PODER ESCRITO EN LA MÁLAGA ISLÁMICA
(ALCAZABA DE MÁLAGA)
Mª Antonia Martínez es una de las pocas investigadoras del
legado musulmán a través de las inscripciones contenidas en la Alcazaba
Autor: Rocío Armas
En la Edad Media
los símbolos del poder se extendían por la ciudad de Málaga como seña de la
majestuosidad que imperaba sobre trono. Las inscripciones en árabe contenidas
en objetos mobiliarios, vestigios arquitectónicos, palacios y tumbas ofrecían
una información tanto o más valiosa que otras fuentes textuales. En la
Alcazaba, en construcciones de Vélez-Málaga y Ronda la recuperación de esta
documentación epigráfica ha sido posible gracias a la ingente labor de la
profesora de la UMA MªAntonia Martínez, una de las pocas expertas en España en
este tipo de legado musulmán.
Frente a otros
testimonios como crónicas o fuentes bibliográficas, las inscripciones
epigráficas "son casi los únicos documentos directos que han llegado desde
la Edad Media", afirma Martínez.
Se trata de un
tipo de caligrafía "restringida a las clases dominantes", diferente a
la utilitaria, "con un problema mayor para la descodificación", y que
se utilizaba también para las copias del Corán. Esta expresión de poder llegó a
su máximo esplendor en la última fase del dominio islámico en la península.
"Cada dinastía musulmana adoptaba un tipo de grafía propia, como un medio
más de propaganda", sostiene la profesora.
Por el expolio
"sistemático" de ese tipo de materiales, hoy en la provincia tan sólo
se conserva "una pequeña parte de lo que debió existir", expresa la
experta. El material expropiado se empleó desde los primeros años de la
conquista cristiana en la construcción de nuevos edificios, sobre todo
iglesias.
La colección que
existe en Málaga de epigrafía árabe tiene diferentes orígenes. Una parte
deviene del coleccionismo privado, como la del marqués de la Casa Loring
fechada en el siglo XIX y que hoy se conserva en el Museo de Málaga. "Son
inscripciones de una gran importancia histórica", revela Martínez. Incluía
entre las epigrafías árabes algunas de Málaga y el resto de Córdoba y de
Almería. Entre estas formas de estelas introducidas por los almorávides y
conservadas en el Museo se encuentran las más arcaicas de al-Andalus.
Otro lote
patrimonial se compone de escrituras que aparecieron en los muros de La
Alcazaba cuando se procedió a su restauración y a la recuperación del
yacimiento arqueológico, a principios del siglo XX. Algunos de estos vestigios
se conservan in situ, mientras otros, como fragmentos de zócalos de mármol
procedían de distintas zonas del palacio y pertenecen ahora a la colección del
Museo.
El resto de los
vestigios lo conforma una serie muy heterogénea de inscripciones. Entre ellas
se incluyen las halladas en la ciudad, bien de forma fortuita o en excavaciones
arqueológicas (algunas son casos únicos, como la mqabriyy almohade de 1221), y
las adquiridas mediante compra por el propio Museo, entre las que se cuentan
las yeserías procedentes de Ronda.
Junto a la
escritura decorativa, coexistió la funeraria, que abarcaba a un ámbito mayor de
población, aunque con restricciones. "Se podían permitir labrarse estelas
con epitafios las clases acomodadas, los grandes personajes de la
administración, y los propios soberanos", apunta la profesora. Junto a los
datos básicos del fallecido y frases coránicas, el epitafio incluía la
profesión de fe musulmana.
Esta ostentación
en ciertas sepulturas contradecía las prescripciones de los doctores de la ley
islámica, que "condenaban unánimemente" la ornamentación de las
tumbas, especialmente en los cementerios públicos, pues nada debía indicar el
rango o la fortuna del difunto. "Eso explica que no hayan llegado apenas
epitafios de ningún califa y sí de soberanos de los reinos de taifas",
comenta Martínez.
Algunas de las
reconstrucciones llevadas a cabo en La Alcazaba por los sultanes nazaríes se
han detectado gracias a los vestigios epigráficos, como la del siglo XIV en el
pórtico de acceso al palacio cuyos textos repiten la galiba, el lema de la
dinastía nazarí. De esta etapa datan las estelas funerarias denominadas de
orejas (por sus apéndices ) propias de los enterramientos de Málaga, que solían
reproducir eulogias y frases piadosas.
Un ejemplar único
en epigrafía funeraria nazarí es el hallado recientemente en unas excavaciones
en el casco urbano de Málaga. Reproduce el epitafio de una mujer, Fátima
perteneciente a una prestigiosa familia de origen yemení.
Mª Antonia
Martínez ha llevado a cabo para La Real Academia de la Historia de Madrid la
catalogación de toda la documentación epigráfica árabe del siglo XVIII.
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