BADIS B. HABUS
Bādūs b. Ḥabūs: Abū ‘Abd Allāh Bādīs b. Ḥabūs,
al-Manṣūr. ¿Granada?, u. t. s. IV/X –
¿Granada?, 20. Šawwāl, 465 H./ 30.VI.1073 C. Tercer emir de la taifa de Granada desde 429
H./1038 C. hasta 465 H./1073 C.
Tomó Bādīs b. Ḥabūs las
riendas del poder de la taifa granadina tras suceder a su padre ḥabýs b.
Māksan, que falleció en 429/1038; ambos pertenecían a la rama de los Zīríes que
regían esta taifa desde
comienzos del siglo V/XI. Esta
sucesión fue aceptada por el hermano de Bādis, Buluggīn b. ḥabýs, pero no
por su primo Yaddayr b. Hubasa, que mantenía la esperanza de convertirse en
legítimo sucesor por haber ejercido como colaborador de ḥabýs y dado que,
según ‘Abd Allāh, tenía a gala haber resuelto con inteligencia y pericia todo
asunto de responsabilidad que se le hubiese encomendado (véase ḥabýs b.
Māksan). Pero la evolución dinástica estatal se consolidaba y el asunto se
resolvió a favor de la transmisión patrilineal que, a pesar de no ser habitual
en grupos clánicos, se instauró y constituyó entre los Zīríes granadinos. Estos beréberes “nuevos” se diferenciaban de los
andalusíes por la fuerza que al inicio mostraban sus estructuras tribales,
aunque poco a poco se consolidó su arabización, siendo un notable ejemplo de
asimilación a la cultura árabe el caso del emir ‘Abd Allāh de Granada, como queda
patente en sus famosas “Memorias” (El siglo XI en 1ª persona).
El nombre del emir, Bādīs, fue habitual entre la rama de los Zīríes que regían Ifrīqiya desde
finales del siglo X; Bādīs se llamó también el tercer emir Zīrí de
Ifrīqiya, que enlaza a través de Zīrí con la rama de Granada -aquél era Bādīs b. al-Manṣýr b. Buluggīn b. Zīrī, que tomó como sobrenombre
honorífico el de Nāṣir al-Dawla (386/996-406/1015-1016).
Una vez que Bādīs se situó en el lugar de máxima
responsabilidad de su taifa, se ocupó con interés de los asuntos ya iniciados
por sus antecesores. En concreto, en lo que se refiere al proceso de
edificación de la capital, Bādīs mantuvo
la atención y el cuidado de sus antecesores en este asunto, al menos así lo
afirmaba al-IdrĪsĪ (s. XII): [fueron] “consolidadas
sus murallas y construida su alcazaba por ḥabýs al-ṢinhāŷĪ, a quien
sucedió su hijo Bādīs b. ḥabýs, en cuyo tiempo fue completada la
edificación de Granada y su poblamiento, que aún continúa” (véase ZāwĪ b.
ZĪrĪ).
Afirman las fuentes que Bādīs estuvo aconsejado, en general,
por un judío, Samuel b. Nagrela, que desde los últimos tiempos de ḥabýs venía destacando en la administración,
ascendiendo rápidamente en la corte Zīrí hasta su muerte en 1056. Había dejado
entonces su puesto preeminente en la administración de Granada a su hijo
José. Samuel b. Nagrela estuvo siempre
en la escena granadina, y cierta responsabilidad parece haber tenido en el
deterioro de relaciones entre Almería y Granada, que acabaron con la invasión
del territorio granadino por parte de Zuhayr, vencido en 1038, a raíz de la
cual ocupó Granada tierras al noroeste de Almería y recuperó Jaén. En todo ello
hubo también intervención de los ‘Abbādíes de Sevilla, quienes,
tras proclamar a su presunto califa Hišām II, desde 1035, precisamente para
oponerse en similares condiciones al califa ḥammýdí, atacaron a éste, que
entonces era al-Mu’talī, venciéndolo y ocasionándole la muerte en 1036, para
continuar contra los Birzālíes de Carmona. Estos enfrentamientos se saldaron con
la victoria del grupo beréber en Écija, en 1039. Tras estos sucesos Bādīs atacó
Sevilla, muriendo en aquellos combates un hijo del señor de aquella taifa,
el ḥāŷib Muḥammad b. Ismā’il b. ‘Abbād,
en el mismo año. Entre las taifas beréberes se iba consolidando el predominio
de Granada, aunque aún actuara como aparente defensora del califato ḥammýdí,
preso en querellas dinásticas, aun cuando Idrīs II logró mantenerse cinco años
en su primer reinado, desde 1042 a 1047, reforzándose así también la posición del
granadino Bādīs, quien dirigía sus campañas militares en esta época contra
Ronda, Osuna, Morón y Carmona, al estallar desavenencias en el bloque de esas
taifas beréberes. Desconocemos los detalles de estos conflictos, pero sí
sabemos que no impidieron, en 1047-1048, que sus principales figuras, Isḥāq de
Carmona, Muhammad de Morón, ‘Abdýn de Arcos y Bādīs de Granada,
reconocieran como califa al ḥammýdí Muḥammad b. al-Qāsim en Algeciras,
apartándose del califa ḥammýdí de Málaga, Muḥammad b. Idrīs b. ‘Alī,
de sobrenombre al-Mahdī. Esta situación propició la toma de
Algeciras por Sevilla, hacia 1054-1055, y la toma de Málaga por Bādīs, en 1056.
La toma de Algeciras por Sevilla estuvo precedida por la reclusión de los
reyes de las taifas beréberes de Morón, Arcos y Ronda por el rey sevillano
al-Mu’taÅid, en 1053, de la que sólo salió con vida el de Ronda.
Asustado Bādīs ante el atrevimiento del sevillano, y ante una posible conjura
en su contra, para la que él suponía habría de contar con el apoyo de los árabes
que vivían en Granada, pensó incluso en deshacerse de éstos últimos, cosa que
evitó Samuel b. Nagrela. Este suceso expone con claridad absoluta el estado de
las relaciones entre los beréberes ZĪríes y la heterogénea población de su
taifa, que mantenían entre sí en complejo equilibrio.
Bādīs, tras la muerte de Zuhayr en 1038, retomó sus contactos con la taifa
de Almería, a partir de entonces regida por la dinastía de los Baný Ṣumādiḥ,
de rancio abolengo árabe Tuŷibí; seguramente este ocasional “buen entendimiento”
entre Granada y Almería, se debió a intereses comunes para compensar
respectivos enfrentamientos con otras taifas.
En el gobierno de Málaga situó Bādīs en 1056 a su hijo Buluggīn ayudado por
un personaje clave, el visir y cadí Muḥammad al-Nubahī (o “al-Bunnahī”, según
ha propuesto recientemente Muḥammad Bencherifa), el cual venía ya destacando
en la administración de los califas ḥammýdíes.
En 456/1063-1064, Buluggīn b. Bādīs Sayf al-Dawla, hijo mayor
del soberano granadino, fue envenenado, acción adjudicada al visir judío José
b. Samuel b. Nagrela, dada la enemistad manifiesta entre ambos, y dadas las
suspicacias que provocaba aquel visir, verdadero amo de la situación, y
puesto que Bādīs había envejecido y perdía la capacidad del control directo en
sus asuntos de Estado. Dichas suspicacias las refleja el emir ‘Abd
Allah en sus “Memorias” (El siglo XI, 114-115), donde culpa al judío José: “... luego se
descompusieron las cosas, por la traición de que nos hizo víctima el judío
(¡Dios le maldiga!); porque Guadix, con todos sus territorios anejos pasó a
poder de [Muḥammad b. Ma’n] b. Ṣumādiḥ [señor de
Almería], y porque los restantes soberanos se lanzaron contra nuestros
dominios, no dejándonos más que Granada, Almuñécar, Priego y Cabra.. Cuando
corrió entre los súbditos la nueva de que había muerto el 'príncipe excelso',
[Buluggīn b.] Bādīs, que por mucho tiempo no se había mostrado a ellos,
nuestras guarniciones evacuaron los castillos y éstos fueron ocupados
ilegalmente por los habitantes del país”.
Este texto muestra la relación entre los Zīríes Ṣinhāŷa y sus
súbditos andalusíes, y el hecho de que un problema dinástico era suficiente
para hacer desaparecer el buen entendimiento entre unos y otros. Bādīs, cada
vez más anciano y menos capaz, empezaba a apoyarse en advenedizos, como
al-Naya, que iba desplazando a José b. Nagrela de su preeminencia junto al
soberano. José, intrigando contra un hijo de Bādīs, Māksan, logró que fuera
expulsado de Granada, el cual, marchando a Jaén, se declaró independiente,
restándole a la taifa granadina dicho territorio. Intentando mantenerse a toda
costa, José b. Nagrela ofreció Granada al rey de Almería, al-Mu’taṣim,
que avanzó con sus tropas, y se instaló cerca del lugar. Los granadinos, unidos
bajo una causa común —pueblo y élite, beréberes y andalusíes— se alzaron el 31
de diciembre de 1066 contra José y contra sus correligionarios, dejando
disminuida la presencia de judíos en esta ciudad al morir muchos de ellos en
este suceso.
Ahora serían los Ṣinhāŷa los que procuraron ganar el terreno cortesano
y político que otros habían venido ejerciendo en la taifa granadina y, según
las “Memorias” de ‘Abd Allāh (El siglo XI, 133): “se envalentonaron
los Ṣinhāŷa y mostraron con sus hechos poca sumisión al soberano, que
tenía que hacer frente a los tumultos que estallaban contra él por todas
partes. Dichos Ṣinhāŷa se convirtieron en visires y ocuparon los altos
puestos del Estado”. Bādīs pidió ayuda a al-Ma'mýn de Toledo para recuperar
tierras, sobre todo Guadix, y luchar contra Almería, hasta volver al equilibrio
con unos y otros. Los giennenses volvieron a obedecer al señor de Granada,
expulsando de Jaén a Māksan, que se refugió en Toledo, aunque tornó a Granada
y, mostrando un comportamiento advenedizo, perdió la posibilidad de ser
designado sucesor por su padre Bādīs, cuya última gesta fue recobrar Baeza que
estaba en poder del rey de la taifa de Denia.
Murió Bādīs, el 20 de šawwāl de 465/30 de junio de 1073. Fue uno de los más
importantes reyes de las taifas de al-Andalus. Se había titulado al-Nāṣir (“el
Triunfante”) y al-Mu’affar (“el Victorioso”), con referencia
explícita al sobrenombre honorífico del primer califa de Córdoba ‘Abd al-Raḥman al-Nāṣir,
por una parte, y por otra al del primer sucesor del chambelán Almanzor, su hijo
‘Abd al-Malik al-Mu’affar, conjugando así los nexos con Omeyas y
Amiríes, como también al adoptar el título de chambelán (ḥāŷib), había
dejado claras las pautas políticas en que se situaba. Es curioso, sin embargo,
que no reflejó tales títulos en sus monedas, en las que mantuvo, hasta 1063, la
referencia hammudí, como vínculo legitimador, aún cuando sus califas ya se
habían extinguido.
Es sabido
que la acuñación de moneda es signo del Estado y que la limitación con que los
reinos de taifas emitieron moneda es manifestación de su fragilidad estatal. No
sólo faltó en general buen oro, excepto en algunos dinares de Zaragoza y
Sevilla, en fracciones de dinar en ciertas taifas, y en los dinares de
los ḥammýdíes, sino que algunas taifas nunca acuñaron tipo alguno de
moneda e incluso las que sí lo hicieron, no mantuvieron emisiones a lo largo de
todo su reinado. ḥabýs b. Maksan murió
sin haber acuñado moneda en su nombre. En cambio, supeditadas las taifas de
beréberes a los califas Hammudíes, aunque fuera simbólicamente, de ellas sólo
la taifa de Granada emitió moneda, desde 1058-59 a 1081-82, ya con posterioridad
al final de los ḥammýdíes manteniendo siempre la referencia expresa a
éstos, los cuales, venidos del Magreb, habían acuñado moneda
primero en Córdoba (1016-1026) y luego en Málaga, dejando claro su
convencimiento de legitimidad.
En lo que se refiere al hecho de la sucesión, algunas de las monedas de
Bādīs, sin fecha, señalan como presunto heredero a su hijo Buluggīn, muerto en
1063-64. Pero Bādīs tenía también a su hijo Māksan, que gobernaba Jaén con
autonomía ascendente el cual, como ya hemos dicho, perdió la oportunidad de ser
nombrado heredero. Y tenía dos nietos, descendientes de Buluggīn: el mayor,
TamĪm al-Mu’izz al-Mustanṣir, y el siguiente, ‘Abd Allāh, que
habría de convertirse en el último emir de la taifa granadina. Parece evidente
que el primero de ellos nunca llegó a ser designado sucesor por su abuelo.
Residía en Málaga, donde Bādīs había nombrado a un jeque ṣinhāŷí para que
se hiciera cargo del control del lugar hasta que el príncipe tuviera edad para
gobernarla. En 1073 comenzó el gobierno de aquél, al tiempo que su hermano
‘Abd Allāh accedió al trono de Granada. Tamīm se fue distanciando de su
hermano, llegando el enfrentamiento a serias controversias que acabó arbitrando
y usando en su propio beneficio, el emir de los Almorávides, Yýsuf b. Tašýfin,
desde sus intervenciones en al-Andalus a partir de 1086.
Según algunas fuentes, fue Bādīs un
gobernante admirado por
personajes influyentes de su época debido, entre otras razones, a su
ecuanimidad, ésta fue ensalzada incluso en anécdotas de adab que
cabe recordar. El autor de la obra Kitāb al-Ýaharāt al-man£ýra, b.
Simak (s. XIV), que pertenecía a una ilustre familia de cadíes y juristas en
Málaga y Granada, redactó esta obra de prosa edificante con cien ejemplos o
historias de los cuales treinta y ocho se dedican a temas andalusíes. Sólo dos
historias se refieren a la Granada de su tiempo, y de ellas una se dedica a
loar al emir Bādīs b. ḥabýs quien, en el correcto desempeño de su
responsabilidad en materia jurídica, impuso el castigo merecido a un sobrino
que había sido denunciado por el rapto de una mujer (M. Guillén Monje, “Dos
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III, 150b; VI, 215ª, 216a, 717a; VII, 762b, 768ª); A. Canto y T. Ibrahim, Moneda andalusí.
Colección del Museo Casa de la Moneda, Madrid, Fundación Real Casa de la
Moneda, 2004.
Fátima Roldán Castro
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