UNA CONSPIRACIÓN DESCUBIERTA DURANTE E L CERCO DE ANTEQUERA
Era mediado el año 1410. El Infante D. Fernando, hermano de
Enrique III, cuyo carácter afable y caballerosidad indiscutible le habían
grangeado las simpatías de los soldados de Castilla, ratificando los acuerdos
de (1) La poseía manuscrita en 1860 D. Agustín Durán, en su magnífica
Biblioteca. CURIOSIDADES MALAGUEÑAS 47... las Cortes de Segovia, se preocupaba
de la reconquista de Antequera. Reciente estaba la espedición á las cercanías
de Málaga, que dió por resultado el incendio de sus arrabales, la destrucción
de sus cármenes, la tala de sus olivares y la ruina de sus huertas. Cruel
espedición de la cual salvóse únicamente la casa de recreo del Walí de nuestra
ciudad. La fecha del 13 de Junio había sido una página triste para los
campesinos malagueños. El Rey de Granada envió su embajador cerca del Infante
para gestionar la paz, ó al menos, para obtener una suspensión de hos- -
tilidades. Como las negociaciones no iban muy bien, el embajador moro llamado
Zaide Alemín, pensó en traiciones y manchó con infame proyecto su estancia en
el campamento cristiano. Púsose de acuerdo con varios conversos y renegados y
les aconsejó incendiasen el Real, mediante un regalo de 2.000 doblas y otras
promesas. Entre los conjurados figuraba un trompeta que estaba á las órdenes de
Juan de Velasco. Marchaba la conspiración perfectamente, cuando habiendo muerto
cerca de la estancia de Zaide Alemín un caballo, mandaron algunos peones á
retirarlo á las órdenes de Rodrigo de Velez. Era éste un veleño llamado Arnat,
que había renegado de la religión del Corán. Zaide y Arnat hablaron un rato y
el segundo se quejó de loá castellanos y espuso estaba arrepentido de su
apostasía. Zaide no echó en olvido estas lamentaciones y trató de sobornar á
Rodrigo para que le ayudara en su conspiración. Rodrigo de Velez al retirarse á
su tienda meditó las proposiciones del embajador. Pensó traicionar de nuevo á
su raza y descubrir el complot. Por otro lado temía la venganza de sus
compatriotas. Pero, como Guillen Robles espone, pudo más en su alma miserable
la codicia que el miedo y se presentó en la tienda del Infante D. Fernando.
Hallábase en la puerta de ella el fraile confesor de su Alteza y le impidió la
entrada. Rodrigo manifestó parte de lo que ocurría y ésto hizo que el fraile no
dudara en relatar al Infante los deseos y avisos del converso. D. Fernando hizo
entonces llevar á su presencia á Rodrigo, quien detalló la denuncia, determinando
los nombres de varios de los comprometidos. Sereno, como siempre, el Infante,
al oir aquellas revelaciones ASÍ** NARCISO DIAZ DE ESCOVAR en vez de
précipitarse y dar órdenes de prisión, mandó á Rodrigo siguiese tratando con
los conspiradores y le avisara todo acuerdo. Así lo verificó con astucia
admirable, hasta el punto que Zaide lo consideró el más valioso de los
comprometidos. En esta creencia, le entregó un barril del líquido que debía ser
untado al maderaje de las máquinas para que ardieran fácilmente. Fué bien
pronto á parar el barril á la tienda del Infante, y después de algún incidente,
que dió causa á que Rodrigo se arrepintiese de la denuncia, se le mandó hacerse
dueño de la confianza del trompeta, á quien se consideró alma de la
conspiración. Rodrigo buscó á Velasco ysele dió á conocer como conjurado.
Reunidos completaron el plan. A la siguiente noche los traidores procurarían
incendiar las máquinas de guerra. Zaide partiría para Archidona y juntas las
guarniciones de este castillo y de el de Loja, con la caballería mora de la
Frontera, asaltarían el campamento cuando las llamas alarmaran á los sitiadores
de Antequera, poniéndolos en confusión. Rodrigo de Velez dió cuenta del
proyecto á D. Fernando y pidió el barril que le diera Zaide. Entrégósele otro
igual, espolvoreóle y lo dió al trompeta, añadiendo lo había tenido enterrado.
El golpe quedó convenido. Zaide Alemín salió para Archidona y los conversos se
reunieron en una choza esperando la hora de la traición. Mas horas después
Gonzalo López y el Canciller del Reino, con un buen número de peones, sitiaron
la choza. La resistencia era inútil y todos quedaron presos, cogiéndoles
antorchas, jarros con brasas, manojos de granzas y materias inflamables. Los
peones fueron conducidos á lugar seguro. D. Juan de Velasco no podía creer la
traición de su trompeta á quein había tenido siempre por muy adicto y leal.
Apesarde la pública denuncia de Velasco, los detenidos negaron su
participación, pero sugetos al tormento confesaron el crimen. No faltan historiadores
que aseguren que la delación fué sólo hija de la codicia de un hombre, que se
libró de algunos enemigos, aspirando al par á codicioso premio, á costa de
varios inocentes. Lo cierto es que al dia siguiente^los sitiadores de Antequera
vieron suspendidos, en horcas elevadas, los descuartizados miembros de los
acusados de traidores.
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