1483 – LA BATALLA DE LA AXARQUIA
Hussein Peláez/Identidad Andaluza
Tras la toma por parte de las tropas castellanas de Antequera y habiéndose formado una marca fronteriza con Málaga, por el año 1483, se reunieron en esta ciudad, Antequera, el adelantado de Andalucía D. Pedro Enríquez, con D. Juan de Silva, conde de cifuentes y el maestre de Santiago D. Alonso de Cárdenas, frontero de Écija. Decidieron hacer una incursión de pillaje y algarabía la comarca de la Axarquia Malagueña, la cual era famosa por sus riquezas en seda, pues la producción de este producto era bien conocida en los reinos castellanos, al igual que la de otros ricos frutos, lo que supondría un rico botín para las tropas castellanas.
Tras la toma por parte de las tropas castellanas de Antequera y habiéndose formado una marca fronteriza con Málaga, por el año 1483, se reunieron en esta ciudad, Antequera, el adelantado de Andalucía D. Pedro Enríquez, con D. Juan de Silva, conde de cifuentes y el maestre de Santiago D. Alonso de Cárdenas, frontero de Écija. Decidieron hacer una incursión de pillaje y algarabía la comarca de la Axarquia Malagueña, la cual era famosa por sus riquezas en seda, pues la producción de este producto era bien conocida en los reinos castellanos, al igual que la de otros ricos frutos, lo que supondría un rico botín para las tropas castellanas.
El
plan era de gran ambición pero, no fiándose de las tropas andalusíes que
podrían encontrase, pensaron llamar a más aliados este llamamiento fue bien
acogido por la flor y nata de las tropas castellanas asentadas en las comarcas
fronterizas de al-Andalus. Estas tropas fueron atraídas más que por el
compromiso a la corona, fueron atraídos por su avaricia y el tan gran botín que
fácilmente conseguirían.
Con
el afán de conseguir tan cuantioso botín, se reunieron en Antequera, los
mejores hidalgos, escuderos y gentes con ganas de matar y saquear, junto a la
más alta nobleza. Junto a los nobles anteriormente señalados se unieron el
Márquez de Cádiz, D. Bernardino Manrique justicia mayor de Córdoba, Juan de
Robles corregidor de Jerez, los alcaldes de Morón, Utrera y Archidona, D. Juan
de Almaráz y Bernal Francés, capitanes de varias compañías de las Hermandades,
comendadores freires santiaguistas, nobles infantes é hidalgos de Sevilla,
Córdoba, Écija y Carmona, milicianos concejiles, aventureros y toda clase de
buitres guerreros de los reinos castellanos. Como podemos observar una autentica
cruzada se estaba preparando.
Reunidos
todos en Antequera, era la hora de decidir donde y por donde atacar. Entre
todas las propuestas, fueron tres las más escuchadas. Propusieron sorprender
Málaga, pues según sus espías, su fortaleza tenía poca guarnición y la empresa
podría ser muy factible para las tropas castellanas, pero siempre podían tener
muchas bajas y para una empresa como Málaga, pensaron que necesitarían más
tropas, por lo que quedó descartada esta idea por impracticable. La otra que se
propuso fue la del Márquez de Cádiz, el cual propuso atacar por Almogía,
jurisdicción próxima y con abundante riqueza pecuaria y agrícola, donde la
caballería y la infantería podría maniobrar bien, y con poco coste podrían
tener un buen botín. El plan del Márquez fue desechado por mezquino y poco
atrevido ante la codicia que segaba a los presentes. El tercero fue, el del
Maestre de Santiago el cual proponía entrar por el territorio que los
andalusíes malagueños llamaban Axarquia, en el que las tropas cristianas, hacia
siglos que no habían guerreado y en la cual esperaban obtener un tremendo
botín.
Esta
última propuesta tuvo muchos detractores, pues los riesgos no eran pocos, la
distancia de Antequera a la Axarquia, los caminos por los cuales debían de
pasar, e incluso la supuesta de algunos de que estas tierras no existían, que
era un sueño. Pero los partidarios del maestre de Santiago, convencieron que
ellos conocían bien los caminos y pasos, a demás de que sus pobladores eran
poco guerreros y muy anárquicos en esta materia. Pero lo que verdaderamente los
cegó fue su codicia por las riquezas que se oían de esta comarca.
Por
fin el miércoles 19 de marzo, pusieron la expedición en marcha, la componían
unos dos mil setecientos jinetes y mil infantes. Formaron dos divisiones, una
capitaneado por el Márquez de Cádiz y otra por D. Alonso de Aguilar, la
retaguardia la cubría el maestre de Santiago. Iban todos poco precavidos y
soñando con el botín que obtendrían. Al día siguiente jueves, llegan a la
Axarquia, lo primero que observan son los montes de la comarca poco poblados,
con muchas cañadas y estrechos caminos por los que pasar los cuales debían de
ir en fila de uno, cuanto más se iban a adentrando en la comarca iban pasando
por frondosos bosques de castañares, encinales, jarales, etc., silencio roto
por algún salto de agua. Las aldeas con las que se encontraron estaban
desiertas, pues los habitantes se habían percatado de la llegada de cristianos
a sus tierras, por lo cual habían huido a esconderse a cerros, castillos,
fortalezas, atalayas, cuevas y cerros. Por este motivo pocos prisioneros
consiguieron hacer y menos botines recoger. Las tropas cristianas, al no
obtener recompensa, empezaron a ponerse nerviosas, a quemar las aldeas y
villarejos que encontraban, pasaban a espada a sus pocos habitantes en su
mayoría ancianos que no habían podido huir. Las tropas castellanas ciegas por
llegar a la costa no se daban cuenta de que cada aldea, casa o corral quemado
era un aviso a los axárquicos de esa invasión de saqueadores, y asesinos que
intentaban arrasar la comarca.
Una
vez habiendo llegado la retaguardia a la villa de Moclinejo, que al igual que
como las anteriores villas, estaba desierta. La soldadesca prendió fuego a la
villa. Pero la población morisca de Moclinejo estaba cerca, escondida en los
bosques y montes, llorando la impotencia de ver como destrozaban todas sus
pertenencias y viviendas, pero observaron que las tropas cristianas al
abandonar su pueblo, trataban de cruzar por unas ramblas y cañadas de difícil maniobrabilidad
para dichas tropas. En un alarde de desesperación y rabia los moriscos de
Moclinejo aprovechando los desniveles del terreno, con piedras, palos, espadas
y flechas. Atacaron a las tropas invasoras, con tal valor y rabia que las
tropas cristianas se vieron, emboscadas por un ejército anárquico de moriscos
agricultores, que luchaban como el mejor soldado cristiano, causando tal numero
de bajas a las tropas que el desconcierto reinaba entre las tropas castellanas,
tal es así que El maestre tuvo que pedir ayuda a el marqués de Cádiz, el cual
acudió con caballeros e infantes, por lo que la retaguardia pudo salir de esa
situación.
Mientras
tanto, cientos de fuegos hacían señales para que los moradores de estas
tierras, se preparasen para su defensa, las gentes de las aldeas, caseríos,
villas , gentes acomodadas, todo el que podía defender su tierra corría hacia
los vecinos montes para la lucha, contra el invasor, lucha encabezada por las
mujeres que con gran valor iban a la lucha.
Los
moradores de la Axarqía, no conocían enfrenamiento con las tropas cristianas,
desde la expedición de Alonso el Batallador, de lo cual habían pasado ya muchos
siglos. Los axarquicos decidieron que aquella invasión debía tener un duro
castigo. Las gentes acudían con ganas de defender y luchar, tomaban los cerros,
colinas, hacían ataques en zonas estratégicas, donde sabían que sin ser un
ejercito preparado como el castellano, podrían hacerles frente, y tanto que le
hacían, causando muchísimas bajas en pasos y cañadas, los moriscos de la zona
eran grandes guerreros.
Tras
las noticias que llegaban de la retaguardia obligaron a Don Alonso de Aguilar y
al adelantado, a reunirse con sus tropas con las del marqués de Cádiz y el
maestre de Santiago. Una vez reunidas las tropas castellanas reconocieron el
error cometido en esta empresa, y acordaron retirarse. Pero la retirada tampoco
sería fácil, pues sólo tenían dos caminos por donde salir, el primero era
seguir por la costa, más fácil y llano, pero más largo, el segundo más difícil,
y más corto, era volverse por donde habían venido.
