Desde su origen, la poesía árabe se ha
nutrido de los poemas amatorios de los beduinos del Hiÿaz, compuestos en la
llamada Edad de la Ignorancia ...
Desde su origen, la
poesía árabe se ha nutrido de los poemas amatorios de los beduinos del Hiÿaz,
compuestos en la llamada Edad de la Ignorancia (en árabe, al-ÿahiliyya)
-el período de la antigua Arabia pagana-, que concluyó con la revelación del
profeta Muhammad. A partir de entonces, este tipo de poemas aparece a lo largo
de toda la historia de esta literatura; incluso existe hoy en día en la
literatura árabe contemporánea. No es extraño que en la poesía árabe-andaluza
coexistan también, pero con la particularidad de concretarse mediante las
formas literarias del zéjel y la moaxaja, relacionadas ambas con la música.
La prosodia no clásica
del zéjel (en árabe, zaÿal "melodía"), que quebró la
rígida estructura de la casida, es en buena medida una contribución de
al-Andalus a la poesía islámica árabe. Su esquema más común se basa en un
estribillo o jarcha ("salida") asonantado, sin número fijo de versos,
y una mudanza de cuatro versos, el último de los cuales rima con el estribillo.
Uno de los maestros más grandes de este género poético, y de la poesía amorosa árabe-andaluza
en general, fue el cordobés Ibn Zaidún, que hizo de su amada, la bella princesa
Wallada bt. al-Mustakfi, su protagonista[1].
La caída del califato
Omeya (1031) marca el inicio de lo que se llama históricamente el régimen de
los reyes de Taifa, que dividió al estado e hizo independientes las ciudades
grandes. Los beréberes dominaban la mayor parte de las ciudades del centro,
Oeste y Sur de la Península Ibérica y la competencia con los andalusíes provocó
un gran florecimiento en la Literatura y la Ciencia. Al mismo tiempo,
estallaron grandes guerras entre ellos. Córdoba fue uno de estos grandes reinos
y ahí nació, en el seno de una familia aristocrática, el mejor poeta de
al-Andalus, Abu-al-walid Ahmad b. Abadía, conocido por Ibn Zaidún (1003).
Puesto al servicio del rey al-Mutamid de Sevilla, morirá en esta última ciudad
en el año 1070.
La poesía
Antes de hablar de la poesía de Ibn Zaidún, se ha de
señalar que –además de sus composiciones en verso- Ibn Zaidún es autor de
algunos opúsculos en prosa, entre los que destaca la llamada Risála
hazliyya, de tono burlesco, que es precisamente la obra en que el
poeta desfoga su ira poniendo en boca de Wallada una sátira contra Ibn Abdus,
con lengua hiriente y voces muy subidas. De otro carácter es la Risála
ŷiddiyya, de tono grave, dirigida en los momentos de su desgracia al
señor de Córdoba buscando la reconciliación. Se trata de una epístola densa
llena de citas eruditas.
La poesía de Ibn Zaidún, de lenguaje sencillo en
general, es fácil de entender. Su verso se desliza con un ritmo suave y musical
y sus metáforas no suelen ser demasiado fuertes, aunque, como muchas de ellas
son adoptadas de poetas orientales, pueden a veces chocar con la mentalidad
occidental.[2] En cambio, su prosa es difícil y ha
requerido comentarios especiales, como los de Ibn Nubáta y as-Safadi.
Por otra parte, se advertirán en él ideas renovadas,
con lenguaje apropiado a las corrientes contemporáneas de libertad, patente en
algunas alusiones antes prohibidas, como las referentes al mantiq (lógica), alyadal (dialéctica),
a la discusión del kalám (escolástica) y también a
ciertas elucubraciones sobre la duda y la certeza.
Entre las producciones de Ibn Zaidún no escasean los
poemas eróticos - aparte de los inspirados por la imagen de Walada- pero
también cultiva ampliamente otros géneros. Así, compone panegíricos a los altos
señores que conoció a lo largo de su vida, a veces con hipérboles desmesuradas
o comparaciones manidas, como era frecuente; también compuso elegías, en las
que se mezclan notas emotivas con ideas comunes, sátiras violentas contra sus
enemigos. Engarza, incluso, alguna moaxaja y se complacerá versificando intrincados
acertijos simbólicos con nombres de pájaros. En poemas de fajr o
autoelogio, alardeará de su exquisito refinamiento, de su gran cultura que le
ha elevado a un alto rango, de su inteligencia penetrante como el hierro de una
lanza. Y en su arrogancia, y sin duda con razón, proclamará que el amor iguala
al amante con la amada, aunque no posean la misma nobleza.
Se puede decir que Ibn Zaidún es un poeta neoclásico
con influjo, sobre todo, de al-Mutanabbí. Según Ibn Bassám, nuestro poeta
alcanzó la mayor perfección en prosa y verso. Para as-Safadi, uno de sus
principales comentaristas, el hombre que quiera lograr un grado perfecto de
finura espiritual ha de conocer los poemas de Ibn Zaidún. Evidentemente, no se
pueden tomar literalmente los estridentes méritos que le prestan estos y otros
comentaristas tradicionales, pero lo cierto es que, en tiempos muy modernos,
más de un poeta se ha entretenido en componer imitaciones de los poemas de Ibn
Zaidún. La "popularización", entendida como difusión de sus poemas
entre el "gran público", es un hecho real, puesto que se han recitado
y se recitan popularmente, generándose incluso una leyenda, entre erudita y
vulgar, según la cual, quien aprenda de memoria la casida en nun morirá
en el destierro. No hay que olvidar que el poeta, en su sentimiento
por la ausencia de Wallada, se pinta como un "desterrado" lleno de
tristeza.
De todos modos, la nota de destierro más aguda en su
vida viene dada por la verdadera y prolongada ausencia de su tierra natal,
Córdoba, a la que recuerda siempre con indudable cariño: en algún poema cuajado
de remembranzas despliega ante nosotros una apretada topografía de añorados
parajes cordobeses entre los que planea su sombra juvenil, que se percibe
encarada al cielo de ar-ruzafa, o tendida al solano en la ladera de Alocab, o
retozando por otros lugares placenteros en compañía de alguna musa inspiradora
más tangible –ciertamente- que las presentidas por el poeta griego en la ladera
del Helicón. Es un drenaje nostálgico y una confesión de amor a Córdoba,
después de su peregrinaje por otras tierras que no podían compararse con la
tierra cordobesa de su recuerdo, pensamiento que simboliza proclamando, al fin,
que las noches pasadas a orillas del Betis eran siempre más cortas (es decir,
más felices) que las pasadas junto al Anas.
Su poesía
amorosa.
La poesía de Ibn Zaidún
posee una fuerza superior a la de la magia, y su sublimidad compite con la
sublimidad de las estrellas. Sus versos son inspirados en gran parte por su
amor a Wallada. Entre las recientes ruinas de la grandeza omeya, en los
devastados mágicos jardines de al-Zahra, aumenta su constante amor a Wallada, y
pone por testigos de su dolor a los astros que iluminan sus noches de insomnio[3].
Ibn Zaidún es, entre los poetas andalusies, el que mejor expresa los matices humanos del amor y
representa uno de los ejemplos más puros de la tradición clasicista de la
poesía en árabe. Su
encuentro con la princesa Wallada tuvo gran transcendencia para la poesía de
al-Andalus, puesto que dio lugar a unos poemas amorosos en un tono casi
completamente nuevo en la poesía árabe de su tiempo. La novedad reside en la
fusión de conceptos, personal y única, presente en sus poemas. En la poesía
amorosa, y en los tratados sobre el amor escritos hasta entonces, el amor es
siempre una cualidad del espíritu, y nunca del cuerpo; por tanto, la unión a
que se aspira es algo enteramente espiritual. De hecho, en buena parte de la
poesía de inspiración se rechaza la unión física, que se considera responsable
del hastío de los amantes y de la corrupción del sentimiento amoroso.
En los poemas motivados por Wallada, Ibn Zaidún
reconcilia los dos aspectos del amor, el sensual y el espiritual, de una manera
natural basada en su experiencia. Ahora bien, el amor poético árabe en
general, y también el expresado en los versos de Ibn Zaydun, no está concebido
en términos de una tendencia o emoción abstracta, sino que busca la concreción
primera de su objeto en la unión del amante con la persona amada, siendo su
sentido trascendental una evaluación tan sólo de este sentimiento concreto. Por
esta razón, la poesía amorosa de Ibn Zaydun, escrita en su mayor parte tras la
ruptura con la princesa Walada, tiene como notas predominantes el abandono y la
soledad. Es una poesía en la que también se advierte el doble carácter de
universalidad y del momento histórico concreto. La soledad, así concebida, se
expresa como una privación del bien pasado y toma, con frecuencia, un aspecto
temporal que divide la existencia del amante en un antes amoroso
y un después de soledad:
Mis días, tan
hermosos cuando estábamos juntos,
han cambiado
desde que se alejó tu bello rostro[4].
De esta manera, se polarizan en la poesía en árabe las relaciones con la amada ausente. En la
medida en que el amor nace de una tendencia trascendente hacia el
desdoblamiento del yo-amante, se impone a éste una constancia
amorosa que es independiente de la correspondencia feliz que el amante pueda
hallar en el ser amado. En ningún caso se trata de un concepto del amor a
distancia, tal como lo vemos más tarde hecho convención en el llamado amor
cortés. En Ibn Zaydun, se trata más bien de una actitud semejante a la
del místico, para quien los preceptos del amor son válidos en su camino hacia
la unión divina, siempre deseada aunque no siempre conseguida. Por esta razón,
incluso en la desarmonía amorosa, el amante en su soledad tiene que observar
los preceptos de fidelidad y sumisión que el amor impone:
Manda a tu
voluntad, yo soy constante,
no temas de mí
olvido ni mudanza.
¿Cómo puede
olvidar quien desde tu partida
ya no encuentra
en la vida sabor, ni olvido en la distancia?
¡Por Allah!, ¡que jamás mi corazón amó de nuevo,
ni pudo aceptar
otro amor que el tuyo [5].
La descripción de la naturaleza es, en Ibn Zaydun, un
tema recurrente en las composiciones que podríamos llamar de su tiempo de
exilio. Sin embargo, no es el suyo un espíritu inclinado a observar y
reproducir la belleza que le rodea. Como un místico, capaz tan sólo de ver la
divina realidad en todos y cada uno de los objetos en torno a él, también Ibn
Zaydun es capaz solamente de percibir su ambiente en función de su relación
amorosa.
Y los arriates
con sus riachuelos de plata me sonríen
como con
collares desgarrados de tu cuello.
Cautivados por
las flores solícitas,
tan colmas de
rocío que inclinaban sus tallos.
como ojos que
contemplan mi descanso
y lloran por mí
lágrimas a raudales[6]
Se concluye este breve apartado ejemplificando la representación del amor en la poesía
del poeta andalusí [7].
1
Un extranjero en los confines de levante
da gracias a la brisa,
porque lleva su saludo
hasta occidente.
¿Qué mal habrá en que el aliento
de la brisa lleve
un mensaje de amor que envía
un cuerpo al corazón?
|
2
¿Por qué has cortado el lazo de la unión,
¡por Allah ensalzado!, y te haces tan altiva con el vil?
¿Por qué rechazas la súplica de un amor
y una amistad sincera del que ya tiene el
cuerpo enfermo?
¿Por qué no me visitas, ya que no sueles
hacerlo
en persona, con carta o mensajero?
Tu veleidad desorienta mi astucia.
¿Acaso la astucia sirve de algo al fatigado?
|
3
Me dejaste, ¡oh gacela!,
atado en manos del infortunio.
Desde que me alejaste de ti,
no he conocido placer de sueño.
¡Si entrara en mi destino un gesto
tuyo o una mirada fortuita!
Mi intercesor -¡mi verdugo!-
en el amor es tu bello rostro.
Estaba libre del amor
y yo hoy me veo rendido.
Fue mi secreto silencioso,
y ahora ya se sabe.
No hay escape de ti,
lo que desees para mí,
así sea.
|
4
¿Qué mal puede haber en que te muestres
compasiva
si tú eres mi enfermedad y tú lo sabes?
Te complace, ¡mi exigencia y mi deseo!,
estar libre de mi queja
y reírte del amor mientras yo lloro.
Allah sea el
juez de nuestro pleito.
Yo exclamo, cuando el sueño se me escapa,
como el afligido por su corazón enamorado:
¡La que duerme y por cuyo amor sufro
vigilias,
regálame el sueño!, ¡tú que duermes!
|
5
¡Ay, aquella gacela joven!
a quien pedí el licor,
y me dio generosa
el licor y la rosa.
Así pasé la noche
bebiendo del licor de su saliva,
y tomando la rosa en su mejilla.
|
6
¿Acaso, cuando sabes la parte de mi amor que
tomas
y no ignoras el lugar que en mi corazón
ocupas,
y cómo el amor me guía y me dejo llevar con
obediencia
y no soporto más cadenas que las tuyas,
te satisface que la enfermedad me revista
como túnica al cuerpo?
He teñido de negro por su causa mis ojos con
vigilias.
Pasa tus ojos sobre las líneas de mi escrito
y encontrarás mis lágrimas desposadas con la
tinta.
¡Por Allah!, ¡que ya mi corazón se derrama
en su lamento por un corazón tan duro!
|
7
¡Aquellas gacelas de moradas tan amables
para mí!
Mi corazón les pertenece, las niñas de mis
ojos, y el fondo de mi ser.
Tuyo es mi amor. La humanidad entera me es
testigo.
Tú también lo serías si la envidia te
abandonara.
Nunca se perdiera la unión entre nosotros
si tú hubieras amado como yo.
|
8
¡Si yo supiera que alguna vez te encontraré
en la soledad,
para poder quejarme de algo de lo que
siento!
¡Allah traiga el día en que pueda declarar mi
amor
con las lágrimas de mis ojos como testigo!
|
9
¡La que deja humilladas a las ramas de
largos cabellos
cuando se mece,
y desprecia al cervatillo adormecido
cuando mira!
Te rescata de mí un amante. Extraño caso:
siempre que ofendes tú, él ofrece disculpa
y nunca me ha salvado de ti sentir la
prevención.
Es imposible que las mañas de la pasión usen
cuidado.
Tu amor es tentación predestinada.
¿Cómo podría el joven defenderse de su
destino?
|
10
¿Cómo puede el tiempo hacerme sentir la
desolación
cuando tú eres mi compañía,
y hacerme el día tan oscuro
cuando tú eres mi sol,
y plantar en tu amor mis deseos,
pero recoger la muerte entre los frutos
de mi siembra?
Has pagado con la traición mi lealtad
y has malbaratado mi amor injustamente.
Si el destino se sometiera a mi razón,
te rescataría de sus contradicciones al
precio
de mi ser.
|
11
Manda a tu voluntad, yo soy constante,
no temas de mí olvido ni mudanza.
¿Cómo puede olvidar quien desde tu partida
ya no encuentra en la vida sabor, ni olvido
en la distancia?
Tú me matas de amor y me sometes a pruebas
de dolor,
me rompes de pasión y me dejas en herencia
el sufrimiento.
Si yo guardara, infiel, el olvido en mi
corazón,
no esperaría más, ¡mi esperanza!, vivir
contigo.
¡Por Allah!, que jamás mi corazón amó de nuevo,
ni pudo aceptar otro amor que el tuyo.
|
12
¡Por el ramo oloroso cuyo perfume cura al
enfermo;
alientos ungidos, dulce aroma!
Con él me señalan los dedos suaves
de una joven esbelta, sus ojos oscurecidos
con colirio de magia.
Espléndida belleza hecha de amor asciende
entre sus ramas,
enferma con almizcle de radiantes virtudes.
Cuando ofrece jazmines con su mano,
recibo estrellas luminosas de mano de la
luna.
Tiene virtudes dulces en un hermoso cuerpo,
una elegancia como fragante perfume o aroma
de vino,
y consuela mi alma con una plática que me da
contento
como los deseos y la unión que siguen a la
ausencia.
|
13
¡Oh la peregrina distante cuyos lares están
en la reserva del corazón!
Tus bienes te hicieron olvidar al siervo
del que tú solo eres señor.
Las horas gozadas te alejaron de él
y ya ni su recuerdo se asoma a tu frente.
Quieran mis vigilias sostener la esperanza
cuyo sentido conocen tan sólo el destino y
mis días.
|
14
¡La que hice famosa entre los hombres
por mi corazón abrumado de anhelos y penas!
Ausente tú no encuentro ser que me consuele
y tú presente toda la humanidad está
conmigo.
|
15
¿Cuándo te contaré lo que me aflige?
¡Mi consuelo y tormento!
¿Cuándo tomarán mis labios
el lugar de la pluma al expresarme?
Bien sabe Allah que yo
por tu culpa me he puesto en este estado,
pues no encuentro sabor en los manjares
ni hallo grato el beber.
¡Tentación del devoto!,
¡oh pretexto del seductor!
Tú eres sol que se oculta
tras un cendal a mis miradas.
La luna, cuyo esplendor se filtra
a través de la nube transparente,
es igual a tu rostro cuando
bajo el velo se alumbra.
|
|
[1] Traducción
personal basada en el texto árabe recogido en la obra de Shuki Dief , cuyo título
en traducción al español sería Ibn Zaydun, El Cairo, 1996,
p.167.
[2] SH. DIEF, op. cit., p. 169.
[3] SH. DIEF, op. cit., p. 172.
[4] Traducción
personal basada en el texto árabe recogido en la obra de Shuki Dief , cuyo
título en traducción al español sería La literatura árabe en
Al-Andalus, El Cairo, 1999, p. 157.
[5] Traducción
personal basada en el texto árabe recogido en la obra de Shuki Dief , cuyo
título en traducción al español sería Ibn Zaydun, El Cairo, 1996,
p. 67.
[6] traducción
personal basada en el texto árabe recogido en la obra de Shuki Dief , cuyo
título en traducción al español sería La literatura árabe en Al-Andalus,
El Cairo, 1999, p. 169.
[7] Traducción
personal basada en el texto árabe recogido en la obra de Shuki Dief , cuyo
título en traducción al español sería Ibn Zaydun, El Cairo, 1996,
p. 45.
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