jueves, 7 de enero de 2021

CAMINANDO POR LA HISTORIA

 

CAMINANDO POR LA HISTORIA

 

Los protagonistas de la Batalla de Las Navas de Tolosa.

José Mari 1 comentario

El 16 de julio de 1212 frente al desfiladero de Despeña perros (Muradal en la época) se encontraron los dos ejércitos más grandes de la Edad Media en la Península Ibérica. A pesar de que siempre es difícil catalogar el sentido de una batalla, con la Batalla de Las Navas de Tolosa parece que resulta algo menos complicado. La “Reconquista”, que la historiografía cristiana nos ha presentado, tuvo sin lugar a dudas un escenario de oro en las cercanías de la actual localidad jienense de Santa Elena. El potente ejército que reunieron los reinos cristianos se enfrentó con victoria, al gran ejército del Califato Almohade.

Al desarrollo de la batalla le podemos aplicar la manida frase de que “han corrido ríos de tinta”. Ciertamente ha sido explicada desde diversos puntos de vista, en especial para engrandecer a los vencedores, por otra parte, algo habitual. Tres reyes cristianos, que tras romper sus hombres las líneas defensivas musulmanas, se dirigen a la tienda del califa para acabar con él.  Solo la guardia personal de este última, consigue proporcionarle una salida a la fuga y proteger su vuelta a Marrakech. Pero la Batalla de Las Navas de Tolosa, también ha sido narrada desde el lado perdedor, que culpó directamente al Califa de la derrota, y siglos después la ponían en el punto de mira como el principio del fin de al-Ándalus.

En definitiva: los preparativos, la táctica seguida, y las consecuencias de la batalla han sido narradas en múltiples ocasiones. Pero hoy en Caminando por la Historia nos queremos acercar un poco más a los principales protagonistas de la batalla. Aunque evidentemente la mayor parte de los mismos fueron anónimos, las fuentes nos han relatado la presencia de destacados personajes de la Edad Media entre los combatientes de la Batalla de Las Navas de Tolosa.

Protagonistas musulmanes.

Son los grandes desconocidos de las fuentes primarias. En definitiva, como se ha señalado en más de una ocasión las batallas las narran los vencedores, y en Las Navas de Tolosa esta máxima no es una excepción.

Muhámmad an-Nasir, Miramamolín para los cristianos, se convirtió con solo 18 años, en el cuarto califa almohade a la muerte de su padre Yusuf al-Mansur en el año 1199. Afortunadamente para él heredó un Califato en tregua con los reinos cristianos de la Península Ibérica, la cual había sido pactada por su padre y no expiraba hasta el año 1211. Dicha tregua fue utilizada por el califa almohade para luchar contra la familia almorávide de los Ibn Ganiya, que desde Mallorca habían conseguido invadir el norte de África.

Sin dejar expirar la tregua, las hostilidades mutuas se habían iniciado al menos un par de años antes de la finalizar la misma. En el año 1210 las naves almohades atracan en Barcelona, obligando al rey de Aragón a repeler el ataque. A la misma vez, en el invierno de 1210 el Califa prepara su ejército en Marrakech. La siguiente primavera atraviesa el estrecho al frente de uno de los mayores ejércitos musulmanes que al-Ándalus había conocido. En Sevilla, la capital almohade de la Península, prosigue el reclutamiento, en este caso, a través de los gobernadores andalusís de las tropas asentadas en al-Ándalus.

A principios de julio de 1212, tras una serie de acontecimientos que narraremos después, Miramamolín esperaba en el interior de su tienda de campaña la llegada de los cristianos, convencido de repetir el éxito de su padre 17 años antes en las inmediaciones del castillo de Alarcos. No fue así, la derrota le llevó a huir precipitadamente a Marrakech, donde murió un año después en las dependencias de palacio. La causa sigue siendo un misterio, desde la inverosímil muerte por la mordedura de un perro, a la más plausible, asesinado por su guardia negra personal.

Como hemos señalado, son muy escasas las fuentes musulmanas que nos relatan la Batalla de Las Navas de Tolosa. Motivo por el cual, no nos han llegado muchos nombres de los acompañantes de Miramamolín. Por destacar algunos, el Cadí de Marrakech, al-Husayni, con la destacada labor de llamar a los almohades a la guerra santa. También el visir del califa, Abu Said Utman estuvo presente en las Navas de Tolosa. Sin nombre, pero con destacada participación, la guardia personal del Califa, compuesta por negros subsaharianos, que según las fuentes cristianas se enterraba hasta las rodillas para defender al Califa.

Protagonistas cristianos.

Se han contabilizado más de un centenar de fuentes de la época entre los reinos cristianos que relatan los hechos acontecidos en la Batalla de Las Navas de Tolosa. De ahí que son interminables los nombres que surgen, por lo que debemos centrarnos solo en algunos de los más destacados.

Los reyes cristianos.

Alfonso VIII de Castilla.

Fue el principal protagonista de la batalla de Las Navas de Tolosa. Tras un larguísimo reinado, ya que llevaba al frente de Castilla 42 años, le llegó la oportunidad de convertirse en el rey cristiano más importante de la Península Ibérica. No lo dudó, traspasó Despeña perros para enfrentarse a la decisiva batalla contra los almohades, y empujar a los musulmanes al principio del fin de al-Ándalus.

No le resultó sencillo llegar a ese día, ya que, debido a la continua enemistad con los otros reinos cristianos, tuvo que dedicar la segunda parte del siglo XII a luchar contra leoneses y navarros, por el control de las fronteras castellanas. De ahí que en 1195 tuviera la sonada derrota de Alarcos, solo frente a los almohades y debajo de ese castillo, miles de castellanos se dejaron la vida. Muchos años le costó volver a reconstruir el ejército castellano. La tregua fue decisiva para tal menester.

Pero la victoria en Las Navas de Tolosa le encumbró. Tanto a él, como a Castilla. Esta última se convertirá en la protagonista de la conquista de al-Ándalus los siguientes años, haciéndose con gran parte de la actual Andalucía. Pero Alfonso VIII no lo pudo ver, dos años después de la victoria, camino de Plasencia donde acudía a una reunión con su yerno, el rey de Portugal Alfonso II, encontró la muerte en tierras abulenses, solo tenía 57 años.

Pedro II de Aragón.

A Pedro II de Aragón, el más fiel de los aliados en la Península de Alfonso VIII, el año 1204 le quedó marcado para siempre. Enemistado con su madre, regente durante su minoría de edad, dedicó los primeros meses de ese año a viajar hasta Roma, para ser el primer rey aragonés coronado por el Papa. Ese mismo año se casó con María de Montpelier, si bien el matrimonio le proporcionó nuevos territorios al norte de los Pirineos, también le proporcionó algunos problemas. Para finalizar dicho año, llevó a cabo un pacto con Alfonso VIII de Castilla, que le sirvió para establecer las fronteras entre Aragón y Castilla. Además de convertirse en fieles aliados ante el enemigo común, que no era solo los almohades, sino también Navarra que necesitaba expandirse al sur para no perder la frontera con al-Ándalus.

A finales de 1210 Pedro II se vio obligado a repeler la agresión de los almohades contra Barcelona, la cual le sirvió acto seguido para iniciar la conquista de zonas de Levante, como por ejemplo el Castillo de Ademuz. En 1212 acudió a la llamada de Alfonso VIII, para colocarse a su lado ante los almohades. Tras la Batalla de Las Navas de Tolosa, participó también en la conquista de Jaén.

Pero las posesiones ultra pirenaicas, requirieron su presencia. Sus súbditos, los cátaros occitanos se enfrentaban a la cruzada Papal encabezada por Simón de Montfort. ¡Qué curiosidad!, en pocos meses pasó de luchar codo con codo con los cruzados a enfrentarse a ellos, para encontrar allí su prematura muerte a la edad de 35 años.

Sancho VII de Navarra.

Del tercero de los reyes que participó en la victoria cristiana, debemos destacar por un lado su capacidad guerrera y por otro lado sus excelentes dotes propagandísticas. Los años previos a Las Navas de Tolosa, los pasó luchado contra Castilla, enfrentándose a Alfonso VIII por los territorios vascos, los cuales perdió a finales del siglo XII. Incluso llegó a pasar dos años en el norte de África como aliado almohade, para lograr algún tipo de pacto contra el enemigo castellano.

A pesar de la continuada enemistad con Alfonso VIII acudió a su llamada para participar en Las Navas de Tolosa. ¿Necesidad de reivindicarse? o bien no perder la única oportunidad de aumentar sus territorios peninsulares. Lo cierto es que uno de los actos que más renombran las fuentes, es su apropiación del mérito de ser el primero en romper la guardia personal del Califa, de ahí la presencia desde entonces, de las cadenas en el escudo de Navarra.

Pero tras la victoria de Las Navas de Tolosa, fue apartado del proceso reconquistador, sin frontera al sur, y sin salida al mar, a Sancho VII no le quedó más remedio que mirar hacia territorios franceses para expandir Navarra. Lo que intentó hasta su muerte, 22 años después de la victoria cristiana, a la nada despreciable edad de 80 años.

Las órdenes militares.

A semejanza de las órdenes orientales, en la Península Ibérica durante la segunda mitad del siglo XII fueron surgiendo diferentes órdenes militares. Detrás de estos monjes guerreros, la necesidad de los reyes cristianos de repoblar y mantener los territorios fronterizos con al-Ándalus.

En la batalla de Las Navas de Tolosa participaron cuatro de estas órdenes. Dos de ellas nacidas en Tierra Santa durante las cruzadas, e instaladas en la Península al servicio de los intereses sobre todo de Aragón y de Castilla. Me estoy refiriendo a la Orden del Temple y a la Orden del Hospital. La Primera bajo el mando de Gómez Ramírez y la segunda bajo la dirección del prior Gutiérrez Almirez, y con sede en el castillo de Consuegra en las cercanías de Toledo. Entre las hispanas nombrar a la Orden de Santiago bajo el mando de Pedro Arias, y apostados en la zona de Uclés.

Pero la que tuvo un protagonismo especial fue la Orden de Calatrava, dirigida en la batalla por Rodrigo Díaz de Yanguas. Su labor en la frontera andalusí los años previos fue uno de los detonantes de la Batalla de Las Navas de Tolosa. Todo comenzó en 1198 cuando la Orden conquistó el Castillo de Salvatierra, su situación era clave para el paso de la meseta a al-Ándalus. Su posición allí se convirtió en una isla en medio de territorios almohades, aspecto que estos no podían consentir. Por ese motivo, fue su primera misión tras la ruptura de la tregua. Los almohades primero tomaron el cercano castillo de Dueñas, y tras dos meses de duro asedio los calatravos se vieron obligados a entregar el Castillo de Salvatierra.

La noticia de la pérdida de Salvatierra corrió rápidamente por toda Europa en boca de los monjes cistercienses, compañeros de fatiga de los Calatravos. Los almohades volvían a tener el control y amenazaban con expandirse al norte, sin duda la cruzada que explicaremos en el siguiente punto, tuvo con esta derrota su punto de mayor propaganda.

La iglesia

Si la empresa era religiosa no podían faltar las más altas instancias eclesiásticas, tanto hispanas, como de Roma. Por lo tanto, y a pesar de no estar presente en Santa Elena, las decisiones de Inocencio III, Papa de Roma entre 1198-1216, tuvieron una gran repercusión en la Batalla de Las Navas de Tolosa. Contaba con la experiencia previa en el llamamiento para la Cuarta Cruzada en Oriente, la cual acabó con la toma de Constantinopla.

En diciembre de 1210, Inocencio III remite una carta a los arzobispos y obispos hispanos, instándolos a conceder indulgencias a los que lucharan contra los almohades. La respuesta llegó de Alfonso VIII, pidiendo al Papa la presencia de un legado que pusiese paz entre los reyes cristianos de la Península. La petición surgió efecto, ya que Inocencio III mandó al recién nombrado arzobispo de Toledo, que castigara con la censura eclesiástica, a cualquier rey cristiano que atacase Castilla, mientras esta se hallará en lucha contra el infiel.

Tras la caída del Castillo de Salvatierra y la reunión con nuestro siguiente protagonista, el Papa Inocencio III, no tuvo otra opción que promulgar la Cruzada contra los almohades.

Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo desde 1210, será junto a Alfonso VIII el personaje más destacado de la Batalla de Las Navas de Tolosa. Cabeza visible más importante de la iglesia hispana en aquellos momentos, y fundador de la primera Universidad de España en Palencia. Además, este navarro nacido en Puente la Reina, se convertirá en el más destacado narrador de la batalla. Suya es la historia, o leyenda, del pastor que ayudó al ejército cristiano a eludir a los musulmanes que controlaban el paso de Despeñaderos, llevándolos por otro camino.

Tras la derrota de Salvatierra, Jiménez de Rada fue quien viajó a Roma para encontrase con el Papa Inocencio III. Desde allí pasó al norte de Italia, Francia y Alemania para predicar la Cruzada contra los almohades. En enero de 1212 el Papa insta a dicho llamamiento en una misiva al arzobispo francés de Sens, para que trasmitiera a sus homólogos franceses y provenzales, la promesa de indulgencias al que apoyase al rey de Castilla Alfonso VIII, a luchar contra el infiel. En junio de 1212 la frontera pirenaica vio pasar a miles de europeos, principalmente franceses para incorporarse al ejército cristiano. Su ayuda siempre quedó en entredicho, acusados con asiduidad de altas peticiones a cambio de la misma.

Un arzobispo, como ha quedado señalado, culto, escritor, político y también guerrero, no faltó a la cita en tierras jienense actuado en todo momento al lado del propio Alfonso VIII.

Miles y miles de hombres con y sin nombre.

Son los componentes anónimos del ejército cristiano que consiguió la victoria más sonada en los 800 años de lucha entre musulmanes y cristianos. Las milicias urbanas de Segovia, Toledo, Madrid, Valladolid, o del resto de ciudades castellanas, aragonesas y menor medida navarras. Dirigidos entre otros, por los grandes nobles castellanos como Diego López de Haro, el señor de Vizcaya desde 1204, o el alférez real y por lo tanto portador del estandarte, Álvaro Núñez de Lara. Así como otros de origen leonés, portugués o francés.

Más info:

Historia de España de la Edad Media, Cood. Vicente Ángel Álvarez Palenzuela, Ed. Ariel, 2011.

Moros y cristianos, la gran aventura de la España Medieval, Juan José Esparza, Ed. La esfera de los libros, 2011.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario