martes, 3 de enero de 2012

Historia de los musulmanes en al-Ándalus. La mezquita de Córdoba



LA MEZQUITA DE CÓRDOBA

Dijo el Señor de los historiadores (al-Razi) ¡Qué Dios le haya perdonado! Refirió Ibn Utba de Ubayd Alláh al-Zahrawi que a su vez lo tomó de sus jeques. Que el lugar (que hoy ocupa) la mezquita de Córdoba era un foso profundo adonde los cordobeses arrojaban las basuras, animales muertos y carroñas. Y cuando vino Salomón, hijo de David -¡Para ellos la paz!- al país de al-Andalus, pasó a Córdoba y se estableció frente a ella, vio aquel foso y lo examinó. Luego le dijo a los genios: taponad el lugar, lo nivelaremos y construiremos en él un templo donde se glorifique a Dios el Altísimo’. Y ejecutaron genios lo que les ordenó el enviado de Dios Sulayman (Salomón). Y cuando acabaron el nivelado ordenó a ellos que construyeran un templo, y así lo hicieron. Y dispuso que el templo lo habitaran los hijos de Israel y dispusieron~en ella las reglas (de la Tora) y de los salmos. Y así quedaron hasta que Dios envió a Isá (Jesús) -¡Sobre él sea la paz!- y se difundió el cristianismo y se convirtió este templo en una iglesia para los cristianos -¡Sirvan a Dios Altísimo en ella!- Y leyeron generaciones hasta que con quistó al al-Andalus el Islam y entró Tariq ben Ziyad mawlá de Musa ben Nusayr y ordenó la construcción citada en la mitad de aquella iglesia. Así se hizo, permaneciendo la otra mitad de la iglesia en manos de los mozárabes ("nasará al-dimma"). Y así continuaron las cosas hasta gobernó al-Andalus el iman Abd al-Rahmán ben Muawiya al-Dajil, que compró la segunda mitad de la iglesia y amplió así la mezquita aljama excelsa, invirtiendo en su construcción cien mil dinares en peso.
Luego realizó ampliación y embellecimiento su hijo Hishám (I) y su descendiente al-Hakam. Después se realizarían numerosas ampliaciones. Y fueron nueve arcadas antiguas las que construyó su abuelo Abd al-Rahmán al-Dajil y su hijo Hishám y quienes les precedieron a ambos de los emires.
Abd al-Rahmán ben al-Hakam amplió una nave de la parte oriental y una nave de la occidental y decoró once arcos. Elevó sus techos con aparejos magníficos. Dispuso que la extensión de la nave fuera de 9 codos y medio. Y completó en siete las puertas de la mezquita aljama, siendo la anchura de cada puerta de cinco codos. Dispuso que la ampliación, desde el fin de las columnas hasta el final de la qibla, fuera de 49 codos y que el ancho de las pilastras en la mezquita fuera de cinco palmos.
Amplió, también, la parte norte de las galerías de las mujeres en 23 columnas en el año 234 (848-849).
Luego realizó otra ampliación el emir de los creyentes, al-Hakam al-Mustansir bi-lláh -¡Dios se apiade de él!-, en once naves (balat) y trasladó para ello el antiguo mirhab hacia el lugar que hoy ocupa, edificándolo con arte y solidez, decorándole magníficamente. Gastó en ello una gran fortuna. Fabricó para el mirhab un gran púlpito (mimbar) compuesto de ébano y sándalo rojo y amarillo, de maderas: al-Naba, Anab, al-Shawhat; y de madera palo brasil (al-Buqqam). Este alminbar lo construyó en la maqsura.
Luego hubo otras edificaciones, decoraciones en la mezquita sobre lo que habían edificado los califas en más de la mitad por el hayib al-Mansur ibn Abi Amir. Comenzó la obra a principios de la luna nueva de rayab del año 384 (11 de agosto 994), habiendo durado las obras 2 años y medio. Se emplearon en esta ampliación -¡Apiádese Dios!- los nobles de Galicia y al-Afrany y los temporeros de los cristianos, todos trabajaron en la obra encadenados con grilletes hasta que se acabó la construcción. Construyó también el aljibe que recogía las aguas de lluvia del patio de la mezquita descrita, terminándose todo con gran esmero. De este modo la mezquita adquirió de largo, con esta ampliación desde la qibla hasta el costado, 347 codos y de ancho 250 codos. Y la medida de la superficie de ella era de dos almudes y un cahíz, y otros dicen que la dimensión de la tierra del recinto es de 11 cahices y tres cahíces de tipo de Córdoba. El número de naves cubiertas era de 19, el de puertas pequeñas y grandes, de 35, de las cuales 21 eran grandes y el resto pequeñas. De estas puertas, siete están en el costado occidental y en el oriental nueve, diez en el lado septentrional y el resto en el lado sur, donde está la Bah al-Sabat por donde entran los califas a la mezquita. Las puertas de la mezquita están recubiertas de hojas de cobre chapeadas de oro.
El número de columnas que soportan el techo y las partes contiguas, el mírhab y alminar son, entre grandes y pequeñas, 1.409 columnas. De ellas en el interior de la Maqsura hay 119 columnas. En el exterior e interior del alminar (sawmua) hay 140 columnas. Soportan el techo de las naves y partes contiguas mil doscientas cincuenta y tres columnas.
El alminar mide en cada lado 80 palmos (de su cuadrado) y la altura hasta donde se sitúa el almuédano es de l6() codos. El antiguo alminar tiene 54 codos de alto y la anchura de cada cuadrado era de 18 codos. El número de escalones del lado derecho del alminar es de 107 y el del lado izquierdo 110 peldaños. El número de arañas (lámparas) pequeñas es de 235 y en cada arana (o lámpara) hay siete calíces (candilejas). El número de lámparas grandes es de 89, de las cuales hay cinco en el alminar; en la nave de la qibla hay cuatro que son las más grandes y lleva cada araña siete arrobas de aceite que se consumen cada noche. En la maqsura cámara hay tres arañas de plata pura y cada una de ellas lleva 18 libras de aceite.
Y se queman en la mezquita que describimos -¡Dios la devuelva al Islam!- de aceite cada año en las arañas (lámparas) citadas 1.030 arrobas y de ellas en el mes de ramadan particularmente arden 500 arrobas en total.
Se hizo en la mezquita un gran mimbar (púlpito) que tenía 1.036 piezas incrustadas; costó cada pieza siete dírham y cada una de ellas hecha con una clase de madera preciosa, como madera de olor y otras clases. Cada pieza sujeta con clavos de oro y plata. La cabeza de cada clavo era una estrella con piedras preciosas. Desde luego no se fabricó en el Islam un mimbar más bello que él. El número de escalones del mimbar es de 9. Tiene a su servicio cinco empleados. El costo de su obra fue de 30.750 dinares y 3 dirham.
El número de servidores, guardianes y almuédanos en la mezquita en tiempos de los califas y en los días del hayib al-Mansur ibn Abí Amir era de 300 hombres. En los días de la fitna dicha cifra quedó en 87 hombres.
No hay en al-Andalus ni en país del Islam mezquita más grande que ella.
Y se labró en la cúpula que está en medio de la mezquita una lámpara (turaya) enorme de un diámetro de 50 palmos con 1.084 copas (candilejas), revestida toda ella de oro. Y sustentaban las lámparas de la mezquita. entre grandes y pequeñas, las que están en las cúpulas (bóvedas) y las que están delante de las puertas, 1.058 candilejas y en cada una de ellas unos ganchos de plomo en cada punta, pesando los velones de plomo 14 arrobas.
Se colocaron en lo más alto del alminar tres granadas con un diámetro cada una de tres palmos y medio, siendo dos de ellas de oro y tres (sic) de plata delante de ellas dos. Sobre ellas una azucena hexagonal, terminando todo con una granada pequeña de oro en la punta del mástil o lanza, lo cual constituye una de las maravillas de la tierra.
De las (referidas) puertas de la mezquita, una de ellas es sólo para entrar las mujeres y ella de las puertas ....
Tiene esta mezquita citada una habitación del púlpito (mimbar) un ejemplar del (Corán) del emir de los creyentes Utman ben Affan -¡Dios se apiade de él!-, escrito de su puño y letra. El cual tiene adornos de oro, perlas y jacintos. Tiene una envoltura brocada y está colocado sobre un sillón de madera de olor con clavos de oro.
Había dispuesto para la mezquita cada viernes una libra de madera de áloe y una libra de ámbar para fumigar la mezquita.
Se construyeron hacia los costados oriental, occidental y septentrional, tres cisternas y en cada cisterna 20 habitaciones para uso de los feligreses. En el patio un aljibe y en medio de él un surtidor de agua de veneros. Y se acabó todo esto con solidez y perfección en el año 390 (13 de diciembre 999 al 1 de diciembre 1000).www.webislam.com
La construcción más espléndida de Córdoba, la Gran Mezquita, fue encargado por el emir 'Abd ar-Rahmaán I en el año 785, tras haber escogido Córdoba como capital del califato. Se construyó en el terreno de la iglesia de San Vicente, cuyos cimientos se descubrieron al hacerse excavaciones en el interior de la mezquita en la década de 1930. Hacia el 785 se inició la construcción de la mezquita, cuya situación en las proximidades del Guadalquivir, al final del antiguo puente (hoy restaurado) no sólo se aprovechaba de las redes de comunicaciones ya existente, sino que daba testimonio del respeto por la herencia visigoda de la ciudad. Efectivamente, se cuenta que en las cercanía de la mezquita, colindante con el distrito eclesiástico de San Vicente, se encontró un palacio visigodo, que 'Abd ar-Rahman I convirtió en su residencia. Los centros espiritual y político del nuevo emirato quedaban ¡de esta manera uno al lado del otro y unidos de forma inseparable. Los trabajos de edificación de la construcción originaria de la Gran Mezquita de Córdoba debieron de durar sólo un año. Esto se explica por el deseo y el apremio personales del emir por construir una mezquita digna que estuviera a la altura de la importancia metropolitana de Córdoba y porque en su construcción se utilizaron expolios de antiguas construcciones romanas y visigodas.


La mezquita de Córdoba consta de una sala para realizar el salat y un patio abierto. La circunstancia de que el patio sea casi tan grande como la sala del salat se explica porque originariamente los creyente se reunían en el patio para hacer el salat cuando la sala ya estaba llena. La sala del salat de la Gran Mezquita de Córdoba, con una extensión de 79,02 por 42,21 metros, tenía once naves perpendiculares a la pared de la qibla La nave central, que está orientada hacia el mihrab, mide 7,85 metros de anchura, casi un metro más que las restantes naves laterales, que tan sólo miden 6,86 metros. Esta acentuación de la nave central realza el eje longitudinal de la mezquita, que está orientado al mihrab. Por este motivo se habla de un tipo de mezquita "dirigida hacia el mihrab". La nave central no sólo es más ancha que las naves restantes, sino que además está ligeramente elevada, lo que se aprecia especialmente en el aspecto exterior, sobre todo si se observa la mezquita desde la vecina torre de la catedral. La mezquita de al-Aqsa de Jerusalén, cuya construcción se inició en el año 715, de modo que es 70 años más vieja que la construcción originaria de Córdoba, presenta una disposición similar. Está igualmente concebida como un espacio formado por varias naves con una nave central claramente más ancha que desemboca axialmente en el mihrab. A pesar de todo, la Gran Mezquita de Córdoba llegó a dar forma a un tipo propio de planta, que preveía una sala con once naves, distinto de los que se pueden apreciar en las primeras mezquitas conservadas hasta hoy. El tamaño de la sala del salat se debe no sólo a la importancia de la mezquita como centro espiritual del reino islámico occidental, sino también a la extensión de la ciudad y a su elevado número de habitantes, que hacía necesaria la construcción de una sala para la realización del salat, grande y con varias naves.
En la edificación originaria (785-786) se renunció a la construcción de un alminar. Según fuentes islámicas se llamaba al salat desde la torre de un cercano palacio visigodo, entonces utilizado como sede del gobierno.
En un principio la mezquita debía de tener cuatro entradas, una de las cuales, la puerta de los Visires (Bab al-Wazara), se ha conservado casi inalterada en la fachada occidental. Esta puerta data del año 786, según una inscripción del dintel. Esta puerta, llamada hoy día puerta de San Esteban por la capilla de San Esteban, situada enfrente, permitía acceder directamente a la mezquita a los funcionarios de la corte desde el palacio gubernamental, situado justo delante.www.musulmanesandaluces.org

La Mezquita de Córdoba se construyó entre 786 y 988 en cuatro fases, y fue consagrada como catedral en 1236. Joya del arte hispano-musulmán, la Mezquita, con sus columnas, arcos dobles y mosaicos bizantinos, es el ejemplo principal del patrimonio que el califato Omeya ha dejado en la península Ibérica. Hoy en día, en el centro del catedral, se alza una capilla mayor y crucero gótico-renacentistas del siglo XVI, y por los muros exteriores se encuentran numerosas capillas.
Abd-al-Rahman I (natural de Damasco, de la familia de los califas omeyas) para vencer su nostalgia y engrandecer su nueva ciudad, inicio la construcción de la que debería perdurar durante los siglos como la obra maestra de la arquitectura musulmana de occidente: la gran mezquita.


“Dícese de la Sala Hipóstila, núcleo original de la Mezquita de Córdoba, que no poseía altar ni mihrab, era tan sólo un primer bosque de columnas. ¿A qué dios se adoraba aquí, puesto que ni iglesia ni mezquita era? Es posible que a un dios sin nombre, sin figura, un dios uno, infinito y eterno. Las columnas, en tal caso, representarían el sensorio de dios y su utilidad fuera entonces provocar el concepto –sin principio ni fin- de tal divinidad unitaria, esto es, perderse, extraviarse en su seno, de manera que a través del vértigo se accediese al recogimiento interior, y al éxtasis en ocasiones. Ninguna imagen a la que acudir, ninguna referencia antropomórfica a la que aferrarse, puro átomo el ser humano en el continuum del universo, polarización del dios mismo... ¿existe alguna forma más abstracta, y por lo tanto menos contaminada, de espiritualidad?

Dadas estas características, resulta que ante el Mihrab de la Mezquita de Córdoba y ante cualquier mirad puede pararse a orar cualquier persona, sea su elección de camino hacia Dios el que sea.
La Gran Mezquita Aljama de Córdoba, comenzada en 786 por Abd al-Rahman I, fue la expresión máxima del arte islámico en España y la mezquita más importante de Occidente. Almanzor dió los últimos toques a la Mezquita Aljama en 988 con su enorme expansión hacia el este. Fue el principal lugar de oración de los gobernantes de Al-Andalus y una muestra de su poder político y económico
Bastaría entrar en el recinto primitivo de la mezquita de Córdoba para formarnos una idea sintética de lo que fue la cultura musulmana de los primeros siglos de Al-Andalus: los arcos de herradura, heredados de la arquitectura visigoda se desdoblan sobre un bosque de columnas de mármol en múltiple sensación  de fuerza, de elegancia y de ligereza. En una de las naves, un pedestal visigodo convertido en pila de abluciones.
Es curioso ir descubriendo como la mezquita se construye un arte propio musulmán a partir de las estructuras anteriores y del despiece sistemático de otros edificios pertenecientes al inmediato pasado de España.



El numero de columnas que soportan el techo y las partes contiguas, el mirhab y alminar son entre grandes y pequeñas 1.409 columnas. De ellas en el interior de la Maqsura hay 119 columnas. En el exterior e interior  del alminar (sawmua) hay 140 columnas. Soportan el techo de las naves y partes contiguas mil doscientas cincuenta y tres columnas.
Los capiteles formaron posiblemente parte de villas romanas, igual que las columnas que los sostienen, la mezquita se adapto como se adaptan las piezas de un rompecabezas. Los capiteles romanos se mezclan con los visigodos y lo extraordinario del caso es como con esa amalgama de elementos dispares pudo alcanzarse una obra tan maravillosamente armónica. Pero la mezquita de Córdoba también es un símbolo de creencias encontradas.


El numero de naves cubiertas era de 19, el de puertas pequeñas y grandes 35, de las cuales 21 eran grandes y el resto pequeñas. De estas puertas,  siete estan en el costado occidental y en el oriental nueve,  diez en el lado septentrional y el resto en el lado sur, donde  esta Bah al-Sabat por donde entran los Califas a la mezquita. Las puertas de la mezquita estan recubiertas de hojas de cobre chapeadas de oro.
La práctica de la religión cristiana no se prohíbe en Al-Andalus. Lo ordena el Coran: no hagáis violencia a los hombres a causa de su fe. Y, así, los cristianos pueden ejercer sus creencias con solo pagar determinados impuestos y someterse a un estricto código civil y penal. Solo serán castigados quienes atenten de un modo u otro contra la religión de Mahoma.
El efecto que produce el espacio interior de la Gran Mezquita de Córdoba se ve acentuado por la iluminación, que sin embargo no transmite una impresión del espacio original. En un principio hay que decir que las arcadas de la fachada del patio estaban abiertas de tal manera que la luz entraba en la sala de la realización del salat desde el patio abierto que está situado justo enfrente de la mezquita, sumergiéndola en un cálido y fascinante brillo. Como el suelo estaba cubierto de alfombras, no importaba que las columnas (de procedencia romanas o visigóticas), debido a su diferente altitud, estuvieran profundamente enterradas en el suelo. Llama la atención que en la nave central sólo se utilizaran columnas rojas, con lo que se acentuaba el eje longitudinal orientado hacia el mihrab, mientras que en las naves laterales se alternaban columnas de mármol negras y rojas. Los capiteles de la mezquita merecen una especial atención. En la construcción originaria generalmente se utilizaron capiteles de tipo corintio. Pero también se aprecian capiteles visigodos e incluso, aisladamente, piezas procedentes del Mediterráneo oriental. Los capiteles visigodos se diferencias de los romanos por su relieve plano y por su simplificación esquemática de las formas vegetales, que se reduce a veces a puros trazos geométricos. Los capiteles de mayor calidad se encuentran en la nave central, del tal modo que el eje central también se realza mediante una disposición especial de los capiteles.
El hijo de 'Abd ar-Rahmán I, Hisham I, ordenó por primera vez en el año 793, la construcción de un alminar. Éste debió de estar situado en la pared norte de la mezquita, si bien no se ha conservado ningún resto arqueológico del mismo. Y tampoco se hicieron grandes modificaciones hasta mediados del siglo IX.
La extraordinaria importancia de la Gran Mezquita de Córdoba no se atribuye sólo a que era la mezquita principal de la ciudad, sino también a la estrecha unión del poder terrenal y el espiritual, que la convirtió en centro cultural del reino. No servía tan sólo de punto de encuentro para hacer el salat, sino que en ella también se discutían las leyes que una vez aprobadas, tenían carácter obligatorio para todo el mundo islámico occidental. Todo gobernante que quisiera manifestar el vínculo que lo unía a Abd ar-Rahmán I para legitimar su poder, debía mostrar también un gran respeto por la mezquita fundada por él, respeto que podía expresarse en generosas donaciones, en la construcción de un alminar o incluso en la edificación de un anexo.
Esto también explica por qué se siguió trabajando en la Gran Mezquita de Córdoba durante siglos, prácticamente hasta la decadencia del califato.www.musulmanesandaluces.org


En conclusión cuando uno abandona el Patio de los Naranjos y penetra en la Mezquita de Córdoba por el gran arco de herradura que encuadra su entrada principal, se encuentra de repente ante unas vistas insospechadas. Descubren sus ojos un bosque de columnas plantadas de modo simétrico. Sobrecogido por una atracción poderosa que le obliga a ir mas adelante, queda sorprendido por una atracción poderosa que le obliga a ir mas adelante, queda sorprendido desde los primeros pasos por el aliento de un soplo extraordinario, como si le rozara la cara el alma de este templo misterioso. A pesar suyo, he aquí que  se siente arrastrado hacia un mundo desconocido, el cual podría extraviar al irreflexivo, pero que fascina al espíritu sensible y advertido. Desconcertado, pronto comprende su incapacidad para establecer asociaciones de ideas entre estas impresiones tan fuertemente sentidas  y su experiencia visual o el recuerdo de sus lecturas. Mas o menos inconsciente  según su agudeza, percibe que no puede anudar relación alguna entre lo que contempla y las obras maestras de las civilizaciones antiguas de las cuales conserva en su memoria una visión indeleble: el Panteón, Santa Sofía, las góticas catedrales….Acostumbrado desde la infancia a calcular las  dimensiones de un edificio desde su entrada con una mirada sencilla, en una intuición rápida, nos damos cuenta de  nuestra impotencia  para medir el alcance de lo que uno esta viendo, Si nos adelantamos, huyen las columnas y persiguiéndose se esfuman en el horizonte. En parte alguna descansa la vista para fijar su límite. Ninguna geometría euclidiana puede satisfacer su sentido del tacto. Nos rodea el infinito por doquier, pues por todos lados se presenta la misma imagen, como reflejada por espejos múltiples.
Decido entonces,  enfrentarme  con los fustes que le asedian por cualquier parte. De estilo toscazo, en general de mármol blanco y liso, algunos  en ónice, a veces con formas salomónicas o entorchadas, su similar altura y la elegancia de su porte dan un parecido ademán a las calles que abren  ante sus ojos. Aprecio inmediatamente que son diferentes los  capiteles, debido sin duda a orígenes distintos. Levanto los ojos y percibo que sostienen arcos de herraduras que se persiguen de columna en columna, en gesto gracioso y frívolo, sin ninguna utilidad aparente, cuando en realidad sirven de armazón para sostener el demasiado frágil conjunto.


“Dícese de la Sala Hipóstila, núcleo original de la Mezquita de Córdoba, que no poseía altar ni mihrab, era tan sólo un primer bosque de columnas. ¿A qué dios se adoraba aquí, puesto que ni iglesia ni mezquita era? Es posible que a un dios sin nombre, sin figura, un dios uno, infinito y eterno. Las columnas, en tal caso, representarían el sensorio de dios y su utilidad fuera entonces provocar el concepto –sin principio ni fin- de tal divinidad unitaria, esto es, perderse, extraviarse en su seno, de manera que a través del vértigo se accediese al recogimiento interior, y al éxtasis en ocasiones. Ninguna imagen a la que acudir, ninguna referencia antropomórfica a la que aferrarse, puro átomo el ser humano en el continuum del universo, polarización del dios mismo... ¿existe alguna forma más abstracta, y por lo tanto menos contaminada, de espiritualidad?
Dadas estas características, resulta que ante el Mihrab de la Mezquita de Córdoba y ante cualquier mirad puede pararse a orar cualquier persona, sea su elección de camino hacia Dios el que sea.

Mas alto aun, por encima de los contrafuertes sobre los cuales se apoyan los arcos de herradura, se yerguen ligeros pilares. Mantienen una segunda fila de arcos, estos de medio punto, que soportan en la penumbra las vigas del techo y la carpintería de la techumbre. La ligereza producida por las piedras blancas alternando con ladrillos rojos del mismo espesor para componer en dos colores los arcos de herradura, la curva extremada de sus formas, la visión aérea de los dobles arcados produce una impresión inimaginable.
Asombrado nos adelantamos por el bosque sagrado.  Me detengo en las partes reservadas del santuario. Y, a menos que la interferencia nos traicione nuestra  insensibilidad por las maravillas de arte y por los placeres con los cuales enriquecen el espíritu, no sabría en un principio  expresar mi admiración. Solo en mis labios una palabra: ¡Que extraño! En mi sorpresa, al punto surgirá del más hondo de mi conciencia una idea: ¡En fin! He aquí es Oriente encantador, inaccesible, mágico. Quedo abstraído de mis menesteres cotidianos ya que me  siento impulsado a nuestro occidente por la manía de filosofar. Reacciono ante la magia del espectáculo, en dulce sueño perderé mi pensamiento con una mirad extraviada por entre las columnas.
¡Que placer el poder alcanzar esta mística del Islam! ¿Tan misteriosa no la sentirían los creyentes al abandonar sus babuchas para penetrar en la Mezquita, como en lo suyo ocurre al bautizado cuando entra en una catedral, cabeza descubierta? Mas en verdad, quedo estas preguntas sin respuestas inmediata, insensiblemente se le ocurrirán otros pensamientos y el recuerdo de los árabes se entremezclaran insensiblemente en el flujo de mis asociaciones mentales, sueltas ya con toda libertad. Y así,  después de haber recordado con escolar  dictamen la hazaña de Carlos Martel que al fin y al cabo había detenido la oleada arábiga,  no podré menos que sentir cierta admiración por esta gente que a pesar de todo había emprendido grandes empresas. Recordé los ejércitos sarracenos, conquistadores de medio mundo, cuyos descendientes se habían asentado en estas tierras del Andalus que tan gran civilización les debemos. Emocionado y acaso aturdido, quizás no se me pasara por la cabeza que también  la Bética  había sido el teatro de otra civilización y cuna de emperadores romanos, y que Córdoba, la ciudad de la Mezquita, lo había sido antes de los Sénecas y de los Lucanos.
Mas, ¡Cuan suspenso he quedado y como me sentiría si alguien me interrumpía en mi momento onírico y me hubiera susurrado al oído que era  ya hora de despertar! Pues no habían conquistado los, árabes esta ciudad y, con certeza, jamás construido este maravilloso monumento. Era la impronta en mi cerebro de una enseñanza arcaica. Así, el mito de una soberbia caballería, arábiga en cuanto al jinete y a la cabalgadura, avanzando cual simún en una nube de polvo, queda todavía fuertemente grabado en los espíritus, aunque hoy día algo descolorido por un preciso conocimiento de la historia. Hasta nuestros trabajos, siguiendo a los analistas, musulmanes y a los cronicones cristianos se había creído sin reparo alguno en la existencia de esta nube de langostas que se había abatido sobre Occidente.  Como de acuerdo con este criterio habían traído dichos nómadas los elementos de una civilización que posteriormente se había desarrollado de modo sorprendente en el sur de la península, no suscitaba la Mezquita de Córdoba problema alguno. Ningún misterios traslucía, lo que llamaba mi atención era el repentino contacto con el Islam, desconocido de los occidentales. Pertenecía al arte oriental la extraña belleza de tan sorprendente monumento y a la religión de Mahoma, el encanto místico que desprendía.. Aunque la historia demuestra que los arcos d herradura no habían sido traído de Oriente por los árabes invasores. De todas maneras al salir queda uno pensativo en la gran obra y maravilla que nos legaron los árabes. (2)






 Bibliografia.
(2) Ignacio Olague
y otros

Fotografia. J. Entrenas (no todas)
Y otros 

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