La
conquista musulmana de Hispania
María Rosa Liarte Alcaine
ISSN 1989-4988 http://www.claseshistoria.com/revista/index.html
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A principios del siglo VIII la conquista musulmana, iniciada
desde la Península Arábiga por los califas posteriores al profeta e iniciador
de la doctrina islámica, Mahoma, se había extendido por todo el norte de África
desde Egipto hasta el Atlántico y la orilla marroquí del estrecho de Gibraltar.
El inmenso imperio musulmán, que se estaba edificando lo gobernaba desde
Damasco (Siria) el califato de la dinastía omeya, régimen dominado por los
aristócratas árabes. Era un estado centralizado que controlaba muy bien sus
provincias gracias a un poderoso ejército.
En el Magreb, tras una larga resistencia, los beréberes se habían
adherido al Islam y a la dominación del califato de Damasco. A partir de
entonces un ejército formado por árabes y por beréberes, todos musulmanes,
deciden continuar su expansión hacia Europa occidental. Así en e l año 710, el
gobernador de Tánger, Tariq desembarca en Yabal Tariq (montaña de Tariq, actual
Gibraltar) y con un ejército de unos 12.000 muslimes pasa a la Península
decidido a enfrentarse al rey visigodo don Rodrigo, al que vence en la Batalla
de Guadalete en el año 711. Al año siguiente, llegó a la Península Musa b.
Nusayr con un gran ejército para participar en la conquista, apoderándose de
toda la zona suroeste hasta el Tajo. Musa llevó a cabo una política
administrativa con pretensiones de independencia del califato, que seguirá su
hijo Abd Al-Aziz, casado con la viuda de Rodrigo, Egilona. Tras el asesinato de Abd Al-Aziz, Al-Andalus
se convirtió en una gran provincia del califato omeya, dirigida por un wali o
gobernador, que era elegido o destituido por el califa. El mayor problema al
que tuvieron que hacer frente estos gobernadores era el de la fiscalidad y
reparto de tierras entre los conquistadores árabes y beréberes, y las
poblaciones cristiana y judía sometidas. Pero destaca también la actuación de
los gobernadores posteriores al 720, entre otras, la gran expedición hacia el
norte, conquistando el País Vasco y la Aquitania (sur de la Galia). No obstante
sus pretensiones de llegar al Loira y saquear todas las iglesias allí
existentes, se desvanecieron cuando el mayordomo de palacio de Austrasia,
Carlos Martel, consigue detener este avance musulmán cerca de Poitiers, en una
importante batalla que tuvo lugar el 25 de octubre de 732. A partir de aquí, no
avanzarán más
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hacia el norte, sino que por el contrario irán perdiendo
territorios sucesivamente, disminuyendo su territorio hacia el sur. Durante el siglo VII se van a ir sucediendo
diversas luchas civiles, que van a dar lugar a un momento de crisis en
Al-Andalus. Este ambiente de crisis se dio en todo el territorio musulmán,
surgiendo numerosos gobiernos autónomos a la cabeza de los cuales estaba el
emir, emiratos independientes desde el punto de vista político pero no
religioso. 1.2. El emirato dependiente desde el 714 hasta el 756, la península
Ibérica se convirtió en una provincia del islam bajo la soberanía de los
califas Omeyas de Damasco, gobernada por walíes designados en el norte de
África. La capital, inicialmente situada en Sevilla, se estableció
definitivamente en Córdoba. Durante esta primera etapa, conocida con el nombre
de emirato dependiente, se produjeron numerosos enfrentamientos entre los
bandos de la aristocracia árabe. Pero el conflicto más grave estuvo
protagonizado por los bereberes, que se sentían discriminados frente a los
árabes. Para sofocar la sublevación acudió un importante contingente de sirios
que acabaron asentándose en la península Ibérica. La inestabilidad política de
al-Andalus permitió al reino de Asturias, surgido tras la batalla de Covadonga
(722), afianzar su independencia.
EL EMIRATO INDEPENDIENTE
A mediados del siglo VIII, los Omeyas fueron desplazados del califato
tras una masacre llevada a cabo por los Abasíes en el 750 y el centro de poder
se trasladó a Bagdad (Irak). Un miembro de la dinastía Omeya, Abd al-Rahman,
consiguió huir de la persecución y hacerse con el poder en al-Andalus,
desligándose de la obediencia política a Bagdad. Surgía así el emirato
independiente (756-929) con capital en Córdoba. Los años siguientes luchó por
mantenerse en el poder, y numerosos omeyas supervivientes a la masacre de los abasíes llegaron a Al-Andalus en busca de
protección. Durante esta etapa, los emires Omeyas tuvieron que hacer frente a
numerosas sublevaciones de los muladíes (hispanos convertidos al islam). Estas
tensiones se reflejaron en las tendencias autonomistas de las marcas (distritos
fronterizos) del norte, Toledo, Mérida y Zaragoza, así como en las constantes
revueltas sociales que promovieron en el interior de al-Andalus. La más grave
fue la protagonizada desde el 879 por Umar ibn Hafsun, dirigente de los
muladíes andaluces que luchaban por ver reconocida su igualdad con los árabes.
Desde la fortaleza de
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Bobastro, en algún lugar (que, en la actualidad, no ha
quedado totalmente esclarecido) de la sierra de Málaga, el movimiento se
extendió por amplias zonas del sur de la península Ibérica. A la muerte de „Abd Al-Rahman I, le sucedió
su hijo Hisham I, destacando en su corto gobierno las expediciones llevadas a
cabo contra el reino asturiano. A éste le sucedió su hijo Al-Hakam I, que se
tuvo que enfrentar a las diversas rebeliones y levantamientos protagonizados
por sus tíos, hermanos de su padre, recelosos de no haber recibido el poder.
Otros hechos importantes fueron la importancia que fue tomando poco a poco la
familia de los Banu Qasi en el norte, la revuelta del Arrabal en la propia
Córdoba, etc. Las fronteras al acabar el emirato se encontraban en el noroeste
por debajo del Duero, limitando con el reino de León, que se formó con la
anexión de Galicia y Asturias, y en el noreste por encima del Ebro, lindando
con el Imperio Carolingio.
MARCO GEOGRÁFICO DE AL-ANDALUS
SIGLO X
Es muy difícil precisar la extensión de al-Andalus durante
el Califato por la constante variación de sus fronteras con los reinos
cristianos, aunque en general su extensión no sufre grandes cambios si
descontamos la dictadura de Almanzor, con sus famosas aceifas y su profunda penetración
de los territorios cristianos o en el período inmediatamente posterior a la
revolución o fitna de 1009, cuando los reinos cristianos recuperan lo perdido.
En el siglo XI el
geógrafo al-Bakari proporciona la primera noticia sobre la extensión territorial
de al-Andalus: "En nuestros días, es decir, en el año 460 (de la hégira)
460 (1067-1068), los musulmanes dominan una extensión de trescientas parasganas
o leguas de largo desde Ocsónoba (en el Algarve portugués) hasta Huesca y
ochenta de ancho desde Cartagena hasta el castillo de Alamín (en Madrid).
Si tenemos en cuenta
la parasgana equivalía a la legua española de 5.572 metros, las distancias
entre estos dos lugares extremos de al-Andalus no formaba una figura geométrica
regular, no se pueden multiplicar esos valores porque darían una superficie
distorsionada y exagerada. Cabe suponer, sin embargo, que la superficie de
al-Andalus (parte continental e islas Baleares), mediría en el siglo X unos
375.000
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kilómetros cuadrados. De este a oeste la frontera estaba
marcada por la sierra de la Estrella en Portugal y el Sistema Central, que
separaban las cuencas de los ríos Tajo y Duero, con una profunda inflexión
hacia el norte en la provincia de Soria, donde se encontraba la plaza fuerte de
Medinaceli, capital de la Frontera Media. Dentro del territorio musulmán
entraba una buena parte de la Rioja, casi todo Aragón, excepto los partidos de
Jaca y Boltaña, y la mitad meridional de las provincias de Lérida y Tarragona.
En el siglo x se
redacta la primera geografía de al-Andalus en la Córdoba califal. La
descripción de al-Razi ha sido utilizada extensamente por los geógrafos árabes
de Oriente y Occidente a lo largo de toda la Edad Media. La fama de la obra del
cronista cordobés transciende a los reinos cristianos de la Península y el rey
Dionís de Portugal (1279-1325) ordena su traducción. Sobre el texto portugués
se hizo una versión castellana que se estudió profundamente.
Un análisis detenido
de esta obra geográfica nos permite poner en entredicho su completa
originalidad, pues utiliza la traducción árabe de la descripción de España de
Orosio (siglo v) e incluye numerosos pasajes
de las Etimologías de San Isidoro y otras fuentes latinas. Pero a pesar de
todas estas influencias, el cronista cordobés, fiel al concepto restringido de
al-Andalus, nos da sus límites muy aproximados.
Al-Razi sitúa
al-Andalus en la extremidad del cuarto clima y tiene, siguiendo a Orosio, forma
triangular. Los ángulos meridional y occidental estaban situados en las Torres
de Hércules de Cádiz y Galicia. El tercero se encontraba en la parte oriental
de la Península, entre Narbona y Burdeos, del país de los francos, y frente a
las islas Baleares. Como su situación no es muy precisa, los geógrafos
andalusíes de los siglos XI y XII dirán que el límite nordeste estará en Port
Vendres (Templo de Venus), en Montjuic (Monte de los judíos) o en la desembocadura
del Ebro junto a Tortosa. AlAndalus estaba delimitada por los mares
Mediterráneo y el Océano Atlántico y unida al resto de Europa o la Tierra
Grande por los montes Pirineos llamados los Puertos.
En función de la
dirección de los vientos, la pluviometría y el curso de los ríos, al-Andalus se
dividía en dos: al-Andalus Occidental o Atlántico y al-Andalus Oriental o
Mediterráneo. Al-Razi y los demás geógrafos árabes precisan los límites de
estas dos grandes divisiones, pero su transmisión contiene muchos errores
porque se basa en la obra de Orosio, que habla solamente de la Hispania
Citerior y de la Hispania Ulterior.
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Estos mismos
geógrafos distinguían tres grandes sistemas montañosos que atravesaban la
Península desde el Mediterráneo al atlántico: Sierra Morena o "Montes de
Córdoba"; los Pirineos, que terminaban en Galicia, y una tercera cadena
montañosa que iba desde Tortosa hasta Lisboa. Además citan Sierra Nevada o
"Monte de la Nieve", que comenzaba
en Granada, seguía por los Monte de Málaga y llegaba hasta Algeciras.
Pero es a través de la riqueza maderera y de sus industrias derivadas cuando
las fuentes árabes nos mencionan las principales cadenas montañosas. Las
extensas zonas forestales de las Serranías de Cuenca y Montes Universales, de
las Sierras de Cazorla y Segura y de los montes de Tortosa proporcionaban en
primer lugar buena madera de pino para los astilleros y para la construcción de
casa y residencias reales, además de una buena cantidad de brea y alquitrán.
Los cronistas
andalusíes registran algunos movimientos sísmicos que afectaron al suelo de
al-Andalus. La noche del lunes 9 del año 332 (=3 julio 944) sufrió Córdoba un
intenso terremoto que duró una hora. Movidos por el pánico, sus habitantes se
refugiaron en los templos pidiendo ayuda a Dios. Por la mañana había soplado un
gran vendaval que arrancó muchos olivos, higueras, palmeras y otros árboles,
además de muchas tejas que volaron por los aires, provocando la muerte de
fieras, aves y ganados y la destrucción de los sembrados. Los movimientos
telúricos fueron frecuentes por toda la costa mediterránea y sobre todo por la
región sureste.
Las fuentes árabes
describen con detalles curso y longitud de los principales ríos de al-Andalus y
destacan alguna particularidad, como el transporte de madera por el
Guadalquivir y el Ebro, la abundancia de pinos en el curso alto del río Tajo o
las magníficas truchas del Ebro, que trataba más bien del esturión o sollo. Al
describir el Segura se subraya la existencia de acequias, pantanos y presas.
También los anales
registran importantes crecidas de los ríos provocadas por pertinaces lluvias.
En el año 401 (15 agosto 1010-3 agosto 1011), y en pleno período
revolucionario, una terrible crecida del Guadalquivir destruye en Córdoba unas
dos mil casas de los arrabales y un sinnúmero de mezquitas y puentes. Murieron
unas cinco mil personas, sepultadas por los derrumbamientos o ahogadas.
Quedaron seriamente dañadas las murallas y el foso que circunvalaba la ciudad y
que servía de defensa contra los ataques de los beréberes.
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En las crónicas
leemos noticias concretas sobre las variaciones climáticas con lluvias
torrenciales, largos períodos de sequía, vientos huracanados, calores extremos
y fríos rigurosos, heladas y nevadas, sin olvidar otros fenómenos como los
eclipses de sol. Pero en las obras geográficas se subraya la bondad del clima
durante las cuatro estaciones del año.
Los poetas y
prosistas árabes cantan con entusiasmo el paisaje de al-Andalus. Torres Balbás
ha publicado valiosísimos artículos sobre el paisaje y los contornos de las
ciudades de al-Andalus. Llega a la
conclusión de que si el relieve del suelo no ha cambiado sensiblemente a través
de siglos, el paisaje, sin embargo, se ha modificado profundamente por la
extraordinaria afición de los andalusíes a tener almunias, huertas y jardines
en las afueras o dentro de las ciudades y pueblos.
Los textos
geográficos describen insistentemente los extensos olivares de Sevilla, Jaén,
Cabra y Valencia; los viñedos de Málaga, Jerez, Baena y Baeza; los árboles
frutales de todas clases de la huerta de Murcia y de la vega de Granada; los
campos de trigo y otros cereales de
Toledo, Calatrava, Santarem o de la campiña cordobesa; los pastos de Calatrava,
de Guadarrama, de las Marismas del Guadalquivir o de las montañas de Tortosa;
los campos de azafrán de la Mancha y de lino se Segorbe, sin olvidar las
plantaciones de caña de azúcar en Salobreña. Igualmente subrayan la existencia
de bosques de encinas y chaparros en los Pedroches, de pino y boj en la región
de Tortosa y en las sierras de Segura y Cazorla.
Los andalusíes
aprovecharon las aguas de los ríos y de los pozos para el cultivo intensivo de
hortalizas, leguminosas, frutales y hasta cereales. Supieron conservar y
perfeccionar la canalización de los ríos por medio de azudes o presas, como los
ríos Guadentín y Segura en la huerta de Murcia. Una serie de acequias mayores y
menores, azarbes y almenaras distribuían regularmente las aguas fluviales. Por
medio de aceñas o ruedas movidas por el agua se elevaba ésta a bancales
situados en un nivel superior. Cuando esta aceña era una gran máquina
hidráulica, formada por una gran rueda con paletas o arcaduces, recibía el
nombre de noria. De los pozos se sacaba el agua normalmente por medio de un
buey, asno o camello, sujeto al cigüeñal.
En el 329 (=3 marzo
941) el califa Abd al-Rahman III inauguraba el canal o acueducto que iba desde
la sierra de Córdova hasta el Alcázar de la Noria, al oeste de
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la capital del reino. La construcción de esta maravillosa
obra duró catorce meses. El agua regaba los jardines de este palacio y el
excedente desaguaba en el Guadalquivir.
La importancia de las
huertas de Murcia, Valencia y otras zonas de regadío dentro de la economía de
al-Andalus explica el nombramiento por el califa de Córdoba de un alto
funcionario que recibía el nombre de el Acequiero Mayor o Zabacequias de los
textos romances.
El panorama del campo
presentado por los geógrafos es bastante halagüeño y destacan la fertilidad de
todo al-Andalus, tanto en las tierras de secano como de regadío, y el cultivo
de casi todos los productos agrícolas. No obstante, no faltan las descripciones
de zonas esteparias e incluso casi desérticas donde no llueve casi nunca, sobre
todo en Tabernas, o las tierras de pertinaz sequía de la Litera de Huesca.
No disponemos de una
lista completa de las provincias o coras de al-Andalus durante el Califato.
Algunos autores, como al-Razi, mencionan unas cuarenta provincias, muchas de
las cuales gozaban de un estatuto especial por estar situadas en zonas
fronterizas. El autor oriental al-Muqaddasi divide al-Andalus en diecinueve
coras. Otros autores citan nominalmente catorce provincias, además de la
capital del reino, Córdoba. Menciona también dieciocho ciudades con sus
respectivos alfoces y dos castillos. En total son treinta y cinco
circunscripciones territoriales en todo alAndalus. Pero hay que recurrir a las
crónicas y a los repertorios bibliográficos para completar los datos
suministrados por los autores citados anteriormente.
La capital de la
provincia recibía varios nombres: en primer lugar, el de madina. Frecuentemente
se denomina a la capital al-hadira, voz q se puede traducir por residencia o
capital, donde está presente el califa o un gobernador. También la capital de
la provincia recibe el nombre traducido como la capital de un diócesis. Autores
describen Córdoba como sede o capital de al-Andalus, metrópoli, residencia del
Califato, Corte o Casa del Reino, "Ombligo de al-Andalus", etc.
Cuando la ciudad o
núcleo urbano constituía una auténtica plaza fuerte y protegía con sus
importantes defensas su entorno, recibía entonces el nombre qala, que ha pasado
a tantos topónimos de la Península Ibérica bajo la forma de "Alcalá".
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El diminutivo de
al-qulaya se refleja en numerosas poblaciones de España bajo el nombre de
Alcolea. Es muy difícil saber si todos estos topónimos existían ya en la época
musulmana.
Cada cora o provincia
comprendía un número variable de distritos o comarcas y de partidos. La
provincia de Valencia tenía diez distritos y catorce partidos, mientras la de
Granada tenía veinticinco y veintiséis respectivamente.
Desgraciadamente
carecemos de una lista completa de estas subdivisiones territoriales de todo al-Andalus,
así como tampoco podemos precisar su entidad política, militar y
administrativa. Solamente al-Udri menciona la existencia de los partidos y no
en todas las provincias. EN su obra geográfica, tal como ha llegado a nosotros,
registra exclusivamente un número variable de distritos en las coras o
provincias de Murcia, Zaragoza, Sevilla, Niebla y Córdoba, mientras que
distritos y partidos aparecen citados en las coras de Granada, Valencia y
Algeciras. No podemos saber si un partido correspondía al territorio de una
jurisdicción o administración que tuviera por cabeza a un pueblo principal,
como parece deducirse de los nombres de algunos partidos de la cora de
Valencia, Cullera, Alcira, Cocentaina, Murviedro y la misma capital de
provincia, porque también encontramos nombres de poblaciones importantes en la
relación de distritos, como Onda y Jérica entre otros.
Tampoco podemos
asignar con seguridad el significado de comarca natural o distrito. Aunque
apoyan este posible carácter de comarca natural unas significativas palabras de
Una descripción anónima de al-Andalus. Según esta obra, Zaragoza tenía cinco
distritos y cada uno de ellos "tiene un río, cuyas aguas riegan las
tierras de labor desde las puertas de Zaragoza hasta una distancia de cuarenta
millas o, por lo menos, de veinte. Cada distrito tiene innumerables castillos,
alquerías y torres". Lecrín y el valle de Lecrín, se ha perpetuado como
comarca natural de la provincia de Granada regada por el río Guadalfeo y sus
afluentes.
Una descripción anónima
de al-Andalus registra el número de alquerías torres y castillos de algunas
provincias y comarcas. Los quince distritos cordobeses agrupaban 1.079
alquerías, 94 torres y 148 castillos. EN total suman 1.321 entidades rurales.
La misma obra nos informa que la cora de Cabra tenía más de 630 alquerías, 300
torres y 70 castillos; más de 3.000 alquerías la cora de Mérida, unidas unas a
otras por medio de plantaciones, arboledas o higuerales, olivares, viñedos y
demás árboles frutales;
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más de mil tenía Niebla; más de 700 la cora Sidonia. La vega
de Granada contenía 270 alquerías; Fraga encerraba en su término más de 3.000 y
en cada una se pronunciaba el sermón de los viernes. En valencia había más de
1.600 alquerías, en cada una de las cuales no faltaba su mezquita aljama, su
púlpito o almimbar, su cadí y el sermón de los viernes. Játiva tenía tres
distritos con cuarenta alquerías cada uno.
De acuerdo con las
fuentes árabes, la alquería era la mayor entidad de población de carácter rural;
etimológicamente equivalía a las villas, ayuntamientos y municipios,
feligresías y parroquias de los reinos cristianos. Las noticias anteriormente
citadas, en las que se relacionan las alquerías del término de una ciudad, de
un distrito o de una cora, con sus mezquitas o almimbrares, parecen confirmar
ese carácter de villas o municipio con cierta jurisdicción propia. Actualmente
alquería o alcaria significa en castellano "casa de campo",
"aldea". En el Diccionario geográfico de Madoz aparecen registrados
numerosos topónimos con el nombre de Alquería o Alqueríes y Alquerietes y son
predios, casas de campo, despoblados, cortijos, lugares y aldeas de las
provincias de Alicante, Almería, Castellón, Granada, Murcia, Toledo, Valencia,
etc.
La voz al-bury
"torre" puede significar una casa de campo fortificada que sirviera
de defensa o atalaya en la campiña. Presupone muchas veces la existencia de una
"turris" de la época de la conquista árabe como "Turris" de
la época de la conquista árabe como Turrus, cerca de Loja y que correspondió a
Abu Utman entre las cien propiedades o aldeas regaladas por el conde Artobás,
hijo de Witiza. Un antepasado de Abd al-Aziz ibn Abd Allah al-Asadi se
estableció en Turrus de Guadix y tenía en su propiedad setenta siervos. Pero también
era muy corriente en al-Andalus la voz del bajo latín "turricella".
En la alquería cerca del castillo de auta, en la cora de Málaga, nació Umar ibn
Hafsun y cuando se declaró en rebeldía se fortificó en Bobastro, que dominaba
su aldea natal.
La voz al-bury,
heredera en algún caso de un "turrus" anterior. se refleja en
numerosos topónimos hispánicos, como Borge "la Torre", villa de la
provincia de Málaga; Biujalance "Torre de la serpiente" (Córdova);
Bujaraloz "Torre de la Novia" (Huesca), etc. Por una lápida
fundacional, que se conserva en el Museo Arqueológico de Madrid, sabemos que en
Agosto del 968 el general Maysur terminó por orden del califa al-Hakam II la
construcción de una torre del castillo de Bury al-Hamma "Torre de Alhama o
de las Aguas Termales", actualmente Baños de la Encina, en la provincia de
Jaén. Este topónimo no aparece por ahora en otras fuentes árabes, pero a través
de
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las fuentes cristianas, bajo la forma de
"Burgalimar" y otras variantes ha logrado identificarlo Félix
Hernández.
También la voz hisn,
con su significado semántico de "fortaleza", "castillo",
"lugar fortificado y rodeado por una cerca o muralla", se refleja en
la toponimia española, como Aznalcázar, "Castillo de Alcázar"
(Sevilla), Iznalloz, "Castillo del Almendro" (Granada), Iznatoraf
"Castillo de tierra o tapial" (Jaén), etc.
En un rápido estudio
comparativo de las alquerías, torres y castillos de los quince distritos de
Córdoba, el número de castillos es siempre, salvo en un sólo caso,
sensiblemente inferior al de torres y el de éstas queda muy por debajo del
número de alquerías. Aunque, como es lógico, no guardan entre sí ninguna
proporción, basta con citar el penúltimo de dichos distritos, "Distrito
del Río", con ciento once alquerías, 32 torres y 16 castillos, para tener
una ligera idea de la relación numérica que existía probablemente entre esas
diversas entidades de población. Por otra parte, no sabemos tampoco si los
castillos estaban incluidos o no en el número de alquerías. Esa triple
denominación, alquerías, torres y castillos de un mismo distrito y en una misma
época, tenía indudablemente un sentido claro para sus contemporáneos, que se
nos escapa ahora. Muy posiblemente estarían condicionadas esas distintas
denominaciones por las características físicas de esos núcleos rurales, en
función de su propia defensa, de la categoría social y política de sus
pobladores, de los diezmos e impuestos que pagaban o de le extensión de la
misma y del número de hombres que debían prestar el servicio militar.
LA DIVISIÓN ADMINISTRATIVA
Con la caída del Califato en el siglo XI se rompe la
tradicional división administrativa, y los límites de las provincias y términos
municipales varían sensiblemente a causa de la aparición de los reinos de
Taifas. Pero en el siglo X, y según las fuentes árabes de la época, se señalan
las siguientes provincias de acuerdo con un orden establecido por al-Razi y
seguido por otros geógrafos e historiadores árabes:
CABRA, capital Cabra. En el año 940 se separa con
jurisdicción propia la ciudad de Baena y el castillo de Bulay (Poley o Aguilar
de la Frontera). Todas las fuentes árabes subrayan la riqueza agrícola y
ganadera de la cora de Cabra. Destacan sus olivares,
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viñedos, higueras, cereales, árboles frutales y toda clase
de productos agrícolas, sin olvidar los bosques. La ciudad de Cabra, a treinta
millas de Córdoba, celebraba un mercado semanal todos los jueves y su mezquita
tenía tres naves.
PRIEGO. Se constituye en cora en el año 929 al separarse de
la provincia de Granada. En su territorio había muchos árboles y numerosas
fuentes, cuyas aguas tenían la particularidad de calificarse en las orillas de
sus arroyos, Su azafrán era excelente.
ELVIRA, capitales Ilbira y Granada. Una de las coras más
extensas de al-Andalus. Durante el califato se separaron las nuevas provincias
de Priego y Almería. Muchas de sus tierras eran de regadío por la abundancia de
agua. Con espesos bosques y una gran riqueza en árboles frutales, destacaban
por su calidad el nogal y la caña de azúcar. Poseía minas de oro, plata, plomo,
cobre, hierro y antimonio o atutía. De sus canteras de mármol blando y blanco
como el alabastro se fabricaban vasos, platos, tazas, bandejas, copas, etc.
Además de las dos capitales que tuvo la provincia sobresalía por su importancia
la ciudad de Guadix. Una de las buenas cualidades de la cora de Ilbira era que
su tierra "nunca estaba de barbecho, pues a una cosecha seguía a otra a lo
largo de todo el año". El lino que producía era de excelente calidad.
PECHINA-ALMERÍA, capital Pechina, primero, y después
Almería, que era
su puerto. Separada de la cora de Ilbiria a principios del
Califato, Almería era la puerta de Oriente y llave del comercio exterior y de
toda clase de negocios en al-Andalus. En su atarazana había talleres de
utillaje y pertrechos para los navíos y de todo aquello que necesita flota. En
Almería se fabricaba el "alvexi", el ciclatón, el baldaquino y toda
clase de sedas, que superaban a las mejores de Oriente y desde su puerto se
exportaban a todo el mundo. En ella se fabricaban telas recamadas de superior
calidad y elevado precio.
JAÉN, capital Mentesa, después Jaén. El término de Jaén era
muy fértil, por lo que los precios eran bajos y abundaban la carne y la miel.
Su alfoz contenía más de tres mil alquerías, todas ellas dedicadas a la cría de
gusanos de seda. Tenía huertos, jardines y tierras de sembradura que producían
trigo, cebada, habas y toda clase de granos. Otras ciudades importantes de la
provincia eran Úbeda, llamada Úbeda de los árabes, porque la repobló Abd
al-Rahman II y la amplió su hijo Muhammad, y la ciudad de
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Baeza con un término muy rico en cereales, viñas y toda
clase de árboles frutales, además de un azafrán insuperable.
BAZA. La ciudad de Baza con su término constituye una
provincia separada de la cora de Jaén. Con abundantes bienes, particularmente
árboles frutales, en ella había talleres de brocados de gran calidad.
TUDMIR, capital Murcia, aunque en otras épocas fueron
capitales de la cora Orihuela, Lorca y Hellín. Era una región muy apreciada por
la fertilidad de su suelo excelente calidad de sus frutos. Su huerta, regada
por el río Segura, era proverbial en el mundo por sus extraordinarios
rendimientos. Eran muy importantes sus minas de plata. En Chinchilla se
fabricaban unos tapices de reconocida fama, que se vendían muy caros en
Oriente.
VALENCIA, capital Valencia. Algunas veces la cora se divide
en dos circunscripciones: Valencia y Játiva. Los geógrafos subrayan si riqueza
agrícola, ganadera y marítima. Todos sus distritos estaban plantados de viñas,
higueras y olivos. Además de la capital citan otras ciudades importantes como
Alcira, Játiva y Onda, con minas de hierro.
TORTORSA, capital Tortosa. Era una marca fronteriza y a ella
pertenecía la ciudad Tarragona, entonces despoblada. Tortosa era una ciudad
perfectamente amurallada, a orillas del río Ebro y de sus montes se obtenía una
gran producción de madera de pino, tejo y boj. Por su excelente calidad, su
adecuado grosor y longitud, la madera de pino era preferida para la
construcción de barcos, especialmente para mástiles y vergas, y para las vigas
de los grandes artesanos. Se conserva en el muro exterior de la catedral de
Tortosa una inscripción que conmemora la fundación por Abd alRahman III de su
famoso astillero o ataranza en el año 333 (=24 agosto 944 - 12 agosto 945). Los
barcos omeyas salían de Tortosa para asolar sistemáticamente las costas de los
condados de Barcelona y Ampurias y el sur de Francia.
LÉRIDA, capital Lérida. Era una marca fronteriza con las
plazas fuertes de Fraga y Balaguer. En el siglo X la sierra de Montsech marcaba
la frontera entre cristianos y musulmanes y los puertos de Áger y Comiols
permitían a unos y otros lanzar algaras por territorio enemigo. Las fortalezas
de Meyá y Monmagastre fueron reconquistadas y repobladas por Abd al-Malik
al-Muzaffar en el verano de 1003.
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BARBATANIYA. Tradicionalmente se identificaba con Boltaña.
En el siglo X la capital de esta marca fronteriza era Barbastro, a orillas del
Vero.
HUESCA, capital Huesca. Esa una marca fronteriza: tanto la
descripción de al-Razi como la de al-Udri que le sigue incluyen a mi entender
gran parte del actual partido judicial de Jaca, por la posible confusión en las
fuentes árabes de los nombres "Huesca" y "Jaca" de parecida
grafía. Estas fuentes describen Madinat Wasqa como una "ciudad muy bella y
grande, muy antigua y bien construida". Citan también el castillo de
al-Tan wa-Man o Ban wa-Man, que son "dos peñas entre las cuales el río
Flumen, cerca del Monte Aragón, que es un monte famoso entre los
cristianos".
TUDELA, capital Tudela. Como marca fronteriza que tenía que
hacer frente a los continuos ataques cristianos, el alfoz de Tudela estaba
jalonado de importantes plazas fuertes, como la misma ciudad de Tudela,
Tarazona; Nájera, Alfaro o Haro y Viguera. Era esta marca extraordinariamente
fértil con gran producción de cereales, mucho ganado vacuno y numerosos frutos.
ZARAGOZA, capital de la Frontera Superior. A ella pertenecía
Catalayud. En el siglo X limitaba por el norte con los alfoces de Tudela,
Huesca y Lérida y por el sur llegaba hasta unos veinte kilómetros al norte de
la ciudad de Teruel, que pertenecía a la cora Santaver. Sus límites orientales
y occidentales quedan más imprecisos. Según Ibn Galib, "su territorio es
el mejor y el más productivo de todos los países. Sus habitantes son muy
hábiles en la industria de la peletería, en su elaboración y en su delicada
técnica. En ella se fabrican tejidos finos como no se hacen en otra parte del
mundo. Tiene una mina de sal gema, muy blanca y brillante, incomparable".
BARUXA. Solamente la Crónica del Moro Rasis y Yaqut la
citan. Entre sus castillos estaba el de Molina o Molina de Aragón. Su término
comprendería la región del valle alto y medio del río Piedra y, tal vez, la
parte al este de Molina hasta Calamocha, según Bosch Vilá.
MEDINACELLI. Esta provincia debió de ser creada poco antes
del año 335 (=2 agosto 946 - 22 julio 947), cuando Abd al-Rahman III ordenó
repoblar la ciudad de Medinaceli, la antigua Ocilis y convertirla en capital de
la zona de levante de la Frontera Media. Antes de su repoblación, el importante
castillo de Atienza era el centro de operaciones de esta parte de la Frontera.
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SANTAVER. El nombre se identifica con el de Celtiberia. Esta
extensa cora comprendía prácticamente la actual provincia de Cuenca y extensas
zonas de las de Valencia, Teruel y Guadalajara. Las fuentes árabes mencionan
Uclés como capital de la cora.
TOLEDO. Según Ibn Galib, "es una de las ciudades más
importantes, mayores y más fuertes. Fue siempre el punto de partida y llegada
de la gente que a ella se dirigía desde todas partes, pero ella les compensa
generosamente. Su tierra es fértil y sus cereales no se estropean con el paso
del tiempo, ni sufren alteración con el transcurso de los días; se puede
almacenar su trigo en el interior de los silos durante setenta años, para
encontrarlo al cabo de este tiempo sano, sin ninguna impureza ni corrupción. Su
excelente azafrán supera en calidad al de otras partes". También dice que
Toledo tenía cuatro distritos: la Sagra, la Sisla y al-Qasim. A Toledo pertenecían
Madrid y Talavera. Esta última tenía tres distritos "La Vega",
"La Ladera" y el de Vascos. Parece ser que en el siglo X la ciudad de
Guadalajara tenía jurisdicción propia.
ORETO-CALATRAVA. Despoblada la antigua sede episcopal
visigoda de Oreto, es sustituida por Calatrava, fortaleza de primer orden y
capital de una provincia cuando Toledo está en rebeldía. Sus pastos eran
excelentes y sus cereales se desarrollan muy bien. Por eso dice Ibn Galib que
el ganado de Calatrava es bueno y que su leche es de calidad superior.
FIRRIS Y FAHS AL-BALLUT (Campos de las Bellotas o delos
Pedroches) constituían en el siglo X una extensa cora que comprendía muchos
términos de las actuales provincias de Córdoba, Sevilla, Huelva, Ciudad Real y
Badajoz y estaba atravesada por los montes de Sierra Morena. En ella se
encontraban los lugares de Chillón y Almadén con su famosas minas de mercurio.
La parte occidental de esta cora recibía el nombre de Firris donde sitúan las
fuentes geográficas la ciudad de Qustantina (Constantina del Hierro), a
cuarenta millas de Córdoba.
MÉRIDA. En el siglo X la capital ya era Badajoz. Hacia el
año 940 el califa de Córdoba ordenó repoblar la plaza de Saktan, no
identificada todavía, para rechazar los ataques de los cristianos de Salamanca,
Zamora y de las tierras de Ávila. Tal vez pueda corresponder a la Torre del
Sultán, actual Azután, cerca de Puente del Arzobispo, en
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la provincia de Toledo. Pero como capital de la Marca
Inferior del Norte, Saktan fue muy pronto desplazada por la ciudad de Coria.
BEJA. La cora de Beja, limítrofe con la cora de Méridam
ocupaba toda la parte de Portugal situada al sur del Tajo, es decir, el
Alentejo, hasta el Algarve, limitando al oeste con el océano Atlántico. Entre
sus ciudades principales cabe citar, además de la capital, las ciudades de
Évola y Mértola, a orillas del Guadiana, y el importante puerto famoso
astillero de Alcacer do Sal.
SANTAREM. Poco nos dicen las fuentes árabes de la ciudad de
Santarem. Al-Razi subraya la fertilidad de su tierra, irrigada por el río Tajo.
Hasta dos cosechas se recogían al año cuando se desbordaba el Tajo; una cosecha
se obtenía siete semanas después de sembrar el grano. La "Crónica del Moro
Rasis" describe con cierta amplitud distritos de Coimbra e Idanha, al que
pertenecía la villa cacereña de Alcántara con su maravilloso puente sobre el
río Tajo.
La ciudad de LISBOA. Al-Razi hace una descripción importante
del término de Lisboa, que repetirán después todos los geógrafos e
historiadores que le siguen. Citan la bondad de sus frutos, la caza y pesca en
sus contornos, la excelencia de sus halcones, la exquisitez de su miel y la
existencia de una mina de oro de tíbar. Entre sus ciudades mencionan Cintra y
Montesión.
La cora de OCSONOBA, llamada también al-Garb
"Occidente" (Algarve) limitaba al norte con los términos de Beja, a
través de la "Sierra de Monchique". Al-Razi y otros geógrafos árabes
precisan que Silves era la capital del Algarve.
La ciudad de NIEBLA. Según al-Udri, "los alfoces de
Niebla se extienden hacia poniente cuarenta millas y limitan con los de
Ocsonoba (¿Ayamonte?), a orillas del río Guadiana, cerca de su desembocadura en
el mar. Por el norte y el oeste sus alfoces alcanzan las cincuenta millas,
confinando con los de cora Beja. Por el sur llegan hasta el mar océano en e l
lugar conocido por Lepe. Hacia levante se extienden veinte millas hasta su
límite con los alfoces de Sevilla". Enumera ocho distritos y según Ibn
Galib, además de su gran riqueza agrícola y ganadera, destacaba por su
curtiente rojo de excelente calidad.
La cora de SEVILLA. También señala sus límites al-Udri y de
acuerdo con sus datos la cora de Sevilla tendría en el siglo X unos dieciocho
mil kilómetros cuadrados. Tenía
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entonces doce distritos. El Aljarafe destacaba por su
producción de aceite "famoso en el mundo entero por su finura y dulzura;
su sabor no cambia, pudiéndose conservar largo tiempo gracias a la calidad
especial de su suelo". Elogian también los geógrafos árabes su miel y sus
higos. Su algodón se exportaba a todos los lugares del mundo y en sus costas se
cultivaba la caña de azúcar. La abundancia de sus pastos favorecía la cría de
animales con una buena producción de leche.
La cora de CARMONA estaba situada entre la cora de Sevilla y
los alfoces de la ciudad de Córdoba. A ella pertenecía la ciudad de Marchena.
Carmona era una ciudad antigua, muy bien fortificada y defendida e inaccesible.
La cora de MORÓN. Situada al suroeste de Córdoba, distaba de
la capital del reino sesenta millas. La capital de la cora recibía el nombre de
Qalb "corazón", que puede ser la simple traducción de un nombre común
con el significado de "capital" o "centro".
La cora de SIDUNA, al sur de la cora de Morón, debía su
nombre a la antigua ciudad romana y visigoda de Asido. Ibn Galib y al-Himyari
dicen que esta cora tenía una superficie de dos mil quinientas millas
cuadradas, es decir, unos ocho mil seiscientos kilómetros cuadrados. En ella se
asentó el ejército de Palestina, que ocupaba el ala izquierda de los ejércitos
omeyas, por delante del de Beja. La capitalidad de esta cora no queda muy clara
en las fuentes árabes, pues unas veces la capital estaba en Jerez, tal como
parece deducirse de la lectura del texto de la "Crónica del Moro
Rasis", y otras veces se citan Medina-Sidonia y Arcos de la Frontera, sin
olvidar la ciudad de Cádiz. Ibn Galib menciona sus olivos, viñedos e higueras,
además de sus buenos pastos.
La cora de ALGECIRAS debió formar parte de la cora de Siduna
al comienzo de la dominación musulmana, pero por su situación estratégica muy
pronto adquirió cierta autonomía, hasta convertirse en una cora. Ocupaba la
parte meridional de la actual provincia de Cádiz, pues la cuenca del río
Barbate, que nace en Monsato de Alcalá de los Gazules, pertenecía a la cora de
Siduna. Por el este se extendía la cora de Algeciras hasta las proximidades de
Marbella. Entre las ciudades y fortalezas más importantes de la cora de
Algeciras las fuentes árabes mencionan, además de la capital, Tarifa, Gibraltar
y la antigua ciudad fenicia y romana de Carteya, actual Torre de Cartagena,
confundida con la africana Cartago y la ciudad de Cartagena de Murcia. Al-Udri
enumera en la cora de Algeciras tres distritos y ocho partidos. A ella
pertenecía
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la Laguna o Albufera en la desembocadura del Barbate y era
tierra de cereales, pastos y cría de ganados.
La cora de RAYYA o Málaga tuvo en el siglo X dos capitales:
Archidona y Málaga. Y también tuvo dos gobernadores en algunas ocasiones debido
a la rebelión de Umar ibn Hafsun. Un autor malagueño del siglo XIV, al-Nubahi,
nos da los límites de la cora de Rayya antes de la caída del Califato:
"Antiguamente tenía el límite oriental en Alhama de Granada donde están
las maravillosas termas. Por el oeste limitaba con Montemayor, cerca de
Marbella. Al norte confinaba con el río Genil por Benamejí y por el Castillo de
Anzur. Después seguía la divisoria por la tierra llamada Aljonós, por Gilena,
cerca de Estepa hasta el término del caserío de Morón en el término de Coín.
TAKURUNNA, capital Runda (Ronda). Parece que en un principio
formaba parte de la cora de Écija, pero en el siglo X el distrito de Takurunna
se transforma en un provincia autónoma
con sus propios gobernadores.
La ciudad de OSUNA. COmo en el caso de Takurunna se desgaja
de la cora de Écija en el siglo X, constituyéndose en provincia.
