Elementos de arquitectura islámica
Autor: José Carlos Fernández
publicado el 28-05-2017
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“El estudio de la Arquitectura Simbólica es de una
trascendencia extraordinaria. Su importancia se nos evidencia por poco que
consideremos que la construcción en la tierra ha sido, para las antiguas
civilizaciones, una imagen humanizada de la Gran Obra: El Universo. Y si la
obra arquitectónica es imagen del Universo, el Arquitecto lo debe ser de la
Deidad que ha pensado y ordenado la Materia”
“No hay mayor medio
para entrar en comunicación directa con una civilización del pasado que la
contemplación de una obra de arte, siempre que ésta represente, dentro de esa
civilización, algo así como un núcleo espiritual”
Titus Burkhardt “La civilización hispano- árabe”
Titus Burkhardt “La civilización hispano- árabe”
“Lagos, caminos,
surtidores y jardines arbolados se trataban en armoniosa combinación simbólica,
y en los conjuntos arquitectónicos de la antigüedad la belleza jamás era “por
sí misma”, sino que estaba imbricada en la utilidad práctica y en la
funcionalidad simbólica. Una obra cualquiera debía ser materialmente útil,
psicológicamente placentera y espiritualmente fecunda”
Jorge A. Livraga Apuntes de Simbología, Tema VI
Jorge A. Livraga Apuntes de Simbología, Tema VI
Un gigantesco santuario: La Kaaba, en la Meca. Si
entendemos por “Casa de Dios” (Baitu Llah), el lugar donde mora, éste es el
único. Vestido con una gran tela negra que nos hace pensar en la Piedra Cúbica
de la Alquimia, o en el Cubo de Piedra que escucha los juramentos de las
tradiciones esotéricas, sus medidas 12x 10×16 dan la clave de toda la
arquitectura islámica, edificada en base a la geometría de los números 6, 5 y
8. En el interior la piedra meteórica, batería mágica de todo el conjunto. En
el exterior el recinto del Haram donde se perpetúa la ceremonia preislámica de
las siete vueltas. Pues todas las mezquitas miran hacia este “centro del
Mundo”, donde mora Dios- según la tradición islámica- como mora en el corazón
del hombre. Las esquinas de este “cubo” colosal, alineadas con los puntos
cardinales dicen de las cuatro columnas o Guardianes que sujetan el Mundo en la
mística sufí.
Y sin embargo ya estaba aquí este Santuario cuando
Mahoma decidió convertirlo en el corazón palpitante de un nuevo impulso
civilizatorio. El tan sólo lo despojó de las imágenes de un pasado que no
quería arrastrar. Derribó los 360 ídolos mientras pronunciaba: “Ha llegado la
verdad y se desvanece lo vano”. Abajo las imágenes talismánicas que el sol
alumbra en el año, Dios mora en el corazón del creyente y nada debe turbar tal
revelación. Protegió, sin embargo, el icono de la Virgen y del niño en las
rodillas, imagen de la Madre del Mundo.
La arquitectura islámica es un arte que va adquiriendo
consistencia poco a poco, en la medida- como explicaría Ibn Jaldún- en que se
extiende y adquieren poderío material y político estos nuevos “guerreros de
Dios”. Para los que combatieron junto al Profeta sin duda la mejor de las artes
era también la más inasible: la Poesía. Leila, la Noche, la mejor de las
amadas. Pero era ya la hora de las huellas de piedra que no borra el viento del
desierto. Era la hora de la arquitectura que hace estables las conquistas
cimentando nuevas ciudades, amurallando las antiguas. Elevando castillos como
gigantescos barcos de piedra y recreando en ella los bosques sagrados de
palmeras en el desierto para la oración.
