LA MEZQUITA DE CÓRDOBA
Dijo el Señor de los historiadores (al-Razi) ¡Qué Dios le haya perdonado!
Refirió Ibn Utba de Ubayd Alláh al-Zahrawi que a su vez lo tomó de sus jeques.
Que el lugar (que hoy ocupa) la mezquita de Córdoba era un foso profundo adonde
los cordobeses arrojaban las basuras, animales muertos y carroñas. Y cuando vino
Salomón, hijo de David -¡Para ellos la paz!- al país de al-Andalus, pasó a
Córdoba y se estableció frente a ella, vio aquel foso y lo examinó. Luego le
dijo a los genios: taponad el lugar, lo nivelaremos y construiremos en él un
templo donde se glorifique a Dios el Altísimo’. Y ejecutaron genios lo que les
ordenó el enviado de Dios Sulayman (Salomón). Y cuando acabaron el nivelado
ordenó a ellos que construyeran un templo, y así lo hicieron. Y dispuso que el
templo lo habitaran los hijos de Israel y dispusieron~en ella las reglas (de la
Tora) y de los salmos. Y así quedaron hasta que Dios envió a Isá (Jesús) -¡Sobre
él sea la paz!- y se difundió el cristianismo y se convirtió este templo en una
iglesia para los cristianos -¡Sirvan a Dios Altísimo en ella!- Y leyeron
generaciones hasta que con quistó al al-Andalus el Islam y entró Tariq ben Ziyad
mawlá de Musa ben Nusayr y ordenó la construcción citada en la mitad de aquella
iglesia. Así se hizo, permaneciendo la otra mitad de la iglesia en manos de los
mozárabes ("nasará al-dimma"). Y así continuaron las cosas hasta
gobernó al-Andalus el iman Abd al-Rahmán ben Muawiya al-Dajil, que compró la
segunda mitad de la iglesia y amplió así la mezquita aljama excelsa, invirtiendo
en su construcción cien mil dinares en peso.
Luego realizó ampliación y embellecimiento su hijo Hishám (I) y su
descendiente al-Hakam. Después se realizarían numerosas ampliaciones. Y fueron
nueve arcadas antiguas las que construyó su abuelo Abd al-Rahmán al-Dajil y su
hijo Hishám y quienes les precedieron a ambos de los emires.
Abd al-Rahmán ben al-Hakam amplió una nave de la parte oriental y una nave de
la occidental y decoró once arcos. Elevó sus techos con aparejos magníficos.
Dispuso que la extensión de la nave fuera de 9 codos y medio. Y completó en
siete las puertas de la mezquita aljama, siendo la anchura de cada puerta de
cinco codos. Dispuso que la ampliación, desde el fin de las columnas hasta el
final de la qibla, fuera de 49 codos y que el ancho de las pilastras en la
mezquita fuera de cinco palmos.
Amplió, también, la parte norte de las galerías de las mujeres en 23 columnas
en el año 234 (848-849).
Luego realizó otra ampliación el emir de los creyentes, al-Hakam al-Mustansir
bi-lláh -¡Dios se apiade de él!-, en once naves (balat) y trasladó para
ello el antiguo mirhab hacia el lugar que hoy ocupa, edificándolo con arte y
solidez, decorándole magníficamente. Gastó en ello una gran fortuna. Fabricó
para el mirhab un gran púlpito (mimbar) compuesto de ébano y sándalo rojo y
amarillo, de maderas: al-Naba, Anab, al-Shawhat; y de madera palo brasil
(al-Buqqam). Este alminbar lo construyó en la maqsura.
Luego hubo otras edificaciones, decoraciones en la mezquita sobre lo que
habían edificado los califas en más de la mitad por el hayib al-Mansur ibn Abi
Amir. Comenzó la obra a principios de la luna nueva de rayab del año 384 (11 de
agosto 994), habiendo durado las obras 2 años y medio. Se emplearon en esta
ampliación -¡Apiádese Dios!- los nobles de Galicia y al-Afrany y los temporeros
de los cristianos, todos trabajaron en la obra encadenados con grilletes hasta
que se acabó la construcción. Construyó también el aljibe que recogía las aguas
de lluvia del patio de la mezquita descrita, terminándose todo con gran esmero.
