lunes, 29 de abril de 2024

IBN AL-BAYTAR Y LA FARMACOLOGÍA MEDIEVAL

 

IBN AL-BAYṬĀR Y LA FARMACOLOGÍA MEDIEVAL


La obra de Ibn al-Bayṭār es muy extensa y está dedicada al estudio de la botánica, la zoología y la mineralogía con fines farmacológicos. En total se le atribuyen una docena de composiciones, algunas de ellas perdidas, otras duermen todavía manuscritas sin editar ni traducir en bibliotecas de todo el mundo, y otras tantas han visto la luz en ediciones y traducciones a varias lenguas.

ANA M. CABO GONZÁLEZ
UNIVERSIDAD DE SEVILLA



Detalle de una de las ilustraciones de una traducción árabe del Tratado de las plantas de Dioscórides. BNF ms. Arabe 2850, f. 117bis v.


El malagueño Ḍiyāʾ al-Dīn Abū Muḥammad ʿAbd Allāh b. Aḥmad al-Malāqī, más conocido como Ibn al-Bayṭār, puede ser considerado uno de los farmacólogos más importantes de la historia de la ciencia y, por supuesto, uno de los científicos andalusíes que más aportó a esa disciplina. 

La vida de Ibn al-Bayṭār transcurre durante la segunda mitad del siglo XII y la primera del XIII, y es Málaga o sus alrededores, posiblemente Benalmádena, la localidad que lo vio nacer. 

Fue en el seno de su familia donde el malagueño se inició en las artes de la botánica y de la farmacología, ya que su padre, Aḥmad b. ʿAbd al-Mālik y su abuelo, Abū Marwān ʿAbd al-Mālik Ibn al-Bayṭār, se habían dedicado al estudio de diferentes ciencias, entre ellas, las naturales. 

De esta primera etapa de la vida y la formación de nuestro autor se conservan pocos datos biográficos, pero de lo que no hay duda es de que adquirió, durante la misma, los conocimientos básicos y la estimulación necesaria como para desear ampliar sus estudios sobre plantas, animales, minerales y sus usos en la farmacología más allá de su localidad natal. 

En su población de nacimiento, Ibn al-Bayṭār residió hasta los 18 o 20 años, edad en la que se trasladó a Sevilla, con la intención de ampliar sus conocimientos de la mano de los más prestigiosos y conocidos botánicos musulmanes de la época: ʿAbd Allāh b. Ṣāliḥ, Abū l-Ḥaŷŷāŷ y Abū l-ʿAbbās al-Nabātī. Fue de este último del que se convirtió en discípulo distinguido y con el que aprendió a conocer y reconocer la amplia flora de Sevilla y sus alrededores, especialmente, de las tierras del Aljarafe, por donde realizaban sus labores de herborización. Este período transcurrió antes de 1220-1, fecha en la que inicia su largo viaje a Oriente, de donde nunca regresó. 

Detalles de este largo periplo podemos encontrar en su propia obra, donde va dejando pinceladas de lugares por los que pasa, personas a las que conoce y flora y fauna que recoge, cuyos datos almacena para su posterior estudio y descripción. 

El viaje sin retorno se inicia en el norte de África, concretamente en la ciudad de Ceuta, una vez atravesado el Estrecho de Gibraltar; desde allí se desplaza a Bujía, donde toma rumbo a Constantina, para llegar, más tarde, a Túnez, arribar después a Trípoli y, finalmente, detenerse en Barca, donde emprende viaje por el mar Mediterráneo en dirección a Asia Menor, tierra que recorre durante al año 1224 y que lo pone en contacto directo con las tradiciones clásicas griega y latina, y con las grandes obras de los médicos grecorromanos Dioscórides (40-90 d. C.) y Galeno (129-210 d. C.). 



Mapa del recorrido de Ibn al-Bayṭār.


De aquí se traslada a Siria, donde conoce a Ibn Abī Uṣaybi‘a, médico de Damasco muy conocido por su obra de recopilación de biografías de médicos ilustres, composición que comienza en los albores de la historia y termina con las vidas y las obras de sus coetáneos. Entre estas biografías podemos encontrar la de nuestro autor, a quien el médico damasceno describe con estas palabras: 

“La primera vez que me encontré con él fue en Damasco en el año 633 H (1253-4 d. C.) y pude apreciar sus magníficas cualidades y su gran conocimiento de las plantas. Yo exploré junto a él los alrededores de Damasco […] Con nosotros llevábamos las obras de Dioscórides, de Galeno y de al-Gāfiqī […] Primero él me citaba los términos griegos que aparecían en Dioscórides, después añadía lo que este decía de cada planta, sus características y sus propiedades, haciendo lo mismo con Galeno y los demás sabios, y señalando aciertos, contradicciones y errores. Así pude constatar su profundo conocimiento de las plantas y de las obras de los grandes clásicos Dioscórides y Galeno”. 

Desde Siria, Ibn al-Bayṭār viaja hasta Persia, pasando por Irak y recorriendo el norte de la península arábiga, siempre en busca del conocimiento farmacológico de plantas, animales y minerales, y recopilando datos de lugares, de términos, de especies y de personas que le descubrían nuevos horizontes del saber y la ciencia. 

Finalmente, se dirige a Egipto, lugar en el que nuestro autor se instala definitivamente bajo el amparo y la protección del sultán ayyubí al-Mālik al-Kāmil Muḥammad b. Abī Bakr, a quien había llegado recomendado como valioso botánico y farmacólogo. Este sultán, apreciando las dotes médico-farmacológicas de Ibn al-Bayṭār, lo nombró “Jefe de los herboristas” de su corte y, desde entonces, formó parte del séquito del sultán hasta su muerte, pasando, después, a servir al hijo que lo sucedió y al que dedicó sus dos obras más importantes: el Kitāb al-Ŷāmiʿ y el Kitāb al-Mugnī

Durante el largo viaje que hemos descrito, Ibn al-Bayṭār, aprovechó para ir tomando referencias botánicas y lexicográficas de todas aquellas plantas, animales y minerales que iba descubriendo por esas tierras, haciendo así un gran trabajo de campo que, más tarde, reelaboraría y sería la base para su ingente producción científica. 

La obra de Ibn al-Bayṭār es muy extensa y está dedicada al estudio de la botánica, la zoología y la mineralogía con fines farmacológicos. En total se le atribuyen una docena de composiciones, algunas de ellas perdidas, otras duermen todavía manuscritas sin editar ni traducir en bibliotecas de todo el mundo y otras tantas han visto la luz en ediciones y traducciones a varias lenguas. Entre todas estas obras podemos destacar las siguientes: 

Un Comentario al Libro de Dioscórides. De esta composición Ibn Murād llevó a cabo una edición (Túnez, 1990) y A. Dietritch una edición y una traducción al alemán (Göttingen, 1991). Se trata de una colección de nombres de medicamentos en diferentes lenguas (griego, árabe, beréber y latín) y de sus descripciones, y que tiene como fin fin acabar con las muy contadas confusiones que a lo largo de la historia se habían producido con muchos de ellos. 



Traducción árabe del Tratado de las plantas de Dioscórides. BNF ms. Arabe 2850, f. 70v.


Un Libro que aclara e informa sobre los errores y falsedades que contiene “El Método”. Se trata de una obra dispuesta en forma de diccionario que recoge las inexactitudes que Ibn al-Bayṭār detectó en la lectura de la composición titulada El Método, del médico iraquí de origen cristiano del siglo XI Ibn Ŷazla. 

Un Libro sobre lo que es útil saber acerca de los medicamentos simples. Obra compuesta en veinte capítulos en los que se van enumerando las diferentes partes del cuerpo, las dolencias que estas partes pueden padecer y los tratamientos que se deben aplicar según los casos. 

Una Epístola sobre el tratamiento de los venenos. Es una composición menor en la que el autor recopila una serie de antídotos para combatir diferentes envenenamientos. 

Un Tratado sobre las propiedades del limón. Esta obra contiene la descripción de las propiedades terapéuticas del limón. Aunque no se conserva copia manuscrita árabe alguna, sí existen varias traducciones al latín en las que se explicita que el autor es Ibn al-Bayṭār. 

Un Libro sobre la norma del médico. En él se describen en ochenta capítulos las enfermedades que pueden darse en cualquier parte del cuerpo humano, las terapias que se deben aplicar y su posología. Este trabajo se estructura de la siguiente forma: comienza por la cabeza y termina por los pies, pasando por cada uno de los órganos del cuerpo. 



Traducción árabe del Tratado de las plantas de Dioscórides. BNF ms. Arabe 2850, f. 11r.


Un Tratado sobre lo que es útil saber acerca de los medicamentos simples. Esta es la segunda obra en importancia de entre las composiciones de Ibn al-Bayṭār. Su contenido gira en torno a la función terapéutica de los medicamentos y está compuesta por veinte capítulos. 

Y, finalmente, la más importante y reconocida de todas, una Colección de medicamentos y alimentos simples. Se trata de un ingente diccionario, ordenado alfabéticamente, en el que se recogen las propiedades de alrededor de mil cuatrocientos simples (vegetales, animales y minerales), y cuya información es tomada de los grandes médicos griegos Galeno y Dioscórides, así como de más de un centenar de autoridades hindúes, persas y árabes, completado todo ello con los resultados de su propia experimentación. El orden interno de cada término estudiado siempre es el mismo: los diferentes sinónimos árabes, griegos y de otras lenguas por los que es conocido el simple propuesto, la descripción física del mismo, las propiedades terapéuticas que contiene, las enfermedades que cura y sus formas de aplicación, fundamentalmente. Todo ello, evidentemente, bien referenciado en las fuentes de las que el autor se nutre. 

La obra comienza con un extenso y detallado prólogo que describe con minuciosidad la intención que tiene el autor al escribir esta composición, y precisa los pormenores de su estructura, enumerando los seis propósitos fundamentales que aquí presentamos de manera muy resumida: 

1.  Explicar lo que Dioscórides y Galeno han dicho sobre los alimentos y los medicamentos, y el uso que de ellos ha de hacerse. 

2.  Exponer las opiniones de autores antiguos y modernos, y lo que en ellos es verdad confirmada, dejando a un lado todo aquello que se aparte de la evidencia y la confirmación.

3.  Evitar las repeticiones.

4.  Disponer la obra por orden alfabético para facilitar su estudio y su consulta.

5.  Demostrar los errores cometidos por otros autores y

6.  Escribir los nombres de los elementos en diferentes lenguas. 

Esta obra fue muy conocida en su tiempo y, prueba de ello, son las numerosas copias manuscritas que se conservan en la actualidad (concretamente 86, repartidas por Europa, Asia, África y América), y los cuantiosos trabajos de edición, traducción y estudio que sobre ella se han llevado a cabo a lo largo de la historia: las ediciones totales realizadas en El Cairo (1874) y en Beirut (1992); las parciales de al-Jaṭṭābī (Beirut, 1990) y de A. M. Cabo-González (Sevilla, 2002, 2005, 2009, 2010, 2011 y 2012); las traducciones al latín en los siglos XVII y XIX, la traducción al alemán de J. von Sontheimer (Stuttgart, 1840-42) y la francesa de L. Leclerc (París, 1877-83), entre otras. A esto hay que añadir otros muchos estudios y reflexiones que convierten a la obra en una de las más conocidas y reconocidas de la historia de la farmacología. 



Traducción árabe del Tratado de las plantas de Dioscórides (detalle). BNF ms. Arabe 2850, f. 116v


Para poder entender mejor la estructura y la finalidad del Kitāb al-Ŷāmiʿ, recogemos aquí el pasaje que contiene la descripción de las propiedades de la cicuta: 

“A esta planta se la denomina ŷaqūṭa en la lengua vulgar de al-Andalus. Dioscórides, en su Libro IV, la llama conium, y dice de ella que tiene un tallo nudoso como el del hinojo, es de gran porte, de hojas similares a las de la cañaheja y despide un aroma intenso; la parte superior de los tallos desarrolla umbelas de florecillas blancas y semillas como las del anís, aunque de un blanco más intenso; la raíz de la cicuta es hueca y no profundiza en la tierra. Por su parte, Galeno añade en su Libro VII, que el poder de este medicamento es el de enfriar intensamente, y todo el mundo lo sabe. Dioscórides sigue diciendo que la cicuta forma parte de los medicamentos letales, que mata por enfriamiento, y que el vino puro puede ser un buen remedio contra el daño que esta planta produce; la cicuta, aplicada en forma de cataplasma, alivia la erisipela y las pústulas, machacada con sus hojas y aplicada sobre los testículos es de utilidad contra las poluciones nocturnas, y usada de la misma forma sobre los testículos de los niños, los empequeñece y los atrofia; aplicar esta cataplasma sobre el pene, lo relaja, y sobre los pechos de las parturientas, les corta la leche y les impide que aquellos se agranden. Sigue diciendo Dioscórides que la cicuta con mayor poder e intensidad es la que crece en la isla de Creta, en Mégara y en Cilicia. Dioscórides agrega en su Libro VI, el dedicado a los venenos, que si se bebe cicuta, hace perder la razón y la vista, produce hipo y delirio, enfría las extremidades y, por último, produce espasmos y asfixia al estrecharse la tráquea y la laringe; llegados a este punto, lo oportuno es que el paciente comience a vomitar y a laxar el vientre para forzar la expulsión de la cicuta, luego debe tomar cosas que le beneficien como es el melote, y que lo beba lentamente, después debe tomar leche de burra o ajenjo con pimienta fresca, ruda, mosto, hojas de laurel y goma de asafétida, todo ello hervido; este es un antídoto muy eficaz”. 

Ibn al-Bayṭār nunca regresó a al-Andalus, presumiblemente porque el avance cristiano hacia el sur de la península y la conquista de las grandes ciudades no animara a nuestro autor a volver a sus orígenes. El malagueño murió en Damasco como consecuencia, al parecer, de ingerir por error un veneno mortal mientras llevaba a cabo su proceso de constatación de las propiedades del mismo. Esto ocurrió en los últimos días del mes de octubre o los primeros de noviembre del año 1248.


PARA AMPLIAR: 

 

 

 

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