MORABITOS,
ZAGÜÍAS Y RÁBITAS DEL REINO DE GRANADA
PUBLICADO EL 28 FEBRERO, 2019 POR FUNCI
28
Feb
Autor del artículo: Juan Cañavate Toribio
(…) Cuando Jerónimo
Münzer visita Granada en octubre del año 1494, fecha en la que la ciudad apenas
ha sufrido transformaciones desde su conquista, recorre sus calles describiendo
sus descubrimientos y, entre ellos, hace una alusión, que no nos debe pasar
desapercibida, a la cantidad de espacios religiosos que hay en la ciudad:
«Subiendo a la torre,
conté tal numero de mezquitas que es difícil de creer» (3).
Con la lógica
reticencia y la justificada sospecha de una más que posible exageración en la
magnitud de la cifra que da el viajero, que escribe para lectores alemanes de
un mundo desconocido y lejano, lo que le permitiría ciertas licencias, lo
cierto es que la visión de Münzer no estaba tan alejada de la realidad.
Para confirmar esa
exagerada impresión, cuando María Teresa Martínez Pérez (4) realiza su
interesante estudio sobre las mezquitas de Granada en los libros de habices,
contabiliza un total de 137 espacios religiosos que de forma pródiga se
repartían por la ciudad y su área de influencia; fundamentalmente
mezquitas, gimas o rábitas que pueden aparecer en los habices
con una u otra denominación en las distintas ocasiones en que se las nombran.
137 referencias sólo de
los espacios religiosos que poseían bienes habices inven tariados en los
listados elaborados en los años 1505 y 1527 para poner orden en esas
propiedades y derechos, por lo que es lógico pensar en la existencia de muchos
otros espacios que no aparecen, simplemente porque no eran habices o porque no
los tenían (5).
La lista de esos
espacios religiosos que hoy conocemos y que no figuran en los habices, es
también significativa pero, por poner un ejemplo, la mezquita aljama de la
medina, donde posteriormente se ubicaría el Sagrario de la Catedral, no aparece
en ese listado, como no aparecen las grandes rábitas o zawiyas que
se ubicaban extramuros y a las que, casi en exclusiva, dedicaré este texto.
Podemos considerar, por
tanto, que eran muchas más las que se distribuían por la ciudad y por áreas
cercanas de la misma y aun sin olvidar, como ya se ha puesto de relieve en
anteriores estudios, que el tamaño de algunas de ellas era sensiblemente
pequeño, no parece lógico, en relación a su importancia, el poco espacio que
ocupa en la investigación reciente sobre el entramado urbano de la medina
medieval y de la posterior ciudad cristiana.
Urbanismo medieval
De esa investigación
general sobre el urbanismo medieval, es en la arqueología donde el vacío
adquiere aún mayor significación porque evidencia además que, salvo en muy
pocas excepciones, los investigadores no son ni tan siquiera conscientes de que
pudieran estar excavando un espacio religioso, aunque haya que añadir en su
descargo, que los elementos de identificación que pudieran tener los restos de
estos edificios que los distinguiesen de otro tipo de inmueble,
fundamentalmente viviendas, son ciertamente escasos. Sin embargo, incluso esos
indicios que ya empiezan a ser importantes; ubicación, enterramientos cercanos,
referencias históricas,… no son habitualmente tomados en consideración.
Sólo en los últimos
años se han hecho algunas breves incursiones en la investigación arqueológica
de estos espacios con las excavaciones realizadas en la ermita de San Sebastián
o en la Zawiya de la carretera que une Granada con el vecino
pueblo de la Zubia y ambas han sido el resultado de intervenciones preventivas
por obras que afectaban a esos yacimientos y a los que me referiré más
adelante. No existía, por tanto, un objetivo científico en esas intervenciones,
sino de protección, por lo que, al margen de la mayor o menor calidad de las
investigaciones realizadas, las limitaciones de los resultados son coincidentes
con las de los objetivos.
También hay que añadir
en esa lista de descargos que, de todos los espacios religiosos que existían,
apenas han llegado unos pocos hasta nosotros y éstos muy modificados; la kibla, con
su mihrab, del pequeño oratorio del Mexuar de la Alhambra, el
oratorio del Partal, la ermita de san Sebastián, de la que también hablaremos
más adelante y el oratorio de la Medersa de Yusuf I, también notablemente
transformados. A estos escasísimos espacios habría que añadir los restos
excavados de la supuesta zawiya de la carretera de la Zubia
que, tras una azarosa investigación, fueron enterrados de nuevo para, sobre
ellos, construir la ampliación de la carretera que va desde Granada a ese
municipio de la vega de Granada.
La razón de ese vacío,
de esa ausencia es que, desde los primeros momentos de la conquista castellana,
esos espacios comenzaron a difuminarse, a desaparecer a través de procesos que
sería conveniente recordar con el fin de intentar rastrear la existencia de
alguno de ellos (6).
Como norma general la
inviolabilidad de los bienes habices como donaciones pías, se mantuvo durante
un corto periodo de tiempo, lo que permitió, en cierta medida, la pervivencia
de escuelas, cementerios, morabitos y otros edificios mantenidos con ellos,
dependiendo igualmente de los territorios en que se ubicaban.
«Yten es acordado e concordado que las rentas de las dichas algimas e cofradías e otras cosas dadas para limosnas e las rentas de las escuelas de avezar mochachos queden a la governaçión de los alfaquíes e que las dichas limosnas las puedan gastar e destribuyr como los dichos alfaquíes vieren que conviene y es menester. E que sus altezas no se entremetan en cosa alguna de las dichas limosnas ni ge las manden tomar ni enbargar agora ni en tiempo alguno para siempre jamás» (7).
Su mantenimiento era
una exigencia que se solía plantear en los acuerdos de mudejarización inicial o
en las negociaciones posteriores de esos acuerdos donde no había llegado la
violenta aculturación que se produjo en el Reino de Granada tras la revuelta
del 1500.
«En 1526 los moros de
Valencia exigen algunas condiciones para su bautizo masivo a Carlos V, entre
otras que los que habían sido alfaquíes se sustentasen en las mandas de tierras
y posesiones que los moros habían hecho por vía de limosna…» (8).
Propiedades de habices
En Granada, ciertamente
esta situación fue muy efímera y muy pronto
, tras la ruptura de
las Capitulaciones, las propiedades y derechos sujetos a habices fueron cedidos
al cabildo o a la Iglesia (9). A partir de ese momento una parte importante de
esos espacios religiosos, y dependiendo casi siempre de su tamaño, fueron
incorporados, de forma casi siempre ilegal, a viviendas de los nuevos ocupantes
castellanos para pasar a cumplir diferentes funciones; en algunos casos simples
habitaciones, pero también establos o corrales. Para desarrollar esas
funciones, muchas de esas propiedades fueron simplemente derribadas, otras, sin
ser anexionadas, quedaron en absoluto abandono hasta su desaparición igualmente.
Otras, quizás las que más nos interesan desde el objetivo de su localización,
se transformaron en espacios religiosos cristianos, aunque con tantas
modificaciones que apenas son reconocibles en la actualidad.
De estos últimos,
espacios religiosos modificados, las fuentes, fundamentalmente los habices,
aunque también otros tipos de documentos o crónicas, nos hablan de una
evolución hacia dos tipos de edificios sobre todo: ermitas e iglesias, aunque
también aparecen algunos monasterios y conventos, como el de San jerónimo en el
célebre morabito del Quemado en la actual ubicación del Hospital de san Juan de
Dios.
Pedro de Medina narra
con una sorprendente soltura el procedimiento habitual:
«… un obispo iba a la
mezquita donde los moros se ayuntaban, según su seta mahomética, a hacer sus
ritos y ceremonias y, entrando dentro el obispo, la bendecía y dedicaba a
nuestra religión cristiana…» (10).
Aunque no siempre era
tan fácil el proceso y a veces exigía algunas medidas imaginativas, como el
caso que se narra en Valencia donde la mudejarización se mantuvo con algo más
de normalidad que en el Reino de Granada:
«… Pretendían los
moriscos que en el citado lugar de Azaneta existía la sepultura de un moro
santo, a la cual desde antiguo acostumbraban concurrir con toda libertad, y
«como si fuera en Fez», muchos moriscos de los pueblos comarcanos y aún de
Ganada, Aragón y Cataluña, en número superior a veces a seiscientos, entre
hombres y mujeres, que hacían el viaje descalzos, «como si fuera en romería». Y
aconteció que, en la visita pastoral realizada en nombre del Arzobispo de
Valencia por cierto Prelado, notó éste el escándalo producido por la
celebración pública de las ceremo- nias mahometanas en la referida mezquita, y,
por entender que su autoridad no era suficiente para ordenar el derribo de la
misma, se limitó a señalar dentro del edificio algunas cruces de almagre, a fin
de que, por estas señales, los moriscos en general, y los justicias y criados
de D. Sancho, entendiesen que en adelante debían abstenerse de cumplir en tal
lugar toda ceremonia mahometana. Al fin, la mezquita fue der ribada por orden
de Felipe II» (11).
En cualquier caso, es
bastante probable que la mayoría de estos espacios religiosos en el extrarradio
de la ciudad y zonas rurales se convirtiesen directamente en ermitas en las
que, incluso, se mantuvieron gran parte de las tradiciones islámicas
existentes; sobre todo, romerías, que en tiempos islámicos solían celebrarse
con el nombre de mussen, aunque también sometidas a curiosas transformaciones
tendentes a su irremediable cristianización.
Desde esta
consideración, es importante señalar además que, sobre esos edificios y sobre
las propias prácticas que en ellos se desarrollan, se diseñaron desde los primeros
momentos de la conquista castellana, pero sobre todo a principios del siglo
xvii, estrategias específicas de eliminación y enmascaramiento, vinculadas a
objetivos más amplios de aculturación de la sociedad granadina medieval.
Notas
·
3 Jerónimo Munzer, Viaje
por España y Portugal, Madrid, 1991, pág. 288.
·
4 María Teresa Martínez
Pérez, Las mezquitas de Granada en los libros de Habices. Anejo de Cuadernos de Historia del
Islam, Granada, 1986.
·
5 Aunque la literatura
científica sobre los bienes habices es variada, y en Granada hay lecturas
imprescin- dibles a las que haremos referencia, las obras de Ana María
Carballeria Debasa, Legados píos y fundaciones familiares en al–Andalus, (siglos iv/x –vi/xii),
Madrid. CSIC, 2002, 416 págs. y de Alejandro Garcia Sanjuan, Hasta que
dios herede la tierra: los bienes habices en al Andalus
(siglos x al xv), Huelva, 2002, 492. págs., son dos
textos que pueden aclarar cualquier duda al respecto. También Pedro Hernández
Benito, La vega de Granada a fines de la Edad Media según
la renta de los habices, Granada, 1990.
·
6 José Luis
Orozco Pardo, Christianópolis. Urbanismo y Contrarreforma en la Granada
del Seiscientos, Granada, 1985, pág. 67 y 68.
·
7 Miguel Garrido
Atienza, Las capitulaciones para la entrega de Granada, Granada,
1910.
·
8 Pedro Longás,
Presbítero, Vida religiosa de los moriscos, Madrid, 1915, pág.
XLII.
·
9 Pedro Hernández
Benito, La vega de Granada…, op. cit., pág. 10.
·
10 Pedro de
Medina, «Del principio del reino de Granada», en Jesús Luque Moreno, La
Granada del siglo
·
xvi.Testimonios de la época, Granada, 2013, pág.
191.
·
11 Pedro
Longás, Vida religiosa…, op. cit., pág. LV y LVI.
Extracto del
artículo Algunos morabitos,
zawiyas y rábitas en el Reino de Granada.
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