El
maestre, convenció a las tropas y señores de que el camino que debían de salida
del territorio debía de ser el mismo por el que habían entrado en el. Las
tropas intentaron encontrar los pasos y barrancos por los que habían entrado
desde Antequera, pero, por nervios o cansancio en su huida no consiguieron dar
con ellos y extraviaron al ejército entre los montes. Los axarquicos, sabiendo
los pasos que estaban buscando las tropas castellanas, se dirigieron hacia
ellos para esperarlos, mientras otros perseguían a las cansadas tropas,
causándoles el mayor número de bajas posibles con sus hondas y ballestas. Tras
largas jornadas de marcha, entran las tropas castellanas en un valle, lo que es
hoy el Arroyo Jaboneros, los moriscos axarquicos estaban esperando la entrada
de estas tropas, y cuando entraron, les hicieron una emboscada. Desesperadas
las tropas de castilla, tras ver como caían sus soldados muertos o heridos,
muchos de ellos decidieron salir como fuese de allí, intentando alcanzar las
alturas y abandonar el valle.
Como
podían unos a pie otros acaballo, tropezando subían desesperadamente, junto a
el maestre era muerto el alférez Diego Becerra, más adelante Juan de Bazan y el
primo del maestre Juan de Osorio.
Las
tropas castellanas pagaban con sus vidas, su orgullosa obstinación, por querer
invadir y expoliar estos territorios.
Por
la otra orilla del valle subía el marques de Cádiz, ya sin su caballo.
Intentando reunirse con el maestre, pero la noche y el desconocimiento del
terreno lo impedía. En un arrebato de desesperación del marques de Cádiz, bajo
de nuevo al valle donde reunió e intentó reunir a sus soldados, pero estos se
habían rendido la mayoría, otros habían huido acobardados y hambrientos dejando
tirados por los campos sus pendones, buscando donde poder esconderse y poder
esquivar la vigilancia de los moriscos axarquicos.
El
marques sólo con unos cincuenta hombres y loco de ira quería seguir
combatiendo, pero Luis Amar y la soldadesca, le convencieron para abandonar
esta idea y salvar la vida mientras pudieran, tras la llegada de la noche
salieron del valle y tras cuatro leguas de huida, consiguieron llegar a tierras
cristianas. El resto de tropa fue cautiva o muerta en combate, nobles e
hidalgos como D. Diego, D. Lope, D. Beltrán, D. Lorenzo y D. Manuel, sus
cuerpos quedaron en estos campos junto a los soldados.
Amaneció
el día 21 de Marzo, de triste recordación durante años para castilla. La
soldadesca intentaba salir de la comarca, en su huida se desamaban y dejaban
sus armaduras para poder correr más o poder esconderse, para pasar
desapercibidos días más tarde.
Era
tan intenso el miedo de los soldados que se cuenta que dos campesinos
desarmados prendieron a seis fugitivos, y que hubo mujeres que cautivaron a
algunos cristianos que se encontraban esparcidos por el campo. Poco tiempo
después decía el rey Católico, que sólo setenta moriscos, habían vencido a dos
mil caballeros, los mejores de Castilla.
Otros
que consiguieron escapar eran D. Alonso de Aguilar y Pedro de Valdivieso que
después de días andando por los montes y consiguiendo llegar a fronteras
cristianas. Otros caballeros como los antes mencionados, quedaron muertos Pedro
Vázquez, Gómez Méndez de Sotomayor alcalde de Utrera, Alfonso de las Casas. Se
calculan en unos ochocientos. Ochocientos cincuenta los cautivos y unos treinta
los comendadores de Santiago, como Pedro Ponce de León, hermano del marques de
Cádiz, Juan de Pineda, Lorenzo Ponce de León, Juan de Zapata, Juan Robles, D.
Juan hermano del duque de Medina Sidonia, Juan Monsalve, Juan Gutiérrez Tello,
Pedro Esquivel, Gómez de Figueroa, Bernardino Manrique, Gonzalo Saavedra, sobre
doscientos hombres de la nobleza.
Cuándo
los vencidos volvieron a sus ciudades, pueblos y aldeas, recibieron como
cobardes y les reprochaban de no haber muerto o haber quedado cautivos con sus
compañeros. El maestre de Santiago aconsejador de dicha empresa, devoraba en
silencio su vergüenza.
En
los pueblos, villas y alquerías de la Anarquía, todo era regocijo, zambra y
jubileo, Allah volvía su rostro hacia sus mu´min, que habían derribado la
soberbia cristiana.
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