LA CULTURA DEL AGUA
EN AL-ANDALUS
Muchas
de las tecnologías introducidas por los árabes en Al-Andaluz tienen origen
romano o principalmente oriental, siendo esta utilizada para mejorar el manejo
y aplicación del riego, y para llevar agua a las ciudades. Sin embargo los árabes
comienzan una etapa prospera respecto a la agricultura, desde el sigo VIII. La práctica
del riego fue mejorada y extendida en todo el territorio islámico incluyendo
Al-Andalus. Entonces, la civilización islámica desarrolla y mejora las técnicas
conocidas de la antigüedad.
Estas
mejoras fueron basadas en la necesidad de una correcta distribución del agua y de
un mejor aprovechamiento, al objeto de evitar conflictos con esta.
El
reparto del agua entre los regantes seguian reglas de proporcionalidad: cada
regante recibía el agua en proporción a la tierra que poseía. El total de agua
repartido no era una cantidad fija por unidad de superficie sino en función del
caudal del río.
Si
la cantidad disponible era muy escasa, el regante no podía regar a voluntad
sino siguiendo un turno preestablecido. El sistema proporcional garantizaba un
reparto de agua equitativo, sin necesidad de tiempo ni de medidas. La unidad de
medida abstracta se denominaba fila (hila o hilo de agua) que representaba una
parte de la cantidad total de agua en un río, fuent o acequia.
En
conclusión la aportación árabe al regadío de Al-Andaluz está fuera de toda
duda. La transmisión de conocimientos científicos y técnicos desde Oriente y su
continuación hacia América ha quedado plenamente demostrada. Buena prueba de
todo ello son los topónimos y nombres de origen árabe que jalonan la práctica
del riego y el uso del agua.
La
Edad de Oro del Islam fue testigo de una transformación fundamental en la
agricultura conocida como la “Revolución Agrícola Musulmana”, la “Revolución
Agrícola Árabe” o la “Revolución Verde”, tal como hemos visto en lo
anteriormente descrito.
Gracias
a la difusión de los comerciantes musulmanes a lo largo del Viejo Mundo, se
permitió la difusión de muchas plantas y técnicas de cultivo. Cultivos
procedentes de África, como el sorgo, o de China como los cítricos, y numerosos
cultivos de la India, como el mango, el arroz, y especialmente el algodón y la
caña de azúcar, fueron distribuidas por todo el territorio Islámico, que sin
este intercambio comercial no hubiera podido acceder a estos cultivos.
Durante
la Revolución Agrícola Musulmana, la producción de azúcar se refinó y fue
transformada en una gran industria por los árabes, que construyeron las
primeras refinerías de azúcar, y las primeras plantaciones.
Gracias
a esta cultura del agua los andalusíes podían calmar su sed, elaborar las más
variadas comidas de olla y cazuela.
En
Al-Andalus los médicos, auténticos polígrafos, practicaron esencialmente una
medicina preventiva, única que podía proporcionar al hombre una vida
equilibrada. En este sentido, el tratado de Ibn Al-Jatib – medico, poeta, historiador y visir en la Granada
nazarí del siglo XIV- que conocemos como “libro de la Higiene”, pero cuyo
titulo exacto es “Libro del cuidado de la salud durante las estaciones del
año”, es un compendio completo de medicina preventiva y dietética,
entendiéndose esta como higiene y, a su vez, como una forma de vivir
equilibrada y encaminada a la perfección
a que todo musulmán debe aspirar.
El
agua en el mundo islámico se urbaniza para cumplir una función social en la
higiene de los musulmanes, en el consumo domestico o en el uso cortesano y
religioso.
Los
árabes tuvieron una gran experiencia en la técnica de los ganats o conducciones
subterráneas, que aprendieron en Persia, Mesopotámica y Siria, llegando a ser consumados
maestros y extendiéndola por todo el norte de África y Al-Andalus.
El
llamado ganat o canal de irrigación subterráneo conducía el agua desde el depósito
localizado en el subsuelo hasta el lugar donde se necesitara. Su proyección era horizontal o con una ligera pendiente, y podía reducirse
a una sola conducción o complicarse, cuando la técnica estaba muy avanzada en una
red de conducciones, autentico laberinto bajo el suelo. Las dimensiones de las galerías
eran considerables: 1 metro
de ancho por 1,80 de alto, por lo que un hombre de pie podía circular
perfectamente. Eran verdaderos acueductos subterráneos, revestidos de ladrillo
en su interior, especialmente en las zonas donde la roca podía resquebrajarse.
Cada
cierta distancia, unos 50
metros , se practicaba una perforación en comunicación con la superficie del suelo,
para extraer los escombros acumulados y además
se evitaba la acumulación de gases.
En
Al-Andalus y concretamente en Granada,
siempre ha habido buena agua fresca venida directamente de Sierra
Nevada. La Acequia Gorda o la de Aynadamar y muchas otras canalizaciones y
cursos de agua que abastecen actualmente a la ciudad y su provincia datan de
aquellos tiempos.
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