La importancia de la arquitectura reside en que “crea”
formas en la tierra, a imagen del Demiurgo. La palabra “crear” en español está
relacionada con la raíz sánscrita ker, fuego. Crear es ser como el fuego. Crear
es someter al fuego para destruir lo viejo y permitir el nacimiento de nuevas
formas, como el barro deja de ser barro al endurecerse bajo la acción del
fuego. La filosofía islámica se esforzó en desentrañar todos los posibles
significados de la palabra “crear”, pues siendo Alá el único creador, era
necesario saber cuál era el papel reservado al hombre, cual su protagonismo.
Desde luego el hombre es un ser privilegiado en la naturaleza, ha recibido de
Dios su forma, su belleza y majestad, que reside en sus siete poderes
invisibles: vida, conocimiento, voluntad, poder, oído, vista y habla, que son
limitados en el hombre pero no en Dios. Adán, él Hombre, es único, pues sólo el
puede nombrar a los seres de la naturaleza, a las ideas, a sus semejantes. Ni
siquiera los ángeles más elevados pueden hacer esto. Y hay un vínculo entre el
nombrar y el crear. No es casualidad que la palabra logos, en griego designe
tanto al lenguaje como a la acción. Antes de crear es necesario la imagen
mental, el número y la medida, la función; y estas son características que le
dieron al nombre en la antigüedad. Los distintos Nombres de Dios dicen la senda
de todo aquello que vive. Son los arquetipos de Platón, las primeras
“Imágenes”, las primeras hendiduras luminosas de la Voluntad de Dios en la
oscura materia.
Al Gazzali, el gran ideólogo del Islam se refiere a
Dios como el Arquitecto del Universo, ligando su actividad con los distintos
modos de “crear”, los distintos modos en que opera el fuego divino en la matriz
de la Nada:
“Dios Altísimo: es Creador (Jalik) porque decreta, es
Creador (Bari) en tanto que idea y da existencia, y es Formador (Musawwir) en
tanto que dispone las formas creadas en el mejor orden (…) Él es al mismo
tiempo el evaluador, el realizador y el decorador. Es al-Jaliq, al-Bari y
al-Musawwir”
Diremos JALK si entendemos la creación como un acto de
voluntad, que hace surgir de la nada; en concordancia con el pasaje coránico:
“Y cuando decide algo le dice: ¡Sé! Y es”. De curiosa similitud con el término
sánscrito “jalakita”, mago, encantador. Si la idea es “inventiva, creatividad”,
el término es IBDA, palabra que en egipcio significaría “corazón- tierra”.
MUSAWWIR es el nombre de Dios como creador de formas, como modelador, “porque
otorga a los seres la forma más bella”. Es por lo tanto una idea clave en la
estética islámica. En la filosofía islámica la forma (sura) es lo que viste, lo
que cristaliza la esencia. Lo que permite distinguir unas esencias de otras. La
raíz SKL también significa “forma, aspecto”, en el sentido de aquello que ata a
la materia. Al- sikl es con lo que se ata una acémila.
Estos nombres divinos relativos a la creación, -dice
al- Gazali- se aplican también al ser humano, pero en un sentido figurado, no
literal. Se debe pues atribuir toda creación a Dios, resonando en las oscuras
cavernas del alma humana. El hombre, huérfano de Dios, hace y busca pero no
puede dar consistencia a sus creaciones. El hombre debe trabajar en
concordancia con la obra de Dios. Esto es sumisión (Islam). No para el tiempo,
que hace huir los trabajos aparentemente más sólidos y duraderos. Para Dios.
Junto a Dios. Es la enseñanza en el Corán de “permanece junto a Mí y verás
pasar estas montañas como pasan las nubes”. Y aun así, como diría Abderramán
III, las obras arquitectónicas son una imagen de la grandeza de los reyes, que
gobiernan en el nombre de Dios. Una imagen, por lo tanto de confianza de Dios
en el quehacer humano.
La obra de arquitectura más importante en el Islam es
la mezquita, que significa “lugar de prosternación”, lugar donde realizar los
gestos ceremoniales de su oración canónica. Allá donde esté el creyente está el
templo y allí debe ser realizada la oración. Si hay un tema recurrente en el
arte islámico es el de la ubicuidad del centro divino. El Mihrab -nicho de
oración- o puerta falsa que señala a la Meca es el Sancta Santorum sólo en el
sentido de que se abre, mira al Centro del Mundo, pero no como habitáculo de
Dios. Acoge al Imán que dice las oraciones comunitarias , en pie delante de los
fieles , cuyas filas se extienden lateralmente en vez de en profundidad. La
mezquita no tiene centro sagrado alguno, este se halla en el corazón del
creyente. La forma de nicho del mihrab es la de la hornacina que aparece en el
“versículo de la luz” del Corán. Dios es la luz que mora en el corazón del
hombre o del mundo, como en una lámpara de rutilante cristal, en el refugio
cóncavo de la Madre del Mundo. De hecho, en el Corán esta palabra, mihrab
designa el “refugio”, el lugar secreto del Templo de Jerusalén donde la Virgen
se retiró y fue alimentada por los ángeles. Este nicho abovedado era ya, en sí
mismo, una de las formas más antiguas del santuario, del lugar en que se
manifiesta Dios. En él se recita la palabra de Dios, revelada en el Corán.
Por ejemplo, en la Mezquita Aljama de Córdoba el
mihrab, modelo de incontables nichos de oración en España y en el norte de
África, presenta una bóveda de concha estriada sobre base octogonal. La concha
es la imagen de la Virgen Madre: De Venus, la nacida de la espuma del mar, la
belleza pura y sin mancha. La perla en ella, hija del rocío de primavera -según
la leyenda- es símbolo del universo luminoso donde sólo lo más puro vive. Como
el Huevo de Oro en las tradiciones brahmánicas o la joya en el loto- Om mani
padme hum- de la mística tibetana.
Para Titus Burkhardt la perla en el mihrab es el oído
del corazón que recibe, cual la gota de rocío, la palabra de Dios.
La entrada al nicho en esta mezquita está coronada por
un arco de herradura encuadrado en un alfiz rectangular. Como los rayos de
sangre y luz del sol del amanecer, el arco abre en abanico sus dovelas rojas y
doradas, blancas y azules. La tensión del sol o del alma que asciende está
trazada con maestría, pues el punto que genera el arco y sus dovelas se eleva,
invisible a las miradas. El alfiz que enmarca los arcos dice de la estabilidad
y abundancia en que se desarrolla lo espiritual. Los arcos son lo móvil, lo que
se eleva, como la conciencia; el alfiz es el marco, la llamada permanente y
estable. La palabra árabe que nombra al arco, RAWQ, es sinónimo de lo bello,
grácil y puro, como la ola que se quiebra en el canto de la espuma.
En esta misma mezquita, sobre el vértice del arco de
entrada al mihrab, el versículo coránico: “En el nombre de Dios, clemente y
misericordioso. Él es El Dios; no hay más dios que Él: el Rey, el Santo, la
Paz, el Fiel, el Protector, el Glorioso, el Victorioso, el Excelso. Él está por
encima de cuanto ellos le asocian”
Otro elemento de la mezquita es el Minbar, “púlpito”,
escabel de tres gradas que el profeta usaba en su mezquita de Medina para
hablar a los fieles reunidos. Como en el primitivo budismo en que la presencia
del Buda es la de un trono vacío, los peldaños superiores del minbar permanecen
vacíos, y adornados como si fuera un trono para evocar la función preeminente
del profeta. De significado análogo a la escalera de los mundos del ceremonial
egipcio que el faraón debía recorrer en el saludo del sol del amanecer.
Existe un modelo de mezquita a quienes todos los demás
evocan en el transcurso de los siglos. Es aquella en que oraba el Profeta y sus
Compañeros, la primitiva mezquita de Medina: con troncos de palmera por
columnas y patio cuadrado- de unos cien codos de lado- al que se abrían las
habitaciones sencillas de Él y su familia. Techumbre horizontal, patio en el
interior del área litúrgica, circundado por galerías o pórticos, suelo- al
principio de tierra- abierto por alfombras o esteras, repetirían durante siglos
el lugar de oración del Profeta.
El estilo triunfal de los omeyas, como en la Mezquita
Aljama de Córdoba, no perdió la sencillez y sobriedad del primer Islam. Conjuga
como la naturaleza belleza y movimiento con estabilidad y poder.
Otros elementos de la arquitectura islámica son los
arabescos, con formas vegetales; los entrelazados, y la propia caligrafía, que
evoca, con la palabra viva, las imágenes que prohíbe fijar la religión. Son
geometrizaciones como las de un cosmos bien ordenado. Es lo cristalino en la
arquitectura que da gracilidad y movimiento a la piedra. Espejos mágicos
construidos en base al ritmo y a la figura geométrica, donde se mira el ojo
creador de Dios. Como palpita la luz en los cristales, palpita lo divino en
estas geometrizaciones que evocan los copos de nieve, los diamantes, las olas
del mar, el titilar de las estrellas y tantas imágenes de la naturaleza serena
y fuerte. No pocas techumbres y cúpulas han dibujado en sus geometrizaciones
los ojos luminosos de la noche. Y es que, como dice el Corán, “hemos engalanado
el cielo más bajo con luminares, de los que hemos hecho proyectiles contra los
demonios” . Hienden las sombras con sus dardos de luz. Hienden la materia
oscura, haciéndola fértil con sus rayos. Como afirma la tradición esotérica ,
sus ojos en la noche vigilan, y crean.
Lo estético es ya metafísico ante esta geometría. Pues
la geometría, el orden y la perfección se convierten en el pensamiento islámico
en escudo que protege del caos, el mal o Satanás.
Los arabescos con formas vegetales parecen derivar de
la vid con sus pámpanos entretejidos y sarmientos curvados. No dibujan tanto
las plantas estilizadas como las líneas de fuerza que los sostienen y dan vida.
Es ritmo puro. Pues la ley del ritmo es la ley de la vida. Y es el mundo
vegetal quien mejor transparenta este ritmo vital. La relación magia y ritmo es
una herencia universal. Pensemos, si no, en el ritmo de los pámpanos en las
cerámicas íberas, en el abrir y cerrar de sus lotos, tan presentes en su mundo
funerario; en los nudos y entrelazados vikingos; o las misteriosas
geometrizaciones del arte inca, ya en el traje, ya en el barro; o en las
cenefas en las vasijas cerámicas de la Grecia Arcaica. Todos repiten un mismo
conocimiento: podemos invocar fuerzas celestes a través del ritmo. Se debe
mirar estos entrelazados haciendo que la vista siga la corriente de fuerzas que
se entretejen y compensan. Titus Burkhardt las compara con el arabesco mental y
verbal de la poesía típica árabe. Con su exhuberancia. Ved, dice, qué ritmo y
melodía expresa el alma del crecimiento de una planta o el desenvolvimiento de
una ola. A veces se unen escritura y arabesco, para que quede clara la analogía
del Árbol de la Vida y el Libro del Mundo. La naturaleza es como un libro
abierto para el alma pura, nos recuerdan estos arabescos. La vida es como un
árbol que se abre para respirar de mil y un modos la grandeza de Dios, su
Señor.
Los entrelazados parecen derivar de los mosaicos
romanos, todavía en uso en la Siria de los Omeyas. Si el arabesco es ritmo, el
entrelazado es geometría de cristal. Sus figuras derivan de una o varias
figuras regulares inscritas en el círculo, desarrollados según los principios
del polígono estrellado. Los diseños de naturaleza análoga se penetran y
entrelazan y forman una red continua de líneas que irradian de uno o varios
centros. El entrelazado es el movimiento de una sola cinta que traza estas
imágenes geométricas. Se prefieren las derivadas del cinco, el seis y el ocho.
El círculo permanece implícito y se siente más que se ve.
¿De donde esta inquietud por la geometría sagrada? Una
secta neopitagórica, los Hermanos de la Pureza hizo de los trabajos artesanales
el vehículo de las Ideas a través de los números y las figuras geométricas.
Crean una comunidad político religiosa ismailí asentada en torno a Basora. Su
célebre “Enciclopedia” fue difundida desde muy pronto en al- Andalus. Crean una
mística del trabajo a través del orden, la perfección de la obra y las medidas
ajustadas a la Matemática Sagrada.
Si queremos entender la Arquitectura
Islámica, conviene repasemos sus ideas más importantes al respecto:
·
El Cosmos es una unidad de vida y articulada, ordenada
según el Número.
·
El Artesano debe imitar a la naturaleza, que siempre
crea de acuerdo al número y a la medida. Debe trabajar de acuerdo a la Divina
Proporción presente en todos los planos de la naturaleza “Dios es el origen de
todo, el uno es el principio de los números, la línea lo es de la geometría, el
sol es centro y generador de la astronomía, la esencia lo es de la lógica y, en
música, la base generatriz es el movimiento, y, a partir de él, se producen
todas las demás relaciones y las melodías, que son infinitas según designio
divino y diferentes en cada nación”.
·
En Número es el origen de todos los seres. La llave
que ordena el microcosmos y el macrocosmos, lo espiritual y lo material. Como
del Uno surgen todos los números, el Creador llama a la vida a todo lo que
existe. Permanece en la luz de su Unidad, sin cambios, perenne en su perfección
y completura.
·
Ibn al Sid de Badajoz en su Libro de los Cercos
concibe a la serie numérica como un conjunto de círculos formado por unidades,
decenas, centenas y millares. Este orden circular de los números diría del
orden con que Dios creó el mundo.
La creación se produce por emanación y en base
matemática cuatro. El cuatro es, pues, quien rige toda la naturaleza
manifestada: el mundo celeste y también el sublunar. La arquitectura de la
naturaleza actúa según el cuatro. De ahí los cuatro elementos, los cuatro
puntos cardinales, las cuatro estaciones, los cuatro humores… Ya que los
números son la esencia de la naturaleza y del alma, el que trabaja con ellos
accede a la física y a la metafísica. Es a través del número que el sabio llega
a la Filosofía. Los Números no son cantidades, sino seres vivos, puros. Los hay
pares e impares, enteros y fracciones. Las características de cada número en sí
mismo y en relación con los demás son el fundamento del orden perfecto e
infinito que impregna todo el cosmos.
·
La geometría se ocupa de las relaciones numéricas en
tres dimensiones a partir de la línea, que es la unidad básica de la geometría,
lo mismo que el uno es la base de los números, la línea nace del punto por
reiteración. El triángulo es el origen de todas las figuras. Es como el uno en
la serie numérica o Dios en la cadena de la creación. La geometría aplicada
consiste en el conocimiento de las medidas y su sentido, al relacionarse entre
sí, siendo captado por la vista y percibido por el tacto. La geometría pura es
el conocimiento y comprensión pura de dichas relaciones, “conduce a la destreza
en todas las artes plásticas”. La matemática da la relación y origen de todo lo
que vive, tanto en la naturaleza como en el mundo de las ideas. “No existe ente
alguno matemático, natural o divino, que no posea una cualidad común con otro
ente. Los conjuntos de entes tienen cualidades que no poseen sus individuos,
sea en los números, las figuras, las formas, el espacio, el tiempo, los
fármacos, los sabores, los colores, los olores, los sonidos, las palabras, los
verbos, las letras o las mociones. Si reúnes estos elementos en relaciones
compositivas aparecerán sus cualidades y efectos. Prueba de lo que decimos son
las tríacas, los ungüentos y los jarabes, así como las melodías musicales y sus
influjos en los cuerpos y las almas, cosa que todo el que es mínimamente sabio
y filósofo conoce, según explicaremos en nuestra epístola sobre la música””El conocimiento
de las cualidades de los números y las figuras ayuda a entender los modos de
influir los seres celestiales y los sonidos musicales en las almas de los
oyentes””Toda obra en que predomina la equivalencia es mejor, después de la
esfera la más equivalente es el cubo”.
