SEFARAD Y LA
ESPAÑA MEDIEVAL CRISTIANA
No debieron ser muchos los judíos de la España cristiana de los primeros
siglos tras la invasión musulmana del 711. Las comunidades sefardíes irían
aumentando con el progresivo afianzamiento de los reinos cristianos del norte
de la Península y su crecimiento territorial hacia el sur. Su presencia se
explicaba mediante el pacto que los monarcas realizaban con ellos para que
pudieran vivir en sus reinos, como si de huéspedes se tratase, y además tenían
un régimen jurídico específico. Pagaban directamente al soberano por lo que su
presencia le proporcionaba grandes beneficios. Durante los primeros siglos (viii-xiii) se respiró un ambiente de
cierta tolerancia aunque terminaron siendo corrientes los preceptos normativos
que intentaban limitar su libertad en el vestir o en las construcciones de sus
sinagogas por ejemplo. Su presencia aumentó ante las fracturas políticas que se
produjeron en Al-Andalus entre los siglos xi y xii, con la desintegración del Califato
o las invasiones norteafricanas de almorávides y almohades. Participaron en la
repoblación de los territorios anexionados y algunas aljamas llegaron a tener
un gran desarrollo como por ejemplo la de Toledo, donde su presencia posibilitó
el desarrollo de la celebérrima Escuela de Traductores, al ayudar en la
traducción de multitud de textos clásicos griegos conservados en árabe que
posteriormente se fijarían en latín.
Las comunidades hebreas nunca llegaron a asimilarse en
la sociedad cristiana medieval al conservar su marcada identidad. El
enfrentamiento con la sociedad cristiana fue en aumento así como las leyes de
cortes, bulas o actas conciliares que limitaban cada vez más su libertad a
todos los niveles.
Las leyendas que los acusaban de todo tipo de atrocidades y las
predicaciones de destacados hombres de la iglesia como el famoso arcediano de
Écija, Ferrand Martínez, fomentaron el odio visceral entre las capas más bajas
de la sociedad que, unido al debilitamiento del poder real, garante de su
integridad, terminó ocasionando importantes persecuciones a finales del
siglo xiv, y la elaboración
de leyes que les iban cerrando el paso a ciertos cargos y profesiones. En este
ambiente llegamos a los tristemente famosos pogromos o matanzas de judíos de
Sevilla del 1391, que se extendieron como un reguero de pólvora por múltiples
localidades andaluzas primero y por el resto de Castilla después.
Semejante tensión produjo la conversión al
cristianismo de multitud de judíos, algunos de los cuales llegaron a tener un
protagonismo destacado como el famoso Pablo de Santa María, rabino de la
judería de Burgos que llegó a ser obispo de la misma ciudad. Se inicia así otro
importante problema, el de los conversos o cristianos nuevos, muchos de los
cuales seguían practicando su antigua fe mosaica en la clandestinidad, pero al
menos su nueva situación neófita les permitía conservar su precedente posición
social, lo que levantó la desconfianza en amplios sectores de la sociedad
cristiana.
La legislación continuaba dando muestras de la misma
intolerancia. En 1412 la reina Catalina de Lancáster, influida por el dominico
San Vicente Ferrer y por otros personajes como el citado obispo de Burgos,
aprueba una pragmática o conjunto de leyes contra los judíos entre las que
destaca su obligado encerramiento en sus aljamas para evitar el contacto con
los cristianos.
La tensión parece aliviarse ligeramente
durante los reinados de Juan II, Enrique IV y en la primera parte del gobierno
de los Reyes Católicos. Se llegó incluso a intuir una posible recuperación de
las aljamas, tan empobrecidas por los acontecimientos anteriores. Como reflejo
de ello asistimos a la elaboración en 1432 de las conocidas tacanot de
Valladolid por los procuradores de las aljamas castellanas, con el intento de
constituirse en un ordenamiento general para todas las juderías de Castilla, y
en 1443 Juan II tomó bajo su directa protección y amparo a los moros y judíos
del reino. Pero todo fue un falso espejismo. Las medidas de presión aumentaron
sobremanera a lo largo del último tercio del siglo xv. La expulsión de 1492 terminaría siendo inevitable.
ARTE GUIA
ARTE GUIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario