ORGANIZACIÓN SOCIAL
.
Periodo
Al-Andalus omeya
Lugar
Derechos
Dolmen WEB.ARTE-HISTORIA
Desarrollo
Se podría pensar que
las relaciones sociales o socio-económicas y socio-políticas, más que con sus
implicaciones ideológicas y religiosas, jugaron un papel esencial en la evolución
del Estado y la sociedad en al-Andalus en la época del emirato y
del califato. Pero nuestro conocimiento del sistema socio-económico sigue
siendo muy deficiente. Mientras que los archivos de la Europa occidental son
ricos en documentos que permiten aproximarnos a este tipo de realidades, las
fuentes árabes son muy poco explícitas a este respecto, abordan poco los campos
concretos y nos dejan entrever con dificultad los hechos que permitirían trazar
un cuadro de la organización económica y social en la España musulmana en
general y bajo el califato en particular. Las fuentes más útiles a este
respecto, las consultas jurídicas o fatwas, han empezado a ser objeto de
estudio sistemático hace unos cuantos años y están todavía lejos de habernos
dado todo la información que potencialmente nos pueden proporcionar y de haber
impulsado los estudios que permitirían interpretarlos. Es posible hacerse una
idea del tipo de relaciones socio-económicas que prevalecían en el mundo
urbano, sobre el cual las fuentes conocidas desde hace mucho tiempo, como los
manuales de hisba -tenemos uno de época califal- arrojan alguna luz
interesante. Tanto en Córdoba como en cualquier otro lugar de
al-Andalus en el siglo X, los pequeños artesanos libres, muy diversificados
como en todos los ambientes tradicionales islámicos, debían predominar y la
esclavitud debía tener un papel económico menor o, en todo caso, se insertaba
en los circuitos de producción a nivel doméstico, en el marco de pequeñas
unidades o talleres individuales o familiares, de una forma que difería
fundamentalmente de lo que había existido en la Antigüedad. Los problemas
relativos a la sociedad rural son más arduos, discutibles y polémicos. Hace
varias décadas se admitía que los campesinos de al-Andalus vivían precariamente,
liberados jurídicamente de la condición casi servil o cercana a la esclavitud
que buena parte de las poblaciones rurales habían conocido en época
visigoda, pero sometidos a la dura dominación económica de los grandes
propietarios de tierras, por un lado y de la opresión fiscal del Estado, por
otro. Desde entonces, varios trabajos criticaron esta visión de las cosas que,
hay que admitirlo, sólo se basaba en unos párrafos muy raros de las fuentes
árabes históricas o literarias, tal vez interpretados apresuradamente y se
nutría sobre todo de la vaga creencia de que todas las sociedades tenían que
pasar, obligatoriamente, por una fase de evolución de tipo feudal. Esta visión
se basaba también en unas nociones generales con lagunas e imperfecciones y en
la economía y sociedad del mundo musulmán en su conjunto o de países como
Egipto, que no son forzosamente representativos del mundo musulmán en su
totalidad. Los autores, entre los que me incluyo, que han contribuido a
criticar esta visión tradicional de las cosas han podido dar, en alguna
ocasión, la impresión de que iban demasiado lejos en el sentido contrario, al
vincular, sin suficientes matices, la sociedad rural andalusí a un modelo
tributario neo-marxista. Este punto de vista muestra un Estado musulmán
pendiente, ante todo, de la legalidad coránica en la percepción de impuestos, y
unas comunidades campesinas libres, propietarias de sus tierras y de sus
fortificaciones y con capacidad de resistir los abusos del Estado. No se puede
discutir la existencia de un sector de propiedades grandes y medianas que
pertenecían a las clases dirigentes urbanas, sobre las que trabajaban
arrendatarios u obreros agrícolas, sometidos a la fuerza a unas relaciones de
producción desiguales. La sociedad rural de al-Andalus, en la misma medida que
la sociedad magrebí vecina, no estaba en absoluto exenta de relaciones de
explotación socioeconómica y deformaríamos probablemente la realidad al
presentar un cuadro demasiado idílico de la condición del campesinado en esta
parte del mundo musulmán. Sin embargo, no se puede negar la existencia de
fuertes comunidades rurales (Yamaat) de las que existen varias pruebas para las
épocas posteriores.
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