sábado, 11 de agosto de 2012

Historia crisol 3 culturas en al-Ándalus. Las acurnias andalusíes

LAS ALCURNIAS ANDALUSÍES


LOS SEFARDÍES



De todos los pueblos que vivieron en Al Andalus y que recibieron su cultura, el que más espectacularmente se mezcló con los castellanos y aragoneses fue el hebreo, el sefardí. Primero los expulsaron los musulmanes y se fueron al Norte, durante varios siglos viviendo digna y libremente en sus aljamas; luego vinieron las persecuciones populares, contra la voluntad de los reyes, y finalmente, la expulsión regia de los que no se convirtieron. Los que se quedaron en esta tierra, como conversos, fueron posiblemente más de cien mil; en una España que tenía unos seis millones de habitantes, algo así como un dos por ciento, pero que se integró en la poderosa nobleza, en el no menos poderoso episcopado y en las pequeñas pero influyentes clases medias, entre médicos y religiosos.



Transmitieron no sólo su sangre, sino capitales elementos de su cultura: la veneración por el amor místico del Cantar de los Cantares, la piedad íntima, y en el otro extremo, un talante racionalista precoz que se comprueba en sorprendentes explicaciones antropocéntricas de la Biblia, ya en el siglo XVI, que, procedentes de Averroes y de Maimónides favorecieron la conversión y se fueron desenvolviendo en el nuevo humanismo. La cultura española no fue la misma después de la fusión con los conversos, tan numerosos y tan cultos a menudo; no sólo entre los mismos conversos, sino en la población en general, ya que las ideas vuelan. Santa Teresa era nieta de un converso, y su espiritualidad estaba vivísima, y en el Quijote se ha querido encontrar una vena conversa, o por lo menos uno de los modos de ser español: la loca ambición y el desengaño y, por encima de todo, el realismo socarrón con que fue escrito.





LOS MOZÁRABES



También fue transcendente, unos siglos antes, la supuesta mezcla de los cristianos norteños con los bereberes, a lo mejor ancestros de los maragatos de León y la comprobada con los cristianos mozárabes del Sur, que permitió el encantador estilo de las iglesillas llenas de arcos de herradura y, sobre todo las eléctricas y alucinadas miniaturas del "Comentario del Apocalipsis", que tan bien expresaban una espiritualidad medio judía, mesiánica, la de los seguidores de Santiago el Menor, el nuestro, el hermano del Señor, que aborrecía del Anticristo que habían dejado en Córdoba.



Fueron decenas de miles, si no alguna centena de mil, esos mozárabes que se refugiaron en el Norte o que fueron liberados en el Reino de Toledo, con la lengua árabe como materna; pero casi nadie sabe que descienda de ellos, aunque hay la excepción: los cristianos mozárabes toledanos de condición noble, gracias a que conservaron seis parroquias suyas y luego una capilla en la Catedral; todavía existe una Hermandad mozárabe que reúne a los descendientes de ocho linajes de caballeros (había más); algunos de sus nombres, los Portocarreros, los Gudieles, los Quirinos (como el que dispuso el censo de Judea, que hizo que Jesús naciera en Belén), los Ficulnos, los Armildos, entroncan con los ancestros visigodos y aun con los romanos.



Hacia 1150, la población mozárabe del Centro de la Península se acrecentó cuando llegó una nueva oleada, en un impresionante vaivén: muchos descendientes de los que habían sido deportados por los almohades a Marruecos, un siglo antes (la Primera Expulsión de la historia de la Península, esta vez contra cristianos y hebreos) retornaron a la tierra de sus padres y se establecieron en el Reino de Toledo.





DE NUEVO LAS MUJERES



¿Mientras avanzaba a la vez la conquista, se casaron los repobladores, muchos seguramente varones solteros y recién hacendados, con algunas mujeres musulmanas, o tuvieron esclavas, e hijos de unas u otras, como suele suceder en las conquistas, donde los colonos necesitan mujeres, puesto que las de su tierra no se han ido con ellos? La historia que conocemos es la historia de los varones; no suelen aparecer en ella muchos nombres de mujeres. Se sabe que el mismo rey que conquistó Toledo, Don Alfonso VI, primero se casó con la entrometida francesa Doña Constanza y luego con Doña Zaida, viuda de un hijo del rey poeta de Sevilla, al-Mutamid; Zaida, la mora, Reina de Castilla; su hijo Don Sancho, el único varón de Don Alfonso, si no hubiera muerto en Uclés, habría sido el siguiente Rey. ¿Cuántos castellanos, en el nuevo Reino de Toledo, seguirían el ejemplo de Don Alfonso VI?



Nos encontramos con una prueba más o menos firme de que muchas mujeres de los conquistadores pudieron ser moriscas: que los nombres que usamos para el ajuar (que en sí es una palabra de éstas), los enseres que alhajaban (otra palabra) la casa y algunas comidas son muy a menudo árabigos; hablo de la casa antigua, la casa castellana casi sin muebles, como mucho con sus estrados alfombrados con alcatifas (árabe) y llenos de almohadones (árabe), que era tan parecida a las andalusíes, o todavía más, de la casa andaluza, con sus paredes encaladas un año y otro por su dueña, en el estilo árabe; repartidas en alcobas y algorfas o cámaras; adornadas con albendas y alahilcas, o colgaduras; con el zaguán como entrada, la barra del alamud en la puerta y coronadas por las azoteas; si las amas de casa hablaban en árabe, ésta puede ser la explicación. ¿Por qué en Castilla la Nueva, Extremadura, Murcia o Andalucía se dice o se decía aljofifa y aljofifar en vez de fregar, alfaca en vez de cuchillo, zafa o jofaina en vez de lebrillo, alcayata en vez de escarpia, taca o alacena, acetre y además nombres más generales como la albanega o cofia, la alfarda o peto, la albadena o vestido, la alcandora, el mandil, los alamares, las arracadas, entre las ropas y el arreglo personal, los alfileres, las jaretas o las alforzas en la costura, los tabaques o canastillos, los azafates o bandejas para coloretes como la alheña, el alcandor, el alcohol o polvillo negro para los ojos, la alconcilla, y también cosas como la almohada, la alfombra, el almirez, la jarra, la albornía o taza, la alcarraza, la alcuza, o comidas como la alboronía, o guisado de verduras, según una receta atribuida a la mujer de un califa, ¿el zulaque o cocimiento?, el alcuzcuz (conozco la receta del que se sigue haciendo en Castilléjar, de Granada), las albóndigas, las zahinas o gachas, las alejijas de harina con ajonjolí, el alfitete o sémola, los fideos de nombre mozárabe, los alfajores, las alcorzas de pasta dulce, los dulces muy delgaditos llamados alfeñiques y los buñuelos o alfinges o el almíbar? ¿No podríamos añadir los nombres de las flores de arriate, o de alféizar, los alhelíes, los azemines o jazmines, las azucenas, las plantas como la albahaca..., que adornarían también puertas y ventanas? ¿Es que los oían en casa de los vecinos mudéjares o moriscos, tan desdeñados, o es que se oía en la propia casa?



Cada campo de palabras árabes, en castellano, está vinculado a un oficio o profesión enseñada por mudéjares: a los alarifes o arquitectos, a los carpinteros, a los hortelanos, a los guerreros, a los marineros, a los alfareros... ¿por qué el campo de las palabras domésticas no estaría unido al oficio de ama de casa, que entonces también sería mudéjar o morisca? Lo mismo que la cocina mexicana, supervivencia de la india, testimonia del mestizaje, la cocina andalusí, delicada y especiada, con sus sopas, sus gachas, sus migas, sus fideos, sus boladillos, sus carnes picadas, sus pescados, su aceite desde luego, ha sobrevivido entre nosotros (sobre todo en la repostería)



LOS ESCLAVOS



Hay también que contar con la población esclava, relativamente numerosa en Sevilla. Los esclavos procedentes de la conquista del Reino de Granada fueron bastantes, a fines del siglo XV, como aquellos más de mil malagueños que llegaron a Sevilla en 1487, o las trescientas doncellas moras vendidas después de la Caída de Granada, o los millares de mujeres y niños arrebatados casi un siglo después, en la Guerra de las Alpujarras. Un esclavo no se ponía en libertad fácilmente: valía una fortuna, casi tanto como una casa modesta. A menos que su familia pudiera pagar otro tanto como rescate... Las mujeres esclavas se procuraba que quedaran embarazadas: los niños nacían esclavos, gratis. Es verdad que los granadinos no eran los más numerosos en un esclavaje formado también por berberiscos y negros; pero ahí estaban y probablemente la mayoría se quedaron.

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