De este modo la mezquita adquirió de largo, con esta ampliación desde la qibla
hasta el costado, 347 codos y de ancho 250 codos. Y la medida de la superficie
de ella era de dos almudes y un cahíz, y otros dicen que la dimensión de la
tierra del recinto es de 11 cahices y tres cahíces de tipo de Córdoba. El número
de naves cubiertas era de 19, el de puertas pequeñas y grandes, de 35, de las
cuales 21 eran grandes y el resto pequeñas. De estas puertas, siete están en el
costado occidental y en el oriental nueve, diez en el lado septentrional y el
resto en el lado sur, donde está la Bah al-Sabat por donde entran los califas a
la mezquita. Las puertas de la mezquita están recubiertas de hojas de cobre
chapeadas de oro.
El número de columnas que soportan el techo y las partes contiguas, el mírhab
y alminar son, entre grandes y pequeñas, 1.409 columnas. De ellas en el interior
de la Maqsura hay 119 columnas. En el exterior e interior del alminar (sawmua)
hay 140 columnas. Soportan el techo de las naves y partes contiguas mil
doscientas cincuenta y tres columnas.
El alminar mide en cada lado 80 palmos (de su cuadrado) y la altura hasta
donde se sitúa el almuédano es de l6() codos. El antiguo alminar tiene 54 codos
de alto y la anchura de cada cuadrado era de 18 codos. El número de escalones
del lado derecho del alminar es de 107 y el del lado izquierdo 110 peldaños. El
número de arañas (lámparas) pequeñas es de 235 y en cada arana (o lámpara) hay
siete calíces (candilejas). El número de lámparas grandes es de 89, de las
cuales hay cinco en el alminar; en la nave de la qibla hay cuatro que
son las más grandes y lleva cada araña siete arrobas de aceite que se consumen
cada noche. En la maqsura cámara hay tres arañas de plata pura y cada una de
ellas lleva 18 libras de aceite.
Y se queman en la mezquita que describimos -¡Dios la devuelva al Islam!- de
aceite cada año en las arañas (lámparas) citadas 1.030 arrobas y de ellas en el
mes de ramadan particularmente arden 500 arrobas en total.
Se hizo en la mezquita un gran mimbar (púlpito) que tenía 1.036
piezas incrustadas; costó cada pieza siete dírham y cada una de ellas hecha con
una clase de madera preciosa, como madera de olor y otras clases. Cada pieza
sujeta con clavos de oro y plata. La cabeza de cada clavo era una estrella con
piedras preciosas. Desde luego no se fabricó en el Islam un mimbar más
bello que él. El número de escalones del mimbar es de 9. Tiene a su
servicio cinco empleados. El costo de su obra fue de 30.750 dinares y 3
dirham.
El número de servidores, guardianes y almuédanos en la mezquita en tiempos de
los califas y en los días del hayib al-Mansur ibn Abí Amir era de 300
hombres. En los días de la fitna dicha cifra quedó en 87 hombres.
No hay en al-Andalus ni en país del Islam mezquita más grande que ella.
Y se labró en la cúpula que está en medio de la mezquita una lámpara
(turaya) enorme de un diámetro de 50 palmos con 1.084 copas
(candilejas), revestida toda ella de oro. Y sustentaban las lámparas de la
mezquita. entre grandes y pequeñas, las que están en las cúpulas (bóvedas) y las
que están delante de las puertas, 1.058 candilejas y en cada una de ellas unos
ganchos de plomo en cada punta, pesando los velones de plomo 14 arrobas.
Se colocaron en lo más alto del alminar tres granadas con un diámetro cada
una de tres palmos y medio, siendo dos de ellas de oro y tres (sic) de plata
delante de ellas dos. Sobre ellas una azucena hexagonal, terminando todo con una
granada pequeña de oro en la punta del mástil o lanza, lo cual constituye una de
las maravillas de la tierra.
De las (referidas) puertas de la mezquita, una de ellas es sólo para entrar
las mujeres y ella de las puertas ....
Tiene esta mezquita citada una habitación del púlpito (mimbar) un ejemplar
del (Corán) del emir de los creyentes Utman ben Affan -¡Dios se apiade de él!-,
escrito de su puño y letra. El cual tiene adornos de oro, perlas y jacintos.
Tiene una envoltura brocada y está colocado sobre un sillón de madera de olor
con clavos de oro.
Había dispuesto para la mezquita cada viernes una libra de madera de áloe y
una libra de ámbar para fumigar la mezquita.
Se construyeron hacia los costados oriental, occidental y septentrional, tres
cisternas y en cada cisterna 20 habitaciones para uso de los feligreses. En el
patio un aljibe y en medio de él un surtidor de agua de veneros. Y se acabó todo
esto con solidez y perfección en el año 390 (13 de diciembre 999 al 1 de
diciembre 1000).www.webislam.com
La construcción más espléndida de Córdoba, la Gran Mezquita, fue encargado por
el emir 'Abd ar-Rahmaán I en el año 785, tras haber escogido Córdoba como
capital del califato. Se construyó en el terreno de la iglesia de San Vicente,
cuyos cimientos se descubrieron al hacerse excavaciones en el interior de la
mezquita en la década de 1930. Hacia el 785 se inició la construcción de la
mezquita, cuya situación en las proximidades del Guadalquivir, al final del
antiguo puente (hoy restaurado) no sólo se aprovechaba de las redes de
comunicaciones ya existente, sino que daba testimonio del respeto por la
herencia visigoda de la ciudad. Efectivamente, se cuenta que en las cercanía de
la mezquita, colindante con el distrito eclesiástico de San Vicente, se encontró
un palacio visigodo, que 'Abd ar-Rahman I convirtió en su residencia. Los
centros espiritual y político del nuevo emirato quedaban ¡de esta manera uno al
lado del otro y unidos de forma inseparable. Los trabajos de edificación de la
construcción originaria de la Gran Mezquita de Córdoba debieron de durar sólo un
año. Esto se explica por el deseo y el apremio personales del emir por construir
una mezquita digna que estuviera a la altura de la importancia metropolitana de
Córdoba y porque en su construcción se utilizaron expolios de antiguas
construcciones romanas y visigodas.
La mezquita de Córdoba consta de
una sala para realizar el salat y un patio abierto. La circunstancia de que el
patio sea casi tan grande como la sala del salat se explica porque
originariamente los creyente se reunían en el patio para hacer el salat cuando
la sala ya estaba llena. La sala del salat de la Gran Mezquita de Córdoba, con
una extensión de 79,02 por 42,21 metros, tenía once naves perpendiculares a la
pared de la qibla La nave central, que está orientada hacia el mihrab, mide 7,85
metros de anchura, casi un metro más que las restantes naves laterales, que tan
sólo miden 6,86 metros. Esta acentuación de la nave central realza el eje
longitudinal de la mezquita, que está orientado al mihrab. Por este motivo se
habla de un tipo de mezquita "dirigida hacia el mihrab". La nave central no sólo
es más ancha que las naves restantes, sino que además está ligeramente elevada,
lo que se aprecia especialmente en el aspecto exterior, sobre todo si se observa
la mezquita desde la vecina torre de la catedral. La mezquita de al-Aqsa de
Jerusalén, cuya construcción se inició en el año 715, de modo que es 70 años más
vieja que la construcción originaria de Córdoba, presenta una disposición
similar. Está igualmente concebida como un espacio formado por varias naves con
una nave central claramente más ancha que desemboca axialmente en el mihrab. A
pesar de todo, la Gran Mezquita de Córdoba llegó a dar forma a un tipo propio de
planta, que preveía una sala con once naves, distinto de los que se pueden
apreciar en las primeras mezquitas conservadas hasta hoy. El tamaño de la sala
del salat se debe no sólo a la importancia de la mezquita como centro espiritual
del reino islámico occidental, sino también a la extensión de la ciudad y a su
elevado número de habitantes, que hacía necesaria la construcción de una sala
para la realización del salat, grande y con varias naves.
En la edificación originaria
(785-786) se renunció a la construcción de un alminar. Según fuentes islámicas
se llamaba al salat desde la torre de un cercano palacio visigodo, entonces
utilizado como sede del gobierno.
En un principio la mezquita
debía de tener cuatro entradas, una de las cuales, la puerta de los Visires (Bab
al-Wazara), se ha conservado casi inalterada en la fachada occidental. Esta
puerta data del año 786, según una inscripción del dintel. Esta puerta, llamada
hoy día puerta de San Esteban por la capilla de San Esteban, situada enfrente,
permitía acceder directamente a la mezquita a los funcionarios de la corte desde
el palacio gubernamental, situado justo delante.www.musulmanesandaluces.org
La Mezquita de Córdoba se construyó entre 786 y 988 en cuatro fases, y fue consagrada como catedral en 1236. Joya del arte hispano-musulmán, la Mezquita, con sus columnas, arcos dobles y mosaicos bizantinos, es el ejemplo principal del patrimonio que el califato Omeya ha dejado en la península Ibérica. Hoy en día, en el centro del catedral, se alza una capilla mayor y crucero gótico-renacentistas del siglo XVI, y por los muros exteriores se encuentran numerosas capillas.
Abd-al-Rahman I (natural de Damasco, de la familia de los califas omeyas) para vencer su nostalgia y engrandecer su nueva ciudad, inicio la construcción de la que debería perdurar durante los siglos como la obra maestra de la arquitectura musulmana de occidente: la gran mezquita.
“Dícese de la Sala Hipóstila, núcleo original de la Mezquita de Córdoba, que no
poseía altar ni mihrab, era tan sólo un primer bosque de columnas. ¿A qué dios
se adoraba aquí, puesto que ni iglesia ni mezquita era? Es posible que a un dios
sin nombre, sin figura, un dios uno, infinito y eterno. Las columnas, en tal
caso, representarían el sensorio de dios y su utilidad fuera entonces provocar
el concepto –sin principio ni fin- de tal divinidad unitaria, esto es, perderse,
extraviarse en su seno, de manera que a través del vértigo se accediese al
recogimiento interior, y al éxtasis en ocasiones. Ninguna imagen a la que
acudir, ninguna referencia antropomórfica a la que aferrarse, puro átomo el ser
humano en el continuum del universo, polarización del dios mismo... ¿existe
alguna forma más abstracta, y por lo tanto menos contaminada, de espiritualidad?
Dadas estas características, resulta que ante el Mihrab de la Mezquita de Córdoba y ante cualquier mirad puede pararse a orar cualquier persona, sea su elección de camino hacia Dios el que sea.
Dadas estas características, resulta que ante el Mihrab de la Mezquita de Córdoba y ante cualquier mirad puede pararse a orar cualquier persona, sea su elección de camino hacia Dios el que sea.
La
Gran Mezquita Aljama de Córdoba, comenzada en 786 por Abd al-Rahman I, fue la expresión máxima del arte islámico en España
y la mezquita más importante de Occidente. Almanzor dió los últimos toques a la
Mezquita Aljama en 988 con su enorme expansión hacia el este. Fue el principal lugar de oración de los gobernantes
de Al-Andalus y una muestra de su poder político y económico
Bastaría
entrar en el recinto primitivo de la mezquita de Córdoba para formarnos una
idea sintética de lo que fue la cultura musulmana de los primeros siglos de
Al-Andalus: los arcos de herradura, heredados de la arquitectura visigoda se
desdoblan sobre un bosque de columnas de mármol en múltiple sensación de fuerza, de elegancia y de ligereza. En una
de las naves, un pedestal visigodo convertido en pila de abluciones.
Es
curioso ir descubriendo como la mezquita se construye un arte propio musulmán a
partir de las estructuras anteriores y del despiece sistemático de otros
edificios pertenecientes al inmediato pasado de España.
El numero de columnas que soportan el techo y las partes contiguas, el mirhab y alminar son entre grandes y pequeñas 1.409 columnas. De ellas en el interior de la Maqsura hay 119 columnas. En el exterior e interior del alminar (sawmua) hay 140 columnas. Soportan el techo de las naves y partes contiguas mil doscientas cincuenta y tres columnas.
Los
capiteles formaron posiblemente parte de villas romanas, igual que las columnas
que los sostienen, la mezquita se adapto como se adaptan las piezas de un
rompecabezas. Los capiteles romanos se mezclan con los visigodos y lo
extraordinario del caso es como con esa amalgama de elementos dispares pudo
alcanzarse una obra tan maravillosamente armónica. Pero la mezquita de Córdoba
también es un símbolo de creencias encontradas.
El numero de naves cubiertas era de 19, el de puertas pequeñas y grandes 35, de las cuales 21 eran grandes y el resto pequeñas. De estas puertas, siete estan en el costado occidental y en el oriental nueve, diez en el lado septentrional y el resto en el lado sur, donde esta Bah al-Sabat por donde entran los Califas a la mezquita. Las puertas de la mezquita estan recubiertas de hojas de cobre chapeadas de oro.
La
práctica de la religión cristiana no se prohíbe en Al-Andalus. Lo ordena el
Coran: no hagáis violencia a los hombres a causa de su fe. Y, así, los
cristianos pueden ejercer sus creencias con solo pagar determinados impuestos y
someterse a un estricto código civil y penal. Solo serán castigados quienes
atenten de un modo u otro contra la religión de Mahoma.
El efecto que produce el espacio interior de la Gran Mezquita de Córdoba se ve
acentuado por la iluminación, que sin embargo no transmite una impresión del
espacio original. En un principio hay que decir que las arcadas de la fachada
del patio estaban abiertas de tal manera que la luz entraba en la sala de la
realización del salat desde el patio abierto que está situado justo enfrente de
la mezquita, sumergiéndola en un cálido y fascinante brillo. Como el suelo
estaba cubierto de alfombras, no importaba que las columnas (de procedencia
romanas o visigóticas), debido a su diferente altitud, estuvieran profundamente
enterradas en el suelo. Llama la atención que en la nave central sólo se
utilizaran columnas rojas, con lo que se acentuaba el eje longitudinal orientado
hacia el mihrab, mientras que en las naves laterales se alternaban columnas de
mármol negras y rojas. Los capiteles de la mezquita merecen una especial
atención. En la construcción originaria generalmente se utilizaron capiteles de
tipo corintio. Pero también se aprecian capiteles visigodos e incluso,
aisladamente, piezas procedentes del Mediterráneo oriental. Los capiteles
visigodos se diferencias de los romanos por su relieve plano y por su
simplificación esquemática de las formas vegetales, que se reduce a veces a
puros trazos geométricos. Los capiteles de mayor calidad se encuentran en la
nave central, del tal modo que el eje central también se realza mediante una
disposición especial de los capiteles.
El hijo de 'Abd ar-Rahmán I, Hisham I, ordenó por primera vez en el año 793, la
construcción de un alminar. Éste debió de estar situado en la pared norte de la
mezquita, si bien no se ha conservado ningún resto arqueológico del mismo. Y
tampoco se hicieron grandes modificaciones hasta mediados del siglo
IX.
La extraordinaria importancia de
la Gran Mezquita de Córdoba no se atribuye sólo a que era la mezquita principal
de la ciudad, sino también a la estrecha unión del poder terrenal y el
espiritual, que la convirtió en centro cultural del reino. No servía tan sólo de
punto de encuentro para hacer el salat, sino que en ella también se discutían
las leyes que una vez aprobadas, tenían carácter obligatorio para todo el mundo
islámico occidental. Todo gobernante que quisiera manifestar el vínculo que lo
unía a Abd ar-Rahmán I para legitimar su poder, debía mostrar también un gran
respeto por la mezquita fundada por él, respeto que podía expresarse en
generosas donaciones, en la construcción de un alminar o incluso en la
edificación de un anexo.
Esto también explica por qué se
siguió trabajando en la Gran Mezquita de Córdoba durante siglos, prácticamente
hasta la decadencia del califato.www.musulmanesandaluces.org
En
conclusión cuando uno abandona el Patio de los Naranjos y penetra en la
Mezquita de Córdoba por el gran arco de herradura que encuadra su entrada
principal, se encuentra de repente ante unas vistas insospechadas. Descubren
sus ojos un bosque de columnas plantadas de modo simétrico. Sobrecogido por una
atracción poderosa que le obliga a ir mas adelante, queda sorprendido por una
atracción poderosa que le obliga a ir mas adelante, queda sorprendido desde los
primeros pasos por el aliento de un soplo extraordinario, como si le rozara la
cara el alma de este templo misterioso. A pesar suyo, he aquí que se siente arrastrado hacia un mundo
desconocido, el cual podría extraviar al irreflexivo, pero que fascina al espíritu
sensible y advertido. Desconcertado, pronto comprende su incapacidad para
establecer asociaciones de ideas entre estas impresiones tan fuertemente
sentidas y su experiencia visual o el
recuerdo de sus lecturas. Mas o menos inconsciente según su agudeza, percibe que no puede anudar
relación alguna entre lo que contempla y las obras maestras de las
civilizaciones antiguas de las cuales conserva en su memoria una visión
indeleble: el Panteón, Santa Sofía, las góticas catedrales….Acostumbrado desde
la infancia a calcular las dimensiones
de un edificio desde su entrada con una mirada sencilla, en una intuición rápida,
nos damos cuenta de nuestra impotencia para medir el alcance de lo que uno esta viendo,
Si nos adelantamos, huyen las columnas y persiguiéndose se esfuman en el
horizonte. En parte alguna descansa la vista para fijar su límite. Ninguna geometría
euclidiana puede satisfacer su sentido del tacto. Nos rodea el infinito por
doquier, pues por todos lados se presenta la misma imagen, como reflejada por
espejos múltiples.
Decido
entonces, enfrentarme con los fustes que le asedian por cualquier
parte. De estilo toscazo, en general de mármol blanco y liso, algunos en ónice, a veces con formas salomónicas o
entorchadas, su similar altura y la elegancia de su porte dan un parecido ademán
a las calles que abren ante sus ojos. Aprecio
inmediatamente que son diferentes los
capiteles, debido sin duda a orígenes distintos. Levanto los ojos y
percibo que sostienen arcos de herraduras que se persiguen de columna en
columna, en gesto gracioso y frívolo, sin ninguna utilidad aparente, cuando en
realidad sirven de armazón para sostener el demasiado frágil conjunto.
“Dícese de la Sala Hipóstila, núcleo original de la Mezquita de Córdoba, que no poseía altar ni mihrab, era tan sólo un primer bosque de columnas. ¿A qué dios se adoraba aquí, puesto que ni iglesia ni mezquita era? Es posible que a un dios sin nombre, sin figura, un dios uno, infinito y eterno. Las columnas, en tal caso, representarían el sensorio de dios y su utilidad fuera entonces provocar el concepto –sin principio ni fin- de tal divinidad unitaria, esto es, perderse, extraviarse en su seno, de manera que a través del vértigo se accediese al recogimiento interior, y al éxtasis en ocasiones. Ninguna imagen a la que acudir, ninguna referencia antropomórfica a la que aferrarse, puro átomo el ser humano en el continuum del universo, polarización del dios mismo... ¿existe alguna forma más abstracta, y por lo tanto menos contaminada, de espiritualidad?
Dadas estas características, resulta que ante el Mihrab de la Mezquita de Córdoba y ante cualquier mirad puede pararse a orar cualquier persona, sea su elección de camino hacia Dios el que sea.
Dadas estas características, resulta que ante el Mihrab de la Mezquita de Córdoba y ante cualquier mirad puede pararse a orar cualquier persona, sea su elección de camino hacia Dios el que sea.
Mas
alto aun, por encima de los contrafuertes sobre los cuales se apoyan los arcos
de herradura, se yerguen ligeros pilares. Mantienen una segunda fila de arcos,
estos de medio punto, que soportan en la penumbra las vigas del techo y la carpintería
de la techumbre. La ligereza producida por las piedras blancas alternando con
ladrillos rojos del mismo espesor para componer en dos colores los arcos de
herradura, la curva extremada de sus formas, la visión aérea de los dobles
arcados produce una impresión inimaginable.
Asombrado
nos adelantamos por el bosque sagrado. Me
detengo en las partes reservadas del santuario. Y, a menos que la interferencia
nos traicione nuestra insensibilidad por
las maravillas de arte y por los placeres con los cuales enriquecen el espíritu,
no sabría en un principio expresar mi
admiración. Solo en mis labios una palabra: ¡Que extraño! En mi sorpresa, al
punto surgirá del más hondo de mi conciencia una idea: ¡En fin! He aquí es
Oriente encantador, inaccesible, mágico. Quedo abstraído de mis menesteres
cotidianos ya que me siento impulsado a
nuestro occidente por la manía de filosofar. Reacciono ante la magia del espectáculo,
en dulce sueño perderé mi pensamiento con una mirad extraviada por entre las
columnas.
¡Que
placer el poder alcanzar esta mística del Islam! ¿Tan misteriosa no la sentirían
los creyentes al abandonar sus babuchas para penetrar en la Mezquita, como en
lo suyo ocurre al bautizado cuando entra en una catedral, cabeza descubierta? Mas
en verdad, quedo estas preguntas sin respuestas inmediata, insensiblemente se
le ocurrirán otros pensamientos y el recuerdo de los árabes se entremezclaran
insensiblemente en el flujo de mis asociaciones mentales, sueltas ya con toda
libertad. Y así, después de haber
recordado con escolar dictamen la hazaña
de Carlos Martel que al fin y al cabo había detenido la oleada arábiga, no podré menos que sentir cierta admiración
por esta gente que a pesar de todo había emprendido grandes empresas. Recordé
los ejércitos sarracenos, conquistadores de medio mundo, cuyos descendientes se
habían asentado en estas tierras del Andalus que tan gran civilización les
debemos. Emocionado y acaso aturdido, quizás no se me pasara por la cabeza que también la Bética
había sido el teatro de otra civilización y cuna de emperadores romanos,
y que Córdoba, la ciudad de la Mezquita, lo había sido antes de los Sénecas y
de los Lucanos.
Mas,
¡Cuan suspenso he quedado y como me sentiría si alguien me interrumpía en mi
momento onírico y me hubiera susurrado al oído que era ya hora de despertar! Pues no habían
conquistado los, árabes esta ciudad y, con certeza, jamás construido este
maravilloso monumento. Era la impronta en mi cerebro de una enseñanza arcaica. Así,
el mito de una soberbia caballería, arábiga en cuanto al jinete y a la cabalgadura,
avanzando cual simún en una nube de polvo, queda todavía fuertemente grabado en
los espíritus, aunque hoy día algo descolorido por un preciso conocimiento de
la historia. Hasta nuestros trabajos, siguiendo a los analistas, musulmanes y a
los cronicones cristianos se había creído sin reparo alguno en la existencia de
esta nube de langostas que se había abatido sobre Occidente. Como de acuerdo con este criterio habían traído
dichos nómadas los elementos de una civilización que posteriormente se había
desarrollado de modo sorprendente en el sur de la península, no suscitaba la
Mezquita de Córdoba problema alguno. Ningún misterios traslucía, lo que llamaba
mi atención era el repentino contacto con el Islam, desconocido de los
occidentales. Pertenecía al arte oriental la extraña belleza de tan sorprendente
monumento y a la religión de Mahoma, el encanto místico que desprendía.. Aunque
la historia demuestra que los arcos d herradura no habían sido traído de
Oriente por los árabes invasores. De todas maneras al salir queda uno pensativo
en la gran obra y maravilla que nos legaron los árabes. (2)
(2) Ignacio Olague
y otros
Fotografia. J. Entrenas (no todas)
Y otros
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