MUHAMMAD VI
Muḥammad
VI: Abū cAbd Allāh Muḥammad b. Ismācīl b. Muḥammad
b. Faraŷ b. Ismācīl b. Yūsuf b. Muḥammad b. Aḥmad b. Muḥammad
b. Jamīs b. Naṣr b. Qays al-Jazraŷī al-Anṣārī, al-Gālib bi-[A]llāh,
al-Mutawakkil calà Allāh, Abū Sacīd. El
Bermejo. Granada, 1.VII.733/18.III.1333 – Sevilla, 2.VII.763/27.IV.1362.
Emir de al-Andalus (1360-1362), décimo sultán de la dinastía de los Nazaríes de
Granada (precedido por Ismācīl II y sucedido por Muḥammad V).
Sultán nazarí Usurpador
Biografía
Nació
el 1 de raŷab de 733/18 de marzo de 1333, con toda probabilidad en Granada. Fue
conocido como el arráez (tratamiento aplicado a los miembros de la familia
real, análogo al infante castellano) Abū Sacīd con el sobrenombre de
el Bermejo, nombre de procedencia cristiana —al parecer, debido al color de su
pelo y barba— pero que llegaron a utilizar también los autores árabes. Por su
parte, cuando accedió al poder adoptó dos laqab-s (sobrenombre
honorífico): al-Gālib bi-Llāh (el Vencedor por Dios) y el de
al-Mutawakkil calà [A]llāh (el que Confía en Dios).
Era
primo segundo de Muḥammad V (1354-1359 y 1362-1391) y de Ismācīl II
(1359-1360), su abuelo Muḥammad había sido hermano de Ismācīl I
(1314-1325), Sultán que inició una nueva rama o línea dinástica dentro de la
gran familia nazarí. Además, su tío segundo Yūsuf I (1333-1354) le concedió en
matrimonio a una de sus hijas habida con su concubina Maryam, matrimonio que
debió de celebrarse antes de la muerte del Sultán en 1354 y que, oficialmente,
tenía por objetivo elevar el linaje del arráez, aunque también tenía la
finalidad de estrechar vínculos con una rama de la familia en la que las
pretensiones al trono ya habían aflorado anteriormente e, incluso, habían
llegado a materializarse en la proclamación —aunque facticia e ilegítima— en
Andarax del arráez Abū cAbd Allāh Muḥammad (el abuelo de
Muḥammad VI) en 727/1327, durante la sublevación contra Muḥammad IV
(1325-1333). Sobre su familia también se puede agregar que tuvo una hija que se
casó con Ibn al-Mawl, matrimonio del que nació el futuro sultán Yūsuf IV b.
al-Mawl (Abenalmao), que gobernó y murió en 1342.
Por
tanto, con estos antecedentes familiares no es extraño que el arráez Abū Sacīd
el Bermejo tuviera a los veintiséis años una ambición y falta de escrúpulos que
le iban a llevar a la cumbre del poder tras dos usurpaciones sucesivas y
sangrientos acontecimientos que acabarían precipitando rápidamente su propio
final, también cruento.
Su
carrera hacia el poder se inició cuando la citada Maryam, viuda —aunque no
sabemos si llegó a ser desposada— de Yūsuf I y mujer intrigante y ambiciosa,
empezó a conspirar e instigar a su yerno el arráez Abū Sacīd para
que urdiera un complot que derrocara al joven Muḥammad V y entronizara a su
hijo Ismācīl, que había sido relegado de su condición de príncipe
heredero en favor de su hermano primogénito pocos días antes de la muerte de su
padre común Yūsuf I.
Cuando
fue proclamado Muḥammad V en 1354 con quince años, él y su visir Riḍwān
recluyeron a su hermanastro —no compartían la madre— Ismācīl en un
suntuoso palacio, junto con las hermanas uterinas y la madre de este. Pero
Maryam, la citada madre de Ismācīl, no se resignaba a esta situación
y ambicionaba convertir a su hijo en sultán. Así y aunque recluida en su
encierro, encontró la ocasión para llevar a cabo sus propósitos ya que se le
permitía salir para visitar a su hija casada con el arráez Abū Sacīd,
visitas que empezó a frecuentar y aprovechó para ir urdiendo la confabulación.
Para llevar adelante el proyecto, utilizó las cuantiosas riquezas del tesoro
real de las que se había apoderado el día que murió Yūsuf I, pues se dio la
circunstancia de que los visires no se habían preocupado de vigilar el tesoro
del Emir, que se hallaba en su vivienda bajo la custodia de Maryam. Así es cómo
pudo entregar una elevada suma de dinero a su yerno, el arráez Abū Sacīd,
que, como ya se ha comentado, albergaba las aspiraciones y capacidad de
maquinación necesarias para tal empresa.
Organizada
la sublevación, el asalto se realizó una noche de verano, el 28 de ramaḍān de
760/23 de agosto de 1359, día que fue señalado al arráez como el propicio para
el levantamiento por un astrólogo, autor también de una predicción posterior
que anticipó la recuperación del Trono por Muḥammad V. Alrededor de un centenar
de conjurados que Abū Sacīd había captado entre descontentos y
codiciosos de poder, se reunieron en el arco interior del río Darro que da a la
ciudad, pegado al lado que sube desde ella a la Alhambra. Aprovechando una
brecha que había en la muralla y cuyas obras de reparación no se habían
terminado, pusieron una escalera preparada para su propósito y subieron por
ella. Tras reducir a la guardia, un grupo de ellos se dirigió a casa del visir
Riḍwān y lo mataron delante de su familia mientras que el otro grupo se dirigía
a casa de Ismācīl, al que proclamaron.
Muḥammad
V huyó a Guadix y luego se exilió a Fez mientras su débil hermanastro Ismācīl
II ejercía un efímero y nominal gobierno, pues el poder efectivo fue detentado
por su primo y cuñado el arráez Abū Sacīd. No satisfecho con actuar
a su completo arbitrio, permitir desmanes a sus seguidores y hacer la vida
imposible a Ismācīl II, el arráez decidió pronto suplantarlo
completamente, tan solo a los nueve meses de haberlo entronizado él mismo.
La
noche del 27 de šacbān de 761/13 de julio de 1360, rodeó al Emir en
uno de sus palacios, se apoderó de él y lo encarceló; aunque Ismācīl
II se ofreció a volver a su antiguo encierro, el arráez no se apiadó y lo
ejecutó. Su cabeza fue arrojada al pueblo y su hermano Qays, un niño de corta
edad, también fue ejecutado. Los cadáveres de ambos fueron arrojados cubiertos
solo por unos harapos y al día siguiente fueron enterrados en el cementerio
familiar de la Alhambra.
El
usurpador Abū Sacīd el Bermejo se convirtió así en Muḥammad VI. Las
crónicas oficiales nazaríes, claramente hostiles al nuevo Emir y partidarias
del derrocado, lo descalifican y aseguran que ni sus modales ni su porte eran
los de un soberano, además de señalar todos sus defectos: era un hombre carente
de oratoria, descuidado en el vestir (solía ir con la cabeza desnuda y las
mangas arremangadas), con tics nerviosos (movía continuamente la cabeza de un
lado para otro) y aficionado a la caza con perros, además de algunas referencias
al consumo de hachís en la capital durante su gobierno. Pero lo que quizás
provocara más el rechazo de las cultas y refinadas clases elevadas de Granada
—que en reuniones sociales ironizaban acerca de los ademanes groseros del nuevo
Emir, de su traje, de su tipo o de sus costumbres— fuera su nepotismo y
ejercicio tiránico del poder. Incluso, sus delirios de grandeza le llevaron a
adoptar los dos laqab-s o sobrenombres honoríficos ya citados,
mientras que su primo Muḥammad V, el mayor sultán de la dinastía, solo llegó a
adoptar uno y tras una serie de importantes campañas victoriosas. Resultado de
todo ello fue el exilio al Magrib o a Castilla de una serie de personajes
ilustres y notables que, según las fuentes nazaríes oficiales, rechazaban al
nuevo Emir, aunque realmente muchos de ellos se vieron forzados a huir por
temor a su implicación con el destronado o porque fueron perseguidos.
Una
de las primeras medidas que adoptó fue un giro radical en la política exterior
andalusí seguida hasta ese momento por sus dos inmediatos predecesores: rompió
el pacto con Castilla, a la que dejó de pagar las parias, y estableció
amistosas y estrechas relaciones con Pedro IV de Aragón desde ramaḍān de
761/julio de 1360, hasta el punto de que parece haber existido una cierta
“conexión catalana” para facilitar el derrocamiento de Ismācīl II.
Téngase en cuenta que el cambio de política exterior andalusí suponía inclinar
la balanza en la guerra que enfrentaba a Castilla y Aragón originada por el
apoyo del monarca aragonés Pedro IV a las pretensiones al Trono castellano de
Enrique de Trastámara (futuro Enrique II).
De
hecho, Muḥammad VI firmó un tratado de paz con Aragón el 9 de octubre de 1360
(confirmado por Pedro IV el 16 de febrero de 1361) que incluía una alianza
contra Castilla y era bastante ventajoso para Granada, pues era amplio (seis
años) y aceptaba la cláusula de libertad de emigración para los mudéjares de la
Corona de Aragón pagando solo los derechos acostumbrados, cláusula que ya
introdujera su tío abuelo Ismācīl I por primera vez en 1321, aunque
luego Pedro IV puso todos los obstáculos posibles —extraoficialmente— para
impedir la emigración. Además, el sultán de Fez Abū Sālim también entró en el
tratado por las ciudades que poseía en al-Andalus (Ronda y Gibraltar, entre
otras).
Ello
obligó a Pedro I a aceptar la paz con Aragón mediante el tratado de Terrer del
13 de mayo de 1361 y devolver a Pedro IV los dieciséis castillos que le había
tomado. De esta manera, el Rey castellano podía luchar en un solo frente y
concentrar sus fuerzas contra Muḥammad VI el Bermejo. Además y con el mismo
objetivo, comenzó, desde finales de 1361, a apoyar al exiliado Muḥammad V con
la ayuda de los Benimerines. Así, naves cristianas y meriníes realizaron varios
ataques a las costas nazaríes; para responder a este ataque coordinado no
bastaba la flota andalusí y Muḥammad VI pidió diez naves de guerra a Pedro IV
de Aragón para combatir a la flota meriní mientras él hacía frente a la flota
castellana.
Con
el fin de acabar cuanto antes con el Emir de la Alhambra, Pedro I presionó a
los Benimerines para que permitieran a Muḥammad V regresar a al-Andalus. El
emir de Fez, Abū Sālim, se negaba a ello porque había llegado a un acuerdo con
Muḥammad VI el Bermejo para que éste arrestara a los príncipes meriníes
refugiados en Granada, mientras que él, Abū Sālim, prohibiría a Muḥammad V que
cruzara a al-Andalus. Ante la negativa del Sultán meriní, Pedro I lo amenazó
con la ruptura de la paz y con apoderarse de las plazas que aún conservaban los
benimerines en la Península (Gibraltar, Ronda y sus zonas dependientes). La
advertencia surtió efecto y Muḥammad V partió de Fez el 17 de šawwāl de 762/21
de agosto de 1361 y se instaló en Ronda, donde empezó a gobernar la comarca y
nombró un gobierno provisional.
A
continuación y en unión con Pedro I, el derrocado empezó a atacar los
territorios del emirato nazarí para debilitar a Muḥammad VI y recuperar el
Trono ganando partidarios. Ese mismo año de 1361 los dos aliados derrotaron a
las tropas de Muḥammad VI en Belillos y las persiguieron hasta Pinos Puente,
aunque ningún nuevo partidario se sumó a la causa del Emir destronado. En
cambio, meses más tarde, fue Muḥammad VI el que obtuvo una victoria: sus tropas
infligieron una severa derrota a las fuerzas de Pedro I el sábado 19 de rabīc I
de 763/15 de enero de 1362 en las cercanías de Guadix, donde capturaron más de
mil doscientos cautivos, entre los que se hallaban importantes caballeros y
nobles muy destacados. Uno de estos, Diego García de Padilla, maestre de
Calatrava y hermano de la mujer de Pedro I, fue devuelto al Soberano
castellano, junto con otros caballeros cautivos y algunas joyas, por Muḥammad
VI, que intentaba congraciarse con él y recomponer las buenas relaciones para
restar apoyo a Muḥammad V, aunque sin resultado.
A
primeros [1] de ŷumādà I de 763/[26] de febrero de 1362, los coaligados se
reunieron en Casares para atacar Iznájar y entrar en Coria, pero la ambición
del Rey castellano por quedarse con las plazas conquistadas provocó el
desacuerdo del Emir nazarí destronado, que se retiró a Ronda el 8 de ese mes/5
de marzo para seguir la lucha en solitario. A pesar de ello, Pedro I continuó
la guerra y en solo dos campañas en ese mismo año de 1362, se apoderó, además
de Iznájar, de Cesna (Fuentes de Cesna), Sagra (recuperada enseguida por los
nazaríes) y Benamejí en la primera campaña, El Burgo, Ardales, Cañete (la
Real), Turón y Cuevas (del Becerro) en la segunda campaña, además de Iznájar y
otras fortalezas.
Por
su parte, Muḥammad V se dirigió desde Ronda a Málaga para tomarla y hacerse con
el control de la región oriental del emirato nazarí. En su camino hacia dicha
ciudad tomó diversos lugares y, tras la entrada en la capital malagueña, se le
entregaron otras poblaciones de la región.
El
descontento que estas conquistas produjeron en la población, que veía cómo el
enfrentamiento entre los dos Emires causaba la pérdida del territorio, unido al
incontenible avance del Emir derrocado hizo comprender a Muḥammad VI que no
podría resistir mucho tiempo y decidió huir de Granada el 17 de ŷumādà II
de 763/13 de abril de 1362 tras llevarse lo mejor del tesoro real. Aconsejado
por Idrīs b. cUṯmān b. Abī l-cUlà, su šayj
al-guzāt (jeque o jefe del cuerpo de los combatientes de la
fe magribíes), fue a refugiarse con el Rey castellano pensando que podría
ganarlo para su causa o ser admitido como vasallo.
Mientras
Muḥammad V entraba en la Alhambra antes de que pasaran tres días de la huida de
Muḥammad VI el Bermejo, este llegó a Sevilla, donde se hallaba Pedro I. El
Monarca castellano lo recibió bien en principio, pero después lo apresó a él y
a sus compañeros. A los dos días lo llevó montado sobre un asno y con su ropaje
rojo al campo de Tablada, situado en la zona de los alcázares de Sevilla, y lo
mató de una lanzada el propio rey Pedro I, a 2 de raŷab de 763/27 de abril de
1362, dos semanas después de que el Emir huido saliera de Granada. Luego el Rey
cristiano envió su cabeza y la de treinta y siete de sus seguidores —el resto
fueron encarcelados en las atarazanas de Sevilla— que también fueron ejecutados
allí, a Muḥammad V. El nuevo Emir colgó las cabezas en la brecha de la muralla
de la Alhambra por la que Muḥammad VI y sus partidarios habían escalado para
destronarlo hacía menos de tres años. Allí permanecieron un tiempo y luego
fueron retiradas y enterradas.
El
asesinato de Muḥammad VI era una atrocidad y traición tan graves que Pedro I
intentó justificar su acción ante la Corte, sus consejeros y el pueblo —que se
opusieron y lamentaron la ejecución— presentándola como una pena en justicia
por haberse sublevado contra el emir legítimo Muḥammad V y haber asesinado a su
hermanastro y sucesor Ismācīl II, aduciendo también para exonerarse
de responsabilidad que el Bermejo entró en Sevilla sin haber obtenido la
autorización o el salvoconducto real, por lo que si no había garantía de
inmunidad, no podía haber traición por parte del Rey.
Los
mismos argumentos sostienen también las fuentes árabes, sobre todo las crónicas
nazaríes oficiales, completamente afines a Muḥammad V —gran amigo y aliado de
Pedro I— y profundamente hostiles hacia Muḥammad VI el Bermejo.
Paradójicamente, su propia Crónica de don Pedro Primero, bastante
tendenciosa en su contra, señala dos móviles: la codicia de las joyas que
llevaba Muḥammad VI del tesoro nazarí y la venganza por la alianza de este Emir
con Aragón, que había forzado a Pedro I a firmar la paz con Pedro IV y
devolverle diversos castillos.
Bibliografía
P. de Gayangos, “De los Beni Nasr ó Naseríes de
Granada”, en Ilustraciones de la Casa de Niebla por Alonso Barrantes
Maldonado, Memorial Histórico Español, X, Madrid, Real Academia de la
Historia, 1857, vol. II, apéndice B, págs. 545-548
E. Lafuente y Alcántara, Inscripciones árabes de Granada,
precedidas de una reseña histórica y de la genealogía detallada de los reyes
Alahmares, Madrid, Imprenta Nacional, 1859 (ed. López García,
(comp.), Textos y obras clásicas), págs. 38-39
A. Giménez Soler, La Corona de Aragón y Granada. Historia de las
relaciones entre ambos reinos, Barcelona, Imprenta Casa Provincial de
Caridad, 1908, págs. 304-305
Los documentos árabes diplomáticos del Archivo de la Corona de Aragón, ed. y tr. M. A. Alarcón y Santón y R. García de
Linares, Madrid, Escuelas de Estudios Árabes de Madrid y Granada, 1940,
págs. 139-146, doc. n.os 71-74, págs. 407-409,
doc. n.º 160
Crónica de don Pedro Primero, en Crónicas de los
Reyes de Castilla desde don Alfonso el Sabio hasta los Católicos don Fernando y
doña Isabel, ed. C. Rosell, Biblioteca de Autores Españoles, 66, Madrid,
Atlas, 1953, vol. I, págs. 513-519, passim
Ibn al-Jaṭīb, Acmāl al-aclām, ed. E. Lévi-Provençal,
Beirut, 19562, págs. 308-309
A. M. al-cAbbādī, “Faṭra muḍṭariba fī
ta’rīj Garnāṭa kamā yaṣifu-hā šāhid ciyān”, en Revista
del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en Madrid, 7-8 (1959-1960),
págs. 43-73 (resumen español, págs. 199-202)
Ibn Ḥaŷar al-cAsqalānī, al-Durar
al-kāmina fī acyān al-mi’a al-ṯāmina, ed. M. S. Ŷād
al-Ḥaqq, El Cairo, Umm al-Qurrà, s.d. (reimp. de Cairo, 1966),
vol. IV, págs. 10-11, n.º 3549
al-Maqqarī, Nafḥ al-ṭīb min guṣn al-Andalus
al-raṭīb, ed. I. cAbbās, Beirut, Dār Ṣādir, 1968, vol. V, págs. 89-90
Historia de la Casa Real de Granada, ed. J. de Mata Carriazo, “La ‘Historia de la Casa
Real de Granada’, anónimo castellano de mediados del siglo XVI”, en J. de Mata
Carriazo, En la frontera de Granada. Homenaje al profesor Carriazo: I,
Sevilla, Facultad de Filosofía y Letras, 1971 [reimp. de Miscelánea de
Estudios Árabes y Hebraicos, 6 (1957), págs. 7-56], págs. 166, 167-168
A. M. al-cAbbādī, El Reino de
Granada en la época de Muḥammad V, Madrid, Instituto de Estudios Islámicos
en Madrid, 1973 [reimp. de “Muḥammad V, al-Ganī bi-llāh, rey de Granada
(755-760/1354-1359 y 763-793/1362-1391)”, en Revista del Instituto
Egipcio de Estudios Islámicos en Madrid, 11-12 (1963-1964), págs. 209-327, 13 (1965-1966), págs.
43-102 y 14 (1967-1968), págs. 139-193], págs. 33, 47-53
R. Arié, L’Espagne musulmane au temps des
naṣrides (1232-1492), París, De Boccard, 1973, (reimp. con addenda,
1990), págs. 110-112
Ibn al-Jaṭīb, al-Iḥāṭa fī ajbār Garnāṭa, ed. cA.
A. cInān, El Cairo, Dār al-Macārif bi-Miṣr, 1973-1977,
vol. I, págs. 523-532
al-Maqqarī, Azhār al-riyāḍ fī ajbār cIyāḍ,
ed. M. al-Saqā y otros, Rabat, Ṣundūq Iḥyā’ al-Turāṯ al-Islāmī, 1978-1979
(reimp. El Cairo, 1939-1942, vols. I-III), vol. I, págs. 208-209
Ibn Jaldūn, Kitāb al-cibar, Beirut, Dār al-Fikr, 1979, vol. IV, pág. 175, vol. VII, pág.
376 [trad. parcial M. Gaudefroy-Demombynes, “Histoire des Benou’l-Ahmar, rois
de Grenade”, en Journal Asiatique, 90 serie, 12 (1898),
págs. 417-418, trad. parcial W. M. G. de Slane, Histoire des Berbères et
des dynasties musulmanes de l’Afrique septentrionale, París, Paul Casanova,
1952-1956 y 1978 (reimp. de Argel, 1852-1856), vol. IV, pág. 483]
Ibn al-Jaṭīb, al-Lamḥa al-badriyya fī l-dawla
al-naṣriyya, ed. A. cĀṣī y M. D. al-Jaṭīb, Beirut, Dār
al-Āfāq al-ŷadīda, 1980 (19782), págs. 128-129 [trad. J. M.ª
Casciaro, Historia de los reyes de la Alhambra. El resplandor de la
luna llena (al-Lamḥa al-badriyya), estudio preliminar E. Molina López,
Granada, Universidad, El Legado Andalusí, 1998, págs. 145-147]
Ibn al-Jaṭīb, Rayḥānat al-kuttāb wa-nuŷcat
al-muntāb, ed. M. cA. A. cInān, El Cairo,
Maktabat al-Jānŷī, 1980-1981, I, 490-507 [ed. y trad. parciales M. G. Remiro,
“Correspondencia diplomática entre Granada y Fez (siglo XIV)”, en Revista
del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino, 5 (1915), págs.
9-26]
Ibn al-Jaṭīb, Nufāḍat al-ŷirāb fī culālat
al-igtirāb, ed. A. M. al-cAbbādī, Casablanca, Dār al-Našr
al-Magribiyya, 1985, págs. 183-185, 299-302, passim
J. E. López de Coca Castañer, “El reino de Granada (1354-1501)”, en A.
Domínguez Ortiz (dir.), Historia de Andalucía. III. Andalucía del
Medievo a la Modernidad (1350-1504), Madrid, Cupsa, Barcelona, Planeta,
1980, págs. 321-323
M.ª T. Ferrer i Mallol, La Frontera amb l'Islam en el segle XIV.
Cristians i sarraïns al País Valencià, Barcelona, CSIC, 1988, págs. 154-157
M. Becerra Hormigo, “La conexión catalana en el derrocamiento de Ismail
II”, en Miscel.lània de Textos Medievals, 4: La frontera terrestre i
marìtima amb l'Islam, Barcelona, 1988, págs. 301-331
M. Á. Ladero Quesada, Granada. Historia de un país islámico,
Madrid, Gredos, 19893, págs. 158-159
L. P. Harvey, Islamic Spain, 1250 to 1550, Chicago, London,
University Chicago Press, 1990, págs. 210-214
M. de Ximena Jurado, Historia, o anales del mvnicipio albense
vrgavonense, o villa de Arjona, ed. R. Frías Marín, Arjona, Ayuntamiento,
Caja Provincial de Jaén, 1996, págs. 325-332
F. Vidal Castro, “Esplendor y apogeo (1333-1408)” (“Historia política”,
cap. III), en M.ª J. Viguera Molins, (coord.), El Reino Nazarí de
Granada (1232-1492). Política, instituciones. Espacio y economía, Historia
de España Menéndez Pidal, vol. VIII-III, Madrid, Espasa Calpe, 2000, págs.
136-137
F. Vidal Castro, “El asesinato político en al-Andalus: la muerte violenta
del emir en la dinastía nazarí (s. XIV)”, en M. Fierro (ed.), De muerte
violenta. Política, religión y violencia en al-Andalus, EOBA, 14, Madrid,
CSIC, 2004, págs. 381-386.
Autor/es
- Francisco
Vidal Castro
No hay comentarios:
Publicar un comentario