporánea también de Ibn al-Jatíb, es la protagonista de un episodio con el que quisiéramos finalizar estas páginas. Al-Maqqarí lo incluye en su obra Nafh al-tíb , y fue traducido y publicado por E. de Santiago, hace ya algunos años. Dice:
“Cuéntase de cierto cadí de Loja que tenía una esposa que aventajaba a los ulemas en el conocimiento de los dictámenes jurídicos (al-ahkám) y de los procedimientos legales (al-nawázil). Había tenido noticias de sus cualidades antes de desposarla y por esta causa se casó con ella. Cuando el cadí ejecutaba los procedimientos legales en el tribunal de su jurisdicción, acudía a ella y ésta le prestaba su consejo acerca de cómo proceder legalmente. Uno de los amigos del cadí le escribió en son de cháchara:
En Loja hay un cadí que tiene esposa
y, entre la gente, sus dictámenes son eficaces.
¡Ojalá que él no fuera cadí
y ella lo fuese!
Como quiera que el cadí lo puso en conocimiento de su esposa cuando los hubo leído, ella le
dijo:
“Dame el cálamo”. Dióselo y escribió:
Es un jeque perverso y despreciable
de blancas canas recalcitrantes.
“¡Cuidado! Si no ceja le arrastraremos
tirándole del flequillo”.
Yo escuché de alguno de nuestros maestros contar que este suceso le ocurrió a Lisán al-Dín Ibn al-Jatíb, pues fue él que escribió en aire de befa al esposo de la mujer y ella le respondió:
En verdad que el Imám Ibn al-Jatíb
de blancas canas recalcitrantes...
etcétera, pero Dios es más sabio”.
1.Loja islámica. Historia y leyenda : la Cueva de los Durmientes/ Antonio Olmo. MISCELÁNEA DE ESTUDIOS ÁRABES Y HEBRAICOS. Sección Árabe-Islam (0544408x)- 2002, v. 51 (Varios) -pp. 161-189.


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