LA BATALLA DE SIERRA ELVIRA O "EL DESASTRE DE LA VEGA DE GRANADA"
"Granada, quieta y
fina, ceñida por sus sierras"
Federico García Lorca
No habían pasado más que unos meses desde la coronación en Granada de Ismail I cuando
tuvo que hacer frente a enemigos extranjeros. Los infantes castellanos Pedro y
Juan acordaron tras las Cortes de Medina del Campo de 1318, entrar en la
Vega de Granada para finalizar la Reconquista, y establecieron que las fuerzas
a sus órdenes se reunirían para ello en la ciudad de Córdoba en el mes de junio
de 1319. A petición del infante Pedro, el papa Juan XXII concedió el carácter
de cruzada a la expedición contra el reino de Granada, y también le concedió
las tercias y las décimas de los diezmos que se recaudaran en Castilla, a
condición de que no rubricase ningún acuerdo de paz con los musulmanes. Por su
parte, el rey Jaime II de Aragón, yerno del infante Pedro de Castilla, también
planeó hacer dos campañas sucesivas contra los musulmanes granadinos pero no
para conquistar ningún territorio, sino devastar el de sus enemigos y causarles
el mayor daño posible con un hipotético ejército de 32.000 hombres, y aunque el
papa le concedió las mismas prerrogativas que al infante Pedro respecto a la
cruzada, a Jaime II le parecieron insuficientes y se abstuvo de participar en
la expedición.
El infante Don Pedro quebrantaba así la tregua que había acordado con el rey
nazarí Ismail I con
la excusa de que actuaba así por temor al pontífice y a la excomunión, no sin
antes devolverle las parias que le habían entregado desde Granada. Por su
parte, el reino nazarí envió embajadores al sultán de Fez para que sus tropas
les ayudaran en su lucha contra los castellanos, quién alegó que su hijo se
había rebelado contra él y que no podía ayudarles. El célebre historiador
musulmán Ibn Jaldún afirmó
que fueron precisamente las rebeliones del hijo del sultán de Fez contra su
padre las que animaron a los castellanos a atacar el reino de Granada.
Pronto las tropas cristianas fueron divisadas desde "la chimeneilla",
una torre en la cumbre del Mencal. El rey nazarí, conocedor del peligro que le
acechaba, encomendó a su principal valedor y antiguo visir del depuesto Nasr, Osmán, una
expedición de castigo que salió por el río Cubillas en dirección a Guadix.
Ambas fuerzas se encontraron en el municipio de Guadahortuna, a orillas del río
Fortuna, ya que las tropas cristianas se encontraban allí descansando bajo la
sombra de frutales y álamos de una calurosa mañana. Al anochecer el combate
cesó, momento para valorar las bajas: los cristianos se replegaron a Cambil,
mientras que los granadinos tomaron dirección a Piñar e Iznalloz, donde se
encontraban los cuarteles de defensa en la ruta hacia Granada. Fue una
expedición de tremendo desgaste para ambos bandos.
Después del duro invierno, los cristianos recobraron fuerzas y se
dirigieron a atacar Cambil, situado entre Huelma y Jaén, conquistando el
castillo y talando las tierras cercanas al pueblo. A continuación hicieron todo
el daño que pudieron en las defensas del reino, en los pueblos de Begíjar,
Tíscar y Bedmar.
Los granadinos, acostumbrados a los llamamientos a la guerra, se movilizaron para alistarse formando un ejército formidable que salió por la Puerta de Elvira en busca de sus enemigos. Los cristianos, informados de la respuesta nazarí, se replegaron a sus fronteras evitando un enfrentamiento en el que no veían clara victoria.
El ejército nazarí regresó a Granada, feliz por sentir que su sola presencia había hecho huir al enemigo. Aprovecharon pues para dirigirse a Gibraltar para consolidar la plaza y una vez allí se enteraron de que los castellanos habían entrado por Jaén y amenazaban la vega de Granada, en concreto la fortaleza y el castillo de Iznalloz, quemando el arrabal del pueblo, continuando por Piñar y llegando a Montejícar, donde ambas fuerzas militares volvieron a encontrarse. En los arrabales de Montejícar, en la Cuesta de Las Quebradas, los hombres de Ismail obligaron a los cristianos del príncipe Don Pedro a retirarse a tierras de Cambil, Jaén y Úbeda.
Pero los cristianos perseveraban en su empeño y atacaron el fortificado pueblo de Bélmez que les fue entregado tras un duro asedio. A continuación cercaron la fortaleza de Tíscar bien defendido por su propia geografía, donde el al-qaid Mohammed Handum organizó convenientemente la defensa de la Peña Negra. Los cristianos aprovecharían la oscuridad de la noche para sorprenderles y degollarles sin misericordia, para ocupar el pueblo al día siguiente y sitiar el castillo, donde los habitantes, unos mil quinientos, se habían refugiado. La carencia de provisiones les obligó a rendirse y desterrarse a Baza.
Don Pedro, animado por su éxito y
acompañado por su tío el infante Don Juan, señor de Vizcaya e hijo de Alfonso
X, asaltaron Alcaudete y Alcalá ben Zaide, llegando a cercar la fortaleza de
Íllora, prendiendo fuego a su arrabal. El 24 de junio de 1319 divisaban Granada
desde las faldas de Sierra Elvira, entre Albolote (en aquella época una
alquería conocida como Albulut o Alquería de la Encina) y
Atarfe. Asentado allí el real se dedicaron a saquear los pueblo cercanos, a
tomar prisioneros de las alquerías y a incendiar las cosechas, llegando incluso
a los cármenes de Aynadamar
Ismail analizó la situación e hizo llamar
a todos los efectivos del reino, preparando un gran ejército en muy poco tiempo
al frente del cual volvería a estar Osmán, conocedor de la estrategia y
armamentos castellanos. Los nazaríes sabían que hacer y por donde atacar,
quedando la batalla decidida a su favor al medio día. El príncipe Don Pedro y
su tío, el infante Don Juan, perecieron en la lucha en 1319, en el Cerro de los
Infantes, en el municipio granadino de Pinos Puente, que fue conocido desde
entonces con ese nombre. Mientras que el cuerpo de Don Juan fue recuperado y
enterrado en la Catedral de Burgos, el cadáver de Don Pedro cayó en manos de
sus enemigos, siendo destripado y rellenado con estopa para ser colgado en
la Puerta del Vino de la Alhambra.
La muerte de los infantes causó una gran consternación en el reino de Castilla,
y muchos la interpretaron como un castigo divino por los pecados y malas
intenciones. La derrota castellana en esta batalla y la muerte de los
infantes Pedro y Juan alteraron el rumbo de los acontecimientos en el sur de la
Península Ibérica y en el reino de Castilla durante varios años, quedando la
reina María de Molina como única tutora de Alfonso XI quien contaba con
minoría de edad.
Por su parte, los granadinos acordaron una tregua de ocho años en Baena el 18
de junio de 1320, casi un año después de la batalla. Sin embargo cuatro años
después, aprovechando un período de caos en Castilla, Ismail I recuperó
las localidades de Huéscar, Orce, Galera y Baza y un año
después, conquistó y saqueó la villa de Martos con el empleo de un arma
novedosa, cañones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario