'ABBÂS
IBN FIRNÂS
Hakim
Al-Andalus
Abû-l-Kâsin 'Abbâs
ibn Firnâs ibn Wardâs. Poeta, astrólogo, alquimista y músico. Nació en la Kûra
de Tâkwrwnna (Ronda) a comienzos del siglo IX. Murió hacia el año 887.
Es este uno de los
personajes más curiosos y extravagantes de la Andalucía de los primeros años de
la revolución islámica. Destacó en tantos y tan variados campos del saber que
fue llamado Kakim Al-Andalus (sabio de Al-Andalus). Es, en todo caso, un
espectacular exponente del desarrollo cultural que tuvo lugar en nuestras
tierras tras la entrada de las ideas orientalizantes portadas por el Islam.
No se ponen de
acuerdo los arabistas sobre el linaje de la familia de nuestro autor.
Historiadores de la contrarreforma bereber lo hacen descender de una familia de
linaje norteafricano. Otros, Simonet entre ellos, le suponen de etnia andaluza
-de familia cristiana unitaria posteriormente islamizada-. Lo cierto es que
'Abbâs Ibn Firnâs estaba adscrito a la clientela de los omeyas cordobeses.
Pronto comenzaría a
dar muestra de su talento, y ya tenemos noticias de él durante el gobierno del
emir Al-Hakam I; pasó después al séquito cortesano de 'Abd al Rahmân II y
acompañó, por último, al emir Muhammad I, hasta su muerte, poco después del
reinado de éste.
Hombre de extensa
cultura, abarcó casi todas las disciplinas, tanto en el campo de la creación
literaria como en el de la investigación científica. Fue muy versado en las
letras, cultivando el género del adab que abarcaba los más diversos
conocimientos, en el que abundaban las anécdotas históricas, juegos de ingenio,
cuentos, etc. Y según Elías Terés, era uno de los hombres de mayor sagacidad y
penetración para captar los conceptos sutiles y los secretos de las bella
artes (Az-Zubaydî); conocía perfectamente el arte de la música, tocaba el
laúd y cantaba acompañándose de él; era filósofo agudo, poeta mufliq, maestro
experto en la ciencia de la astrología; practicó la alquimia; tenía gran
destreza física y sobresalía en los juegos de prestidigitación más complicados.
Para el historiador
andalusí Ibn Hayyân, que fue quien le llamó Hakim Al-Andalus, fue uno de
los sabios más importantes, pues realizó valiosos descubrimientos científicos;
asimismo, fue inventor de ciertos aparatos y artilugios que reportaron gran
beneficio y provecho a los andaluces. Pero de entre todas las actividades que
abarcó a lo largo de su dilatada vida -vivió mas de ochenta años- hubo una que
le dominó y a la que le dedicó lo mejor de sí: la poesía, según testimonio del
también poeta Az-Zubaydî.
Otras de las
prácticas que atrajeron la atención de Ibn Firnâs fueron la alquimia y la
astrología. Debemos aclarar que disciplinas que hoy entendemos tan alejadas
entre sí, como pueden ser la poesía y la astrología, no lo estaban en el
momento histórico que tratamos; por ello los príncipes gustaban de rodearse en
sus cortes de un tropel de poetas-astrólogos, especialmente 'Abd ar-Rahmân II,
protector de nuestro personaje. Ibn Firnâs inventó una fórmula para la
fabricación del cristal obtenido de elementos minerales, que se puso en
práctica en los hornos de Córdoba, y que revistió una innegable importancia
para la industria del vidrio en Al-Andalus. Utilizando sus conocimiento de
astrología construyó, valiéndose de una técnica original, un reloj (miqata)
que regaló al emir; así mismo, representó en una estancia de su casa una
simulación del cielo, en la que aparecían estrellas y nubes; todo ello
acompañado de un ruidoso y deslumbrador aparato de truenos y relámpagos.
Una de las experiencia
que mejor nos revela la compleja personalidad del nuestro personaje, es la que
se refiere a su deseo de emular a Dédalo e Icaro en su intento de volar por los
aires; para hacer posible este sueño se cubrió el cuerpo con una pieza de seda
revestida de plumas, se adaptó dos alas como los pájaros y se lanzó al aire
desde la Ruzzafa de Córdoba; logró permanecer largo rato en el aire y planeando
recorrió alguna distancia, pero los problemas surgieron en el momento del
aterrizaje, ya que no acertó a maniobrar adecuadamente y cató con cierta
violencia en el suelo, lastimándose el trasero, porque -dice el
comentarista- no se había dado cuenta de que los pájaros, al posarse, se
valen de su cola, y él no se había fabricado cola (esta anécdota la
refieren tanto Ibn Sa'îd en su Mugrib como Al-Maqqarî en su obra
Analectes). Vemos, pues, que se anticipa en el intento seiscientos años con
respecto a aquel personaje (Leonardo da Vinci) que fue considerado como el
primero en llevar a cabo esta hazaña. González Palencia considera, por este
intento, a Ibn Firnâs como uno de los precursores de la aviación. No debieron
quedarle muchas ganas de repetir el intento, recibiendo, además, críticas muy
duras de sus colegas, principalmente de su acérrimo enemigo, Mu'min ibn Sa'îd,
quien le dedicó una sátira en la que figuraba este verso:
¡Quiso
aventajar al grifo en su vuelo,
y
sólo llevaba en su cuerpo las plumas de un buitre viejo!
Nos lo presentan las
crónicas arábigo-andalusíes como un nombre de espíritu despierto y agudo, Fue
el primer erudito de Al-Andalus que descifró el tratado de métrica árabe del
famoso filósofo Jalîl. Az-Zubaidî explica que este libro (Kitâb al-'arûd)
fue traído a Al-Andalus por un mercader, quien lo ofreció a 'Abd ar-Rahmân II.
Abû-l-Faraÿ. uno de los servidores palatino de este emir, contaba que el libro
era objeto de comentarios irrisorios en toda la corte cordobesa hasta el punto
de que las mujeres de harén (ÿaâriyas), en son de mofa, se decían unas a otros:
¡Allah te ha dado una mollera tan dura como la de aquel que llenó su libro
con "mimma... mimma...! (Se referían, por supuesto, a Jalîl, autor del
Kitâb al-'arûd). Al tener conocimiento Ibn Firnâs, de lo que ocurría,
pidió el libro al emir, y al leerlo, captó inmediatamente el sentido del texto,
aconsejando la conveniencia de adquirir el comentario del mismo, cosa que hizo
el emir, concediéndoles a nuestro Ibn Firnâs un donativo de 300 dinares y
lujosos vestidos.
Estas son, de manera
sucinta, las noticias que poseemos sobre los inventos y descubrimiento de Ibn
Firnâs, quien nos ofrece la imagen de un hombre de un prodigioso ingenio que
tendía a crear cosas destinadas a sobrecoger y maravillar a sus contemporáneos.
A causa de tales prácticas, y en particular por sus estudios de las ciencias
ocultas, sufrió varias acusaciones de heterodoxia por parte de los alfaquíes de
la nueva escuela malikí, que ponían en duda la sinceridad de sus creencias.
Todo esto, en opinión de Elías Terés, hace pensar que a Ibn Firnâs le agradaría
pasar ante las gentes, si no como brujo o hechicero, al menos como un ser
enigmático.
Hemos descrito
anteriormente cómo se dedicó de manera preferente al cultivo de la poesía,
sobresaliendo por entre la mediocridad del resto de los poetas cortesanos. Su
voz sonaba ya en las audiencias poéticas que Al-Hakam I celebraba en el Alcázar
cordobés; posteriormente continuó en la corte rutilando como una de las figuras
más representativas del séquito poético de 'Abd ar-Rahmân II, y por último
prestó sus servicios durante el gobierno de Muhammad I.
De sus composiciones
poéticas destacamos las de tono adulatorio en honor de los príncipes a los que
sirvió. De todas ellas sólo nos han llegado algunos fragmentos alusivos al emir
Muhammad I. Unos de estos panegíricos canta la victoria del ejército andalusí
sobre los toledanos en la batalla de Buazalete (Wâdî Salît), quienes, ayudados
por cristianos trinitarios refugiados en Asturias, se rebelaron contra la
soberanía de los omeyas andalusíes:
El
ejército, lanzando gritos discordes, avanza compacto,
tragando
los campos, engrosado por la tribus, en orden cerrado.
Cuando
en él brillan las espada, semejan relámpagos
que
aparecen y se esconden entre nubes.
Las
banderas en alto, al flamear,
parecen
bajeles en un mar donde no es posible navegar a remo.
El molino
de la guerra se pone en marcha, y su eje
es la
inteligencia de un rey experto y virtuoso
que
se llama Muhammad, como el sello de los Profetas,
y
cuyo poder excede a toda descripción.
Ensalzó además otras
acciones bélicas del emir Muhammad I. Ibn Hayyân nos habla de una composición
de nuestro poeta que celebra el regreso de loas huestes andalusíes, después de
otra expedición contra Toledo en el año 858, y en el curso de cuyo asedio los
andaluces minaron los cimiento del puente. Este, cuando los toledanos salieron
en tropel para cargar contra los sitiadores, se vino abajo, arrastrando en su
caída a todos aquellos que por el peso de sus lógiras se ahogaron en el río
Tajo Nos lo recuerda así Ibn Firnâs:
Ha
quedado Toledo despoblada,
a
merced de las aves de rapiña.
Ha
quedado sin gente, desguarnecida,
(silenciosa)
como una tumba.
No ha
querido Allah que subsista un puente
erigido
para el paso de las tropas infieles.
Ibn Firnâs pertenece
a ese género de poetas e historiadores que, influenciados por la escuela
egipcia, recurren a la mitología, o como en este caso, a la providencia de
Allah, para explicar determinados acontecimientos históricos y políticos.
Resaltando así -recordemos que estamos en los inicios de la revolución
islámica- la hegemonía de la ideología unitaria del Islam sobre la de los
cristianos trinitarios.
Estos y otros versos
panegíricos compuestos por Ibn Firnâs eran recitados en certámenes palatinos.
En una de estas ocasiones en la que nuestro poeta recitaba un poema adulatorio
ante el emir, entonó los siguientes versos:
He
visto a Muhammad, Príncipe de los creyentes,
y en
su rostro florece la luna (badr) de la bondad.
Al oírlos su
encarnizado rival Mu'min ibn Sa'îd exclamó: ¡Qué versos más horribles! ¡Has
hecho del rostro del emir un campo en el que florecen los granos (badr)!
Éste, abochornado, replicó violentamente, obsequiándole con los más fuertes
insultos.
Otra de las
actividades en la que destacó Ibn Firnâs fue en el campo de la música. Se le
considera como el primer maestro andalusí en este arte y se cuenta de él que
tenía un complejo dominio de la técnica musical y del canto. Una de las
anécdotas que ilustran la capacidad de improvisación melódica de nuestro
personaje es la que nos cuenta tanto Az-Zubaydî como Al-Maqqarî y que recoge
Elía Terés en su ensayo biográfico sobre nuestro personajes (revista Al-Andalus
XXV, 1960, pp.239-249)
En las postrimería
del reinado de 'Abd ar-Rahmân II, hubo en la región de Sidonia un gobernador
(âmil) llamado Mahmûd ibn Yamil, hombre noble y rico que mandó construir, en
las orillas del Wâdî Lakka, un pabellón (qubba) alhajado con finas pieles y
lujosas alfombras, en el que gastó la elevada suma de quinientos dinares. Cuando
terminó de erigirlo, preparó un festín al que invitó a los nobles de la cora
(comarca). Ocurrió que por entonces había llegado a la comarca 'Abd al-Malîk
ibn Yahwar que venía a visitar sus posesiones de Sidonia, y el gobernador
Mahmûd le invitó también a participar en la fiesta. Llegaron los invitados,
entre los cuales se encontraba un hijo del cantor Zirÿab, y cuando terminaron
de comer pasaron al salón de recepciones. Entonces se presentó 'Abbâs ibn
Firnâs, que venía a saludar a Mahmûd. Este salió a recibirle, le abrazó y todos
se regocijaron con su llegada. Le sirvieron comida, la comió y pasó con todos
al salón. El hijo de Zirÿab comenzó a cantar:
"Cuando
no me conmueven la mujeres de la caravana
me
emocionan la palomas, arrullándose en los campos.
Con
sus arrullos hacen llorar al enamorado,
porque
son plañidera, aunque no viertan lágrimas".
Todos los
presentes, admirados, hicieron repetir la canción al hijo de Zirÿab, y cuando
ésta acabó, por fin, 'Abbâs ibn Firnâs tomó en sus manos el laúd y los volvió a
cantar a su vez, rematándolos con otros dos versos que improvisó en alabanza de
Mahmûd y que decían así:
"En Mahmûd he
fortalecido mi mano, que estaba desamparada
en una época
estéril para la esperanza.
Para la
generosidad y la gloria ha construido una qubba
ante la cual los
hombres más generosos quedan prosternados".
Era Mahmûd hombre
espléndido, y al escuchar este canto dijo a Ibn Firnâs: "¡Oh,
abû-l-Kâsim!, la cosa más preciosa que me ha proporcionado mi dinero es esta
qubba; yo te la regalo, y también esta vestidura que llevo puesta. Pasaremos,
pues, el día de hoy, bajo tu hospitalidad en esta qubba". Inmediatamente,
pidió otro vestido, entregó a 'Abbâs el que llevaba puesto y continuó así la
fiesta. en el momento de despedirse, 'Abd al-Mâlik ibn Yahwar dijo a Ibn
Firnâs: "Abû-l-Kâsim, esta qubba no va a servirte a ti para nada, y no
tendrás más remedio que venderla; si quieres yo te la compro en quinientos
dinares". Y le contestó 'Abbâs: "Tuya es".
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