LA CIENCIA EN LA JUDERÍA DE TOLEDO
2) EMBAJADORES EN LA LUNA
En
la fila central, los cráteres de Ptolomeo (superior), Alfonso X (medio y
Azarquiel (inferior)
El
motor de La ciencia renacentista fue sin lugar a dudas la Astronomía, una
ciencia que se transformó en otro pilar importante en los inicios de la
modernidad. Ella contribuye decisivamente a acabar con los sistemas filosóficos
medievales, aportando una nueva imagen del universo, heliocéntrica y
mecanicista. La aportación de Toledo a la ciencia Astronómica queda reflejada
en los dos cráteres lunares bautizados por la NASA con el nombre de dos
insignes astrónomos toledanos: Azarquiel y Alfonso X el Sabio. En justicia,
Alfonso X debería compartir su cráter con Yehudá ben Mosé ha-Kohén y Ishaq ben
Sayyid, los sabios judíos toledanos que, por encargo del rey sabio, escribieron
las Tablas Alfonsíes.
Azarquiel
El
llamado método científico, cuya introducción se atribuye a Galileo, ya estaba
presente en la astronomía andalusí. Los astrónomos andalusíes advirtieron que
las previsiones teóricas, basadas en las ideas de Ptolomeo que afirmaban que la
Tierra ocupaba el centro del Universo, no cuadraban bien con las observaciones,
y dedicaron grandes esfuerzos a observar y registrar los datos de esas
observaciones -prueba de ello son las Tablas Toledanas, las Tablas Alfonsíes y
las menos conocidas de Jaén-. Los instrumentos astronómicos eran cada vez más
precisos y ligeros. Un ejemplo de belleza, ligereza y versatilidad es el
astrolabio con lámina universal, modificado por el astrónomo granadino Ibn
Baso, construido a principios del XIV. Con esta especie de antecesor del GPS
era posible pasar de forma rápida de un sistema de coordenadas a otro y se
podía calcular con él la hora en cualquier latitud.
Y
la teoría, que es una especie de hermana ciega pero no coja de la observación,
también tuvo sus avances. Y fueron sorprendentes. Pues Azarquiel (quien nació
en Toledo y vivió en Córdoba sus últimos años), al trabajar con un instrumento
que hoy día calificaríamos de planetario, descubrió que la órbita resultante de
Mercurio se ajustaba mejor si ¡un óvalo fuese usado en lugar de una
circunferencia! (siglos después, Johannes Kepler publicaría su tratado donde
los planetas giraban en torno al Sol en órbitas elípticas).
Entre
las principales obras astronómicas de Azarquiel encontramos Las Tablas
Toledanas, calculadas en la ciudad de Toledo por orden de Al-Mamun en el año
1069 de nuestra era. Aunque se atribuyen a Azarquiel, es mucho más probable que
estas tablas fuesen preparadas por un grupo de astrónomos, quizá dirigidos por
él. El texto original en árabe se ha perdido aunque se conservan cerca de 128
manuscritos, incluyendo traducciones al latín, siendo la más famosa la debida
al traductor Gerardo de Cremona.
También
fue relevante la Suma referente al movimiento del Sol, una obra que trata de
las dificultades de definir y medir la duración del año solar. Azarquiel pasó
veinticinco años de su vida observando y teorizando sobre los movimientos del
Sol. Es notable la fijación que demuestra Azarquiel por la precisión y su
preocupación por contrastar sus resultados con los de otros autores. E
igualmente notable es también la precisión con que Azarquiel midió la variación
del apogeo solar, o punto donde la distancia entre el Sol y la Tierra es mayor.
Él calculó que variaba 12 segundos de arco por año, mientras el valor moderno
está en torno a 11,8 segundos de arco.
Azarquiel
también escribió el Tratado relativo al movimiento de las estrellas fijas,
donde adapta y extiende las ideas de Ibn Qurra, que suponía que las estrellas
fijas tenían un movimiento de acceso y retroceso (o de ida y vuelta, similar al
que contemplamos hoy día). Era importante porque en las tablas toledanas se
usaba una estrella patrón como origen de las coordenadas (así, el resto de
estrellas cambiaban de posición) y era necesario corregir la longitud sumando
el valor de la precesión. En contraste con las teorías de Hiparco y de Ptolomeo
que predecían un movimiento constante, la teoría de la trepidación de Azarquiel
e Ibn Qurra predecía un acceso y retroceso de los equinoccios.
En
el Tratado de la azafea, Azarquiel introduce innovaciones en el astrolabio, un
instrumento fácil de manejar y transportar y que permitía una amplia serie de
cálculos y de mediciones. Su construcción estaba basada en la proyección de la
esfera celeste sobre un plano, más o menos como se proyectan los mapas
terrestres. En el astrolabio plano, esta proyección es la estereográfica
ecuatorial. Esta, sin embargo, tenía sus inconvenientes ya que hacía falta una
lámina para cada latitud, lo que limitaba el uso del astrolabio u obligaba al
fabricante a manufacturar varias láminas, distorsionando de esta forma la
sencillez de su manejo (sería como si tuviésemos que cambiar el chip del GPS al
cambiar de localidad). La innovación técnica introducida por Azarquiel en la
Azafea se refiere al cambio del tipo de proyección. Introdujo dos proyecciones
meridianas, una para cada mitad de la esfera. Así, algunos planos
fundamentales, como el ecuador, la eclíptica y los horizontes son representados
por líneas rectas, cambio que permitía utilizarla en cualquier latitud.
Si
la Azafea suponía un avance en relación a la Lámina Universal de Ali b. Jalaf,
el Tratado de la lámina de los siete planetas de Azarquiel supuso igualmente un
progreso con respecto al astrolabio de Ibn Samh. Este último requería una
lámina para cada planeta y Azarquiel, con su manía de simplificar lo
simplificable, introdujo una sola lámina que hacía todo el trabajo. Fue en esta
obra donde la Astronomía de los círculos se vio superada por la Astronomía de
las figuras ovaladas. ¿Una primera aproximación a las órbitas elípticas?
Probablemente tal figura ovalada se debe a la composición de movimientos y no
una avanzadilla de las investigaciones de Kepler.
Alfonso
X, el Sabio
Hay una frase que, presuntamente atribuida a este rey, me fascina. Este, muy molesto por los epiciclos introducidos para salvar el sistema ptolomaico, dijo: “Si Dios me hubiera consultado antes, hubiera elegido un sistema más simple”.
Desde
el punto de vista científico las grandes obras de Alfonso X fueron, sin duda,
los Libros del Saber de Astronomía y de las Tablas Alfonsíes. Los primeros son
una compilación del conocimiento astronómico hasta la era alfonsí y fueron
escritos en romance (una especie de español antiguo). Una consecuencia de ello
está relacionada con la propia novedad de la elección de la lengua en sí. Estos
libros consistían en varias traducciones y adaptaciones de tratados
astronómicos, aunque también contiene producción propia. La segunda obra trata
de observaciones astronómicas propias y ajenas, en forma de tablas.
Las
tablas alfonsíes son obra de los dos principales colaboradores judíos y sin
intervención de ningún cristiano. Yehudá ben Mosé ha-Kohén y Ishaq ben Sayyid.
Yehudá
ben Mosé ha-Kohén, médico entendido en astronomía y astrología, era “mucho
entendudo en la arte de astronomía y sabíe e entendíe bien el arávigo e el
latín.”
Ishaq
ben Sayyid era hazzan de Toledo, o sea, rabino cantor sinagogal de Toledo. Era
experto en temas científicos y sabía fabricar diversas clases de relojes y de
instrumentos de observación astronómica. También poseía conocimientos
astronómico-matemáticos teóricos. Colabora en las Tablas astronómicas y elaboró
hasta diez tratados sobre construcción y
uso de instrumentos y relojes. Tuvo parte principal en lña redacción de las
Tablas alfonsíes, fechadas entre 1263 y 1272, es decir, en el periodo en que se
sitúan sus observaciones astronómicas.
La
Tablas astronómicas en la obra científica alfonsí de mayor alcance, la más
famosa; pero ya desde ahora hay que decir que no se conoce más que la
introducción y los cánones, que nos han llegado en un manuscrito único y por
añadidura tardío. Es más obvio que las tablas presuponen observaciones astronómicas
hechas con ayuda de instrumentos y, también, la utilización de algo de
bibliografía.
Para
hacerse una idea de la importancia de las Tablas Alfonsíes basta con decir que
fueron reimpresas trece veces (desde 1453) y copiadas manualmente una infinidad
de veces. Fueron adaptadas para fechas posteriores, fueron citadas y quizás
utilizadas por astrónomos como Tycho Brahe, Galileo y Kepler, hasta que este
último las superó en 1627 con sus Tablas Rodolfinas basadas en las
observaciones de Tycho Brahe; es decir: después de casi cuatro siglos de
vigencia.
La
labor desarrollada por los científicos judíos alfonsíes fue una actividad
llamativa y duradera, sobre la cual debieran hacerse precisiones fundamentales.
Contra la idea generalizada de la intervención personal de Alfonso X en las
obras científicas preparadas bajo su mecenazgo, el examen de treinta obras
astronomo-astrológicas en castellano pone de manifiesto la parte principal de
los intelectuales judío.
Una
crítica a la afición de Alfonso X a la Astronomía y su descuido de la política
viene en forma de unos versos debidos a
Marquina: “De tanto mirar al cielo se le cayó la corona”.
Resumen
de un artículo de Antonio Claret (Instituto de Astrofísica De Andalucía,
IAA-CSIC) Publicado el 23/06/2009 en:
http://www.webislam.com/articulos/35839-la_astronomia_espanola_en_el_medievo.html
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