CORTESIA, HIGIENE Y
APLICACIONES COSMETICO-DIETETICAS EN AL-ANDALUS
Es
un principio de la cortesía musulmana al recibir por primera vez a un invitado,
el saludarle con el tradicional as-salamu aleikum, que es un saludo islámico
deseando paz y salud, y seguidamente el ofrecerle leche acompañada de dátales
con almendras. El vaso de leche es un símbolo de pureza de sentimientos, libres
de toda hostilidad. Los dátales que lo
acompañan, soporte alimenticio de los musulmanes, por excelencia es el
símbolo del ofrecimiento de ayuda material, y las almendras son un alimento
altamente nutritivo y agradable.
La
higiene del cuerpo ha sido y es un precepto socio-religioso para las gentes del
Islam. Aparte de la limpieza preceptiva mediante las abluciones rituales para la purificación del cuerpo y
sus pasiones antes de realizar las plegarias o después del acto sexual, el buen
musulmán no debe comenzar a comer sin haberse lavado previamente las manos y,
una vez terminado el condumio, debe lavar de nuevo sus manos y enjuagarse la
boca.
En
torno a esto se desarrolla en el hogar andalusí todo un repertorio de artesanía
domestica del agua, desde jarras y jofainas de burda loza o de cerámica fina,
hasta aguamaniles repujados, de cobre o plata, que se exhibían con pulcritud ante
los invitados de la casa, dependiendo del nivel económico de la familia.
El
jabón de olor y la toalla acompañaban al agua en este ritual para el perfecto
remate de la higiene de los comensales. Al final, en las casas pudientes aparecían
los picudos perfumadores de cristal de roca o de plata, rociándolo todo
–comensales y alfombras- con agua de rosas de Alejandría o de china.
Hay
una larga lista de recomendaciones sobre el beber y el comer, proveniente de la
sunnah o Conducta del Santo Profeta del Islam, Muhammad y retransmitidas por
los sabios del Islam, como las siguientes escritas por el teólogo iraní Allamah
Muhammad Batir Ibn Muhammad al-Taqi al-Maÿlisí (1628-1699).
- No hay que ser
prodigo en materia de comer y
beber.
- No comáis nada
cuando tengáis el estomago lleno.
- Es Sunnah lavarse
las manos y la boca antes y después de las comidas.
- Es conveniente
decir Bismilah (“en el Nombre de Dios”) cuando se pone la comida en la
mesa, y empezar y terminar las comidas con una pequeña pizca de sal.
- Comer con los
sirvientes y sentados en el suelo es Sunnah.
- No toméis la comida
cuando está demasiado caliente.
- os, los dientes
después de haber comido.
La
costumbre andalusí de acudir con frecuencia al Hammäm o baño publico de agua y
vapor –hombre por la mañana y mujeres por la tarde- implicaba una serie de
cuidados estéticos para ambos. Baño con jabones aromáticos, el masaje corporal,
el arreglo y teñido del cabello con alheña, decoración de manos y pies con henna, perfilado los ojos con kuhl, el
rociado de perfumes de agua de rosas, perfume de azafrán, almizcle, ámbar
natural y desmenuzado, ámbar negro, y otras¡ sustancias aromáticas.
Los
Hammäns se ubicaban en la parte céntrica d la ciudad, próximos a las mezquitas-ya
fuese la mezquita mayor o la de los barrios-. También se localizaban en las
puertas de la ciudad amurallada para servicio de los viajeros, pero siempre
cerca de conducciones de agua que pudiera suministrarla en cantidad necesaria
para su utilización.
La
disposición de las salas del hammäm, herencia de los baños de la antigua roma,
se articulaba en un vestíbulo que daba paso a una sala fría (bayt al-barid) más
amplia y adornada que las restantes, otra sala tibia (bayt al-wastani) y otra
caliente (bayt as-sajun). Esta ultima, de paredes mas gruesas y techo abovedado
más bajo para condensar el vapor, tenía en el centro un gran pilón de agua
siempre hirviendo, gracias a una caldera con un horno, instalados bajo esta
sala en la planta sótano, o en dependencias contigua. El horno era alimentado
constantemente con ramajes y palmito, por unos servidores encargados
exclusivamente de ello. En el caldario, enlosado de mármol, había pequeñas
regueras que recogían el agua sobrante, y para regular la temperatura del agua
se vertía agua mas tibia en la caldera, mediante una rueda de cangilones que la extraía de un pozo anexo.
