viernes, 26 de julio de 2019

ORGANIZACIÓN SOCIAL


ORGANIZACIÓN SOCIAL
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Periodo 
Al-Andalus omeya
Lugar 
Derechos 
Dolmen WEB.ARTE-HISTORIA
Desarrollo
Se podría pensar que las relaciones sociales o socio-económicas y socio-políticas, más que con sus implicaciones ideológicas y religiosas, jugaron un papel esencial en la evolución del Estado y la sociedad en al-Andalus en la época del emirato y del califato. Pero nuestro conocimiento del sistema socio-económico sigue siendo muy deficiente. Mientras que los archivos de la Europa occidental son ricos en documentos que permiten aproximarnos a este tipo de realidades, las fuentes árabes son muy poco explícitas a este respecto, abordan poco los campos concretos y nos dejan entrever con dificultad los hechos que permitirían trazar un cuadro de la organización económica y social en la España musulmana en general y bajo el califato en particular. Las fuentes más útiles a este respecto, las consultas jurídicas o fatwas, han empezado a ser objeto de estudio sistemático hace unos cuantos años y están todavía lejos de habernos dado todo la información que potencialmente nos pueden proporcionar y de haber impulsado los estudios que permitirían interpretarlos. Es posible hacerse una idea del tipo de relaciones socio-económicas que prevalecían en el mundo urbano, sobre el cual las fuentes conocidas desde hace mucho tiempo, como los manuales de hisba -tenemos uno de época califal- arrojan alguna luz interesante. Tanto en Córdoba como en cualquier otro lugar de al-Andalus en el siglo X, los pequeños artesanos libres, muy diversificados como en todos los ambientes tradicionales islámicos, debían predominar y la esclavitud debía tener un papel económico menor o, en todo caso, se insertaba en los circuitos de producción a nivel doméstico, en el marco de pequeñas unidades o talleres individuales o familiares, de una forma que difería fundamentalmente de lo que había existido en la Antigüedad. Los problemas relativos a la sociedad rural son más arduos, discutibles y polémicos. Hace varias décadas se admitía que los campesinos de al-Andalus vivían precariamente, liberados jurídicamente de la condición casi servil o cercana a la esclavitud que buena parte de las poblaciones rurales habían conocido en época visigoda, pero sometidos a la dura dominación económica de los grandes propietarios de tierras, por un lado y de la opresión fiscal del Estado, por otro. Desde entonces, varios trabajos criticaron esta visión de las cosas que, hay que admitirlo, sólo se basaba en unos párrafos muy raros de las fuentes árabes históricas o literarias, tal vez interpretados apresuradamente y se nutría sobre todo de la vaga creencia de que todas las sociedades tenían que pasar, obligatoriamente, por una fase de evolución de tipo feudal. Esta visión se basaba también en unas nociones generales con lagunas e imperfecciones y en la economía y sociedad del mundo musulmán en su conjunto o de países como Egipto, que no son forzosamente representativos del mundo musulmán en su totalidad. Los autores, entre los que me incluyo, que han contribuido a criticar esta visión tradicional de las cosas han podido dar, en alguna ocasión, la impresión de que iban demasiado lejos en el sentido contrario, al vincular, sin suficientes matices, la sociedad rural andalusí a un modelo tributario neo-marxista. Este punto de vista muestra un Estado musulmán pendiente, ante todo, de la legalidad coránica en la percepción de impuestos, y unas comunidades campesinas libres, propietarias de sus tierras y de sus fortificaciones y con capacidad de resistir los abusos del Estado. No se puede discutir la existencia de un sector de propiedades grandes y medianas que pertenecían a las clases dirigentes urbanas, sobre las que trabajaban arrendatarios u obreros agrícolas, sometidos a la fuerza a unas relaciones de producción desiguales. La sociedad rural de al-Andalus, en la misma medida que la sociedad magrebí vecina, no estaba en absoluto exenta de relaciones de explotación socioeconómica y deformaríamos probablemente la realidad al presentar un cuadro demasiado idílico de la condición del campesinado en esta parte del mundo musulmán. Sin embargo, no se puede negar la existencia de fuertes comunidades rurales (Yamaat) de las que existen varias pruebas para las épocas posteriores.


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