LA BATALLA DE JEREZ
Los siglos durante los
cuales trascurrió la Reconquista contemplaron grandes gestas o renombradas
batallas como la de las Navas de Tolosa o de Covadonga, sin embargo, otras
victorias cristianas, de menor resonancia, tuvieron importantes consecuencias.
La de Cutanda es un ejemplo al provocar el éxito de Alfonso I de Aragón la
consolidación de la conquista de Zaragoza. Igual sucedió después de la batalla de Jerez, librada en las
cercanías de la ciudad andaluza en el año 1231; el poder del rey Ibn Nasr fue
debilitado, al tiempo que se acrecentaba la influencia de su rival, Muhammad
ibn Nasr, rey de Arjona, facilitando la penetración de las tropas del rey Fernando III en el valle del
Guadalquivir, para llegar a conquistar las ciudades de Jaén, Córdoba, Sevilla y
Murcia.
Mientras Fernando III
recorría las principales ciudades de su reino de León, envió a su hijo Alfonso a tierras andaluzas,
con la imprescindible compañía de Alvaro
Pérez de Castro, el Castellano, señor de la Casa de Castro, junto con el
magnate Gil Manrique,
mandando aquel las fuerzas de la corona cristiana. Hay que señalar
que existen dudas sobre la persona de este Alfonso, dado que el hijo del
rey en aquellas fechas tendría nueve años, por lo cual, algunos historiadores
tienden a señalar a este personaje como el hermano del rey, el infante
Alfonso de Molina, hijo del difundo Alfonso IX de León. Sin embargo, la versión
que afirma tratarse del hijo del rey Fernando lo hace en estos términos: “Mandó
a don Alvar de Castro, el Castellano, que fuese con él, para guardar el infante
y por cabdillo de la hueste, ca el infante era muy moço e avn non era tan
esfforçado, e don Alvar Pérez era omne deferido e muy esforçado”.
Las tropas
castellanoleonesas, descendieron desde Toledo para dirigirse hacia Andújar y
avanzar devastando la tierra cordobesa, especialmente el municipio de Palma del
Rio, población que exterminaron para llegar a las cercanías del rio Guadalete,
en las proximidades de la ciudad de Jerez, en donde instalaron el campamento.
El emir Ibn Hud, que había
logrado reunir un numeroso ejército, muy superior al cristiano, vino a
interponerse entre las tropas de Pérez de Castro y la ciudad de Jerez. La
desventaja cristiana no solamente era numérica sino también de posición, ya que
tenía imposible la retirada. Alfonso Pérez de Castro arengó a sus tropas
proclamando que el repliegue era imposible, por lo cual solamente cabía la
esperanza de morir combatiendo. Ordenó, pues, el ataque del ejército cristiano,
el cual avanzó y logró abrir una brecha en las filas musulmanas, las cuales se
vieron rodeadas por sus flancos, lo cual provocó su pánico al verse deshechas
sus filas, imperando el desorden.
Emprendieron los
musulmanes de Ibn Mad la huida, convirtiéndose la batalla, desde ese momento,
en una masacre de musulmanes huyendo hacia Jerez. Los hermanos Garci y Diego Pérez de Vargas tuvieron
una gran presencia en la batalla, apelado este último “Machuca” como consecuencia de la
acción que ejecutó durante la contienda; al haber roto en la lucha, su lanza y
espada, desgajó un verdugón de olivo con su cepejón y blandiéndolo, con suma
destreza, a cada golpe caía un musulmán, escena que provocó que Alvar Pérez de
Castro al ver tales prodigios de valor, exclamase; “Machuca!, Diego,
¡Machuca!” Y desde entonces se llamó Diego Vargas Machuca.
El ejército cristiano
atribuyó su victoria en la batalla de Jerez, así como su ausencia de bajas, a
la presencia durante la misma del apóstol Santiago, patrón de España, quien, según las crónicas de la época,
fue visto durante la batalla, portando un estandarte blanco y una espada,
combatiendo junto al lugar donde luchaba Álvaro Pérez de Castro el Castellano.
Es decir, que Santiago
parece ser que no solamente ayudó a la reconquista cristiana en Clavijo, sino
que también hizo acto de presencia en Jerez, si bien Alfonso X, quién seguramente
estuvo presente en la batalla, no lo menciona. Aunque sí alabó y grandemente la
batalla de Jerez, con estas palabras;
“Conviene
que sepades los que esta estoria oyredes que la cosa del mundo que más
quebrantó a los moros, por que el Andaluzía ovieron a perder e la ganaron los
christianos dellos, fue esta cabalgada de Xerez, ca de guisa fincaron
quebrantados los moros, que non pudieron después auer el atreuimiento nin el
esfuerço que ante avíen contra los christianos, tamaño fue el espanto e el
miedo que tomaron desa vez”.
Después de su victoria
en la batalla de Jerez de la Frontera, Pérez de Castro se dirigió a Castilla y
entregó al infante Alfonso a su padre el rey, que se hallaba en la ciudad de
Palencia.
Francisco Gilet
Bibliografía
Ansón Oliart, Francisco
(1998). Fernando III, rey de Castilla y León.
Martínez Díaz, Gonzalo
(2000). «La conquista de Andújar: su integración en la Corona de Castilla
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