INICIOS DE LOS BANU QASI
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Derechos
Desarrollo
Los más importantes
entre los jefes locales fueron, sin embargo, los Banu Qasi -familia musulmana
local descendiente de un conde visigodo que se adhirió al Islam en
la época de la conquista y que parece haber dominado la región de
Tudela-. Sabemos que en la época de las revueltas yemeníes de la
segunda mitad del siglo VIII se habían mantenido en la obediencia omeya, por lo
cual eran considerados qaysíes. En el 789, los Banu Qasi habían defendido la
causa del emir Hisham I cuando la revuelta de Said b. al-Husayn
al-Ansari. Esta potente familia, haciendo siempre valer sus orígenes indígenas,
parece haber desempeñado una función de intermediario entre el poder omeya y
unas regiones que sólo estaban nominalmente sometidas a Córdoba, como
Pamplona, donde una revuelta vasca en el 799 provocó la muerte de un Mutarrif
b. Musa b. Qasi, que debía representar el poder omeya en esta ciudad. La
fidelidad de la familia de los Banu Qasi, tal vez descontenta de la posición
demasiado fuerte de Amrus en la Marca, se tambaleó algo al principio del IX,
cuando se aliaron con los primeros jefes nacionales de los vascos que
emergieron con la dinastía de los Arista, y reforzaron su posición en Tudela
que su rival, Amrus, les había disputado en algún momento. Pero se
reconciliaron después, en el segundo decenio del siglo, con el poder de
Córdoba. En la región de Barbastro y en la Barbitania, situada un poco más al
norte, en dirección de Boltaña, que parece haber formado parte de ella en
épocas anteriores, los Banu Shabrit, otro linaje muladí, ocuparon una posición
semejante a la de los Banu Qasi que se encontraban más al oeste. En Mérida, la
población de origen indígena, probablemente mayoritaria, se había asociado con
un poblamiento beréber bastante significativo por haber dejado huellas en los
acontecimientos históricos. Conocemos, para los años 798-808, a un gobernador
de la ciudad llamado Asbagh b. Wanus que era beréber. Primero fue leal, pero
luego se rebeló y murió en la disidencia. Tras él, la ciudad no se sometió con
facilidad y se mandaron varias expediciones militares contra ella. Esta
agitación se reanudó un poco más tarde, en el 828, bajo dos jefes cuya dualidad
traduce bastante bien la composición de la población ya que uno era beréber
(Mahmud Abd al-Yabbar) y el otro muladí (Sulayman b. Martin). El mismo
año, Luis el Piadoso fomentó la revuelta entre los mozárabes de la
ciudad mandándoles una curiosa carta cuyo texto se ha conservado. El poder
omeya recuperó un poco más tarde el control de la ciudad, expulsó a los
elementos rebeldes y edificó una imponente ciudadela de piedra o qasaba
(Alcazaba) para albergar a una guarnición leal (834).
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