LA SOLUCIÓN FINALDE LOS JUDIOS EN
AL-ÁNDALUS: CONVERSIÓN O EXPULSIÓN
El
año1391 ve desatarse las crueles e injustas matanzas que asolan las juderías de
Castilla, Cataluña y Valencia, en las que perecen miles de judíos. La presión
antijudía se concreta con violencia en el siglo XV y se obliga a los judíos a
llevar distintivos en la ropa. Las predicaciones de san Vicente Ferrer, la
disputa de Tortosa entre judíos y cristianos y la Bula de Benedicto XIII, el
papa Luna, contra los judíos, aceleran la destrucción del judaísmo español. Las
predicaciones del arcediano de Écija, Ferrán Martínez, fanatizan a las turbas
que asaltan las juderías y dan muerte a miles de judíos. En 1476 se establece
el Tribunal de laInquisición en Sevilla. Siete años más tarde, fray Tomás de
Torquemada es nombrado Inquisidor General. Las persecuciones habían producido
una oleada de conversiones forzosas. La Inquisición actuó con dureza contra los
conversos y acentuó la presión sobre los judíos: los hebreos eran obligados a
escuchar las predicaciones de los dominicos en las sinagogas, tras lo cual se
producían las conversiones.
Los
Reyes Católicos, ocupados en la guerra de Granada, habían aceptado la
financiación ofrecida por don Isaac Abravanel y don Abraham Senior, Contador
Mayor de Castilla y Rabino Mayor del reino para sufragar los gastos de la
guerra, lo que no les impidió firmar el 31 de marzo de 1492 el Edicto de
expulsión. Las súplicas de don Isaac Abravanel en favor de sus hermanos fueron
rechazadas por los Reyes Católicos. La política real basada en la unidad
dinástica, el poder real y la unidad religiosa se apoyó en la Inquisición y en
fray Tomás de Torquemada para conseguir la conversión de los judíos. Todos
aquellos que no aceptasen el bautismo deberían abandonar España en el plazo de
cuatro meses dejando todos sus bienes. Unos 100.000 judíos abandonaron España.
Se distribuyeron principalmente por Grecia, Turquía, Palestina, Egipto y Norte
de Africa. Sus descendientes son los sefardíes, que conservan aún el idioma de
Castilla. En su Diáspora por todo el Mediterráneo llevaron en su corazón dos nombres:
Sefarad y Jerusalén.
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