Después de ser
desalojados del califato por los abasíes, los omeyas que escaparon a la
represión de la nueva dinastía desembarcaron en al-Andalus y fundaron el
emirato independiente de Córdoba.
La falta de noticias
sobre el primer lugar de culto musulmán en Córdoba antes de 785 animó a los
cronistas andalusíes del siglo X a elaborar leyendas inspiradas en los relatos orientales para establecer vínculos
entre Damasco y Córdoba, sede del nuevo califato omeya en al-Andalus.
Así surgió el mito de que cristianos y musulmanes habrían compartido para sus
rezos el templo visigótico preexistente, la iglesia de San Vicente, la cual
habría sido derribada más tarde para levantar la mezquita; se trata de una
tradición idéntica a la que se contaba de la iglesia de San Juan en Damasco.
Sin embargo, las diversas
estructuras de la Antigüedad tardía y de época visigoda halladas hasta hoy por
los arqueólogos en el subsuelo de la mezquita de Córdoba no se corresponden
exactamente con una gran basílica cristiana.
LOS RESTOS DE UNA
BASÍLICA VISIGODA TODAVÍA SE ENCUENTRAN BAJO EL SUELO DE LA MEZQUITA.
Foto: Cabildo Catedral de Córdoba
EL MITO DEL ISLAM "HISPANIZADO"
El mito de la colaboración entre religiones y culturas se mantuvo durante
el siglo XIX y parte del XX. Se veía al-Andalus como una entidad política atípica y excepcional, una
cultura desgajada del resto del mundo islámico; sólo así,
"hispanizada" y "cristianizada", podía ser aceptada dentro
de la historia de España.
Esta visión romántica llevó a interpretar, a
inicios del siglo XX, algunos de los nombres y signos grabados sobre los
soportes de las naves de la mezquita construidas en el siglo X como firmas de
trabajadores cristianos, mozárabes y cautivos , lo que demostraría que la gran mezquita andalusí también
fue obra de operarios cristianos.
La visión romántica de al-Andalus llevó a
imaginar que la mezquita había sido edificada con aportaciones de cristianos y
mozárabes.
Sin embargo, tras el análisis de los más
de setecientos signos lapidarios documentados en la mezquita, hoy no puede afirmarse que allí trabajaran
canteros cristianos. De la misma manera, todavía en la actualidad encontramos
intentos de restar valor a la arquitectura islámica, atribuyendo a
"Bizancio" la impactante estética de la sala de oración.
EMPERADORES, REYES Y EMIRES
Por el contrario, las investigaciones
actuales han puesto de relieve cómo el Islam contribuyó a la pervivencia de la cultura y el arte de raíces
grecolatinas durante varios siglos. A partir de finales del siglo IX,
los cronistas andalusíes arrancaran su relato con los íberos y los griegos,
siguiendo con la Hispania romana y visigoda.
Los omeyas de al-Andalus se presentaron como dignos sucesores de los
emperadores hispanos y de los reyes godos de Toledo , y como tales asumieron también su legado monumental
y cultural. Por eso, la
reutilización de columnas romanas y visigodas en las naves de la mezquita no
respondía sólo a un ahorro económico y de esfuerzos ni a una exaltación del
triunfo del Islam, sino a la asunción del pasado peninsular por parte de la
dinastía gobernante. En el siglo X ese discurso fue muy útil a los
califas omeyas, que basaron parte de su legitimidad en esa antigua herencia.
Los emires omeyas se
veían como sucesores de los emperadores hispanos de Roma y de los reyes godos
de Toledo y asumieron su legado cultural y monumental.
PRIMEROS EDIFICIOS
Las dos primeras fases de la construcción de la mezquita de Córdoba
corresponden a la etapa política del emirato independiente . Los arquitectos del primer edificio, al servicio de
Abderramán I, pusieron las bases de la estética que ha hecho famosa a la
mezquita y dieron prueba de su genialidad al concebir un edificio fundamentado en las soluciones de
la arquitectura romana peninsular, pero al servicio de una nueva fórmula
espacial.
El ambiente diáfano del
interior se consiguió mediante la construcción de naves paralelas separadas por
arquerías superpuestas –como pasaba en los acueductos romanos– que se apoyan
sobre delgados soportes o columnas. El crecimiento de Córdoba en el siglo VIII
obligó a Abderramán II a hacer una primera ampliación hacia el sur de la
mezquita, siguiendo los mismos criterios estilísticos.
LA PRIMERA SALA
DE ORACIÓN, ERIGIDA POR ABDERRAMAN I, YA PRESENTABA EL ASPECTO CARACTERÍSTICO
DE LA MEZQUITA.
Foto: Cabildo Catedral de Córdoba
Los constructores adoptaron el arco de herradura y la alternancia de
dovelas de ladrillo y de piedra , que aseguraban la
estabilidad del aparentemente frágil conjunto. Aunque esta primera sala de
oración hubo de ser restaurada porque los cimientos cedieron y el empuje de las
arquerías inclinó la fachada de la sala hacia el patio, lo cierto es que sigue
en pie después de más de doce siglos. Por su parte, la alternancia del rojo y el blanco de los
arcos pasó a convertirse en una seña de identidad de los omeyas y de al-Andalus.
LA MEZQUITA DEL CALIFA
El año 929, Abderramán III (912-961) proclamó el
califato para fortalecer su poder en el Mediterráneo y
reafirmar la independencia de al-Andalus respecto a los califas abasíes de
Bagdad. Esto exigía crear unos nuevos escenarios arquitectónicos, tanto
palatinos como religiosos, acordes con la nueva dignidad y su ceremonial. Ésta
fue la razón de que se construyera a las afueras de Córdoba una ciudad
palatina, Medina Azahara , y también de que la mezquita mayor o aljama de Córdoba se ampliara en sucesivas fases
hasta alcanzar las imponentes dimensiones que aún hoy podemos contemplar.
En el año 929,
Abderramán III proclamó el califato y emprendió una intensa actividad
constructiva, erigiendola ciudad palatina de Medina Azahara y ampliando la
mezquita.
La primera intervención
del siglo X en la mezquita fue la ampliación del patio y la construcción de un
nuevo alminar que sustituyera al más antiguo. La torre que ordenó erigir Abderramán III fue la más alta de la época en
el Occidente islámico y se convirtió en el primer símbolo visual del califato
de Córdoba. Su hijo y sucesor al-Hakam II (961-976) emprendió la
prolongación de las naves de la sala de oración en dirección sur. El objetivo
no era sólo ampliar la superficie, sino también crear un espacio de
representación regia, complementario de los salones palatinos.
LA MACSURA DE
AL-HAKAM ERA UN ESPACIO AMPLIO EN EL QUE EL CALIFA SE DIRIGÍA A SUS SÚBITOS
SEMANALMENTE.
Foto: Scattolin / AGE Fotostock
En el interior de
la macsura o
espacio reservado al soberano, frente al mihrab –el nicho
abierto en la alquibla o muro orientado hacia La Meca– y a los pies del almimbar o púlpito, situado junto
a él, se hacía la ceremonia de
juramento de los príncipes herederos y de los nuevos califas. Allí se
mostraba el califa ante su pueblo cada semana y se hacía exaltación de su
poder. Al-Hakam concibió una
enorme macsura de tres naves con cúpulas y delimitada con
pantallas de arcos, de herradura y lobulados, que se entrecruzan como si
formaran una celosía.
EL RESPETO A LA TRADICIÓN
Junto a estas novedades
arquitectónicas y decorativas se introdujeron numerosos guiños al pasado o,
mejor dicho, a los antepasados. Al-Hakam
II ordenó respetar la orientación de la primera alquibla, a pesar de que
los astrónomos a su servicio le alertaron de que era errónea por dirigirse al
sur y le propusieron reorientarla correctamente hacia La Meca.
El califa pidió que se llevasen al nuevo mihrab las
columnas labradas hacia 848 para el de Abderramán II, y recuperó dos
formas decorativas usadas por sus antecesores en las mezquitas de Damasco,
Jerusalén y Medina. Una eran los mosaicos dorados. Aunque en el siglo X este
tipo de mosaicos se asociaban al Imperio bizantino y a sus iglesias, en
realidad el uso de esta lujosa
decoración en espacios regios y religiosos se remontaba a la Antigüedad romana así
como a los omeyas de los siglos VII-VIII.
EL MIHRAB DE
AL-HAKAM, CUYO ARCO DE HERRADURA SE APOYA EN CUATRO COLUMNAS QUE PROCEDEN DEL
MIHRAB DE ABDERRAMÁN II.
Foto: Alexei Fateev / AGE Fotostock
El
segundo era la venera, la forma de concha escogida para cubrir el mihrab ,
seguramente en alusión al versículo del Corán que dice: "Dios
es la Luz de los cielos y de la Tierra. Su luz es comparable a una hornacina en
la que hay un pabilo encendido" .
Aquel
lujoso escenario era el lugar idóneo para desplegar
el ideario político y religioso del califato mediante un
elaborado conjunto de inscripciones, en gran parte conservado. Se compuso un
texto con fragmentos del Corán para
exaltar el poder divino del califa, su infalibilidad y su papel como guía
espiritual . Las inscripciones recuerdan a los fieles que están
sujetos al determinismo divino, les alientan a mantenerse dentro
de la senda de la ortodoxia , a ser buenos musulmanes y a
practicar la caridad. También les aconsejan someterse a la justicia, tanto
divina como terrenal, y a temer el día del juicio final. Y, por último, se
les alecciona sobre la unicidad divina , con versículos que
insisten en que Dios no tuvo hijos, en clara alusión a la doctrina cristiana .
A PARTIR DEL
SIGLO XVI SE UBICARON LAS PRINCIPALES ÁREAS DE CULTO CATÓLICO EN EL CENTRO DE
LA ANTIGUA MEZQUITA, LA CAPILLA MAYOR Y EL CORO, EN LA IMAGEN.
Foto: Cabildo Catedral de Córdoba
Una vez desaparecida la dinastía Omeya y el
califato, la
mezquita mayor de Córdoba siguió siendo el edificio de culto más grande de
al-Andalus y el centro de enseñanza más prestigioso del Occidente islámico . Su renombre no había decaído en el siglo XII, cuando el
geógrafo ceutí al-Idrisi aseguraba que no tenía igual entre las mezquitas de
los musulmanes, ni por su tamaño ni por su belleza.
Con la
conquista de Córdoba por el rey de Castilla Fernando III, en 1236, la
mezquita se convirtió en catedral de Santa María , pero la
admiración por el edificio perduró, como lo demuestra el hecho de que tanto los
reyes castellanos como la población cordobesa contribuyeron activamente a su
conservación y a su restauración.
La
mezquita conocería en los siglos posteriores nuevas ampliaciones que la
adaptarían al culto católico . La macsura de Al-Hakam
fue transformada en la primera Capilla Mayor, que pasó a denominarse Capilla de
Villaviciosa cuando se trasladó la Capilla Mayor al centro
del edificio , lo que supuso un evidente cambio en el exterior
del templo. A finales del siglo XVI, un terremoto dañó considerablemente la
estructura del alminar, convertido en campanario, y se edificó la nueva torre
que es la que podemos ver en la actualidad. Más adelante, la mezquita-catedral
se enriqueció con nuevas capillas privadas, con lo que el
edificio quedó configurado como una mezcla de estilos árabe, gótico,
renacentista y barroco , que lo hacen único no solo en la
península ibérica sino en el mundo.
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