Cora de Écija. Estaba situada al noroeste de la cora de
Rayya. Por la capital, Écija, pasaba la calzada romana que iba de Cádiz a
Tarragona y Narbona. Según algunos autores la cora de Écija tenía cinco
distritos y mil alquerías.
ISLAS ORIENTALES o Islas Baleares, conocidas también con los
nombres de cada una de ellas como Mallorca, Menorca e Ibiza. Los geógrafos
árabes destacan la excelencia de la madera de pino o sabina de Ibiza, así como
su producción de sal. Durante el siglo X las islas Baleares constituyeron una
importante base de la flota omeya para organizar expediciones a los condados de
Cataluña y a las costas de Francia e Italia.
La ciudad de CÓRDOBA. Los historiadores y geógrafos de
al-Andalus dedican especial relieve a la descripción de la ciudad de Córdoba,
capital del califato omeya. Enumeran minuciosamente sus puertas, sus arrabales,
sus distritos y el siglo X recogen noticias curiosas extraídas de una catastro
ordenado por Almanzor con el número de casas, mezquitas, baños, hospederías o
alhóndigas, tiendas, etc., pero las cifras dadas por las distintas fuentes no
concuerdan. Capítulo especial ocupan las descripciones de la Mezquita Aljama y
del Alcázar Real.
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MADINAT AL-ZAHRA. Los cronistas hispano-árabes recuerdan que
las obras de esta ciudad residencial de los califas omeyas fueron iniciadas el
día primero de mujarram del año 3255 (=19 noviembre 939). Su Mezquita Aljama
había sido inaugurada el 22 de saban del año 329 (= 22 mayo 941) y la corte se
trasladó en el año 945 después de prometer 400 dirhemes a los nuevos pobladores
que se instalasen en la nueva ciudad. El nombramiento de cadíes, zalmedinas,
jefes de policía, así como el traslado de la Ceca o Casa de la Moneda y la
instalación de fábricas de armas y talleres de manufacturas de lujo demuestran
claramente que Madinat al-Zahra se convirtió en la capital de una nueva
provincia. La lujosa corte del Califato sobrevivió a su fundador, Abd al-Rahman
III, unos cincuenta años, pues a partir del año 1010 sufrió continuos saqueos e
incendios y su recuerdo perdurará hasta nuestros días con el nombre de Córdoba
la Vieja.
MADINAT AL-ZAHIRA o
AL-MADINA AL-ZAHIRA "La ciudad Floreciente". Inició Almanzor la
construcción en el año 368 (comenzó el 9 de agosto del 978) y al cabo de dos
años, rematada la mayor parte de los edificios previstos, se trasladó a ella
Muhammad ibn Abi Amir con todos los servicios administrativos. Otorgó a sus
visires, secretarios, generales del ejército y altos dignatarios de la Corte
importantes privilegios y concesiones extraordinarias para construir sus
palacetes en torno a su alcázar. Se instalaron mercados y la gente rivalizó por
establecerse en la nueva ciudad, la cual creció de tal manera que sus arrabales
se confundieron con los de Córdoba.
Madinat al-Zahira
tuvo una existencia más efímera aún que Madina al-Zahra, pues treinta años
después de su fundación, el 17 de yumadá II del año 399 (=16 febrero 1009) fue
asaltada y saqueada por las turbas seguidoras de al-Mahdï, quien después de
recuperar parte del tesoro, ordenó destruir completamente Madinat alZahira. De
tal manera fue arrasada que muy pronto se perdió la memoria de su asentamiento.
Hasta nuestros días se ha confundido su emplazamiento con el de la Almunia de
Guadarromán, al oeste de Córdoba, y ha sido Manuel Ocaña quien la ha localizado
en el pago de Rabanales, al este de la capital.
CEUTA Y LA PROVINCIA DE ÁFRICA. COn la ocupación omeya de la
ciudad de Ceuta el 2 de rabil del año 319 (=25 marzo 931) se inicia la
penetración omeya en el norte de África. Por su magnífica situación, por su
importancia política y comercial, Ceuta fue citada por la mayoría de los geógrafos
árabes. Es Ibn Hawqal, muerto hacia
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el 977, viajero oriental al servicio de los fatimíes y que
recorre todo el norte de África y al-Andalus, y es el primero que nos describe
Ceuta con más detalles.
LA CIUDAD
Además de las ciudades citadas, la mayor parte de las cuales
daban nombre a sus respectivas provincias o marcas, en el siglo X se citan
Atienza, Bobastro, Évora, Madinat al-Faray o Guadalajara, Salobreña, Trujillo,
Úbeda y Zorita de los Canes, entre otras.
El que una entidad de
población recibiera en al-Andalus el título de "madina" o ciudad
podía deberse a diversos motivos: que tuviera una iglesia catedral y fuese sede
episcopal, de antigua erección como Écija, o nueva como Bobastro de Málaga, con
su obispo Ibn Máximno, o que tuviera una mezquita mayor o aljama de antigua
erección como Écija, o nueva como Bobastro de Málaga, con su obispo Ibn Máximo,
o que tuviera una mezquita mayor o aljama de antigua fundación como la de
Córdoba o nueva como las de Madinat al-Zahra o Madinat al-Zahira. Las fuentes
árabes recogen curiosas noticias sobre las tensiones habidas en la corte de
Almanzor por considerar algunos cadíes y visires que la oración en la mezquita
aljama de Madinat al-Zahira no era válida por no reunir ciertos requisitos
legales como el de la distancia a la más próxima mezquita aljama, en este caso
la de la ciudad de Córdoba. Se recurrió a diversos subterfugios, entre ellos el
dar vueltas por las calles y callejuelas de la capital para alcanzar el mínimo
de las tres millas.
El título de ciudad
en las fronteras con los reinos cristianos podría adquirirse además por razones
puramente militares o estratégicas y por el asentamiento, a veces temporal, de
los servicios militares, civiles y religiosos.
Con la caída del
Califato en el siglo XI se rompe la tradicional división administrativa y los
límites de las provincias y términos municipales varían sensiblemente a causa
de la aparición delos reinos Taifas.
Para un mejor
conocimiento de la estructura y urbanización de las ciudades de al-Andalus hay
que contar siempre con los magistrales artículos del arquitecto y arabista
Leopoldo Torres Balbás, publicados principalmente en la revista Al-Andalus y
recogidos y ampliados en su obra póstuma "Ciudades
Hispanomusulmanas". En el
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primer volumen recoge el autor interesantes noticias sobre
la organización de las ciudades de al-Andalus, fundación de nuevas ciudades y
despoblación de otras, sin olvidar cuantas noticias históricas e instituciones
hacen referencia a la estructura urbana. El segundo volumen trata
fundamentalmente de las defensas.
La ciudad se dividía
en barrios, arrabales o parroquias. En las citas del "Calendario de
Córdoba" el barrio o arrabal parece identificarse con la parroquia, o sea,
el territorio que está bajo la jurisdicción de un cura párroco. Igualmente en
las fuentes andalusíes, como los "Anales Palatinos de al-Hakam II",
algunos arrabales de Córdoba se relacionan con una mezquita con ese valor
equivalente a parroquia. Las ciudades más importantes contenían un núcleo
central amurallado que recibía el nombre de medina ( la "medina" ) en
el que no faltaban generalmente la mezquita mayor, la catedral, la alcaicería y
los mercados y zocos de los más diversos productos, y varios arrabales, muchos de los cuales disponían de una cerca,
independientemente de la "medina". Tanto ésta como los arrabales
integraban un número variable de barrios de muy desigual extensión. Los
arrabales más extensos tenían sis mezquitas y parroquias, zocos, tiendas,
alhóndigas, baños y hornos. Algunos barrios encerraban determinadas
colectividades como el "Barrio de los Judíos" o "Barrio de los
Leprosos".
Los arrabales fueron
creándose por diversas razones: por expansión natural de la ciudad fuera del
recinto amurallado; por concentración en ellos de minorías religiosas o
raciales o por agrupación en ellos de minorías religiosas o raciales o por
agrupación en ellos de una actividad industrial o comercial, como el arrabal o
barrio de los Bordadores en Córdoba. Otros arrabales recibieron su nombre por
alguna particularidad topográfica como el arrabal de la Alcudia en Valencia o
Toledo, o por alguna construcción de singular importancia, como los arrabales
de la "Cárcel Vieja" en la capital del reino.
En las ciudades
llanas como Córdoba, Sevilla o Valencia, el alcázar, residencia del califa o
del gobernador, estaba en la "medina" y muy cerca de la mezquita
mayor, pero en las ciudades de suelo más irregular la alcazaba se levantaba en
el lugar más elevado en inaccesible, como en Granada, Málaga, Almería, etc.
En las ciudades de
al-Andalus abundaban las casas de dos pisos aunque no faltan las descripciones
de edificios públicos de tres y más pisos. En las calles comerciales, la planta
baja, generalmente constituida por una sola habitación, se
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destinaba a tienda o taller. Junto a la puerta de esta
tienda se abría otra más pequeña que conducía al piso superior. Como dice
Torres Balbás, la escasez de espacio dentro de los muros de la ciudad
justificaba la construcción, a partir de cierta altura, de saledizos llamados
algorfas o almacerías, que sobresalían fuera de la pared maestra del edificio.
Las angostas calles estaban jalonadas de arcos que contribuían muchas veces el
equilibrio de muros de mal construidos. Los barrios y adarves se cerraban de
noche con puertas y los serenos encargaban de cerrar esas puertas interiores y
velar por la tranquilidad ciudadana.
Las casas más
importantes de la ciudad disponían de un patio, de un huerto o jardín y hasta
de un baño y un oratorio. El agua era un elemento esencial en los patios.
Galerías y salines en torno al patio daban entrada alas habitaciones
interiores. Torres Balbás también ha estudiado la extensión de la vivienda en
al-Andalus y su relación con los espacios libres y edificios no habitados. Para
su estudio se basa fundamentalmente en los planos de planta de 28 casas que
pertenecieron a gente de muy diversa condición social y económica. Todas tienen
patio, reducísimo en algunas, y se pueden fechar en los siglos XII al XV.
Finalmente la Casa de los Gigantes, en Ronda, y la Casa o Palacio de los
Infantes, en Granada, ocupaban respectivamente una superficie de 312 y 300,49
metros cuadrados. Torres Balbás asigna a la vivienda andalusí una superficie
media de 172 metros cuadrados, después de comparar estos datos con otros
proporcionados por las "Crónicas y Repartimientos Cristianos", pero
hay que señalar que la superficie media de esas veintiocho casas es de 103
metros cuadrados.
También Torres Balbás
asigna a la familia musulmana seis
miembros y, por tanto, aplica este mismo número al de habitantes por vivienda.
Para determinar la población de las ciudades, fija una densidad de 348
individuos y 58 viviendas por hectárea. De acuerdo con estos cálculos, evalúa
la población de Córdoba en el siglo X en unos 100.000 habitantes. Si se tiene
en cuenta que a mediados del siglo XIX la densidad de la ciudad de Córdoba con
43.692 almas era de 102 habitantes por hectárea, cuando la mayoría de sus casas
tenía dos pisos y que Madrid en la misma época tenía una densidad de 260
habitantes por hectárea, cuando predominaban ya edificios de tres y más pisos
que daban a varias calles, tal vez haya que rectificar los valores que sugiere
Torres Balbás tanto en densidad demográfica por hectárea como en extensión por
vivienda y rebajarlos.
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RUTAS Y CAMINOS Al-Andalus estaba cruzado por una red
importante de calzadas, muchas de las cuales ya habían sido creadas por los
romanos. La ciudad de Córdoba tenía en el siglo X siete puertas que se abrían a
las calzadas que conducían a ciudades importantes: al sur, la "Puerta del
Puente", llamada también "Puerta del Río" o "Puerta de
Algeciras o Cádiz"; "La puerta de Hierro" o "Puerta de
Zaragoza"; "la Puerta de Ibn al-Yabbar", llamada también
"Puerta de Toledo" o "Puerta de Roma", pues en Roma
confluían las tres calzadas o arrecifes que cruzaban el Imperio Romano. Según
las fuentes árabes, esta calzada imperial salía de Cádiz y pasaba por Carmona.
Córdoba, Tarragona, Norbona y atravesaba el continente; la "Puerta de Talavera",
denominada igualmente "Puerta de León", "Puerta de los
Judíos" o "Puerta de la Buena Dirección"; la "Puerta de
Amir al-Qurasi", frente al cementerio del mismo nombre; la "Puerta
del Nogal" o "Puerta de Badajoz" y finalmente la "Puerta de
Drogueros" o "Puerta de Sevilla".
Al final de cada
etapa el viajero podía descansar en un manzil, venta o parador. La importancia
de estos albergues se refleja todavía en la toponimia actual, como se ha
señalado anteriormente al tratar de las entidades menores de población. La
preocupación de los geógrafos árabes por el conocimiento de los caminos y rutas
como elementos de unificación geográfica con fines comerciales y políticos y
explica la abundancia de numerosas obras que llevan el título expresivo
"de los caminos y los reinos". Tanto los geógrafos árabes orientales
como los occidentales describen detalladamente los caminos que cubrían el suelo
de al-Andalus y señalan con singular precisión las distancias.
ACIÉN ALMANSA, M. “Poblamiento indígena en al-Andalus e indicios del primer poblamiento andalusí”. Al-Qantara, 1999
JACKSON, G.: “Introducción a la España medieval”. Alianza, Madrid, 1996
WATT, W.: “Historia de la España islámica”, Alianza, Madrid, 2001.
TUÑÓN DE LARA, Manuel (dir.) “Historia de España”. Labor. Barcelona. 1983, v. 3.
AGUADO BLEYE, P.: Manual de Historia de España. Tomo I y. II. Editorial Espasa Calpe 11ª edición. Madrid. 1971.
DOZY, R.: Historia de los Musulmanes de España. 4 Tomos. Ediciones Turner. Madrid 1984.
MAKARIOU, S.: La Andalucía árabe. Editions Hazan-Institut du monde arabe. Paris. 2000.
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