EN EL VERANO DE 1039, IDRIS I AL-MUTA'AYYAD, DERROTÓ A LOS ABBASSIES DE LA TAIFA DE SEVILLA DE EN LA BATALLA DE ÉCIJA.
Artículo de Rafael
Aldehuela (06 de noviembre de 2011)
En el año 1026 de la
Era Cristiana, Yahya I al-Mu´tali, un bereber que era Califa de Córdoba fue
expulsado de su trono y uniendo Málaga y Algeciras, formó la Taifa de Málaga.
Era amigo de los
seguidores de Zawi ben Ziri, el mercenario que sirvió a Almanzor y que fundó la
Taifa de Granada dando origen al mandato de los ziries, lo que le valieron
grandes apoyos y a poder autoproclamarse Califa de Málaga.
Anduvo siempre peleado
con los abbassies de la Taifa de Sevilla, incluso les conquisto Carmona, pero
se murió en 1035 y su desaparición dividió la Taifa en dos partes, la de
Algeciras que gobernó su sobrino Muhammad ben Al Qasim y la de Málaga que quedó
en manos de su hijo Idris I al-Muta'ayyad.
Éste siguió en peleas
con los sevillanos hasta que en batalla les derrotó en Écija, en el verano del
año 1039, pero al poco, de repente, también se murió.
Después llegó a este
reino de Málaga, Yahya II al-Qa´im, que duró poco en la Taifa porque su tío
Hasan al-Mustansir le arrebató el trono conspirando contra él.
Era el año de 1040
cuando este vil reyezuelo comenzó a gobernar. Desde el primer instante sentí en
mí su desprecio y su rencor.
Yo, un hispano, hijo de una de las familias mas poderosas de la antigua Malaca,
de aquellos aguerridos y bravos hombres que gobernaron estas tierras antes de
que estos musulmanes nos las arrebataran por la fuerza, no podía en modo alguno
permitir tanta altivez y desprecio frente a mí y frente a los míos.
Nosotros, los eslavos,
los hijos de los vándalos que un día, por causas del azar, gobernamos estos
lugares, somos gentes de honor que siempre amará a nuestra madre patria.
Siempre fuimos generosos con los vencidos y desde entonces, siempre hemos sido
fieles a los vencedores a quienes a nuestro pesar, desde entonces, siempre
hemos servido. Soy un muladí, un vandalo que acepto las leyes del Islam, su
religión y hasta su lengua, para gozar de los mismos derechos que cualquier
árabe, como mis hermanos mozárabes, que al igual que nosotros respetan a los
invasores aún conservando la religión de los cristianos dentro de los
territorios dominados.
Nosotros, los vándalos,
somos los que dimos origen al nombre de todas estas tierras que llaman de Al
Andalus. Pese a nuestro origen guerrero y mercenario, somos gente que nunca
gustó de peleas entre hermanos, por eso, cuando nuestros antepasados se
sortearon estas tierras para vivir en ellas, se asentaron con sus vandalenhaus
que significa en la lengua que antes yo hablaba «casa de los vándalos», después
el uso acabó llamándolas andalaus y cuando los romanos, antes que estos árabes,
nos invadieron, expulsaron a los nuestros hacia África, donde se le conoció
como los «hombres que venían de Al-Andalus. Por eso, cuando años después
invadieron nuestra tierra, ellos sabían que estaban invadiendo Al-Andalus, la
tierra de mis antepasados.
Pero yo siempre me
quedé en esta tierra que nadie anterior a mí quiso abandonar, esta nación que
un día perteneció a mis antepasados, aquellos a quienes los romanos llamaban
bárbaros y que se repartieron este territorio por sorteo.
Me contaron que cuando
se derrotó al Imperio Romano y este se derrumbó, un día del verano del año 411,
se llegó a un pacto y mediante suertes se determinó que a Gallaecia le
corresponderían los suevos y vándalos asdingios, a Lusitania los alanos y a
Bética los vándalos silingios, es decir, mis antepasados.
Quiso la suerte que
fuera así y me da qué pensar si el sorteo hubiera deparado al revés… ¿cuál
hubiera sido entonces la historia de mi patria?, una pregunta que nunca tendrá
respuesta, pero que muy bien podría haber hecho que todo hubiera sido distinto
a como en realidad hoy es.
Por eso, por honor, yo Naya al-Siqlabi, me alcé en armas contra el villano y me
convertí en rey, aunque por aquí me llamen régulo y todo el mundo me conozca
como El Usurpador.
He confiado en Idris
al-Alí, un hammudí que no me ve como rey y sé que planea matarme, porque quiere
ocupar mi lugar. Esta Corte está llena de conspiradores árabes que nunca me han
visto ni me verán como uno de los suyos.
Puede que sea un
usurpador, puede que un día la Historia me conozca como Naya al-Siqlabi el
Usurpador, pero sólo quise honrar a los míos y vivir con el debido honor, ese
que nunca debió de arrebatarse a los vencidos…»
En el año 1026, el
Califato de Córdoba se derrumbó originándose con su caída un incontable sin fin
de pequeños reinos que la Historia ha conocido como Taifas.
Naya Al-Siqlabi fue un
eslavo, término como se conocía entonces a los descendientes de los antiguos
visigodos de Hispania, que se alzó en armas por honor y poder contra uno de los
reyes, Hassan al-Mustansir, de la Taifa de Málaga.
Puede que Naya tuviera un reinado efímero, pero murió feliz por reconquistar la tierra de sus antepasados…
Nunca fue un usurpador
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