LA CONSTRUCION DE MADINAT AL
ZAHIRA
En el año 979, Al Mansur ibn abi amir hizo construir un alcázar llamado
al-Zahira, cuando su posición era preponderante, su llama brillaba en todo su
esplendor, su independencia era manifiesta y eran numerosos sus enemigos.
Temeroso de arriesgar su vida por más tiempo en el palacio del príncipe y de
exponerse allí a alguna emboscada, tomó precauciones que descubrieron a su
señor lo que había estado oculto hasta entonces: que su ministro era más
poderoso que él y que rechazaba reconocer su supremacía. Se alzó la orden de
los reyes haciendo construir un palacio para residir en él, con su familia y
los suyos, para convertirle en la sede de su autoridad y marcar así su
seguridad y para reunir esclavos y guardias.
Eligió como emplazamiento del mismo, que él hizo suyo, un sitio llamado
al-Zahira, notable por sus alcázares espléndidos, situado sobre un punto de la
región que avanza sobre el río grande de Kurtuva y allí dispuso y arregló
cuanto pudo hacerlo extraordinario.
En el año señalado comenzó su edificación, para lo que hizo venir obreros y
trajo máquinas considerables y revistió a sus palacios de un brillo que
alucinaba. Dio a la población grandes proporciones y mostró grandes deseos de
verla desenvolverse extensamente en el llano; la rodeó de altas murallas y nada
perdonó para igualar las alturas y depresiones del interior. La ciudad pudo
mostrar en muy breve plazo sus grandes dimensiones, porque la mayor parte fue
terminada en dos años y con tal rapidez que es una de las cosas más notables
que se cuentan
En el 981 al-Mansur se trasladó a ella y se instaló en ella con jassa (los más
pudientes de la sociedad) y la amma (el pueblo llano); la convirtió en su
residencia, la guarneció de todas sus armas y llevó a ella sus bienes y
negocios. Instaló allí las diversas reparticiones de la administración y de la
hacienda, estableció dentro de los muros los graneros y permitió a los molinos
alzarse en el llano. Después dio feudo en sus alrededores a sus visires y sus
secretarios, a sus oficiales y a sus hachibes, para que ellos edificaran allí
sus residencias importantes y palacios considerables, y no descuidó las zonas
intermedias que constituían propiedades productivas y pabellones bien tenidos.
Abrió mercados frecuentados por numerosas caravanas, acudieron pobladores a
porfiar para fijarse allí y establecer su domicilio en las vecindades de quien
ejercía la máxima autoridad; construyeron en competencia sus moradas en los
alrededores y con ello sus arrabales llegaron a tocar a los de Kurtuva y se
produjo un gran progreso en la zona cuyo centro ocupaba la sede del poder.
El califa privado de toda influencia solo estuvo en adelante adornado de un
vano título y al-Mansur hizo del Califato un perfil que se borraba poco a poco.
Allí tuvo al-Mansur consejo de sus visires, ordenados jerárquicamente, y con
sus principales oficiales, allí convocó a los funcionarios; a la puerta del tal
lugar colocó su guardia y estableció su jefe, como si se tratase de la sede del
Califato y de igual manera que para la autoridad suprema.
Ordenes
enviadas a todas las provincias de al-Andalus y la orilla africana dispusieron
el envío a al-Zahira del monto de los impuestos, se prescribió a los
gobernadores y a los solicitantes que acudieran a ella, y se tomaron medidas
para que nadie se apartara de al-Zahira en busca de la puerta del palacio
califal. Allí fueron resueltos toda clase de asuntos y allí afluyeron las
gentes venidas de cualquier parte.
Abi Amir consiguió así lo que anhelaba y vio cumplidos sus deseos; el palacio
califal fue privado de visitantes y por ende de todo partidario devoto.
Entonces cerró la puerta del palacio del príncipe para que no llegase allí ninguna noticia, encargó a personas
de su confianza su custodia, que ejercieran en él plenos poderes, vigilaran
en su nombre a cualquiera que entrase en él e impidieran todo movimiento
sospechoso en su interior.
Había arrebatado al Califa todo su poder administrativo y con tales medidas le
impidió ejercer ninguno de los atributos de su realeza- Hixam fue así privado
de libertad e influencia y no se supo de él sino por su nombre acuñado en las
monedas o pronunciado en los mimbares (arena blanca para depositarla en el
mimbar de la Mezquita). El mimbar es un púlpito donde el imán se para a dar
sermones.
Texto del libro: la increíble historia de los reyes de España y de
Marruecos, escrito por IBN IDHARI AL BAYAN AL MUGHIB.
Facilitado por José Luis del Pino
Publicado
por al-Andalus en 9:40
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