La sala tibia se cubría con una cúpula horadada de lucernario con cristales de
colores que dejaban pasar el sol. A lo largo de los muros había poyetes de
fabrica (mastaba) con colchonetas para el descanso momentáneo de los bañistas o
el masaje. El resto del reposo se efectuaba en la sala llamada fría, pero que
en realidad mantenía una temperatura moderada. Su diferencia radicaba en estar
ventilada por una serie de lucernario abierto.
Los
hammäms fueron muy numerosos en Al-Andalus. En cada ciudad, aparte de los baños
privados, había un gran número de baños públicos. Se constatan de 300 a 600 en la Córdoba del siglo X, y también debió de haber
muchos baños en Granada, Sevilla, Jaén, Toledo, Valencia y otras ciudades a
juzgar por lo que van revelando las excavaciones arqueológicas.
El
Hammäm era lugar de reunión pública; por las mañanas abierto a los hombres y
por las tardes reservado exclusivamente a las mujeres. Suponían un acontecimiento
social como hoy podría serlo las reuniones sociales en un selecto club. Muchas
de las intrigas políticas que cambiaron el rumbo histórico de Al-Andalus, se gestarían
en un hammäm, así como muchos enredos
amorosos y cotilleos públicos saldrían de estas reuniones.
El
papel del baño en la concepción islámica es esencialmente el de la limpieza, o
de purificación de la suciedad, ya que el devoto musulmán no puede acudir a su
mezquita ni cumplir sus oraciones preceptivas sin haberse limpiado antes,
esencialmente con agua. Además el baño ha de ser asequible para todos, de ahí
la abundancia de hammän públicos.
Asimismo
se perfumaba el interior de las mansiones e incluso de las mezquitas, mediante
braseros o pebeteros, donde quemaban maderas olorosas (agálocos indios o sándalos)
o resinas aromáticas y sustancias animales aromáticas, como el incienso, la
mirra, el ámbar gris y el almizcle. Todos ellos productos de importación
procedente de Oriente.
Entre
los andalusíes se consideraba que los perfumes tonificaban el cerebro y los órganos
sensoriales. Había perfumes indicados para cada época del año.
- Según ibn Sur, los
perfumes que debían usarse en el invierno eran: almizcle, algalias, polvo
de clavo, áloe indio, ámbar y aceite de jazmín. Además perfumes de
incienso, almaciga, sandáraca, ajenjo, y flores de mirto.
“Para
temperamentos flemáticos, el medico Ibn al-Jatib recomendaba en invierno
perfumes muy calidos, como el castóreo con
almizcle de Tibet y algalia aromática, y los que denominaba
“medicamentos indios”: perfumes elaborados con clavo, nuez moscada, valeriana,
juncia, estrombo, ámbar, o beleño. Igualmente aconsejaba inhalar aguas aromáticas
de flores muy calidas como la rosa blanca o almizclada, el jazmín, la flor de
azahar, el alheli, narciso, lirio, camomila y otras semejantes.”
- Los perfumes apropiados para la primavera (época ya
de por si aromática, debido a la floración) eran preferentemente el
almizcle y las algalias. Los expertos también recomendaban para esta
estación del año las inhalaciones de flores aromáticas, como la flor de
azahar, de toronja, alheli, narciso, valeriana, lirio, jazmín, malvavisco,
menta, serpol, albahaca, y los perfumes de almizcle, ámbar, incienso,
almácija,. Y madera india.
