CAMINANDO POR LA HISTORIA
Los protagonistas de la Batalla de Las Navas de Tolosa.
El 16 de julio de 1212 frente al
desfiladero de Despeña perros (Muradal en la época) se encontraron los dos
ejércitos más grandes de la Edad Media en la Península Ibérica. A pesar de que
siempre es difícil catalogar el sentido de una batalla, con la Batalla de Las
Navas de Tolosa parece que resulta algo menos complicado. La “Reconquista”, que
la historiografía cristiana nos ha presentado, tuvo sin lugar a dudas un
escenario de oro en las cercanías de la actual localidad jienense de Santa
Elena. El potente ejército que reunieron los reinos cristianos se enfrentó con
victoria, al gran ejército del Califato Almohade.
Al desarrollo de la batalla le podemos
aplicar la manida frase de que “han corrido ríos de tinta”. Ciertamente ha sido
explicada desde diversos puntos de vista, en especial para engrandecer a los
vencedores, por otra parte, algo habitual. Tres reyes cristianos, que tras
romper sus hombres las líneas defensivas musulmanas, se dirigen a la tienda del
califa para acabar con él. Solo la guardia personal de este última,
consigue proporcionarle una salida a la fuga y proteger su vuelta a Marrakech.
Pero la Batalla de Las Navas de Tolosa, también ha sido narrada desde el lado
perdedor, que culpó directamente al Califa de la derrota, y siglos después la
ponían en el punto de mira como el principio del fin de al-Ándalus.
En definitiva: los preparativos, la
táctica seguida, y las consecuencias de la batalla han sido narradas en
múltiples ocasiones. Pero hoy en Caminando por la Historia nos queremos acercar
un poco más a los principales protagonistas de la batalla. Aunque evidentemente
la mayor parte de los mismos fueron anónimos, las fuentes nos han relatado la
presencia de destacados personajes de la Edad Media entre los combatientes de
la Batalla de Las Navas de Tolosa.
Protagonistas
musulmanes.
Son los grandes desconocidos de las fuentes
primarias. En definitiva, como se ha señalado en más de una ocasión las
batallas las narran los vencedores, y en Las Navas de Tolosa esta máxima no es
una excepción.
Muhámmad an-Nasir, Miramamolín para los
cristianos, se convirtió con solo 18 años, en el cuarto califa almohade a la
muerte de su padre Yusuf al-Mansur en el año 1199. Afortunadamente para él
heredó un Califato en tregua con los reinos cristianos de la Península Ibérica,
la cual había sido pactada por su padre y no expiraba hasta el año 1211. Dicha
tregua fue utilizada por el califa almohade para luchar contra la familia
almorávide de los Ibn Ganiya, que desde Mallorca habían conseguido invadir el
norte de África.
Sin dejar expirar la tregua, las
hostilidades mutuas se habían iniciado al menos un par de años antes de la
finalizar la misma. En el año 1210 las naves almohades atracan en Barcelona,
obligando al rey de Aragón a repeler el ataque. A la misma vez, en el invierno
de 1210 el Califa prepara su ejército en Marrakech. La siguiente primavera
atraviesa el estrecho al frente de uno de los mayores ejércitos musulmanes que
al-Ándalus había conocido. En Sevilla, la capital almohade de la Península,
prosigue el reclutamiento, en este caso, a través de los gobernadores andalusís
de las tropas asentadas en al-Ándalus.
A principios de julio de 1212, tras una
serie de acontecimientos que narraremos después, Miramamolín esperaba en el
interior de su tienda de campaña la llegada de los cristianos, convencido de
repetir el éxito de su padre 17 años antes en las inmediaciones del castillo de
Alarcos. No fue así, la derrota le llevó a huir precipitadamente a Marrakech,
donde murió un año después en las dependencias de palacio. La causa sigue
siendo un misterio, desde la inverosímil muerte por la mordedura de un perro, a
la más plausible, asesinado por su guardia negra personal.
Como hemos señalado, son muy escasas las
fuentes musulmanas que nos relatan la Batalla de Las Navas de Tolosa. Motivo
por el cual, no nos han llegado muchos nombres de los acompañantes de
Miramamolín. Por destacar algunos, el Cadí de Marrakech, al-Husayni,
con la destacada labor de llamar a los almohades a la guerra santa. También el
visir del califa, Abu Said Utman estuvo presente en las Navas
de Tolosa. Sin nombre, pero con destacada participación, la guardia personal
del Califa, compuesta por negros subsaharianos, que según las fuentes
cristianas se enterraba hasta las rodillas para defender al Califa.
Protagonistas
cristianos.
Se han contabilizado más de un centenar
de fuentes de la época entre los reinos cristianos que relatan los hechos
acontecidos en la Batalla de Las Navas de Tolosa. De ahí que son interminables
los nombres que surgen, por lo que debemos centrarnos solo en algunos de los
más destacados.
Los reyes cristianos.
Alfonso VIII de
Castilla.
Fue el principal protagonista de la
batalla de Las Navas de Tolosa. Tras un larguísimo reinado, ya que llevaba al
frente de Castilla 42 años, le llegó la oportunidad de convertirse en el rey
cristiano más importante de la Península Ibérica. No lo dudó, traspasó Despeña
perros para enfrentarse a la decisiva batalla contra los almohades, y empujar a
los musulmanes al principio del fin de al-Ándalus.
No le resultó sencillo llegar a ese día,
ya que, debido a la continua enemistad con los otros reinos cristianos, tuvo
que dedicar la segunda parte del siglo XII a luchar contra leoneses y navarros,
por el control de las fronteras castellanas. De ahí que en 1195 tuviera la
sonada derrota de Alarcos, solo frente a los almohades y debajo de ese
castillo, miles de castellanos se dejaron la vida. Muchos años le costó volver
a reconstruir el ejército castellano. La tregua fue decisiva para tal menester.
Pero la victoria en Las Navas de Tolosa
le encumbró. Tanto a él, como a Castilla. Esta última se convertirá en la
protagonista de la conquista de al-Ándalus los siguientes años, haciéndose con
gran parte de la actual Andalucía. Pero Alfonso VIII no lo pudo ver, dos años
después de la victoria, camino de Plasencia donde acudía a una reunión con su
yerno, el rey de Portugal Alfonso II, encontró la muerte en tierras abulenses,
solo tenía 57 años.
Pedro II de Aragón.
A Pedro II de Aragón, el más fiel de los
aliados en la Península de Alfonso VIII, el año 1204 le quedó marcado para
siempre. Enemistado con su madre, regente durante su minoría de edad, dedicó
los primeros meses de ese año a viajar hasta Roma, para ser el primer rey
aragonés coronado por el Papa. Ese mismo año se casó con María de Montpelier,
si bien el matrimonio le proporcionó nuevos territorios al norte de los
Pirineos, también le proporcionó algunos problemas. Para finalizar dicho año,
llevó a cabo un pacto con Alfonso VIII de Castilla, que le sirvió para
establecer las fronteras entre Aragón y Castilla. Además de convertirse en
fieles aliados ante el enemigo común, que no era solo los almohades, sino
también Navarra que necesitaba expandirse al sur para no perder la frontera con
al-Ándalus.
A finales de 1210 Pedro II se vio
obligado a repeler la agresión de los almohades contra Barcelona, la cual le
sirvió acto seguido para iniciar la conquista de zonas de Levante, como por
ejemplo el Castillo de Ademuz. En 1212 acudió a la llamada de Alfonso VIII,
para colocarse a su lado ante los almohades. Tras la Batalla de Las Navas de
Tolosa, participó también en la conquista de Jaén.
Pero las posesiones ultra pirenaicas,
requirieron su presencia. Sus súbditos, los cátaros occitanos se enfrentaban a
la cruzada Papal encabezada por Simón de Montfort. ¡Qué curiosidad!, en pocos
meses pasó de luchar codo con codo con los cruzados a enfrentarse a ellos, para
encontrar allí su prematura muerte a la edad de 35 años.
Sancho VII de Navarra.
Del tercero de los reyes que participó en
la victoria cristiana, debemos destacar por un lado su capacidad guerrera y por
otro lado sus excelentes dotes propagandísticas. Los años previos a Las Navas
de Tolosa, los pasó luchado contra Castilla, enfrentándose a Alfonso VIII por
los territorios vascos, los cuales perdió a finales del siglo XII. Incluso
llegó a pasar dos años en el norte de África como aliado almohade, para lograr
algún tipo de pacto contra el enemigo castellano.
A pesar de la continuada enemistad con
Alfonso VIII acudió a su llamada para participar en Las Navas de Tolosa.
¿Necesidad de reivindicarse? o bien no perder la única oportunidad de aumentar
sus territorios peninsulares. Lo cierto es que uno de los actos que más
renombran las fuentes, es su apropiación del mérito de ser el primero en romper
la guardia personal del Califa, de ahí la presencia desde entonces, de las
cadenas en el escudo de Navarra.
Pero tras la victoria de Las Navas de
Tolosa, fue apartado del proceso reconquistador, sin frontera al sur, y sin
salida al mar, a Sancho VII no le quedó más remedio que mirar hacia territorios
franceses para expandir Navarra. Lo que intentó hasta su muerte, 22 años
después de la victoria cristiana, a la nada despreciable edad de 80 años.
A semejanza de las órdenes orientales, en
la Península Ibérica durante la segunda mitad del siglo XII fueron surgiendo
diferentes órdenes militares. Detrás de estos monjes guerreros, la necesidad de
los reyes cristianos de repoblar y mantener los territorios fronterizos con
al-Ándalus.
En la batalla de Las Navas de Tolosa
participaron cuatro de estas órdenes. Dos de ellas nacidas en Tierra Santa
durante las cruzadas, e instaladas en la Península al servicio de los intereses
sobre todo de Aragón y de Castilla. Me estoy refiriendo a la Orden del Temple y
a la Orden del Hospital. La Primera bajo el mando de Gómez Ramírez y
la segunda bajo la dirección del prior Gutiérrez Almirez, y con
sede en el castillo de Consuegra en las cercanías de Toledo. Entre las hispanas
nombrar a la Orden de Santiago bajo el mando de Pedro Arias, y
apostados en la zona de Uclés.
Pero la que tuvo un protagonismo especial
fue la Orden de Calatrava, dirigida en la batalla por Rodrigo Díaz de
Yanguas. Su labor en la frontera andalusí los años previos fue uno de los
detonantes de la Batalla de Las Navas de Tolosa. Todo comenzó en 1198 cuando la
Orden conquistó el Castillo de Salvatierra, su situación era clave para el paso
de la meseta a al-Ándalus. Su posición allí se convirtió en una isla en medio
de territorios almohades, aspecto que estos no podían consentir. Por ese
motivo, fue su primera misión tras la ruptura de la tregua. Los almohades
primero tomaron el cercano castillo de Dueñas, y tras dos meses de duro asedio
los calatravos se vieron obligados a entregar el Castillo de Salvatierra.
La noticia de la pérdida de Salvatierra
corrió rápidamente por toda Europa en boca de los monjes cistercienses,
compañeros de fatiga de los Calatravos. Los almohades volvían a tener el
control y amenazaban con expandirse al norte, sin duda la cruzada que
explicaremos en el siguiente punto, tuvo con esta derrota su punto de mayor
propaganda.
La iglesia
Si la empresa era religiosa no podían
faltar las más altas instancias eclesiásticas, tanto hispanas, como de Roma.
Por lo tanto, y a pesar de no estar presente en Santa Elena, las decisiones
de Inocencio III, Papa de Roma entre 1198-1216, tuvieron una gran
repercusión en la Batalla de Las Navas de Tolosa. Contaba con la experiencia
previa en el llamamiento para la Cuarta Cruzada en Oriente, la cual acabó con
la toma de Constantinopla.
En diciembre de 1210, Inocencio III
remite una carta a los arzobispos y obispos hispanos, instándolos a conceder
indulgencias a los que lucharan contra los almohades. La respuesta llegó de
Alfonso VIII, pidiendo al Papa la presencia de un legado que pusiese paz entre
los reyes cristianos de la Península. La petición surgió efecto, ya que
Inocencio III mandó al recién nombrado arzobispo de Toledo, que castigara con
la censura eclesiástica, a cualquier rey cristiano que atacase Castilla,
mientras esta se hallará en lucha contra el infiel.
Tras la caída del Castillo de Salvatierra
y la reunión con nuestro siguiente protagonista, el Papa Inocencio III, no tuvo
otra opción que promulgar la Cruzada contra los almohades.
Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo
desde 1210, será junto a Alfonso VIII el personaje más destacado de la Batalla
de Las Navas de Tolosa. Cabeza visible más importante de la iglesia hispana en
aquellos momentos, y fundador de la primera Universidad de España en Palencia.
Además, este navarro nacido en Puente la Reina, se convertirá en el más
destacado narrador de la batalla. Suya es la historia, o leyenda, del pastor
que ayudó al ejército cristiano a eludir a los musulmanes que controlaban el paso
de Despeñaderos, llevándolos por otro camino.
Tras la derrota de Salvatierra, Jiménez
de Rada fue quien viajó a Roma para encontrase con el Papa Inocencio III. Desde
allí pasó al norte de Italia, Francia y Alemania para predicar la Cruzada
contra los almohades. En enero de 1212 el Papa insta a dicho llamamiento en una
misiva al arzobispo francés de Sens, para que trasmitiera a sus homólogos
franceses y provenzales, la promesa de indulgencias al que apoyase al rey de
Castilla Alfonso VIII, a luchar contra el infiel. En junio de 1212 la frontera
pirenaica vio pasar a miles de europeos, principalmente franceses para
incorporarse al ejército cristiano. Su ayuda siempre quedó en entredicho,
acusados con asiduidad de altas peticiones a cambio de la misma.
Un arzobispo, como ha quedado señalado,
culto, escritor, político y también guerrero, no faltó a la cita en tierras
jienense actuado en todo momento al lado del propio Alfonso VIII.
Miles y miles de
hombres con y sin nombre.
Son los componentes anónimos del ejército
cristiano que consiguió la victoria más sonada en los 800 años de lucha entre
musulmanes y cristianos. Las milicias urbanas de Segovia, Toledo, Madrid,
Valladolid, o del resto de ciudades castellanas, aragonesas y menor medida
navarras. Dirigidos entre otros, por los grandes nobles castellanos como Diego
López de Haro, el señor de Vizcaya desde 1204, o el alférez real y por lo
tanto portador del estandarte, Álvaro Núñez de Lara. Así como otros
de origen leonés, portugués o francés.
Más info:
Historia de España de la Edad Media,
Cood. Vicente Ángel Álvarez Palenzuela, Ed. Ariel, 2011.
Moros y cristianos, la gran aventura de la España
Medieval, Juan José Esparza, Ed. La esfera de los libros, 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario