Si los andalusíes hubiesen compuesto
cantares de gesta, su héroe indiscutible hubiese sido el rey de la taifa de
Sevilla Muhammad ibn ´Abbad Al-Mutamid ...
Si los andalusíes hubiesen compuesto cantares de gesta, su héroe
indiscutible hubiese sido el rey de la taifa de Sevilla Muhammad ibn ´Abbad Al-Mutamid (1069-1090)
de la familia de los abadies. Segundo hijo y sucesor de Al-Mutadid (1042-1069),
que se convirtió en heredero cuando su hermano mayor fue mandado ejecutar por
su padre por supuesta traición. A los doce años, su padre lo envió a Silves, en el Algarve, para ser educado por
el poeta Abu Bakr Ibn Ammar (Ibn Ammar de Silves, el Abenámar de los cristianos).
Al-Mutamid fue un notable poeta y, durante su reinado, la cultura floreció
en Sevilla. La visitaron intelectuales como Ibn Hazm (994-1063), una
de las figuras centrales de la cultura de Al-Andalus, además de poetas como Ibn
al-Labbana de Denia , o el propio visir y poeta Abu Bakr Ibn Ammar de
Silves (1031-1086) que fue nombrado visir. La relación de
Al-Mutamid con su visir fue excelente durante los primeros años del
reinado. Se atribuye a este visir la habilidad de negociar que una
expedición de Alfonso VI de Catilla contra Sevilla acabase pacíficamente
mediante la aceptación del pago de un doble tributo (1078).
Al-Mutamid, ocupa un distinguidísimo lugar entre los poetas andalusíes y
por su extraño destino, y por la trágica caída en que arrastró a todos los
suyos, aparece como un héroe digno de la poesía. Fue amante y favorecedor
de las letras, sino también poeta y autor de muchas composiciones. Sirva de
ejemplo la siguiente a la ciudad de Ronda:
La perla de mis
dominios, mi fortaleza te llano,
desde el punto en que
mi ejercito, a vencer
acostumbrado, con lazas
y con alfanjes,
te puso al fin en mi
mano. Hasta que llega
a la cumbre de la
gloria peleando, mi ejercito
valeroso no se reposa
en el campo. Yo soy
tu señor ahora, tu mi defensa y amparo.
Dure mi vida, y la
muerte no evitaran
mis contrarios. Sus
huestes cubrí de oprobio.
En ellas sembré el
estrago, y de cortadas
cabezas. Hice magnífico
ornato, que ciñe,
cual gargantilla. Las
puertas de mi palacio[1].
La poesía de Al-Mutamid de Sevilla está, en gran parte, libre del lenguaje
hermético para los no iniciados que emplea con profusión la poesía andalusí. La
clave de su claridad se encuentra, tal vez, en un hecho extraliterario: su
condición real, que le permitió servirse de la poesía y no ser el sirviente de
ésta.
Su poesía no está libre de retórica, pues utiliza diversos juegos de
palabras típicos de la poesía árabe: Tagnís o paranomasia, tadmín o
intercalación, e incluso un acróstico, pero siempre con un refinado equilibrio.
Su léxico, por otra parte, es sencillo, sin arcaísmos ni palabras rebuscadas.
Su lenguaje poético parece centrarse en la antítesis, especialmente en la
contraposición luz/oscuridad, por lo que su poesía se convierte, en su primera
época, en nocturna y astral: la noche iluminada por los astros es la única
descripción de la naturaleza que se encuentra en sus poemas. Los otros
elementos naturales (jardín, flores, animales, agua) sólo aparecen como
comparaciones antropológicas. El león será el guerrero; la gacela, la mujer; el
agua será metáfora de la generosidad como rocío o como nube y en sus poemas del
exilio, será llanto, hiperbólicamente transformado en lluvia y océano; los
pájaros serán, también en Agmat, metáforas de la libertad. La mujer será jardín
perfumado, rama por su cintura y rosa por sus mejillas, pero sobre todo
astro:
La amada
¡Oh mi elegida entre
todos los seres humanos!
¡Oh Estrella! ¡Oh luna!
¡Oh rama cuando camina,
oh gacela cuando mira!
¡Oh aliento del jardín,
cuando
le agita la brisa de la
aurora!
¡Oh dueña de una mirada
lánguida,
que me encadena!
¿Cuándo me curaré? ¡Por
ti daría la vista y el oído!
Tu frescor aliviaría
la oscuridad de mi
corazón[2].
Y él mismo se describe como un astro, la luna, rodeado de los antitéticos
doncellas/estrellas y caballeros/tinieblas. La oposición tinieblas/luz se
convierte en tropos de los sentimientos:
La noche de tu ausencia
es larga
¡Que nuestro abrazo de
amor sea como el alba[3]!
Sin el contraste de las tinieblas, Al-Mutamid no gusta demasiado del sol
diurno, símbolo de la gloria:
Nuestra gloria es como
el sol, en altura y brillo[4].
Por eso lo prefiere velado, por la luna o las nubes:
Se levantó y veló de
mis ojos con su figura,
el disco solar ¡Ojala
se velase igual la desgracia!
Ella sabe sin duda que
es una luna.
¿Qué puede ocultar el
sol sino la faz de la luna?
Cuando te lanzaste al
combate, enlorigado,
velado el rostro con el
almófar,
creímos que tu rostro
era el sol de la mañana,
velado por una nube de
ámbar[5].
La noche tiene otro significado para el poeta: el sueño, lleno de visiones
eróticas. Sus poemas oníricos son los más sensuales, como vemos en este poema:
Amor onírico
Te he visto en sueños
en mi lecho
y era como si tu brazo
mullido fuese mi almohada,
era como si me
abrazases y sintieses
el amor y el desvelo
que yo siento,
es como si te besase
los labios, la nuca,
las mejillas, y lograse
mi deseo.
¡Por tu amor!, si no me
visitase tu imagen
en sueños, a
intervalos, no dormiría más[6].
El vehículo normal de su poesía es la casída y la métrica clásica árabe. En
los siguientes ejemplos presentamos una antología de poemas del poeta, donde
creemos que podrá observarse su calidad poética[7].
TRES COSAS
Tres cosas impidieron que me visitara
por miedo al espía y temor del irritado envidioso;
la luz de su frente, el tintineo de sus joyas
y el fragante ámbar que envolvía sus vestidos.
Supón que se tapa la frente con la amplia bocamanga,
y se despoja de las joyas, más ¿Qué hará con su aroma?
EL COPERO, LA COPA Y EL VINO
Apareció, exhalando aromas de sándalo,
al doblar la cintura por el esbelto talle,
¡Cuántas veces me sirvió, aquella oscura noche,
en agua cristalizada, rosas líquidas!
DESPEDIDA
Cuando nos encontramos para despedirnos, de mañanita,
ya tremolaban las banderas en el patio del alcázar;
eran acercados los corceles, redoblaban los atabales:
eran las señales de partida.
Lloramos sangre, hasta que nuestros ojos eran como
heridas
al fluir aquel líquido rojo.
Y esperábamos volver a vernos a los tres días...
¿Qué habría sucedido si hubiesen sido más?
EL RELÁMPAGO
El relámpago le asustó, cuando en su mano
el relámpago del vino resplandecía.
¡Ojalá supiera cómo, si ella es el sol de la mañana,
se asusta de la luz!
CARTA
Te escribo consciente de que estás lejos de mí,
y en mi corazón, la congoja de la tristeza;
no escriben los cálamos sino mis lágrimas
que trazan un escrito de amor sobre la página de la
mejilla;
si no lo impidiera la gloria, te visitaría apasionado
y a escondidas, como visita el rocío los pétalos de la
rosa;
Te besaría los labios rojos bajo el velo
y te abrazaría del cinturón al collar;
¡Ausente de mi lado, estás junto a mí!
Si de mis ojos estás ausente, no de mi corazón.
¡Cumple la promesa que nos hicimos, pues yo,
tú lo sabes, cumplo mi parte!
LA AURORA LADRONA
Disfrazó la pasión que quería ocultar,
más la lengua de las lágrimas se negó a callar;
Partieron, y ocultó su dolor, más lo divulgó
el llanto de la pena, tan evidente y balbuceante;
les acompañé mientras la noche descuidaba su
vestidura,
hasta que apareció ante sus ojos una señal evidente:
Me detuve allí perplejo: la mano de la aurora
me había robado las estrellas.
EL CORAZÓN
El corazón persiste y yo no cesa;
la pasión es grande y no se oculta;
las lágrimas corren como las gotas de lluvia,
el cuerpo se agosta con su color amarillo;
y esto sucede cuando la que amo, a mí está unida:
¿Qué sería, si de mí se apartase?
Parte del textos esta extraído de un brillante trabajo mas amplio con el
nombre "POESÍA ÁRABE DE AL-ANDALUS (SIGLOS X-XII) Y SU PARALELO EN EL
ORIENTE" de Salah
SEROUR U.P.V./E.H.U.
[1] Traducción
de Mª J. RUBIERA MATA, Poesías –Almutamid Ibn Abbad, Madrid,
Clásicos Hispano-árabes bilingües, nº.3), 1982, p. 84.
[2] M. J. R.
MATA, op. cit., p. 121.
[3] M. J. R.
MATA, op. cit., p. 92.
[4] M. J. R.
MATA, op. cit., p. 93.
[5] M. J. R.
MATA, op. cit., p. 96.
[6] M. J. R.
MATA, op. cit., p. 98.
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