·
Las proporciones ideales son: “el patrón, su mitad, su
tercio, su cuarto…” La proporción es “la cantidad común a dos medidas
relacionadas” y puede ser numérica, geométrica y musical, conjugación de las
dos primeras.
La figura humana es un modelo de armonía. El artesano
puede imitar la obra perfecta del Creador si sigue los cánones de la proporción
ideal, que es en último extremo geométrica, numérica, y que es la misma que
ordena el cosmos y la música, tanto las que pulsan los astros como los
instrumentos. Esta armonía hace que las almas anhelen el mundo superior y
perfecto. Para los Hermanos de la Pureza los oficios manuales hacen encarnar en
la materia las formas y las inteligencias divinas. Dentro del cuerpo existe
otra esencia que es la que revela esas obras perfectas y esas artes maestras
realizadas por el cuerpo. La obra del artesano pertenece al plan divino. Es de
gran interés la distinción que hacen entre los cuatro tipos de obras: humanas,
naturales, espirituales y divinas. Son humanas los grabados, figuras, pinturas,
etc. que hacen los artesanos. Las obras de la naturaleza son las formas de los
animales, todas las plantas, las sustancias minerales, etc. Las obras
espirituales son los elementos: tierra, agua, aire y fuego dispuestos en
estructuras concéntricas en la esfera celeste. Es también una obra espiritual
la forma del mundo y el inmaculado orden que en él reina. Surgen por un acto de
la Voluntad Divina, que extrae las formas de la materia y son así creadas de la
nada.
El artesano requiere para poder realizar su obra siete
condiciones: materia, tiempo, espacio, instrumento, herramienta, movimiento y
su propia alma. La naturaleza sólo necesita cuatro: materia, espacio, tiempo y
movimiento. Y el hacedor espiritual dos: materia y movimiento. El artífice
intelectual sólo una, la forma. Y el Creador no precisa absolutamente ninguna.
Es curiosa, también y emparentadas a las tradiciones
esotéricas y platónicas, la descripción que hacen de los movimientos del
artesano, que son imagen de los del cosmos, siete, según la voluntad divina;
uno circular y seis rectilíneos. De arriba abajo, como el carpintero, al
tallar, o de delante hacia atrás, al serrar. O al taladrar en su movimiento
circular o espiralado. Estos movimientos más sus inversos son los de la
naturaleza al crear cuanto existe.
Es curiosa también la clasificación que hacen de los mil
y un oficios que imitan cuantos trabajos sostienen el orden universal y dicen
de los distintos modos de relacionarse la materia con el espíritu. Todo en la
naturaleza trabaja, así han de hacer también los hombres, según su propia
naturaleza. Quiénes trabajan con herramientas aman, utilizan, y por tanto
llegan a conocer el agua, la tierra, la madera, los minerales, etc. Quienes no
necesitan instrumento alguno, sólo su alma, como poetas, literatos, oradores.
Al final, el paradigma de artífice sabio es el mago, que imita con toda la
perfección que puede un hombre la obra divina. Pero es un largo camino,
reservado a los más esforzados. “Camino que sólo se puede hallar por el trabajo
[servicio], el conocimiento [investigación] y el culto [devoción].
Otro elemento de interés son las cúpulas. En general,
en el arte islámico el octógono media entre la cúpula y su base cúbica;
aludiendo a los ocho ángeles que sostienen el trono divino. El cubo representa
la tierra, lo que fija, lo material; la esfera de la cúpula es el cielo, lo
espiritual. La arquitectura adquiere movimiento cuando incorpora enlaces entre
lo móvil y lo estático. Por ejemplo, en las proporciones se trasmuta el
movimiento en reposo- y a la inversa- a través de la relación de un cuadrado y
su diagonal. O entre el diámetro de un círculo inscrito en un cuadrado y del
círculo circunscrito a éste. Es una relación que no es de números enteros, pero
sí profundamente orgánica. Es difícil relacionar de un modo gradual la esfera y
el cubo. Los romanos usaron las pechinas. La arquitectura islámica usa las
muqarnas o estalactitas, nichos que se repiten, como si fueran las celdillas de
un panal o los cristales ordenados según la irradiación de los ejes. Son, sin
duda la mejor imagen de la irradiación divina desde la esfera cielo hasta la
tierra cubo. “Expresan- dice Titus Burkhardt- la coagulación del movimiento
cósmico, su cristalización en el presente estado puro” Las encontramos por
primera vez en Raqqa (Siria) en el siglo octavo. Hacia el siglo XII se habían extendido
a todo el mundo árabe, desde España hasta Afganistán y la India. De yeso y
madera en el Occidente, ligeras y diáfanas. Audaces, labradas en piedra en Asia
Menor y en el Egipto de los Mamelucos.
También utiliza la cúpula o la bóveda de crucería, análoga
a la gótica. Pero se diferencia en que no todos los nervios de la bóveda se
juntan- como en la gótica- en la clave de la bóvida; sino que se entrelazan
como si fuese un trabajo de cestería, dejando libre la clave central. En la
gótica las líneas de fuerza forman una pirámide, símbolo de la jerarquía de la
naturaleza, desde una Causa Primera. En la Islámica la naturaleza aparece más
bien como un entrelazamiento de lo divino, de la luz hecha materia. Como muy
bien afirma Titus Burkhardt “La arquitectura en particular viene a ser la
formulación geométrica de las verdades inherentes a la religión [o más bien,
civilización] de la que se deriva” La catedral gótica, herencia de los templos
egipcios, es una representación del Hombre Celeste. La mezquita aparece como un
cristal que en sus geometrizaciones atrapa la luz celeste. El corazón del
creyente debe unirse, ser el mismo, uno de los átomos palpitantes del cristal.
Como la luz vibra, ubicua en el diamante, así se quiere que Dios viva en el
corazón de sus sumisos. En las tradiciones esotéricas este método dice de lo
que algunos sabios han llamado “láser espiritual”.
La catedral gótica es una nave en piedra viva que boga
en las aguas celestes hacia el ojo siempre abierto de Dios, en relación con el
Sol del Amanecer. Las mezquitas todas miran a un centro, la Meca, desde donde
se quiere que irradie las bendiciones espirituales sobre la humanidad.
La luz adquiere, tanto en la catedral como en la
mezquita enorme importancia: En la catedral, a través de sus vidrieras. Luz
hecha cristal por procedimientos alquímicos relacionados con el traspaso de
irradiaciones metálicas al alma del cristal. Dibuja escenas que “no son de este
mundo”, sino más puro, sin volúmenes ni sombras, como en las miniaturas persas.
En la mezquita la luz juega en la geometría de sus
cristales de piedra; en los mosaicos vidriados o en sus azulejos. Titus
Burkhardt lo ha llamado “alquimia de la luz”. Como en la alquimia, el espíritu
se hace cuerpo y el cuerpo se hace espíritu. En la arquitectura musulmana la
piedra se hace luz; pierde su peso, como en los frisos de las muqarnas o en los
festones de las arcadas. La luz se hace cristal en sus espejos de mercurio, en
el centelleo de sus tejados de azulejos verdes, o en el canto de sus fuentes.