- Los perfumes
indicados para el verano eran, Polvo de musgo y sándalo, preparados con
agua de rosas, y agua de manzana, según Ib, Sur, era el más adecuado para
el verano, si se mezclaba ademas con un poco de alcanfor y los polvos de
musgo y sándalo. Para refrigerar y
perfumar los ambientes calurosos se empleaban abanicos de arpillera
empapados en agua en agua de rosas, sándalo, alcanfor y vinagre, mientras
que los suelos de las estancias se cubrían de hojas de mirto, vid, caña,
papiro y tamarisco.
- En el otoño, los
perfumes más adecuados eran de agua de rosas, y el agua de manzana aromática,
siempre que esta se mezclase con un poco de zumo agraz no endulzado... Ibn al- Jatib recomendaba para el otoño
inhalar sustancias calidas aromáticas, como el ámbar, el almizcle, la
algalia (compuesto por almizcle, ámbar y óleo beleño) y perfumarse con
agua de flores y plantas aromáticas, como el jazmín, las albahacas o el
toronjil. También aconsejaba inhalaciones de cáscara de toronja así como
manzanas de olor y membrillos dulces.
Para
cuidar los dientes, se aplicaba un dentífrico compuesto de corteza de raíz de
nogal, cocida en agua hasta que se consumía el líquido, agregando sandáraca
india, clavo y cilantro machacados. Con esta pasta se frotaban los dientes en
el dedo índice, mediante suave masaje, y se enjugaba la boca con agua tibia o con una cocción de juncia.
Otro
de los dentrificos recomendados se elaboraba a base de rosas, cáscara de
granada, simiente de acedera, y simiente de
mastuerzo, triturados con hojas de cidra seca.
Los
andalusíes se preocupaban mucho de su aliento, buscando que estuviera siempre
perfumado; la cantidad de recetas para combatir el mal aliento que se descubre
en los recetarios médicos consultados lo revela como una autentica estadística.
Para
el cuidado corporal, en general, se utilizaban distintos tipos de aceites que producían
los siguientes efectos.
- Aceite de habas y
altramuces para eliminar verrugas.
- El aceite de
almendras servia para los cuidados del rostro al tiempo que para masajes
faciales y corporales, hidratando la piel
- El aceite de rosas tonificaba
los miembros y hacia desaparecer la fatiga.
- El aceite de
manzanilla para relajar los miembros.
- El aceite de
nenúfar, tras el baño, era muy beneficiosos, pues mediante su aplicación
se hidrataba el cuerpo, dando somnolencia.
- El aceite de jazmín
perfumaba y relajaba
- El aceite de
narciso era suave y aromático y su aplicación servia para relajar los
nervios.
Los
ojos se lavaban con agua de rosas al despertarse. Además, se preparaban
distintos colirios para conservarlos sanos:
- Colirio de mirra y
oro puro
- Colirio simple de
madreperla marina con agua de rosas
- Colirio de agua de rosas
con zumo de hinojo silvestre.
Para
dar más brillo a la mirada y aclarar los ojos, se usaba una mezcla de antimonio
y oro, con un poco de almizcle.
Para
cuidar y mantener el buen aspecto de las uñas, se empleaba alheña y manteca de
vaca.
Los
cabellos se conservaban sanos frotándolos con hojas de añil, alheña o aceite
dulce de oliva. Para eliminar la caspa se aplicaba sobre el cabello un emplasto
de alheña y vinagre; también se podía lavar la cabeza con una cocción de lirio.
Para
la limpieza del cutis y de la epidermis en general, se utilizaba una mezcla de
goma arábiga, simiente de sandia, pulpa de simiente de melón, harina de habas, harían
de garbanzos, de altramuz, de cebolla y de arroz; se preparaba la pasta y se le
agregaba un poco de vinagre... Se untaba el cuerpo con ella o se aplicaba una
especie de mascarilla sobre el rostro, después se lavaba con agua tibia.
Con ellos desaparecía toda clase de
pecas y manchas.
Como
hemos podido ver, las aplicaciones botánicas-cosméticas en el mundo andalusí
pueden parecernos hoy de gran actualidad.
Allamah
al- Maÿlisi
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