lunes, 16 de enero de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. Cortesia, higiene y aplicaciones cosmetico-dieteticas en Al-Andalus

CORTESIA, HIGIENE Y APLICACIONES COSMETICO-DIETETICAS EN AL-ANDALUS

Es un principio de la cortesía musulmana al recibir por primera vez a un invitado, el saludarle con el tradicional as-salamu aleikum, que es un saludo islámico deseando paz y salud, y seguidamente el ofrecerle leche acompañada de dátales con almendras. El vaso de leche es un símbolo de pureza de sentimientos, libres de toda hostilidad. Los dátales que lo  acompañan, soporte alimenticio de los musulmanes, por excelencia es el símbolo del ofrecimiento de ayuda material, y las almendras son un alimento altamente nutritivo y agradable.

La higiene del cuerpo ha sido y es un precepto socio-religioso para las gentes del Islam. Aparte de la limpieza preceptiva mediante las abluciones  rituales para la purificación del cuerpo y sus pasiones antes de realizar las plegarias o después del acto sexual, el buen musulmán no debe comenzar a comer sin haberse lavado previamente las manos y, una vez terminado el condumio, debe lavar de nuevo sus manos y enjuagarse la boca.

En torno a esto se desarrolla en el hogar andalusí todo un repertorio de artesanía domestica del agua, desde jarras y jofainas de burda loza o de cerámica fina, hasta aguamaniles repujados, de cobre o plata, que se exhibían con pulcritud ante los invitados de la casa, dependiendo del nivel económico de la familia.
 
El jabón de olor y la toalla acompañaban al agua en este ritual para el perfecto remate de la higiene de los comensales. Al final, en las casas pudientes aparecían los picudos perfumadores de cristal de roca o de plata, rociándolo todo –comensales y alfombras- con agua de rosas de Alejandría o de china.

Hay una larga lista de recomendaciones sobre el beber y el comer, proveniente de la sunnah o Conducta del Santo Profeta del Islam, Muhammad y retransmitidas por los sabios del Islam, como las siguientes escritas por el teólogo iraní Allamah Muhammad Batir Ibn Muhammad al-Taqi al-Maÿlisí (1628-1699).

  • No hay que ser prodigo en materia de comer y  beber.
  • No comáis nada cuando tengáis el estomago lleno.
  • Es Sunnah lavarse las manos y la boca antes y después de las comidas.
  • Es conveniente decir Bismilah (“en el Nombre de Dios”) cuando se pone la comida en la mesa, y empezar y terminar las comidas con una pequeña pizca de sal.
  • Comer con los sirvientes y sentados en el suelo es Sunnah.
  • No toméis la comida cuando está demasiado caliente.
  • os, los dientes después de haber comido.
 No cabe duda que, en Al-Andalus, como en el resto del mundo islámico, los perfumes tuvieron una presencia importante. En la tradición del Islam se recuerda que formaban parte de los elementos mas apreciado del Profeta Muhammad, pues el perfume ejerce un   efecto saludable en le mantenimiento de la salud corporal. Entre los andalusíes, los perfumes eran de uso generalizado en todas las clases sociales según sus posibilidades.

La costumbre andalusí de acudir con frecuencia al Hammäm o baño publico de agua y vapor –hombre por la mañana y mujeres por la tarde- implicaba una serie de cuidados estéticos para ambos. Baño con jabones aromáticos, el masaje corporal, el arreglo y teñido del cabello con alheña, decoración de manos y pies con  henna, perfilado los ojos con kuhl, el rociado de perfumes de agua de rosas, perfume de azafrán, almizcle, ámbar natural y desmenuzado, ámbar negro, y otras¡ sustancias aromáticas.

Los Hammäns se ubicaban en la parte céntrica d la ciudad, próximos a las mezquitas-ya fuese la mezquita mayor o la de los barrios-. También se localizaban en las puertas de la ciudad amurallada para servicio de los viajeros, pero siempre cerca de conducciones de agua que pudiera suministrarla en cantidad necesaria para su utilización.

La disposición de las salas del hammäm, herencia de los baños de la antigua roma, se articulaba en un vestíbulo que daba paso a una sala fría (bayt al-barid) más amplia y adornada que las restantes, otra sala tibia (bayt al-wastani) y otra caliente (bayt as-sajun). Esta ultima, de paredes mas gruesas y techo abovedado más bajo para condensar el vapor, tenía en el centro un gran pilón de agua siempre hirviendo, gracias a una caldera con un horno, instalados bajo esta sala en la planta sótano, o en dependencias contigua. El horno era alimentado constantemente con ramajes y palmito, por unos servidores encargados exclusivamente de ello. En el caldario, enlosado de mármol, había pequeñas regueras que recogían el agua sobrante, y para regular la temperatura del agua se vertía agua mas tibia en la caldera, mediante una rueda de  cangilones que la extraía de un pozo anexo. La sala tibia se cubría con una cúpula horadada de lucernario con cristales de colores que dejaban pasar el sol. A lo largo de los muros había poyetes de fabrica (mastaba) con colchonetas para el descanso momentáneo de los bañistas o el masaje. El resto del reposo se efectuaba en la sala llamada fría, pero que en realidad mantenía una temperatura moderada. Su diferencia radicaba en estar ventilada por una serie de lucernario abierto.

Los hammäms fueron muy numerosos en Al-Andalus. En cada ciudad, aparte de los baños privados, había un gran número de baños públicos. Se constatan de 300 a 600 en la  Córdoba del siglo X, y también debió de haber muchos baños en Granada, Sevilla, Jaén, Toledo, Valencia y otras ciudades a juzgar por lo que van revelando las excavaciones arqueológicas.

El Hammäm era lugar de reunión pública; por las mañanas abierto a los hombres y por las tardes reservado exclusivamente a las mujeres. Suponían un acontecimiento social como hoy podría serlo las reuniones sociales en un selecto club. Muchas de las intrigas políticas que cambiaron el rumbo histórico de Al-Andalus, se gestarían en un  hammäm, así como muchos enredos amorosos y cotilleos públicos saldrían de estas reuniones.

El papel del baño en la concepción islámica es esencialmente el de la limpieza, o de purificación de la suciedad, ya que el devoto musulmán no puede acudir a su mezquita ni cumplir sus oraciones preceptivas sin haberse limpiado antes, esencialmente con agua. Además el baño ha de ser asequible para todos, de ahí la abundancia de hammän públicos.

Asimismo se perfumaba el interior de las mansiones e incluso de las mezquitas, mediante braseros o pebeteros, donde quemaban maderas olorosas (agálocos indios o sándalos) o resinas aromáticas y sustancias animales aromáticas, como el incienso, la mirra, el ámbar gris y el almizcle. Todos ellos productos de importación procedente de Oriente.
 
Entre los andalusíes se consideraba que los perfumes tonificaban el cerebro y los órganos sensoriales. Había perfumes indicados para cada época del año.

  • Según ibn Sur, los perfumes que debían usarse en el invierno eran: almizcle, algalias, polvo de clavo, áloe indio, ámbar y aceite de jazmín. Además perfumes de incienso, almaciga, sandáraca, ajenjo, y flores de mirto.
 
“Para temperamentos flemáticos, el medico Ibn al-Jatib recomendaba en invierno perfumes muy calidos, como el castóreo con  almizcle de Tibet y algalia aromática, y los que denominaba “medicamentos indios”: perfumes elaborados con clavo, nuez moscada, valeriana, juncia, estrombo, ámbar, o beleño. Igualmente aconsejaba inhalar aguas aromáticas de flores muy calidas como la rosa blanca o almizclada, el jazmín, la flor de azahar, el alheli, narciso, lirio, camomila y otras semejantes.”

  • Los perfumes  apropiados para la primavera (época ya de por si aromática, debido a la floración) eran preferentemente el almizcle y las algalias. Los expertos también recomendaban para esta estación del año las inhalaciones de flores aromáticas, como la flor de azahar, de toronja, alheli, narciso, valeriana, lirio, jazmín, malvavisco, menta, serpol, albahaca, y los perfumes de almizcle, ámbar, incienso, almácija,. Y madera india.
  • Los perfumes indicados para el verano eran, Polvo de musgo y sándalo, preparados con agua de rosas, y agua de manzana, según Ib, Sur, era el más adecuado para el verano, si se mezclaba ademas con un poco de alcanfor y los polvos de musgo y sándalo. Para refrigerar  y perfumar los ambientes calurosos se empleaban abanicos de arpillera empapados en agua en agua de rosas, sándalo, alcanfor y vinagre, mientras que los suelos de las estancias se cubrían de hojas de mirto, vid, caña, papiro y tamarisco.
  • En el otoño, los perfumes más adecuados eran de agua de rosas, y el agua de manzana aromática, siempre que esta se mezclase con un poco de zumo agraz no endulzado...  Ibn al- Jatib recomendaba para el otoño inhalar sustancias calidas aromáticas, como el ámbar, el almizcle, la algalia (compuesto por almizcle, ámbar y óleo beleño) y perfumarse con agua de flores y plantas aromáticas, como el jazmín, las albahacas o el toronjil. También aconsejaba inhalaciones de cáscara de toronja así como manzanas de olor y membrillos dulces.

Para cuidar los dientes, se aplicaba un dentífrico compuesto de corteza de raíz de nogal, cocida en agua hasta que se consumía el líquido, agregando sandáraca india, clavo y cilantro machacados. Con esta pasta se frotaban los dientes en el dedo índice, mediante suave masaje, y se enjugaba la boca con  agua tibia o con una cocción de juncia.

Otro de los dentrificos recomendados se elaboraba a base de rosas, cáscara de granada, simiente de acedera, y simiente de  mastuerzo, triturados con hojas de cidra seca.

Los andalusíes se preocupaban mucho de su aliento, buscando que estuviera siempre perfumado; la cantidad de recetas para combatir el mal aliento que se descubre en los recetarios médicos consultados lo revela como una autentica estadística.

Para el cuidado corporal, en general, se utilizaban distintos tipos de aceites que producían los siguientes efectos.

  • Aceite de habas y altramuces para eliminar verrugas.
  • El aceite de almendras servia para los cuidados del rostro al tiempo que para masajes faciales y corporales, hidratando la piel
  • El aceite de rosas tonificaba los miembros y hacia desaparecer la fatiga.
  • El aceite de manzanilla para relajar los miembros.
  • El aceite de nenúfar, tras el baño, era muy beneficiosos, pues mediante su aplicación se hidrataba el cuerpo, dando somnolencia.
  • El aceite de jazmín perfumaba y relajaba
  • El aceite de narciso era suave y aromático y su aplicación servia para relajar los nervios.

Los ojos se lavaban con agua de rosas al despertarse. Además, se preparaban distintos colirios para conservarlos sanos:

  • Colirio de mirra y oro puro
  • Colirio simple de madreperla marina con agua de rosas
  • Colirio de agua de rosas con zumo de hinojo silvestre.

Para dar más brillo a la mirada y aclarar los ojos, se usaba una mezcla de antimonio y oro, con  un poco de almizcle.

Para cuidar y mantener el buen aspecto de las uñas, se empleaba alheña y manteca de vaca.

Los cabellos se conservaban sanos frotándolos con hojas de añil, alheña o aceite dulce de oliva. Para eliminar la caspa se aplicaba sobre el cabello un emplasto de alheña y vinagre; también se podía lavar la cabeza con una cocción de lirio.

Para la limpieza del cutis y de la epidermis en general, se utilizaba una mezcla de goma arábiga, simiente de sandia, pulpa de simiente de melón, harina de habas, harían de garbanzos, de altramuz, de cebolla y de arroz; se preparaba la pasta y se le agregaba un poco de vinagre... Se untaba el cuerpo con ella o se aplicaba una especie de mascarilla sobre el rostro, después se lavaba con agua tibia. Con  ellos desaparecía toda clase de pecas y manchas.

Como hemos podido ver, las aplicaciones botánicas-cosméticas en el mundo andalusí pueden parecernos hoy de gran actualidad.


 Bibliografia. 
Allamah al- Maÿlisi



No hay comentarios:

Publicar un comentario