Como en San Buenaventura, la luz es el símbolo más puro de Dios. Como en Ibn
Hazm, lo que es el color para los cuerpos, son las cualidades para los seres,
cuando despiertan de la oscuridad ante la llamada musical del Dios Luz. El
dicho de Mahoma, “Dios es Bello y ama la Belleza” podemos leerlo, “Dios es la
luz y ama mirarse en todas las almas en que centellea” ¡Qué bien cristalizada
esta idea en la arquitectura del Islam! Para Ibn Hazm la percepción es un tacto
del alma. Como dice Platón en el Timeo, rayos visuales surgen del ojo y a él
vuelven, no sólo con el color; sino con el tacto de aquello que han tocado.
Para al- Gazali, todo es luz. En el hombre viven cinco espíritus luminosos que
le hacen percibir la belleza. Este es el significado íntimo del famoso aleya de
la luz, que dice de las almas: sensitiva, imaginativa, racional y espíritu
santo profético.
El color verde es el símbolo del Islam, el de las
vestiduras de los justos. Algunos filósofos lo hicieron sinónimo del negro. Uno
de los Nombres de Alá, Luz, al- NUR es egipcio; designa la luz primordial en la
gran concavidad espacio o NUT.
La prohibición de imágenes, más o menos estricta,
deriva de varios hadith- dichos atribuidos al Profeta- islámicos. De ellos, el
más repetido es “Allah impondrá como castigo al que cree una imagen la
obligación de insuflarle vida, pero nunca será capaz” En el Corán aparece
siempre un Dios Único Creador y se combate a los politeístas; pero el tema de
las imágenes no está claro. No todos los dichos son aceptados por todos los
juristas. Golpean nuestra imaginación, por ejemplo:
“Los ángeles no entrarán en la casa que haya un perro
(???) o imágenes”
“¿Quién hay más inicuo que quien reproduce mi Creación? ¡Que cree una semilla o un átomo! ”
“¿Quién hay más inicuo que quien reproduce mi Creación? ¡Que cree una semilla o un átomo! ”
Es interesante la postura de un reputado sabio del
Islam, experto en estudios coránicos y gran gramático, Ali-al- Farisi, muerto
en el 987. Dice que la prohibición, en sentido estricto es sólo la
representación figurativa de Dios.
Aunque siempre hubo místicos tolerantes; como Ibn
Arabí, que defiende a los bizantinos, “que llevaron a la perfección el arte de
la pintura porque para ellos la naturaleza singular de Nuestro Señor Jesucristo
es el supremo apoyo de la concentración en la Unidad divina”. Esta surge de la
imagen geométrica tan plena de significación de tres círculos concéntricos.
Es IBN ARABI, el sabio y místico de Murcia, el que
enseñó: “no hay amante ni amado, excepto Dios”
Si para Mahoma, “el que se conoce a sí mismo conoce a
su Señor”, el Rey de Ibn Arabi es el Señor del amor. La felicidad de Dios,
dice, lo abraza todo y “todo el Corán no es sino una historia simbólica alusiva
entre el Amante y el Amado, y nada fuera de ambos comprende la realidad de su
intención” Es el poeta de la belleza y del amor. Sabe mirar el misterio cuando
canta:
“TODO LO QUE EXISTE ES POR HABER SIDO
AMADO, SOLO LOS QUE HAN SIDO AMADOS SON…”
Recordemos el enfrentamiento, según cuenta la leyenda,
entre Abderrahmán III y su cadí. Se quejaba éste de la opulencia- lejana,
decía, al Espíritu del Islam- de las obras de Medina Azahara. Respondí al
califa que la arquitectura es el idioma que perpetúa las hazañas de los reyes,
y esto es bueno para los pueblos, pues el rey es la imagen de Dios y Dios es
poderoso e invencible. Al final, el hijo de Abderrahmán, Alhakem II, medió entre
ambos y dijo que eran obras tan bellas que no podían ser sino amadas por Dios,
pues:
“DIOS
ES BELLO Y AMA LA BELLEZA”
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