LA CASA EN AL-ANDALUS
Las viviendas eran un refugio de paz y confort para
todos los miembros de la familia, muy
por encima de lo habitual por entonces en otros lugares del resto de Europa. Casi
todas ellas, tantos las humildes como las de las familias acomodadas,
presentaban una serie de características comunes.
Exteriormente, eran muy sobrias y raramente
expresaban la categoría social el lujo o
las carencias de sus moradores. Hay pocas ventanas y son de reducido tamaño,
eran muy celosos de su intimidad. Suelen estar cubiertas de celosías para
permitir ver sin ser vistos. Debían quedar por encima de los ojos de los transeúntes.
La entrada se presentaba en recodo, con zaguán, para que el patio no pudiera
ser visto desde la calle.
Este patio era el núcleo de distribución de la casa y
el centro de la vida familiar. En él estaba presente el agua en forma de
estanque, fuente o pozo y, por pequeño que fuera, siempre había espacio para
flores y plantas. Cumplía la función de graduar las diferencias térmicas
propias del clima.
Las alcobas, salones y cocina se abrían a dicho
espacio y se distribuían también en torno a la galería superior. Las estancias
no tenían un uso totalmente definido pudiendo la cocina estar situada cerca de
la entrada y era normalmente de
reducidas dimensiones. Los elementos básicos de la misma eran el atanor,
pequeño horno tronco-cónico o cilíndrico excavado en la tierra que funcionaba
con carbón vegetal, y el fogón para cocinar distintos platos cocidos o fritos. El
menaje de cocina y la vajilla se guardaban en arcones o alacenas. Junto a la
cocina, en las casas de las familias acomodadas, se situaba la despensa donde cántaros,
orzas, odres y tinajas contenían las provisiones alimenticias para todo el año.
El mobiliario era sencillo, apenas unos arcones, una
mesa baja de taracea, y algunos altillos y hornacinas en los que depositar algún
que otro libro o un adorno de marfil. De dar calidez al entorno se encargaban
las esteras y alfombras tupidas de lana, mullidos almohadones de seda o lana
bordada y un buen brasero.
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