EL CONTROL DE LAS PROVINCIAS
.
Derechos
Desarrollo
Desde el punto de vista
del control de las provincias, aparte de Mérida, que a pesar de la
desobediencia terminó sometida hacia el año 834, destacan sobre todo los
disturbios en Toledo entre 829 y 837. Una guerrilla ciudadana contra los
beréberes de la región de Santaver degeneró en una nueva disidencia de la
ciudad, que hubo que asediar de nuevo y donde se reedificó la antigua ciudadela
construida por Amrus que los toledanos habían derribado. En la Marca
Superior, el predominio de la aristocracia muladí se consideró un hecho
consumado, a pesar de lo cual las buenas relaciones entre los jefes locales y
el poder central parecen mantenerse. Incluso en estas regiones fronterizas, el
carácter arabo-islámico de la organización político social parece bien implantado
desde mediados del siglo IX. Un texto cristiano conservado en la catedral de
Huesca habla del martirio sufrido en el 851 por dos jóvenes mozárabes, Nunilo y
Alodia quienes, educadas en el cristianismo por su madre tras la muerte de su
padre musulmán, fueron decapitadas por haberse negado a volver al Islam,
religión del padre. El desarrollo de los hechos, contado someramente, muestra
que, originarias de Alquézar, comparecieron primero ante el emir local de la
Barbitaniya Jalaf b. Rashid, que debía residir en Barbastro. Más adelante, a
raíz de una especie de apelación, compareció ante el wali de Huesca un cierto
Zumel Ismail. Este acontecimiento prueba, en primer lugar, que existía una
jerarquía judicial y administrativa regularizada en esta provincia lejana. Por
otra parte, hay que resaltar la unidad de la civilización de al-Andalus: en una
región que no podía ser más periférica, se produjeron hechos contemporáneos del
movimiento de los mártires de Córdoba sobre el que se volverá más
adelante y que, evidentemente, habrá que poner en relación con el
endurecimiento general y recíproco entre cristianismo e Islam. Sea como fuere
la naturaleza exacta de su poder, estas autoridades locales se consideraban,
realmente, representantes del poder central que, durante todo el reinado
de Abd al-Rahman II, mantuvo en Zaragoza a un gobernador. La relativa
tranquilidad de la frontera permitió al emir o a sus generales lanzar desde la
Marca expediciones militares contra los países cristianos vecinos, en las que
participaron los señores muladíes locales. Si su fidelidad era dudosa con
frecuencia, el poder de estos últimos era periférico: los Banu
Qasi en Arnedo y Tudela, los Banu Shabrit en la zona de Huesca, los Banu
Rashid en Barbitania, ocupaban los límites del territorio islámico y no parecen
haber ejercido siempre su autoridad sobre las ciudades más importantes como
Huesca y Tudela que, en muchas ocasiones, se han visto depender directamente
del wali de Zaragoza. Las relaciones entre el poder omeya y el jefe de los Banu
Qasi, Musa b. Musa, apoyado por los jefes cristianos de la zona pirenaica,
particularmente los vascos de Pamplona, empezaron a ponerse tensas en el último
decenio del reinado de Abd al-Rahman II. Globalmente, sin embargo, el poder
omeya logró conservar el control sobre el conjunto de al-Andalus hasta la
muerte de Abd al-Rahman II en el 852, no sólo en el sur, donde se plantearon
pocos problemas sino también en las regiones alejadas como las de Tudmir,
Valencia o Lisboa. En la región llamada Tudmir, los conflictos entre yemeníes y
qaysíes llevaron al gobierno a fundar una nueva capital provincial en Murcia en
el 831, hecho que tiene su importancia a nivel local ya que manifiesta el
control creciente del poder central omeya sobre las regiones hasta entonces mal
controladas donde por falta de acción del poder central los factores tribales
seguían estando operantes políticamente a comienzos del IX. La agitación tribal
árabe en Murcia fue, sin embargo, el último acontecimiento de esta naturaleza
segmentaria antes del surgimiento de una agitación étnica cuando se desencadenó
la [fitna (revuelta) del final de siglo#CONTEXTOS#6007]. En Valencia, región
donde vivían unas tribus beréberes (qaba'il al-barbar) que al-Yaqubi, el
geógrafo oriental del IX describe como tribus disidentes, parecen haber tenido
cierto papel, Abd Allah al-Balansí había muerto poco después del acceso
de Abd al-Rahman II al poder. Se habla después de unos gobernadores
omeyas en la ciudad, pero de forma muy episódica, con escasas informaciones en
las fuentes sobre estas regiones periféricas. Al otro extremo del territorio,
en el Gharb, donde las poblaciones de origen beréber parecían haber sido
relativamente numerosas, un gobernador de Lisboa es también mencionado en el
844: informa a Córdoba de la llegada de una flota normanda a la
desembocadura del Tajo. Estos normandos atacaron Lisboa, luego Sevilla,
que fue saqueada, antes de que las fuerzas omeyas por fin movilizadas pudieran
llegar a infligirles fuertes pérdidas y obligarles a embarcarse nuevamente. Las
medidas tomadas a raíz de esta alerta para asegurar una mejor protección del
litoral contra nuevas incursiones (se señala otra en el 859) sirvieron para
reforzar el control del poder central sobre el territorio de al-Andalus. De
esta forma se instaló un grupo de árabes yemeníes en una especie de concesión
militar en Pechina, pequeño centro de origen romano cercano a la actual
Almería, en una región poco urbanizada que no aparece en las fuentes hasta esta
época, y sobre cuyo desarrollo rápido volveremos más adelante.
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